domingo, 26 de diciembre de 2010

POESIA DE NUESTRA AMERICA: FERNANDO LEZAMA LIMA, VOZ DE TIEMPO QUE NO SE VA.

Daniela Saidman (Desde Venezuela. Colaboración para ARGENPRESS CULTURAL)

Dijo él, que "la imagen es la realidad del mundo invisible", y su palabra es hoy, faro que ilumina desde la costa empañada de adioses

Una tras otra, las calles de La Habana lo llevan entre sus pliegues. En el tedio de una tarde sin sombra, en las horas muertas de un domingo cualquiera. Su imagen se repite en el estallido de la palabra cierta y alumbra tras las hendijas y los cristales. Su voz de caverna sentencia infinito los mares, la siembra, el paso y el abrazo que se extiende más allá de los amantes.

José Lezama Lima (La Habana, 19 de diciembre de 1910 - ibíd., 9 de agosto de 1976), el poeta sin adjetivos por inmenso, el novelista extraordinario, el brillante ensayista, el investigador incansable es de esas voces que viven para siempre, y que jóvenes como antes andan haciendo caminos que nos aproximan y nos encuentran.

Él ofreció con su trabajo una nueva visión del quehacer literario cubano, porque se entregó a la promoción y al enriquecimiento de la creación y la cultura de su patria y de toda la nuestra.

José María Andrés Fernando Lezama Lima, escribió innumerables poemas en los que el tiempo es una espiral infinita que viene y va tras los pasos del día. Su obra sabe a Caribe desde la palabra justa que nos muestra las costuras del alma y el paisaje que nos habita. Poetas, poetas de hoy, a veces hasta sin querer se topan de pronto con sus versos y entonces, el mundo calla, porque la metáfora, la imagen, el sueño y todo lo que en él nace, se convierte en imán que atrae, que seduce, que hace cierta la mañana.

Entre sus obras se encuentran Muerte de Narciso (1937), Enemigo Rumor (1941), Aventuras Sigilosas (1945), La Fijeza (1949), Dador (1960), Fragmentos a su imán (1978); los ensayos Analecta del Reloj (1953), La expresión americana (1969), Tratados en La Habana (1958), Las imágenes posibles (1970), La cantidad hechizada (1970), Las eras imaginarias (1971), y la novela publicada en 1966, Paradiso.

DICEN ELLOS

Muchos han escrito sobre Lezama Lima, tal vez un poco por la magia que emana de sus versos, por el compromiso con el que asumió el quehacer cultural, o en fin, por todo él, que fue un ejemplo de ser humano, de artista en todas las posibles dimensiones. Una vez el español Juan Ramón Jiménez, Premio Nobel de Literatura 1956, le dijo que "con usted, amigo Lezama, tan despierto, tan ávido, tan lleno, se puede seguir hablando de poesía siempre, sin agotamiento ni cansancio, aunque no entendamos a veces su abundante noción ni su expresión borbotante". Ese otro español representante de la generación del 27, poeta grande y cálido, escribió de Enemigo Rumor y su autor, que "tiene la modestia de parecer folleto, y es un libro repleto de promesas y realizaciones, de intenciones y expresiones ya logradas. Ante tanta riqueza juvenil no es oportuna la crítica sino el aplauso y la espera de próximas obras", y muchas obras vinieron después.

Por su parte, el maravilloso fabulador del tiempo, el cubano Alejo Carpentier, subrayó un día que "es indudable que la generación nacida de Orígenes (la revista que editaba Lezama Lima) ha dado con una manera de ver y de sentir lo cubano que nos redime del abominable realismo folclórico y costumbrista visto hasta ahora como única solución para fijar lo nuestro".

EL HOMBRE Y SU OBRA

El autor de Paradiso, novela considerada por muchos críticos como una de las obras más representativas de la narrativa hispanoamericana del siglo XX, estudió derecho en la Universidad de La Habana, donde participó activamente en los movimientos estudiantiles contra la dictadura de Gerardo Machado.

En 1937 fundó la revista Verbum y en los siguientes años Nadie parecía, Espuela de Plata y Orígenes, la que está considerada como una de las publicaciones más importantes de la década del 40. Lezama Lima fue investigador y asesor del Instituto de Literatura y Lingüística de la Academia de Ciencias.

Su obra colmada de enigmas y metáforas tiende puentes hacia una realidad que se escapa de lo palpable y se vuelve inasible. El poeta, profundo conocedor de la obra de Platón, de los filósofos gnósticos y las corrientes culteranas y herméticas, edificó una estética de la intuición, de la primaria percepción donde convergen todas las clarividencias y todas las incertidumbres. Y aunque no lo entendieron en su momento, aunque lo calificaron de contrarrevolucionario en sus últimos años de vida por todo lo que era y cómo lo era, supo emerger libre, grande y poderoso en el presente. Y hoy su pueblo, nuestros pueblos, encuentran en su palabra la calidez del hombre, el erotismo y la seducción de sus versos, porque él supo explicar el mundo desde la otra orilla, desde donde todo es posible.


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soy como el clavo, que aun viejo y oxidado, sigue siendo clavo

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