miércoles, 30 de abril de 2008

CRISIS ALIMENTARIA, OPORTUNIDAD PARA EL CAMPO


Los  1,500 productores de maíz cuya actividad apoya la asociación civil Fundar en Chiapas lograron una ganancia de 400% en su más reciente cosecha. El comprador fue el fabricante de harina, Maseca. Esas 7,000 hectáreas nunca habían sido tan rentables. Es más, nunca habían sido un buen negocio.

Ahora, planean sembrar con maíz blanco 15,000 hectáreas; ocupar a 3,000 campesinos del sureste mexicano y producir al menos 100,000 toneladas de maíz.

Los campesinos esperan que el valor de la tonelada de maíz aumente al menos 26% respecto de los 2,300 pesos del año pasado. Para el presidente de Fundar, Alberto Castelazo, ésta es la oportunidad que necesitaba el campo mexicano. "Es momento de tomar decisiones", asegura. Sin embargo, también reconoce que el gobierno federal se enfrenta al reto de subvencionar el consumo de alimentos para la población pobre.  Evitar, además, que el presupuesto para compensar los desequilibrios provocados por las crisis energética y alimentaria se desvíe a sectores con alto poder adquisitivo. Terminó la época de los alimentos baratos pero el nuevo orden no puede ni debe generalizarse. El gobierno federal debe mediar, dicen los analistas.

En Sinaloa, Jorge Kondo, un ex dirigente de movimientos agrícolas en el país y ahora secretario de Agricultura de ese estado, dice que el campo dejará de subsidiar el consumo de las ciudades.

Descapitalizada por décadas, la agricultura se revalúa en medio de un pánico que, a juicio de Kondo, resulta injustificado. "¿Por qué no nos asustamos de la misma forma cuando aumentan los refrescos o la comida procesada?", se pregunta el funcionario.

En ese estado, considerado El Granero del país, los productores de maíz iniciaron la operación de la primera planta para producir etanol así como una pasta proteínica elaborada para fortificar tortillas. Maseca adquiriría a los productores de Sinaloa el complemento mientras que para la producción de etanol, el gobierno regional cuenta ya entre sus clientes a compañías del sur de Texas. Venderán a EU el etanol que, por ahora, Pemex no puede adquirir.  Pero no sólo se abren nuevos mercados para el maíz mexicano. El consumo interno y tradicional también representa una oportunidad. Ante el alza en el precio de los combustibles y en el costo de los fletes, las importaciones comienzan a perder atractivos. "El hecho de que las importaciones de granos pierdan cierta competitividad se puede aprovechar por los productores nacionales y con el apoyo del gobierno pueden defender, de alguna manera, la producción interna", considera Francisco Gutiérrez, director de Estudios Económicos de Scotiabank.

Éste es el caso del maíz. En el trigo es diferente. El campo mexicano no produce trigos panificables. Por eso, compañías como Bimbo han desarrollado complejas estrategias de compras a futuro y, consistentemente, recurren a la importación de este grano. El corporativo de botanas y pastelillos, de hecho, tuvo que incrementar el precio promedio de sus productos en un 3% y espera un nuevo ajuste debido a que el incremento en el precio del arroz también ha afectado sus costos de producción. El trigo es un problema para las empresas mientras los agricultores mexicanos deben concentrarse en los cultivos que sí ofrecen oportunidades.

Pero no hay garantía de que los precios del maíz mantengan los altos niveles que tienen al mundo al borde de la histeria. La Secretaría de Economía estimó que los actuales precios de los alimentos prevalecerán durante los próximos años y los analistas internacionales advierten sobre la radical transformación del consumo de granos en todo el mundo.

El cambio ha sido resultado de la acumulación de inventarios de maíz por parte de EU para garantizar la producción de etanol. El gobierno busca sustituir en un plazo de diez años el 30% del consumo de gasolinas por combustibles alternativos. En 2007, EU logró producir 7,000 millones de galones de etanol, con lo que desplazó el 3% del consumo nacional de petróleo. La mala noticia ha sido que este logro en materia de biocombustibles generó un incremento en el precio de productos alimenticios.  El creciente consumo en India o China o las sequías en Australia también contribuyen al nuevo orden. La especulación además comienza a causar los mayores estragos.

Fondos de índices de materias primas, según reportó la agencia Bloomberg, controlan un récord de 4,510 millones de bushels de maíz, trigo y soja mediante futuros que cotizan en el Chicago Board of Trade (CBOT), equivalentes a la mitad de la cantidad almacenada en los silos de EU al primero de marzo.

Las participaciones subieron el 29% en los últimos 12 meses porque los inversores compraron contratos de granos buscando mejores rendimientos que los ofrecidos por las acciones o los bonos. Las compras hicieron que los precios de las cosechas y la volatilidad se dispararan a niveles récord y encarecieron la gestión del riesgo tanto para productores como para procesadores.

De hecho, la inversión de los fondos de índice en el maíz, la soja y el trigo operados en el CBOT ha subido el 66% al equivalente a 902.105 contratos de futuros, un récord, desde enero del 2006, cuando el gobierno estadounidense empezó a reunir los datos. Cada contrato representa 5,000 bushels. Las inversiones en futuros de granos y ganado han subido a más del doble, a unos 65,000 millones desde 25,000 mdd en noviembre, según la consultoría AgResource Co. en Chicago. La compra de futuros de cosechas asciende a alrededor de la mitad del valor combinado del maíz, la soja y el trigo sembrado en Estados Unidos, el mayor exportador de estas tres materias primas. El Departamento de Agricultura de Estados Unidos valuó la cosecha del 2007 en un monto récord de 92,500 mdd.

Si permanecen estos precios internacionales, explica el investigador de CIDE, Raúl Feliz, el mercado local presentaría un incremento generalizado en el precio de los principales alimentos básicos para la población de escasos recursos: el precio del maíz, del arroz y, posiblemente, un incremento en los precios de lácteos y carnes. La inflación en los alimentos, que se refleja en el índice de precios subyacente, ha sido el elemento que eleva los precios y que pueden aumentar aún más.

Pero esta coyuntura es menos perjudicial para los productores nacionales que la agresiva liberalización esperada para el campo hasta hace unos meses. Ahora el consumidor será quien pague el impacto vía precios. Por ello, los subsidios al consumo deben dirigirse, coinciden los analistas, a las clases desprotegidas. El analista de Scotiabank sugiere que las finanzas públicas, con ingresos derivados de los precios extraordinarios del petróleo, resultan propicias para dirigir recursos a programas de apoyo social. "En este momento, el subsidio no significaría deuda, en el momento que así sea comienza a generar un desequilibrio fiscal y problemas de inflación", asegura Francisco Gutiérrez. Y agrega: "El gobierno debe tener una evaluación muy cuidadosa para no aplicar subsidios de manera indiscriminada, porque eso finalmente se termina pagando. La evaluación es muy delicada, es necesario observar el impacto económico y social de aplicar o no los subsidios pero no sólo en el corto plazo, sino en el mediano y largo plazo. Probablemente se justifique en estos momentos tener ciertos subsidios temporales limitados a ciertos productos, los de mayor sensibilidad en la canasta de la población de menores ingresos".

LAS RESERVAS

Para México, sin embargo, el mayor impacto está por llegar, aunque también están las oportunidades. La Confederación Nacional Campesina (CNC) aseguró que el país carece de blindajes efectivos ante la crisis mundial de alimentos y que el gobierno federal debe informar "con carácter de urgencia" el volumen de las reservas de granos del país así como las medidas precautorias para evitar que México se vea afectado por el encarecimiento de productos como el maíz, la soya, aceites, huevo, harinas, leche y pollo. Para la CNC la "dependencia alimentaria" es clara: México importa la tercera parte del consumo de maíz amarillo, 95% de la soya, 70% de arroz, 65% , 65% de trigo panificable, 30% de sorgo para ganado y, sobre todo, de las semillas y fertilizantes agrícolas.

Hasta hace poco, sin embargo, la "dependencia" a la que hace referencia la CNC, no aparecía como un problema. Al contrario, la apertura a las importaciones de materias primas agroalimentarias había permitido que la inflación de México se ubicara en los niveles más bajos entre las economías de América Latina.

Para algunos, sin embargo, el modelo impulsado por el gobierno federal ha privilegiado los apoyos –para mantener los precios bajos y la inflación bajo control– a través de coberturas para los vendedores de granos pero también para los grandes compradores como Cargill o Maseca.

"El problema de fondo es que México ha abandonado toda responsabilidad frente a la seguridad alimentaria de los mexicanos, ha depositado toda la responsabilidad en las empresas privadas, principalmente grandes corporaciones alimentarias mexicanas y trasnacionales cuya única finalidad es la maximización de la ganancia, no importa el desabasto, no importa la elevación de los precios, no importa el aumento de la manutención en México, no importa la pérdida de rentabilidad para los campesinos", dice Víctor Suárez Carrera, director ejecutivo de la Asociación Nacional de Empresas Comercializadoras de Productos del Campo (ANEC).

La concentración de recursos y apoyos, agrega Suárez Carrera, ha contribuido a la descapitalización de los pequeños productores que hoy podrían representar la diferencia entre una crisis alimentaria y una oportunidad de revivir al campo.

En la pasada cosecha de maíz primavera-verano, que inició en octubre del año pasado y terminó en marzo de este año, el gobierno federal a través de la Sagarpa y Apoyo y Servicios a la Comercialización Agropecuaria (Aserca)  aplicó un programa de compras anticipadas de maíz blanco, para lo cual daba subsidios a los compradores de maíz. Los apoyos sumaron en promedio entre 300 y 350 pesos por toneladas de maíz y sirvieron para financiar almacenamiento, costos financieros y de transporte. La única obligación para los compradores era adquirir ese maíz a un precio internacional. El mismo esquema se puso en marcha para la cosecha de otoño-invierno de Sinaloa. En estas dos cosechas, los subsidios que entregó Aserca sumaron poco más de 500 mdp y el inventario de maíz ascendió a un millón y medio de toneladas de maíz. La ganancia para los grandes compradores que recibieron subsidios se obtuvo al comprar la tonelada de maíz, según la cosecha, entre 2,350 pesos y 2,750 pesos. Ahora, sin embargo, están vendiendo ese maíz así como sus productos con casi 1,000 pesos más de ganancias, a 3,300 pesos.

Además de los subsidios que recibe del gobierno mexicano, la estadounidense Carril, por ejemplo, puede exportar en cualquier momento ese volumen. No hay restricciones. Cargill, puede exportar maíz mexicano a EU, a Centroamérica, a Sudamérica, a África, o a cualquier parte del mundo, como ya lo hizo en 2006 antes de que se presentara el "tortillazo" en enero de 2007. Esa situación generó una escasez artificial, lo que incrementó los precios del maíz en el Valle de México a 3,500 pesos.

En el caso de Gruma, dice Fernando Cruz Morales, jefe de Estudios Económicos del Grupo Consultor de Mercados Agrícola, sus reportes trimestrales demuestran los importantes beneficios obtenidos gracias a las políticas oficiales de garantías a la compra de granos. "Si bien –apunta– muchas de las ganancias son resultado de las estrategias de compra de la compañía, también son resultado de los apoyos que el mismo gobierno está dando."

El apoyo del gobierno consiste en subsidiar una prima correspondiente a las opciones y contratos a futuro; a los productores se les subsidia en una 100% y a los compradores en un 50%. ¿Debe seguir así el esquema? Algunos opinan que tiene que transformarse, ajustarse a las nuevas condiciones.

El gobierno federal debe regular, observar el mercado para evitar abusos, vigilar los canales de distribución, agrega Raúl Feliz, del CIDE. "Puede hacer una política social focalizada para los pobres extremos y desde el punto de vista macroeconómico mantener la actual política monetaria de vigilancia, tratando de minimizar el daño en términos inflacionarios", asegura el experto.

En este momento, para los productores de granos –que son normalmente los que tienen un problema de competitividad–, los altos precios internacionales representan una buena noticia.  El conflicto ahora, continua Feliz, está en los consumidores, sobre todo de las zonas urbanas, porque incluso en el campo la gente depende del autoconsumo. El gran tema, definitivamente, son los pobres de las zonas urbanas, los obreros que ganan uno o dos salarios mínimos.

"Si ganas 53 pesos al día, ¿qué se puede comprar con 15 pesos?, ¿un kilo de huevo? acaso, ya no puedes comprar aceite; ¿acaso tortillas?", dice Elvira Santana de 50 años, con un salario de 750 pesos a la quincena.

La Dirección  de Precios, Salarios y Productividad del Banco de México asegura que, precisamente, uno de los productos que mayor incremento (más de 37%) ha registrado en el último año ha sido el aceite para cocinar alimentos. De hecho, la evolución de los precios ya trastocó las metas de inflación del Banco Central fijadas en 3.5-4.0% para 2008. Ahora la inflación anualizada se ubica por encima de 4.5%, lo que impulsaría la decisión del Banco de México para modificar sus metas. "Entonces si hay una afectación, se viene registrando  desde hace dos años y va a continuar hacia delante y posiblemente mucho más fuerte durante los próximos nueve meses de lo que se había anticipado", asegura Raúl Feliz.

Por eso, los efectos de la crisis se encadenarán con demandas de aumentos en los salarios.  "Ahí está el tema complicado. Hasta ahora no ha sucedido esto, pero, sin duda, puede que se dé esta situación; es lógico, los sindicatos dirán ya llevamos varios años adaptándonos a la meta de 3% del Banco de México y la inflación se está quedando arriba de 4%. Entonces sí va a comenzar la presión."

La fortaleza del peso, sin embargo, ayudaría a compensar estos incrementos en los precios de los alimentos. Con una divisa sólida, es posible mantener bajo control los precios de bienes manufacturados. Es el juego de los equilibrios para algunos. Para los pobres, sin embargo, son pocas las opciones.

LA OPORTUNIDAD

Una política consistente para la generación de infraestructura, apoyos para la compra de fertilizantes, créditos, contratación de coberturas y, por supuesto, comercialización acertada, conforman las acciones que el gobierno federal podría poner en práctica. En ello, coinciden los analistas. Una buena estrategia para capitalizar los precios altos será más oportuna y útil que la entrega indiscriminada de subsidios.  No todo es dinero.

"Podría haber una oportunidad si hubiera una política consistente por parte del gobierno federal, sobre todo para apoyar a los pequeños y medianos productores. Porque, es cierto, hay un incremento de los precios y es una oportunidad, pero esta oportunidad solamente la van a tomar quienes tengan crédito, quienes estén capitalizados, quienes tengan infraestructura, quienes tengan organización, quienes tengan información",  dice el director ejecutivo de la ANEC.

El problema es que la mayoría de los pequeños y medianos agricultores están desorganizados. No tienen acceso al crédito. No tienen infraestructura de almacenamiento. No tienen información de mercados. No tienen acceso a sistemas de cobertura de precio, porque el gobierno mexicano no ha hecho lo necesario durante estos años de TLCAN para impulsar la organización económica y comercial de los pequeños y medianos productores. Por ello, los costos de producción también han aumentado; producir requiere mucho dinero, mucho más que antes. Al no tener acceso a crédito, los pequeños y medianos productores se ven orillados a rentar sus parcelas a quienes sí tienen capital y acceso al financiamiento. "Eso es lo que también está provocando que los alimentos aumenten: el proceso de concentración de la tierra en muy pocas manos", dice Victor Suárez Carrera de la ANEC.

Es claro, lo que necesita el campo no son más subsidios. Ahora, exige una política de Estado y agroalimentaria dirigida a romper las inercias y eliminar las dependencias. Producir para el campo y para el país es la única opción.



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Fernando V. Ochoa
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ser como el clavo, que aun oxidado, sigue siendo clavo.
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