Susana Signorelli (desde Buenos Aires, Argentina. Especial para ARGENPRESS CULTURAL)
La revolución que produjo Internet trajo sin dudas, nuevos modos de comunicación humana.
El tiempo, que inexorablemente todo lo transforma (por decirlo de un modo delicado que no hiera nuestra sensibilidad) avanza a tal velocidad que rápidamente dejamos atrás, lo que hasta hace días no más, era nuestro modo de vida más cotidiano. Y si no estamos a la altura de los tiempos somos irremediablemente caducos. Sin embargo, algo no ha podido corromper el tiempo: el amor. La necesidad del hombre de encontrarse con otro ser en la dimensión del amor ha quedado incólume. Pero ¿cómo es el amor en esta época, cómo se presenta, qué modos de comunicación profunda logramos y a través de qué medios? Esto ya es otra historia.
¿Dónde quedaron las cartas de amor en papel perfumado, las distancias eternas, los días de encuentro reglados o las citas a escondidas? ¿Dónde quedaron los poemas de amor? ¿Dónde quedaron los matrimonios hasta que la muerte los separe?
Y así, sin pensarlo, el amor fue cambiando sus formas, las otroras largas charlas telefónicas se convirtieron en escuetos mensajes de texto.
Aparece una nueva figura a través de Internet, bajo la forma del anonimato, redes sociales, páginas de Chat mostrando un perfil, nadie se conoce, pero la propuesta es buscar amigos, pareja, o encuentros de todo tipo, ¿tan solos estamos? Necesitamos de una máquina para encontrarnos con alguien. Y se descubren grandes amores, grandes ilusiones, diálogos intensos, profundos, a veces mentirosos, a veces ciertos pero en definitiva, poco creíbles porque a la hora del encuentro muchos son los que huyen o los que no pueden sostener al ser que apareció en la pantalla de otro ser, otros siguen con sus pantallas del ser y pretenden dar calidez al propio desatino de la soledad, sin saltar la barrera de la propia pantalla. Es la era del ciber amor. Y hasta los teléfonos celulares dieron lugar a los ciber celos que a su vez dieron lugar a que se crearan empresas que se dedican a rastrear los mensajes de texto de infieles parejas. El historial de la PC también permite esos desatinos, ni que hablar de hackear la dirección de correo e inmiscuirse en la intimidad del otro, todo bajo secreto, como si esa actitud no fuera también una traición.
Sin embargo, todos los canales están abiertos para favorecer la comunicación, pero no nos equivoquemos, estos canales son hasta ahora sólo tecnológicos, ya que el ser humano mucho no ha cambiado, salir de su mismidad para encontrarse con el otro en la intimidad de dos, siempre ha sido difícil y como decía Pablo Rispo, es posibilidad de muchos pero privilegio de pocos.
¿Qué necesita entonces el hombre? ¿Acaso más tecnología? Siendo un ser incompleto como es y teniendo el mundo tan a la mano, mientras no vea que sus propias posibilidades están en el encuentro auténtico con otros, sentirá irremediablemente esa soledad, que más que soledad es aislamiento y recién ahí, cuando se atreva al encuentro, descubrirá los propios aspectos desconocidos de su mismidad. Sólo el otro me dice quien soy, (Sartre) si no hay un tú, no hay un yo (Rispo).
El ciber amor es una alternativa válida para quien quiera salirse de la pantalla, y no ocultarse tras ella, dar el salto hacia el otro implica un riesgo pero qué mayor pesar que haber sido sólo un ser anónimo envuelto en las propias capas del ocultamiento del ser, para cuando llegue la muerte.
En la época en que el delibery nos trae la comida hasta nuestra casa, tal vez pensamos que el amor que antes nos esperaba a la vuelta de cualquier esquina, ahora lo puede traer navegar con la PC. Y el amor se da gracias a este ciber amor y parece que alcanzamos el nirvana.
Detrás de la pantalla tal vez sólo escuchemos lo que deseamos escuchar. Cuánto de mí hay en esa esperanza de otro. Pero ese otro puede ser la versión moderna de Cirano de Bergerac. Se me ocurre, entonces, que la búsqueda de otro podrá tomar cualquier forma que la sociedad ponga a nuestro alcance. En una y otra época, el salto al otro siempre será un acontecimiento que estremezca al ser más íntimo.
Y como la poesía es una caricia del alma que en los tiempos de los tiempos eternamente nos acompaña, les abro la mía a los cibernavegantes.
Cuanto quebranto
Cuanto desdén
Hay en mi alma
Porque no te alcanzo a ver
No te vayas que aún hay tiempo
Para las caricias
Para los encuentros
Mientras yo esté
Mis manos recorren
Tu cuerpo anterior
Pero al volver a verlas
Descubro que se apagó el sol
Otro ser habita
Mis oscuros rincones
Que ni yo conocía
Entonces, quién soy
En esta nueva madrugada
Irreverente muerte
Que todo lo arrebatas
Hacia dónde me llevan
Estos caminos
Que nunca pensé transitar…
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soy como el clavo, que aun viejo y oxidado, sigue siendo clavo
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