Libreta de notas, con información propia y ajena de asuntos fundamentalmente económicos de Fernando Ochoa V.
sábado, 9 de julio de 2011
LOSA SUPERICOS
Alberto Ampuero
ARGENPRESS.info)
Confirmado, a los millonarios y multimillonarios de Estados Unidos les va cada vez mejor.
Un artículo publicado el 18 de junio en el diario The Washington Post mencionaba, en ese sentido, que el 10% más rico de la población tenía en 2008 casi los mismos ingresos que todo el resto del país junto; y que los ingresos del 1% más rico de la población, unos 152,000 estadounidenses, aumentaron un 385% entre 1970 y el 2008, hasta los 5.6 millones de dólares promedio anuales.
Por el contrario, el 90 % de los habitantes con ingresos más bajos, unos 137 millones de personas, han visto caer su poder adquisitivo en un 1 % en el citado periodo. Su salario medio anual es de $31,244.
La situación es aún peor para la población hispana en Estados Unidos, cuyo salario medio apenas llega a los $20,000, según datos de 2009 del Pew Hispanic Center.
Esa desigualdad es desestabilizadora y mina la capacidad de la economía para crecer de forma sostenible y eficaz
¿Cómo llegamos aquí? ¿Cómo es que una nación predominantemente de clase media se tornó en una oligarquía?
La historia comienza a fines de los 70 y continúa durante los años de Obama, un periodo en el cual la política estadounidense ha sido tan inclinada hacía los ricos que ahora vivimos en el peor período de desigualdad económica en la historia moderna.
El culpable en su drama es la política misma en los últimos treinta años. Las pistas para entender el surgimiento de una nueva oligarquía se encuentra no en Wall Street, sino en el Congreso.
Cuando paso a paso y debate a debate, los dirigentes públicos de Estados Unidos reescribieron las reglas de la política y de la economía de formas que benefician a los pocos a costa de los muchos.
La mayoría de los relatos sobre la desigualdad en Estados Unidos datan de la década de los 80 con la administración del Presidente Ronald Reagan, el ícono anti-gobierno cuyas "Reaganomics" son comúnmente señaladas como la causa de los problemas actuales. Error, dicen los investigadores Hacker y Pierson. Los orígenes de la oligarquía se remontan a finales de los 70 y a la figura de Jimmy Carter, un presidente demócrata con un congreso demócrata.
Fueron los logros y fracasos de Carter los que lanzaron lo que el economista Paul Krugman ha llamado "la Gran Divergencia".
En 1978 la administración Carter y el Congreso aplicaron un plumón rojo a la ley de impuestos, cortando la tasa máxima del impuesto sobre la renta del 48% al 28%, una bendición para los estadounidenses adinerados. Al mismo tiempo, el esfuerzo más ambicioso en décadas para reformar la ley laboral para facilitar la formación de sindicatos murió en el senado, a pesar de una super mayoría demócrata de 61 votos.
Ronald Reagan, se podría decir, simplemente tomó la batuta que le entregó Carter. Su Economic Recovery and Tax Act (ERTA) en 1981 agrupaba una gran cantidad de regalitos que cualquier oligarquía apreciaría, incluyendo recortes de impuestos a corporaciones y recortes de impuestos sobre ganancias y posesiones.
La mesa estaba puesta, entonces, para que los ricos se separasen de manera definitiva y abrumadora de los demás.
El momento del fervor de los recortes de impuestos llegó a las administraciones de George H. W. Bush y Bill Clinton, y en el 2000 se convirtió en el grito de batalla de la campaña de George W. Bush, quien prometió que sus recortes de impuestos del 2001 serian una bendición para todos los estadounidenses. No lo fueron: el 51% de los beneficios van al 1% más rico.
Obama advirtió sobre los peligros que enfrenta el país en esta coyuntura, en la que los republicanos insisten en no elevar impuestos a los más ricos.
General Electric tuvo el año pasado unos beneficios de 5.100 millones de dólares en Estados Unidos y 14.200 millones en todo el mundo, pero no tuvo que pagar ni un penique en impuestos federales.
En 2009 tampoco Exxon-Mobil pagó ningún impuesto y el año pasado tuvo beneficios mundiales de 30.460 millones de dólares. Tampoco lo hicieron el Bank of America o Chevron o Boeing. Según un informe del mes pasado de la oficina del Defensor del Pueblo de la ciudad de Nueva York, en 2009 las cinco compañías, incluida GE, recibieron un total de 3.700 millones en devoluciones de impuestos federales
La solución al problema se perfila difícil. Los republicanos se niegan a aceptar subidas de impuestos como parte de un acuerdo para la reducción del déficit.
“El pedir que los millonarios y multimillonarios paguen los impuestos que pagaban con el presidente Bill Clinton (1993-2001) me parece algo razonable”, señaló Obama, quien recordó en que los impuestos están ahora en el nivel más bajo desde 1950.
El 13 de abril Obama sugirió un pequeño aumento en los impuestos a los ricos, subiendo de 35% a 39% el impuesto aplicable a ese sector (comparado con el 91% que se les gravaba en la década de los 60)
Independientemente de dónde se fije el tipo marginal más alto, los ricos siempre intentarán pagar menos. Las compañías han venido utilizando de forma progresiva una mezcla de escondites, devoluciones de impuestos y subsidios para pagar mucho menos
El último informe del IRS sobre la evasión fiscal (IRS Oversight Board report) estima que perdemos del orden de los 290.000 millones de dólares al año en impuestos no pagados y, según un estudio de 2008, los contribuyentes de mayores ingresos esconden tres veces más renta de la que defrauda un ciudadano medio.
Alberto Ampuero es periodista de Riverside, California.
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