Olga Sobolevskaya (RIA NOVOSTI)
Hace 85 años, el 18 de enero de 1926, tuvo lugar en Moscú el estreno de la famosa película de Serguei Eizenshtein, “El acorazado Potemkin”.
Esta obra, teñida de un sobrecogedor realismo, inmediatamente pasó a formar parte de los referentes del cine mundial y hasta el día de hoy sigue figurando en las listas de las mejores películas de toda la historia.
No importan los saltos que diera posteriormente el cinematógrafo, “El acorazado Potemkin” nunca ha quedado obsoleto.
Ha habido bastantes parodias de esta película épica sobre la rebelión de los marineros: así, referencias irónicas las podemos encontrar en “Los intocables de Elliot Ness” de Brian de Palma, en “Brasil” de Terry Gilliam y en “Déja vu” de Juliusz Machulski.
En 1966, Guennadi Poloka dirigió la película “El regreso del Acorazado”. Incluso en los Simpson se puede ver una parodia de la película de Eizenshtein.
Su película es lacónica y expresiva, igual que lo es el arte del cartel, su concepto es lógico e implacable, igual que un artículo de estilo publicista y de insuperable calidad, es impactante, como lo podría ser un ardiente sermón, es cruel y realista como lo son los documentales.
En opinión de Eizenshtein, el objetivo del cine era “transmitir directamente un postulado”. Y es precisamente por ello por lo que es tan difícil acabar amando esta película. Sin embargo, no se puede menos de admirar la maestría de su director que la filmó cuando tenía apenas 27 años.
Los temores de lanzar una película sin estrellas como protagonistas y sin una historia de amor resultaron completamente infundados: al día siguiente de la presentación los cines de Moscú estaban abarrotados de gente.
Y si el primer día el público era recibido por personal vestido de marineros con una enorme maqueta del acorazado expuesto enfrente del cine, a partir del día siguiente ni siquiera fue necesario.
En abril de 1926, la película viajó a Berlín para obtener un increíble éxito y protagonizar escándalos de censura. El público sufrió una conmoción cultural y Eizenshtein se convirtió en toda una celebridad.
De hecho, “El acorazado Potemkin” fue película precursora del neorealismo italiano de los años 1945-1955 con sus características historias y sus sentimientos y ambiente, sacados de la vida real.
Sin embargo, aquella tendencia cinematográfica evitó ser moralizadora. Eizenshtein, por su parte, durante el rodaje paulatinamente se alejó de su concepto preferido del “montaje de atracciones” al estilo del circo o de un musical, para acercarse al “cine de análisis”.
El cinematógrafo intelectual, entendido por Eizenshtein, sin embargo, no dejaba de ser propaganda. “El cine de análisis”, aseguraba el director, “ha de tratar temas de toque derechista, de toque izquierdista, de la dialéctica y de los métodos del bolchevismo”.
Ahora parece estar de moda dar color a las películas creadas en blanco y negro. Sin embargo, el director soviético también fue pionero en este sentido, pintando a mano de rojo la bandera, izada por los marineros sublevados en el mástil del acorazado.
La banda sonora de la película es una historia aparte, porque hubo tres variantes del acompañamiento musical. La primera versión pertenecía al compositor austríaco Edmund Meisel y, con los ruidos de la película sobrepuestos, le parecía ideal a Eizenshtein.
Al ser restaurada la película en 1976, como banda sonora se usaron las Sinfonías № 5, 8, 10 y “1905” de Dmitri Shostakóvich que le dieron al “Acorazado” un carácter infinitamente más dramático.
En 2004 y 2007 los grupos “Pet Shop Boys” y “The Sun Kings” presentaron sus versiones de la música de la película, arreglada en estilo pop.
Eizenshtein era considerado ya un director de referencia cuando no tenía ni 30 años y le empezó a seguir toda una generación de jóvenes con talento. A finales de los años 20, dictaba conferencias en Berlín, Hamburgo, Londres, Cambridge, Ámsterdam y Amberes y a principios de los años 30 pasó una temporada trabajando en Estados Unidos y México.
El rodaje de su película “Viva México” fue suspendido al ser invitado el director por José Stalin en persona a volver a la URSS. Tras su regreso, Eizenshtein dio cursos de dirección cinematográfica en el Instituto Estatal de Cinematografía.
Una de las ideas preferidas de Eizenshtein profesor era la siguiente: provocarle al espectador la reacción necesaria es para un director de cine una tarea “puramente matemática” y, por lo tanto, “para solucionarla se necesita más o menos la misma agudeza de la mente que para proyectar una edificación de hormigón”.
En 1938, vio la luz la película histórica “Alexánder Nevsky” con la música de Serguei Prokófiev y, entre 1941 y 1945, se rodó “Iván El Terrible”. Por la primera parte de esta última película a Eizenshtein le fue concedido el Premio Stalin y la segunda, sin embargo, fue prohibida y presentada solamente en 1958, mientras el rodaje de la tercera parte fue suspendido.
Según dijo otro director de referencia soviético, Mijail Romm, “a Eizenshtein le gustaba arriesgar, pero el destino no siempre le ponía a salvo”.
Hoy en día muchos directores citan el nombre de Eizenshtein como su primer maestro y los estudiantes aprenden de sus películas.
En la época del célebre director, “el joven cinematógrafo” no solía tardar mucho en formar a los cuadros que, sin embargo, brillaban como joyas. Lo curioso es que en la actualidad la industria del cine, por mucho que se empeñe, no es capaz de crear cosas tan valiosas.
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soy como el clavo, que aun viejo y oxidado, sigue siendo clavo
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