Demian Paredes (Colaboración para ARGENPRESS CULTURAL)
"Dios creó ante todo los cafés, las tiendas y los cines. Luego cafés,
tiendas y cines, crearon hombres"
Juan Emar
Como es harto recordado, entre los materiales del Libro de los
paisajes, Walter Benjamin destacaba al flâneur como un tipo, un
sujeto, diferente del simple "mirón", que recorre la ciudad y se funde
(y confunde) en/con ella: en realidad, el flâneur "la vaga", con
completa consciencia de estar haciéndolo. Aquí, en los múltiples
ejemplos del siglo XIX europeo que cita Benjamin, tenemos siempre un
sujeto impactado ante la monumentalidad de la urbe consolidada –y aún
en expansión-. Pero, en lo que respecta a las (primeras) vanguardias
latinoamericanas, las primeras décadas del siglo XX, tal vez esto sea
un poco distinto.
Porque, en el caso del chileno Juan Emar –segundo título de la
Editorial Final Abierto y su colección "Vanguardia" -, su novela Ayer
(1935) tiene una trama, una serie de acciones, que tienen tanto que
ver con la dinámica de la ciudad moderna pero, mucho más que con la
expansión de los sujetos protagonistas (y su "¡Vamos, vamos!" que
propone como fin/apertura, hacia un próximo capitulo), en movimiento,
con la expansión mental, de consciencia e imaginación que hay en
ellos.
En efecto, Ayer se caracteriza por ser una historia súperimaginativa,
donde la realidad y sus posibilidades, no dejan a la saga las
proyecciones mentales del protagonista llamado Juan, que, en un día,
acompañado por su esposa, presencia una serie de hechos insólitos, tan
insólitos como los pensamientos que destila y comenta al lector.
Pensamientos y comentarios que, como dijimos, acompañan los
desplazamientos espaciales del narrador la víspera (el día anterior:
ayer).
Enumeremos brevemente los mismos: acontecimientos sorprendentes en un
zoológico (2); una visita y discusiones con su amigo el pintor Rubén
de Loa (3); observaciones sobre un gordo-burgués ("recorro el vasto
campo de todas mis lecturas y, que yo recuerde, no sé de ningún hombre
ni del pasado ni del presente, que haya jamás sacado algo en limpio de
la observación de otro hombre barrigón" (4)), las calles y los
comercios desde una sala de espera (5). Una visita familiar (objeto
misterioso y nunca revelado de por medio) y un paseo con su padre bajo
la lluvia. Y, finalmente, una ¿extraña? experiencia en un urinario
donde, una mosca, sirve como un "disparador" que fragmenta la
consciencia (y el tiempo y las posibilidades) del narrador: "Un punto:
la opción tenía que ser rápida, instantánea, mejor dicho, puesto que
cualquier vacilación se trocaba en tiempo diferente: tiempo de marcha
para las manecillas, de detención para mí al no decidirme. Y al
diferenciarse así este tiempo, al bifurcarse, su unidad se quebraba en
dos, siendo una parte la que seguía 'siendo'; la otra, separada de
ella. Vale decir la otra fuera del tiempo (…). Soy yo mismo y 'trato'
de imaginar lo que iría sintiendo al caer. Este 'tratar' me pone ya
algo ajeno. Luego viene la suspensión, el punto culminante. Aquí viene
la sensación del desdoblamiento de que he hablado, su absoluta
posibilidad, más aún, su carácter inevitable y, con ello, hasta la
sensación nítida de la presencia de todo un pasado libertado del
tiempo y apareciendo en simultaneidad" (6).
Humor negro, del absurdo, surrealismo y alguna ironía social
encontramos en el libro de Juan Emar (7).
Esta edición de Ayer viene acompañada de un ensayo introductorio de la
académica Cecilia Rubio ("Juan Emar y la novela Ayer en la vanguardia
chilena"), quien apunta, entre otras cosas, que: "La contribución de
Emar y de su grupo al dinamismo cultural chileno a partir de los años
veinte, cumple la importante labor de ayudar a construir una élite
intelectual-artística que se afirmará en la producción y defensa de un
arte alejado de los modos y prerrogativas de las clases dominantes, la
pequeña aristocracia de las familias 'fundadoras' y la burguesía de
los letrados. El arte se convierte en una producción estética y ética
autónoma. Lo que en este contexto se llama 'arte autónomo' encuentra
así sus determinaciones bien específicas en el campo cultural de la
época. Se trata de una forma de producción desligada de los aparatos
del Estado y de las clases que en él intervienen, producción que se
afirma en un cosmopolitismo que la aleja de cualquier prejuicio
nacionalista y de clase. Por el contrario, el arte autónomo funda sus
propios referentes, contenidos y valores, de manera que amplía su
radio de alcance a toda la cultura. De allí el universalismo y el
desarraigo social del arte vanguardista, formación autónoma, pero
complejamente interdiscursiva, polémica y abierta a las disciplinas
humanas y científicas" (8).
Lo que se propone Emar con su literatura –en una lectura de un
registro narrativo- es una suerte de "juego de los sentidos"; es, en
esta línea, un escritor muy poco "cerebral" (que además fue un
aficionado al "ocultismo": por ello hay toda clase de alusiones al
mismo).
Es una literatura donde hay –también- mucho de "intuiciones" –junto a
las sensaciones vívidas- en sus personajes.
En definitiva, hablamos de una gran libertad imaginativa y una
destacable destreza narrativa, que atrapa al lector desde las primeras
páginas.
Notas:
1) Juan Emar, Ayer, Bs. As., Final Abierto, 2010. El primer título de
la colección dirigida por José Henrique, Un hombre muerto a puntapiés
y Débora, del ecuatoriano Pablo Palacio, fue reseñado por el autor del
presente artículo en: http://pts.org.ar/spip.php?article14094
2) Donde, dice, "el espectáculo presenciado y evocador de mis
recuerdos, regíase por velocidades insólitas, no velocidad de humanos,
sino velocidades de leonas aceleradas y, sobre todo, enfurecidas,
velocidad multiplicada y seguramente multiplicadora de cuanto existe,
planetas girando, constelaciones en movimiento, Universo todo, salvo
nosotros dos, pobres seres en la punta de un olmo detenido, pobres
seres a la igual de cuantos hay, pues ya habían parado en su correr
enloquecido, hombres, mujeres, niños, ancianos, soldados y frailes y
ya los magníficos aviones universales habían verificado sus
respecticos ascensos y volaban ahora planeando como cisnes sin
objetivos" (ídem. 1, p. 64).
3) Le dice a Juan en un momento: "Pero, ¿te crees tú (…) que ha nacido
burgués que logre inquietarme? (…) Como que aparezcan, uno a uno los
iré cogiendo por la garganta con mi izquierda y, con ese machete en la
derecha, les revolveré las entrañas hasta su fallecimiento total,
¡total!, ¡¡total!! ¿Ira? ¿Despecho? ¿Venganza? ¡Nada de eso! Les
moleré, les amasaré, les descuartizaré las entrañas para que expriman
y expelan todos los rojos de sus sangres. Entonces, con esos rojos,
fabricaré cuantos falten aún en la creación, cuantos Dios tenga
proyectado fabricar durante los días que quedan por venir, rojos de
fuego, de rubí, de flores y de carnes, de menstruaciones y de heridas,
de bochornos y de glorias. ¡Todos los fabricaré con el vientre
sanguinolento y macerado de esos hombres, bermejo, granate, bermellón,
escarlata, púrpura, carmín, coral, rosado, cardenal, cereza, granada,
laca, encarnado, amaranto, tomate, alazán, ladrillo, salmón, ascua,
chispa, fuego, cangrejos cocidos, lacres derretidos, hierros
candentes, revoluciones, banderas, arterias y tripas!" (ídem. 1, p.
83).
4) Ídem. 1, p. 86.
5) "¡Afuera! ¡Qué cambio! Es increíble que un vidrio, un simple vidrio
de no más de 6 o 7 milímetros de espesor, pueda separar tan diferentes
cosas. Afuera nadie esperaba, nadie se quedaba atrás como corríamos
riesgo de hacerlo nosotros, el gordo y los veinte o más otros bultos
semivivientes depositados a lo largo de los bancos. Afuera todos se
precipitaban. (…) Hay vidrieras de cafés, de tiendas y de cines. En
las vidrieras de los cafés se ven los clientes hablando como mudos; en
las de las tiendas, lo que se quiera ver (yo, especialmente, desde mi
observatorio, veo objetos de caucho); en la de los cines, astros y
estrellas, de cera" (ídem. 1, pp. 95 y 96).
6) Ídem. 1, pp. 123 y 126.
7) Los mismos contenidos "sorprendentes" se encuentran en muchos otros
trabajos. Como en el relato "Maldito gato" (que incluye, como Ayer, a
la ciudad de San Agustín de Tango): "¡Cuán lejos quedan el Sol
fructificador y la Luna adormecedora! Ahora sé, sé con la más absoluta
certeza, que el uno sólo tiene como misión cultivar las fiebres y
acelerar las putrefacciones; la otra, conectarnos con los fantasmas y
las larvas y ayudarnos a violar, en evocaciones negras, lo que se
tilda de sagrado y venerable. Nada más". O en "El unicornio": "Lo que
siempre a Camila le reproché, entre risas y sarcasmos de ella, fue su
absoluta ignorancia. Camila, hasta hace pocos días, creía que las
cáscaras de las almendras eran fabricadas por carpinteros
especialistas para proteger el fruto mismo; que Hitler y Stalin eran
dos personajes íntimamente ligados a nuestro Congreso Nacional; que
las ratas nacían espontáneamente de los trastos acumulados en los
sótanos; que Mussolini era ciudadano argentino; que la batalla de
Yungay había tenido lugar en 1914 en la frontera franco-belga. Camila
vivía fuera de toda realidad, fuera de todos los hechos".
8) Ídem 1. pp. 29 y 30. "Emar funcionó en su contexto como un 'puente
conciliador' de tendencias, en virtud de la pluralidad y sincretismo
de su obra, en la que es posible encontrar elementos cotidianos, de
Surrealismo, de absurdo, así como rasgos de lo que llegará a ser con
el tiempo 'la nueva novela'. (…) Emar y no Manuel Rojas debe
considerarse como el puente entre los criollistas y la generación de
1938, ya que Emar era un ideólogo que aportó teóricamente a la
superación del realismo, así como al concepto de la obra artística,
por lo que se insertó en el campo cultural de su época a partir de la
apropiación del paradigma artístico contemporáneo" (ídem., p. 26).
--
soy como el clavo, que aun viejo y oxidado, sigue siendo clavo
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