Oaxaca: I. El aspecto teórico, marxista-leninista
«…La experiencia de la Comuna no ha sido solamente olvidada, sino tergiversada. No sólo no se ha inculcado a las masas obreras que se acerca el día en que deberán levantarse y destruir la vieja máquina del Estado,sustituyéndola por una nueva y convirtiendo así su dominación política en base para la transformación socia-lista de la sociedad, sino que se les ha inculcado todo lo contra-rio, y la "conquista del Poder" se ha presentado de tal modo que han quedado miles de portillos abiertos al oportunismo…»
Vladimir Ilich Lenin, El Estado y la Revolución.
Después de la riquísima experiencia de la Comuna de París, Francia, iniciada en marzo de 1871, Marx y Engels hicieron notar en diversos escritos suyos una serie de hechos que la caracterizaron como la primera revolución obrera del mundo. Entre los aspectos que más sobresalen de esos hechos podemos encontrar los siguientes:
1.- «…El primer decreto de la Comuna fue… la supresión del ejército permanente para sustituirlo por el pueblo armado…»
2.- «…Una vez suprimidos el ejército permanente y la policía, que eran los elementos de la fuerza física del antiguo gobierno, la Comuna estaba impaciente por
destruir la fuerza espiritual de represión, el poder de los curas…»
3.- «…Los funcionarios judiciales debían perder aquella fingida independencia… En el futuro habían de ser funcionarios electivos, responsables y revocables…»
4.- «…Desde los miembros de la Comuna para abajo, todos los que desempeñaban cargos públicos debían desempeñarlos con salarios d obreros…»
5.- «…La Comuna no había de ser una corporación parlamentaria, sino una corporación de trabajo, ejecutiva y
legislativa al mismo tiempo…»
Después de la Comuna, muchos oportunistas querían ajustar, como siempre sucede, los hechos a sus "teorías", cosa que Marx y Engels debatieron siempre de manera frontal, intentando explicarles a los trabajado-res el contenido de clase de la lucha política que tuvo lugar en Francia por esos años. En particular, Engels, en su folleto La Autoridad, escribió: «¿No han visto nunca una revolución estos señores? Una revolución es, indudablemente, la cosa más autoritaria que existe; es el acto mediante el cual una parte de la población impone su voluntad a la otra parte por medio de fusiles, bayonetas y cañones, medios autoritarios si los hay; y el partido victorioso, si no quiere haber luchado en vano, tiene que mantener este dominio por el terror que sus armas inspiran a los reaccionarios. ¿La Comuna de París habría durado acaso un solo día, de no haber empleado esta autoridad del pueblo armado frente a los burgueses? ¿No podemos, por el contrario, reprocharle el no haberse servido lo bastante de ella?"
Ahora bien, Lenin, en 1915, nos hizo un bosquejo de las condiciones más elementales, más generales, que deben cumplirse para que un proceso revolucionario triunfe:
«…Para un marxista resulta indudable que la revolución es imposible si no se da una situación revolucionaria, pero no toda situación revolucionaria conduce a la revolución. ¿Cuáles son, en términos generales, los signos distintivos de una situación revolucionaria? Estamos seguros de no equivocarnos al señalar estos tres signos principales:
1) La imposibilidad para las clases dominantes de mantener su dominio en forma inmutable; tal o cual crisis en las "alturas", una crisis de la política de las clases dominantes abre una grieta por la que irrumpen el descontento y la indignación de las clases oprimidas. Para que estalle la revolución no basta que "los de abajo no quieran vivir" como antes, sino que hace falta que "los de arriba no puedan" vivir como hasta entonces.
2) Una agravación de la miseria y las penalidades de las clases oprimidas.
3) Una intensificación considerable, por las razones antes indicadas, de la actividad de las masas, que en tiempos "pacíficos" se dejan expoliar tranquilamente, pero que en épocas turbulentas son empujadas, tanto por la situación de crisis en conjunto como por las alturas mismas, a una acción histórica independiente.
«Sin estos cambios objetivos, independientes no sólo de la voluntad de tales o cuales grupos y partidos, sino también de la voluntad de estas o aquellas clases, la revolución es, por regla general, imposible. El conjunto de estos cambios objetivos es precisamente lo que se llama situación revolucionaria. Esta situación se dio en Rusia en 1905 y en todas las épocas revolucionarias en Occidente; pero también existió en la década del 60 del siglo pasado en Alemania, en 1859-1861 y en 1879-1880 en Rusia, sin que hubiera revoluciones en esos casos. ¿Por qué? Porque la revolución no surge de toda situación revolucionaria, sino sólo de una situación en la que los cambios objetivos antes enumerados viene a sumarse un cambio subjetivo, a saber: la capacidad de la clase revolucionaria para llevar a cabo acciones revolucionarias de masas lo bastante fuertes como para destruir (o quebrantar) al viejo gobierno, que jamás "caerá", ni siquiera en las épocas de crisis, si no se le "hace caer".
Tales son los puntos de vista marxistas sobre la revolución, puntos de vista desarrollados
infinidad de veces y reconocidos como indiscutibles por todos los marxistas, y que para nosotros, los rusos, tuvieron una confirmación clarísima en la experiencia de 1905…»
Por otro lado, ¿contra quien hay que luchar? Contra el Estado Burgués, una organización muy compleja de tipo político-militar que garantiza el gobierno de una clase social sobre otra, la explotación económica de una clase social por otra, el gobierno de la clase capitalista sobre la clase de los despojados y desposeídos, la clase de los trabajadores, la clase proletaria.
Dice Lenin que «…según Marx, el Estado es un órgano de dominación de clase, un órgano de opresión de una clase por otra, es la creación del "orden" que legaliza y afianza esta opresión, amortiguando los choques entre las clases…»
Y dado que esa organización llamada Estado tiene un carácter político-militar «…resulta claro que la liberación de la clase oprimida es imposible, no sólo sin una revolución violenta, sino también sin la destrucción del aparato del Poder estatal que ha sido creado por la
clase dominante…»
Conclusión terriblemente cruda, pero verdadera, como lo es todo lo genuinamente marxista.
En síntesis, Marx, Engels y Lenin nos han enseñado que para organizar una revolución se necesitan algunas herramientas sin las cuales no es posible triunfar:
1.- Un partido revolucionario, independiente, de clase.
2.- Un frente de masas, una organización de organizaciones.
3.- Un ejército popular.
Debemos procurar que esas herramientas, esos instrumentos revolucionarios, sean lo más sólidos y amplios que se puedan, de tamaño regional o nacional. Y es importante advertir que nada es masivo de la noche a la mañana. La espontaneidad de las masas es, dialécticamente hablando, un punto de ruptura derivado de un largo trabajo cualitativo que poco a poco se manifiesta cuantitativamente, hasta parecer un tremendo y súbito disparo.
Si se es buen observador se podrá concluir que hasta las experiencias más "heterodoxas" y que incluso se definen como no-revolucionarias siguen estas recomen-daciones revolucionarias esenciales. El truco de su "heterogeneidad", y de su no-revolucionarismo siempre, sin excepción, consiste en crear un nuevo lenguaje, a veces sólo sofisticado, incluso suplantando términos de la manera más grotesca.
Los mismos dirigentes proletarios históricos nos dicen que para triunfar como clase social en un lugar específico deberemos llevar la lucha revolucionaria por diferentes etapas que, en general, consisten, de manera ordenada, en tomar:
1.- El control político de la zona.
2.- El control político y militar de la zona.
3.- El control político, militar y económico de la zona.
En el análisis de América Latina podemos observar la aplicación de lo dicho por medio de algunas preguntas sencillas:
1.- ¿Cuándo pudo Hugo Chávez Frías implementar con más firmeza su modelo económico socialista? Sólo hasta que tuvo el control militar de Venezuela. mientras no lo tuvo no lo pudo hacer; es más, corrió el riesgo de ser derrocado. Hoy mientras profundiza su modelo económico, refuerza su control político y militar. Causas externas (el imperialismo yanqui) así lo ameritan. Y ¿cuándo logro iniciar todo lo anterior? Hasta que pudo vencer políticamente a sus contrincantes, los oligarcas y lacayos imperialistas venezolanos. Decir que ese proceso fue "civil" y "pacífico" reduce la lucha de clases a un proceso de elecciones presidenciales, pero hoy puede verse clarito que ese "proceso" no inició con dichas elecciones ni terminó con ellas.
2.- ¿Por qué Fidel Castro ha podido implementar un modelo socialista en Cuba? Porque con la Revolución de 1959 logró obtener el control político y militar de Cuba.
3.- ¿En qué medida ha podido avanzar Evo Morales en su proceso revolucionario? En la medida en que ha derrotado políticamente a sus adversarios, los privilegiados y lacayos imperialistas bolivianos, y en la misma proporción en que ha neutralizado el poder militar del Ejército Boliviano. Pero hasta que ese ejército pase a su control absoluto, sólo hasta ese momento podrá profundizar con seguridad y certidumbre su proyecto económico revolucionario. En Bolivia aún corren aires de una guerra civil auspiciada por quienes están perdiendo sus privilegios políticos y económicos. El elemento militar de lo que sucede en Bolivia está presente, pero definiéndose aún en silencio, tras bambalinas; ahí está… y sólo un filisteo, es decir, un mequetrefe puede sacar del estudio serio del proceso boliviano ese aspecto vivo. Al ignorarlo, como si no existiese, se puede concluir que el proceso boliviano ha sido "pacífico". Pero eso es una reductio ad absurdum.
4.- En el caso chileno, ¿qué aspecto definió el triunfo o fracaso del gobierno de la Unidad Popular? ¿No fue el aspecto militar? Salvador Allende y la Unidad Popular políticamente triunfaron una y mil veces sobre la oligarquía y los lacayos imperialistas chilenos, sin duda alguna. Su triunfo tuvo un brillo ético inobjetable. Pero no resolvió favorablemente el feo y terrible aspecto militar —la cosa más idiota de cuantas existen—. Y sus avances o progresos económicos se vinieron para abajo. Y vino luego la venganza política del burgués y sus aliados, la represión, y la derrota: la tortura, la prisión, la desaparición y la muerte.
5.- En nuestros ya largos años de andar revolucionario también hemos corroborado esas recomendaciones esenciales. En cada comunidad, en cada zona, en cada región, en la que tenemos presencia como organización revolucionaria lo primero que hemos debido hacer es obtener el control político. Luego, hemos debido consolidar el control político por medio de la lucha armada en contra de los paramilitares, pistoleros, caciques y fuerzas de "seguridad" locales y federales, a las que ahora se suman nuevos elementos sumamente peligrosos: paramilitares con lenguaje "revolucionario", seudo revolucionarios. Mientras no hemos logrado lo anterior jamás hemos podido avanzar en proyectos económicos nuestros, que si bien es cierto pueden tener grandes limitaciones, no son en modo alguno despreciables. Ese trabajo, además, se hace en compañía de todo el pueblo, quien así va adquiriendo con sus propias manos el control político, militar y económico que siempre no sólo le ha sido negado, sino que además le ha sido impuesto como algo superior a él, como algo sobrenatural, algo omnipotente y omnipresente. A eso le llamamos nosotros tomar el poder político, no otra cosa, como algunos ignorantes, prejuiciosos y hombres de mala fe sostienen en contra de los revolucionarios socialistas.
Luego que logremos tener el control político, militar y económico de una comunidad, una zona, una región, un estado o el país, entonces haremos lo que decía Lenin: «…cuando todos hayan aprendido a dirigir y dirijan en realidad por su cuenta la producción social; cuando hayan aprendido a llevar el cómputo y el control de los haraganes, de los señoritos, de los granujas y demás "depositarios de las tradiciones del capitalismo", el escapar a este registro y a este control realizado por la totalidad del pueblo será sin remisión algo tan inaudito y difícil, una excepción tan rara, y suscitará probablemente una sanción tan rápida y tan severa (pues los obreros armados son gentes prácticas y no intelectualillos sentimentales, y será muy difícil que nadie juegue con ellos), que la necesidad de observar las reglas nada complicadas y fundamentales de toda convivencia humana se convertirá muy pronto en una costumbre . Y entonces quedarán abiertas de par en par las puertas para pasar de la primera fase de la sociedad comunista a su fase superior y, a la vez, a la extinción completa del Estado.
Diciembre 21, 2006.
Oaxaca: II. Una interpretación marxista-leninista
«…es más agradable y provechoso vivir la "experiencia de la revolución"
que escribir acerca de ella…»
Vladimir Ilich Lenin, El Estado y la Revolución.
Aprovechamos para agradecer a los medios alternativos verdaderamente democráticos —los que no nos censuran por no ser cómodos con los anarco-idealistas, ni demagógicos con el pueblo— la oportunidad que nos han dado para replicar en todo el mundo nuestra visión sobre el tema en cuestión.
Cuando en los días 21 y 22 agosto de 2006 escribimos una crónica sobre lo que estaba sucediendo en Oaxaca nos motivaba hacer pública una visión general, basada en un enfoque marxista, de lo que estaba aconteciendo en este estado. La intención por parte nuestra fue y ha sido describir de un modo objetivo y general lo que está pasando política, económica y militarmente en Oaxaca.
Hay crónicas más literarias y mejor escritas, con ese lenguaje pulido que tiene y suele presumir deliberadamente el "científico social", el "intelectual", el "filósofo", el "analista político", el "politólogo", el "coordinador de opinión" o el "director de la línea editorial"; sin embargo, nosotros pensamos que, con nuestro lenguaje a veces no tan elevado, hemos cumplido con nuestro cometido: explicarle al pueblo distante de Oaxaca lo que ahí realmente ha estado pasando.
En su momento, las FARP abordamos con la seriedad debida el análisis de los sectores gubernamentales que internamente se encontraban en pugna durante el conflicto oaxaqueño, y que por supuesto tenían y tienen una influencia indirecta importante en todo el "caso Oaxaca". Supimos divisar cómo los ulisistas no sólo se enfrentaban a la APPO, sino también a los carrasquistas y muratistas. Y cómo el gobierno federal intentaba concretar una agenda propia en Oaxaca, la que al final negociaron y sincronizaron con los intereses ulisistas.
También advertimos y denunciamos sobre el peligro que entrañaba para la APPO el apoyar a diversas corrientes camaleónicas infiltradas en la misma. Supimos dilucidar cuál fue el papel jugado por los dos PRD de Oaxaca, el de sus militantes históricos y el de los expriístas pasados de la noche a la mañana a supuestos "renovadores
democráticos".
Después vino la agudización de la crisis en Oaxaca y entonces optamos por participar en ella, en orientar a nuestras bases de apoyo, en ayudarlas en lo que podíamos, en luchar contra el oportunismo, en pugnar, junto con otras fuerzas, por llevar a un buen cauce al movimiento popular en su conjunto.
El devenir de los acontecimientos nos obligó a la insuficiencia de escribir. Fueron semanas, meses de ajetreos, por los muchos compromisos cumplidos, y en algunos casos, los menos, pospuestos para próximas fechas. Cursos político-militares, ediciones del Verde Olivo, etcétera, se pospusieron con la finalidad de estar lo más cerca posible de nuestra gente, de quienes estaban en el fragor de la lucha… porque era más
agradable y provechoso vivir el proceso oaxaqueño que hablar o escribir acerca de él.
En la práctica hemos corroborado la objetividad de los planteamientos revolucionarios del marxismo-leninismo. Se necesita una revolución. La brutal represión en contra de un pueblo indefenso, heroico pero indefenso, como el de Oaxaca no deja lugar a dudas de que el último pilar de la burguesía es su amplio conjunto de fuerzas represivas. El Estado mexicano no ha dudado en seguir cerrando más y más cauces legales y pacíficos. Hemos comprobado que es un error hablar del "no nos han dejado otro camino" en tiempo pasado, pues Oaxaca le da más vida a esa idea de "no nos han dejado otro camino, y está bien que así sea". El "no nos han dejado otro camino" es presente y futuro, nos queda muy claro y grabado.
En Oaxaca también vimos lo que siempre hemos sospechado: la falta de formación teórica revolucionaria. Hay sentido común, claro está, pero también hay mucha confusión y engaño y auto engaño. Pero son parte de las ideas obstáculo que los revolucionarios deben superar en la práctica, con la confrontación de la realidad, para adoptar las ideas verdaderamente revolucionarias, de clase, marxistas-leninistas. Esos discursos del civilismo, del pacifismo, de la horizontalidad, han hecho mucho daño al proceso revolucionario.
Decir, por ejemplo, que el caso Oaxaca es una Comuna es una verdadera falsedad histórica. Un solo dato lo demuestra: la Comuna de París fue un movimiento armado
que procuró destruir el estado burgués de modo completo, el de la APPO no se atrevió a retener y a enjuiciar a todos los espías, paramilitares, policías y militares que tuvo en sus manos. La APPO se portó bien y los entregó a la "Comisión Institucional de Incidentes para el caso Oaxaca", dependiente de la Secretaría de Gobernación.
Ahora bien, digamos nuestra opinión sobre Oaxaca. Cada quien saca del movimiento oaxaqueño conclusiones interesadas. La diferencia con nuestro decir es que nosotros no pretendemos ocultarlo; en todo caso lo exponemos así: nuestro interés es intentar hacer una lectura marxista del movimiento oaxaqueño y esa lectura nos obliga a no ser "condescendientes", a no andarse con contemplaciones para quedar bien ni con el pueblo de Oaxaca ni con sus dirigentes —que por cierto existen y son evidentes, y quien no los quiere ver es porque no lo quiere hacer, seguramente para ajustar los hechos a sus teorías que no son otra cosa más que una reductio ad absurdum.
Es justo decir que el movimiento social oaxaqueño ha sido el más amplio e importante que ha tenido lugar desde 1968. Es, además, una síntesis parcial de muchas experiencias sociales anteriores. Y es muy cierto que en este movimiento hay
revolucionarios probados: los que defendieron y recuperaron el Zócalo oaxaqueño el 14 de junio de 2006; los que defendieron la ciudad de Oaxaca el 27 de octubre; los que replegaron a la PFP de todos los alrededores de Cinco Señores el ya histórico 2 de noviembre; la gente honesta y abnegada que luchó contra la PFP, los policías municipales y ministeriales, los porros y paramilitares, en gran parte de la ciudad de
Oaxaca el 25 de noviembre. Y, primordialmente, los que murieron.
También es justo decir que los grupos guerrilleros nada teníamos que hacer para "defender" a esos valientes, a no ser que actuáramos de manera unilateral, separados del movimiento oaxaqueño, y les complicáramos aún más la lucha contra la tiranía, justificando con nuestras acciones la entrada de más fuerzas represivas federales. Los grupos guerrilleros teníamos y tenemos la obligación de ayudar a nuestros compañeros de lucha, pero no tenemos derecho a suplantar su lucha. La guerrilla podía y puede hacer muchas cosas. Podía y puede, por ejemplo, emboscar a las patrullas combinadas de la PFP y de las policías ministerial y municipal, pero con eso sólo se propiciaría aún más la militarización de Oaxaca, y eso es ahora una irresponsabilidad. La guerrilla podía y puede atacar, con más o menos éxito, a la PFP encerrada en el Zócalo oaxaqueño. Pero eso le permitirá al gobierno federal acudir al discurso antisubversivo y de la recuperación de la estabilidad política por medio del ejército federal.
En resumen, los compañeros oaxaqueños no necesitaban ni necesitan ese tipo de "ayuda" de la guerrilla. Además, debemos recordar lo que muchos jóvenes de la APPO decían: ¡¿cuál guerrilla?!, ¡nosotros somos guerrilla!, ¡no nos vengan a decir qué es ser guerrillero! E hicieron innumerables acciones que ni la guerrilla más preparada y mejor organizada ha podido hacer en años. Un pueblo más o menos organizado siempre sabrá darle respuesta contundente a un gobierno tirano, aunque eso, como también ha que-dado demostrado en estos días, nunca lo entenderán los militaristas, los que desprecian en los hechos el trabajo político del pueblo. Era y aún es hora del pueblo desarmado, o armado sólo con flores, leyes, resorteras, piedras, machetes, garrotes, tubos, bombas molotov y coyotas y cohetones… y groserías y discursos desgarradores y el himno nacional y hermosas canciones y unas pocas palabras que dicen muchas miles de cosas justas. A ese insuficiente arsenal prerrevolucionario, se sumarán después otras armas, cuando llegue la revolución, la terriblemente inevitable, hasta para los deseosos honestos de paz.
Dialécticamente hablando, el movimiento oaxaqueño muestra en su riqueza sus carencias. El movimiento oaxaqueño está lleno de contradicciones. Comprende elementos de valor y heroísmo, pero también de cobardía. De honestidad, pero también de oportunismo. De democracia, pero también de autoritarismo.
De veracidad, pero también de demagogia. De claridad ideológica, pero también de confusión. De agudeza política, pero también de ingenuidad.
El movimiento oaxaqueño es mucho más rico que pobre, más heroico que cobarde; más honesto que oportunista; más democrático que autoritario; más veraz que demagógico; más claro que confuso; más audaz que ingenuo. En la balanza general prima lo mejor sobre lo peor. Pero Oaxaca no es una Revolución, no es una Comuna, mucho menos es "la van-guardia de los movimientos sociales en América Latina". Esta última afirmación fue quizá la más retórica y demagógica que se dijo sobre Oaxaca en Radio UAB O. Producto de, al parecer, una demagogia hereditaria, quien la repitió una y otra vez olvida o ignora, por ejemplo, que el pueblo boliviano no ha tirado sólo a gobernadores departamentales, sino a varios presidentes bolivianos.
El movimiento oaxaqueño no ha podido tirar a su propio gobernador. Duele decirlo, pero es la verdad. Y la sencillez, de algún modo sinónimo de grandeza política, choca con la
absurda soberbia, con la presunción y con el discurso demagógico.
Lo mejor es mirar con objetividad los aciertos y errores, los adelantos y posibles atrasos que el movimiento tiene para que con el devenir del tiempo sea parte importante de un movimiento, ahora sí, revolucionario y de amplitud nacional.
En Oaxaca no hubo ni hay esa farsa de la "horizontalidad". Eso lo saben muy bien todos los que negociaban a espaldas de los barricaderos. Lo saben muy bien quienes tras bambalinas le pidieron a algunos locutores de Radio UAB O hacer un llamado a través de los micrófonos de esa radio para que fuera retirada de manera voluntaria la barricada de Cinco Señores, sólo unos días después del 2 de noviembre. Lo saben muy bien los que "coordinaban" en el Congreso de Constitución de la APPO a sus "cuadros", y no es honesto ocultarle eso al pueblo para hablar de "horizontalidad". Lo saben, también, quienes desde las primeras jornadas a favor de la salida de Ulises Ruiz ya planeaban convertir la APPO en un partido político e impulsar un candidato al que ya también tenían previamente seleccionado. Lo saben muy bien esos mismos dirigentes de una corriente específica al interior de la APPO que creían generar un verdadero huracán revolucionario al vociferar en el Zócalo de la Ciudad de México, con ese orgullo mezquino del que dicta la línea política con filo de cuchillo, que eran parte de un movimiento que supuestamente reivindica formas claras y abiertas de hacer política. Que no hubo "horizontalidad" lo saben muy bien las fuerzas mayoritarias en el interior de la APPO que la pregonaron y presumieron hasta la náusea en la Ciudad de México a pesar de querer homogeneizar el movimiento magisterial-popular, a pesar de tratar de tener el control político absoluto, sin respetar acuerdos previos, sin respetar otras opiniones, promoviendo el linchamiento político de los adversarios, hasta hacer que la unidad organizativa se perdiera definitivamente.
Por otro lado, a muchos les incomodará que elogiemos la disciplina y el centralismo-democrático que la APPO tuvo en diversos momentos, pero de eso mismo se han asustado siempre los seres más individualistas que esgrimiendo la "libertad más absoluta o amplia" siempre han antepuesto sus pequeños intereses a los de las grandes colectividades. Lenin decía que «…para todo filisteo, el centralismo es algo que sólo puede venir de arriba, que sólo puede ser impuesto y mantenido por la burocracia y el militarismo…» Y, en efecto, los que ven en la disciplina y el centralismo la "mano negra" de "los de arriba" jamás podrán entender ni concebir que la disciplina consciente, resumida en el centralismo-democrático, le dio mayor cohesión y fuerza a la APPO precisamente en los momentos más brillantes de la lucha popular oaxaqueña.
Así, pues, el movimiento de la APPO tuvo su auge cuando logró articular
una estructura, un cuerpo, una organización como tal, con un mínimo de disciplina consciente y una dirección centralizada —que aunque fuera colectiva y rotativa, y elegida democráticamente , no dejaba de ser centralizada—. O sea, cuando el centralismo-democrático funcionó, la APPO funcionó bien. El día 2 de noviembre, Radio UAB O, convertida ya en una especie de centro de transmisiones, hacía llegar a las barricadas la "orientación" de la dirigencia de la APPO. Y no sólo eso, cada barricada, mientras pudo hacerlo, pidió la "orientación" directa de sus dirigentes. De manera inversa, cada barricada hacía llegar a través de la misma radio la información instantánea de lo que ocurría en su ubicación específica. Las grabaciones radiales así lo demuestran. Cuando hubo disciplina y organización la APPO fue fuerte y hasta se puede decir que indestructible. El "caos" y la debilidad tuvieron lugar cuando el pueblo oaxaqueño salió golpeado y cuando perdió su arma más fuerte: la unidad organizativa.
¿Que hubo espontaneidad? Por supuesto que hubo. Pero que no se olvide que Radio UAB O hizo un obvio y permanente trabajo de agitación y propaganda a favor de la APPO. Y el tamaño de la espontaneidad es directamente proporcional a ese trabajo. En la política nada es casual. ¿Que el pueblo superaba a sus dirigentes? Por supuesto, no puede ser de otro modo. En cada barricada había cosas concretas que hacer y que no permitían espera o consulta alguna. Entonces el pueblo tomaba las decisiones que consideraba pertinentes. Y cuando le pareció injusto lo que planteaba un dirigente, se enfrentó a éste y no le hizo caso. Cuando la torpeza y la falta de sensibilidad políticas del secretario general de la Sección XXII, Enrique Rueda Pacheco, lo llevaron y lo han seguido llevando a casi parecer un traidor al movimiento el pueblo no se lo ha perdonado. Pero, por cierto, sólo un ingenuo o un desinformado o mal intencionado puede pasar por alto que ese dirigente no es un traidor y que mucho de lo malo que se dijo de él provino de sus adversarios en la lucha interna que existe en la misma sección XXII, y a partir de que desde hace tiempo ya se ha desatado la pugna por el cambio de la directiva seccional; por eso mucho de lo dicho en contra de ese dirigente se repitió incesantemente como "orientación" en las diversas radiodifusoras que la APPO todavía mantuvo bajo su control por aquellos aciagos días. Lo sucedido fue políticamente obvio, pues quienes mantenían la locución en las radios tomadas por la APPO pertenecían a corrientes adversas a la de Rueda Pacheco.
La lucha oaxaqueña se declaró "anticapitalista", pero no socialista.
Esa amplia ambigüedad del "anticapitalismo" no permite lograr una definición y resolución clara para la lucha concreta en contra del capital. Económicamente hablando, el movimiento oaxaqueño a lo más que llegó fue a paralizar parcialmente el sector turístico y a veces el del transporte público (privado). La gran burguesía comercial salió casi ilesa de esa lucha "anticapitalista". Una paradoja completamente explicable. Chedraui, por ejemplo, a pesar de estar muy cerca de la barricada de Cinco Señores, La Barricada de La Muerte , permaneció trabajando casi
en completa normalidad. Fábricas de Francia, Sears, Gigante, corrieron la misma buena suerte. Las grandes constructoras, la industria automotriz, etcétera, fueron sólo afectados de manera muy reducida. La Central de Abastos, lugar donde miles de minoristas y unos cuantos grandes mayoristas dan lugar a movimientos de dinero exorbitantes tuvo la fuerza necesaria para mantenerse en condiciones normales y aun para oponerse a ser cerrada por la APPO. La banca comercial recuperó pronto lo "perdido": con largas filas de usuarios amarrados del cuello por el sistema financiero internacional sólo tuvo que soportar un exceso de trabajo en ventanillas por varios días. Entonces vale la pena reflexionar acerca de esa consigna de Todo el poder al pueblo. Un poder que no se comprende, un poder al que no se atacará con certeza.
¡Y qué parecido eso de Todo el poder al pueblo con eso otro de Todo l Poder a los Soviets! ¡Pero qué tan distinto! Porque, en primer lugar, los Soviets rusos eran "Consejos" integrados por obreros y soldados y campesinos. Y luego, eran Consejos armados, literalmente. Por otro lado, el pueblo, así en abstracto, se oye muy bonito, pero es algo casi tan ambiguo como fácil de decir y pensar es aquello de que en Oaxaca hay "agrupaciones etnopolíticas". Quien lo dice como tratando de inventar una nueva categoría filosófica, o algo así, no repara, por ejemplo, en que una "agrupación etnopolítica" es la punta de lanza de la reacción en Bolivia, la que con el fácil argumento de la "autonomía indígena" está llevando a ese país a la guerra civil, de la que considera saldrá victoriosa con el muy probable apoyo del ejército boliviano.
Mientras la cuestión del Estado no se quiera asumir con realismo, con objetividad, el pueblo seguirá engañándose con la omnipotencia de la lucha civil y pacífica, mientras es detenido por la fuerza en su avance por la libertad, por su autonomía como pueblo que puede gobernarse a sí mismo. Asumir la cuestión del Estado de manera objetiva implica reconocer el carácter de clase del Estado, reconocer y entender qué son los capitalistas, qué son los proletarios, qué es la esclavitud asalariada, qué es la propiedad privada, qué es el mercado y la mercancía, qué es la división social del trabajo, qué es la dictadura de una clase social, etcétera. No asumirla es dejar para luego la definición del anticapitalismo, es dejar para nunca el reconocimiento del socialismo como la única alternativa para contrarrestar y acabar con el capitalismo.
Por último, que no se diga que las FARP no tenemos propuestas y voluntad de unidad nacional. Nosotros planteamos que Oaxaca no está derrotada. Y eso lo ha entendido mejor el Estado mexicano que muchos compañeros de otras organizaciones ajenas a nosotros. Pero consideramos necesario que la unidad organizativa de la APPO sea fortalecida a través de las siguientes medidas concretas:
1. Construir políticamente entre el pueblo. Con una clara visión acerca de la necesaria estructuración concreta, real, del trabajo organizativo entre los sectores populares más
diversos.
2. La unidad entre organizaciones se concretará y consolidará resolviendo con sensatez y madurez las diferencias políticas; eliminando los protagonismos excesivos y entendiendo claramente el tipo de contra-dicciones existentes entre los distintos proyectos políticos y sus métodos contrapuestos.
3. Reforzando en los hechos y no únicamente en las palabras la concepción democrática y revolucionaria que se tiene de la lucha.
4. Haciendo un esfuerzo serio de parte de todas las organizaciones para establecer una estrategia y una táctica realmente adecuada a la situación actual. No basadas sólo en deseos protagónicos.
Diciembre 21 de 2006.