martes, 9 de enero de 2007

analisis marxista de los sucesos de oaxaca, documento rolado por mosel

Oaxaca: I.  El aspecto teórico, marxista-leninista   

«…La  experiencia  de  la  Comuna  no  ha  sido  solamente  olvidada, sino tergiversada. No sólo no se ha inculcado a las masas obreras que se acerca el día en que deberán levantarse y destruir la vieja máquina del Estado,sustituyéndola por una nueva y convirtiendo así  su  dominación  política  en  base  para  la  transformación  socia-lista de  la  sociedad,  sino  que  se  les  ha  inculcado  todo  lo  contra-rio, y la "conquista del Poder" se ha presentado de tal modo que han quedado miles de portillos abiertos al oportunismo…»

  Vladimir Ilich Lenin, El Estado y la Revolución.

Después  de  la  riquísima  experiencia  de  la  Comuna  de París, Francia, iniciada en marzo de 1871, Marx y Engels hicieron  notar  en  diversos  escritos  suyos  una  serie  de hechos  que  la  caracterizaron  como  la  primera  revolución obrera  del  mundo.  Entre  los aspectos  que  más sobresalen  de  esos  hechos  podemos  encontrar  los  siguientes:

1.-  «…El  primer  decreto  de  la  Comuna  fue…  la  supresión del  ejército  permanente  para  sustituirlo  por  el pueblo armado…»

2.-  «…Una  vez  suprimidos  el  ejército  permanente  y  la policía,  que  eran  los  elementos  de  la  fuerza  física  del antiguo  gobierno,  la  Comuna  estaba  impaciente  por

destruir  la  fuerza  espiritual  de  represión,  el  poder  de los curas…»

3.-  «…Los  funcionarios  judiciales  debían perder  aquella fingida  independencia…  En  el  futuro  habían  de  ser funcionarios electivos, responsables y revocables…»

4.-  «…Desde  los  miembros  de  la  Comuna para  abajo, todos  los  que  desempeñaban  cargos  públicos  debían desempeñarlos con salarios d  obreros…»

5.-  «…La  Comuna  no  había  de  ser una  corporación  parlamentaria, sino una corporación de trabajo, ejecutiva y

legislativa al mismo tiempo…»

Después  de  la  Comuna,  muchos  oportunistas  querían ajustar,  como  siempre  sucede,  los  hechos  a  sus "teorías", cosa que  Marx y Engels debatieron siempre de manera frontal,  intentando  explicarles  a  los  trabajado-res el  contenido  de  clase  de  la  lucha  política  que  tuvo lugar en Francia por esos años. En particular, Engels, en su  folleto  La Autoridad,  escribió:  «¿No  han  visto  nunca una  revolución  estos  señores?  Una  revolución  es, indudablemente, la  cosa  más  autoritaria  que  existe;  es  el acto mediante el cual una parte de la población impone su  voluntad  a  la  otra  parte  por  medio  de  fusiles, bayonetas y cañones,  medios  autoritarios  si  los  hay;  y  el partido  victorioso,  si  no  quiere  haber luchado  en  vano, tiene  que  mantener  este  dominio  por  el  terror  que  sus armas inspiran a los reaccionarios. ¿La Comuna de París habría durado acaso un solo día, de no haber empleado esta  autoridad  del  pueblo  armado  frente  a  los  burgueses? ¿No  podemos,  por  el  contrario,  reprocharle el  no haberse servido lo bastante de ella?"

Ahora bien, Lenin, en 1915, nos hizo un bosquejo de las condiciones más elementales, más generales, que deben cumplirse para que un proceso revolucionario triunfe:

«…Para un marxista resulta indudable que la revolución es  imposible  si  no  se  da  una  situación  revolucionaria, pero no toda situación revolucionaria conduce a la revolución. ¿Cuáles  son,  en  términos  generales,  los  signos distintivos  de  una  situación revolucionaria?  Estamos seguros de no equivocarnos al señalar estos tres signos principales:

1)  La imposibilidad  para  las  clases  dominantes de mantener su dominio en forma inmutable; tal o cual crisis en las "alturas", una crisis de la política de las clases dominantes abre una grieta por la que irrumpen el descontento y la indignación de las clases oprimidas. Para  que  estalle  la  revolución  no  basta que  "los  de abajo  no quieran  vivir"  como  antes,  sino  que  hace  falta que  "los  de  arriba  no puedan"  vivir  como  hasta  entonces.

2) Una agravación de la miseria y las penalidades de las  clases  oprimidas. 

3)  Una  intensificación  considerable, por  las  razones  antes  indicadas,  de  la  actividad  de las masas, que en tiempos "pacíficos"  se dejan expoliar tranquilamente,  pero  que  en  épocas  turbulentas  son empujadas,  tanto  por  la  situación de  crisis  en  conjunto como  por  las  alturas  mismas,  a  una  acción  histórica independiente.

«Sin estos cambios objetivos, independientes no sólo de la  voluntad  de  tales  o  cuales  grupos  y  partidos,  sino también  de  la  voluntad  de  estas  o  aquellas  clases,  la revolución  es,  por  regla  general,  imposible.  El  conjunto de  estos  cambios  objetivos  es  precisamente  lo  que  se llama  situación  revolucionaria.  Esta  situación  se  dio  en Rusia  en  1905  y  en  todas  las  épocas  revolucionarias  en Occidente; pero también existió en la década del 60 del siglo pasado en Alemania, en 1859-1861 y en 1879-1880 en  Rusia,  sin  que  hubiera  revoluciones  en  esos  casos. ¿Por  qué?  Porque  la  revolución  no  surge  de  toda  situación revolucionaria, sino sólo de una situación en la que los cambios objetivos antes enumerados viene a sumarse un cambio subjetivo, a saber: la capacidad de la clase revolucionaria  para  llevar  a  cabo  acciones  revolucionarias de masas lo bastante fuertes como para destruir (o quebrantar)  al  viejo  gobierno,  que  jamás  "caerá",  ni siquiera en  las  épocas  de  crisis,  si  no  se  le  "hace  caer".

Tales son los puntos de vista marxistas sobre la revolución, puntos de vista desarrollados

infinidad de veces y  reconocidos  como  indiscutibles  por  todos  los  marxistas, y que para nosotros, los rusos, tuvieron una confirmación clarísima en la experiencia de 1905…»

Por  otro  lado,  ¿contra  quien  hay  que  luchar?  Contra  el Estado  Burgués,  una  organización  muy  compleja  de tipo  político-militar  que  garantiza  el  gobierno  de una clase social sobre otra, la explotación económica de una clase  social  por  otra,  el  gobierno  de  la  clase capitalista sobre la clase de los despojados y desposeídos, la clase de los trabajadores, la clase proletaria.

Dice  Lenin  que  «…según  Marx,  el  Estado  es  un  órgano de  dominación  de  clase,  un  órgano  de  opresión  de  una clase por otra, es la creación del "orden" que legaliza y afianza  esta  opresión,  amortiguando  los  choques  entre las clases…»

Y  dado  que  esa  organización  llamada  Estado  tiene  un carácter  político-militar  «…resulta  claro  que  la  liberación de la clase oprimida es imposible, no sólo sin una revolución  violenta,  sino  también  sin  la  destrucción  del aparato  del  Poder  estatal  que  ha  sido  creado  por  la

clase dominante…»

Conclusión  terriblemente  cruda,  pero verdadera,  como lo es todo lo genuinamente marxista.

En síntesis,  Marx, Engels y Lenin nos han enseñado que para  organizar  una  revolución  se  necesitan  algunas herramientas sin las cuales no es posible triunfar:

1.- Un partido revolucionario, independiente, de  clase.

2.-  Un  frente  de  masas,  una  organización  de  organizaciones.

3.- Un ejército popular.

Debemos  procurar  que  esas  herramientas,  esos  instrumentos  revolucionarios,  sean  lo  más sólidos  y  amplios que  se  puedan,  de  tamaño  regional  o  nacional.  Y  es importante advertir que nada es masivo de la noche a la mañana.  La  espontaneidad  de   las  masas  es, dialécticamente hablando,  un  punto  de  ruptura  derivado  de  un largo  trabajo  cualitativo  que  poco a  poco  se manifiesta cuantitativamente,  hasta  parecer  un  tremendo  y  súbito disparo.

Si  se  es  buen  observador  se  podrá  concluir  que  hasta las  experiencias  más  "heterodoxas"  y  que  incluso  se definen como no-revolucionarias siguen estas recomen-daciones revolucionarias  esenciales.  El  truco  de  su "heterogeneidad",    y  de  su  no-revolucionarismo  siempre, sin excepción, consiste en crear un nuevo lenguaje, a  veces  sólo  sofisticado,  incluso  suplantando  términos de la manera más grotesca.

Los  mismos  dirigentes  proletarios  históricos  nos  dicen que para triunfar como clase social en un lugar específico deberemos llevar la lucha revolucionaria por diferentes etapas  que,  en  general,  consisten,  de  manera  ordenada, en tomar:

1.- El control político de la zona.

2.- El control político y militar de la zona.

3.- El control político, militar y económico de la zona.

En  el  análisis  de  América  Latina  podemos  observar  la aplicación  de  lo  dicho  por  medio  de  algunas  preguntas sencillas:

1.-  ¿Cuándo  pudo  Hugo  Chávez  Frías  implementar  con más  firmeza  su  modelo  económico  socialista?  Sólo hasta que tuvo el control militar de Venezuela. mientras no lo tuvo no lo pudo hacer; es más, corrió el riesgo de ser  derrocado.  Hoy  mientras profundiza  su  modelo económico,  refuerza  su  control  político  y  militar.  Causas externas (el imperialismo yanqui) así lo ameritan. Y ¿cuándo  logro  iniciar  todo  lo  anterior?  Hasta que  pudo vencer  políticamente  a  sus  contrincantes,  los  oligarcas y  lacayos imperialistas  venezolanos.  Decir  que  ese proceso fue "civil" y "pacífico" reduce la lucha de  clases a  un  proceso  de  elecciones  presidenciales,  pero  hoy puede  verse  clarito  que ese  "proceso"  no  inició  con dichas elecciones ni terminó con ellas.

2.-  ¿Por  qué  Fidel  Castro  ha  podido  implementar  un modelo socialista en Cuba? Porque con la Revolución de 1959 logró obtener el control político y militar de Cuba.

3.-  ¿En  qué  medida  ha  podido  avanzar  Evo  Morales  en su  proceso  revolucionario?  En  la  medida  en  que  ha derrotado  políticamente  a  sus  adversarios,  los  privilegiados y lacayos imperialistas bolivianos, y en la misma proporción  en  que  ha  neutralizado  el  poder  militar  del Ejército Boliviano. Pero hasta que ese ejército pase a su control  absoluto,  sólo  hasta  ese  momento  podrá  profundizar con  seguridad  y  certidumbre  su proyecto económico  revolucionario.  En  Bolivia  aún  corren  aires de  una  guerra  civil  auspiciada  por  quienes  están  perdiendo sus  privilegios  políticos  y  económicos.  El  elemento militar de lo que sucede en Bolivia está presente, pero  definiéndose  aún  en  silencio, tras  bambalinas; ahí está… y sólo un filisteo, es decir, un mequetrefe puede sacar del estudio serio del proceso boliviano ese aspecto vivo.  Al  ignorarlo,  como  si  no  existiese,  se  puede concluir  que  el  proceso  boliviano  ha  sido  "pacífico". Pero eso es una reductio ad absurdum.

4.-  En  el  caso  chileno,  ¿qué  aspecto  definió  el  triunfo  o fracaso  del  gobierno  de  la  Unidad  Popular?  ¿No  fue  el aspecto  militar?  Salvador  Allende  y  la  Unidad  Popular políticamente  triunfaron  una  y  mil  veces  sobre  la  oligarquía y  los  lacayos imperialistas  chilenos,  sin  duda alguna. Su triunfo tuvo un brillo ético inobjetable. Pero no  resolvió  favorablemente  el  feo  y  terrible  aspecto militar  —la cosa  más idiota  de  cuantas  existen—.  Y  sus avances o progresos económicos se vinieron para abajo. Y  vino  luego  la  venganza  política  del  burgués  y  sus aliados,  la  represión,  y  la  derrota:  la  tortura,  la  prisión, la desaparición y la muerte.

5.-  En  nuestros  ya  largos  años  de  andar  revolucionario también  hemos  corroborado  esas  recomendaciones esenciales.  En  cada  comunidad,  en  cada  zona,  en  cada región, en la que tenemos presencia como organización revolucionaria  lo  primero  que  hemos  debido  hacer  es obtener el control político. Luego, hemos debido consolidar el  control  político  por  medio  de  la  lucha  armada en  contra  de  los  paramilitares,  pistoleros,  caciques  y fuerzas  de  "seguridad"  locales  y  federales,  a  las  que ahora  se  suman  nuevos  elementos  sumamente  peligrosos: paramilitares  con  lenguaje  "revolucionario",  seudo revolucionarios.  Mientras  no  hemos  logrado  lo  anterior jamás  hemos  podido  avanzar  en  proyectos  económicos nuestros,  que  si  bien  es  cierto  pueden  tener grandes limitaciones, no son en modo alguno despreciables. Ese trabajo, además, se hace en compañía de todo el pueblo, quien  así  va  adquiriendo  con  sus  propias  manos  el control  político,  militar  y  económico  que  siempre  no sólo  le  ha  sido  negado,  sino  que  además  le  ha  sido impuesto como algo superior a él, como algo sobrenatural, algo  omnipotente  y omnipresente.  A  eso  le  llamamos nosotros  tomar  el  poder  político,  no  otra  cosa,  como algunos  ignorantes,  prejuiciosos  y  hombres  de  mala  fe sostienen en contra de los revolucionarios socialistas.

Luego  que  logremos  tener  el  control político,  militar  y económico de una comunidad, una zona, una región, un estado  o  el  país,  entonces  haremos  lo  que  decía  Lenin: «…cuando  todos  hayan  aprendido  a  dirigir  y  dirijan  en realidad  por  su  cuenta  la  producción  social;  cuando hayan aprendido a llevar el cómputo y el control  de los haraganes,  de  los  señoritos,  de  los  granujas  y  demás "depositarios  de  las  tradiciones  del capitalismo",  el escapar  a  este  registro  y  a  este  control  realizado  por  la totalidad del pueblo será sin remisión algo tan inaudito y  difícil,  una  excepción  tan  rara,  y  suscitará probablemente una  sanción  tan  rápida  y  tan  severa  (pues  los  obreros  armados  son  gentes  prácticas  y  no  intelectualillos sentimentales,  y  será  muy  difícil  que  nadie  juegue con  ellos),  que  la  necesidad  de  observar  las  reglas  nada complicadas  y  fundamentales  de  toda  convivencia humana  se  convertirá  muy  pronto  en  una  costumbre .  Y entonces  quedarán  abiertas  de  par  en  par  las  puertas para pasar de la primera fase  de la sociedad comunista a su fase superior y, a la vez, a la extinción completa del Estado.

Diciembre 21, 2006.  
 

Oaxaca: II. Una interpretación marxista-leninista  

«…es  más  agradable  y  provechoso  vivir  la  "experiencia  de  la revolución"

que escribir acerca de ella…»

Vladimir Ilich Lenin, El Estado y la Revolución.

Aprovechamos para agradecer a los medios alternativos verdaderamente  democráticos  —los  que  no  nos  censuran por  no  ser  cómodos  con  los  anarco-idealistas,  ni demagógicos  con  el  pueblo—  la  oportunidad  que  nos han dado para replicar en todo el mundo nuestra visión sobre el tema en cuestión.

Cuando  en  los  días  21  y  22  agosto  de  2006  escribimos una  crónica  sobre  lo  que  estaba  sucediendo  en  Oaxaca nos  motivaba  hacer  pública  una  visión  general,  basada en  un  enfoque  marxista,  de  lo  que  estaba aconteciendo en  este  estado.  La  intención  por  parte  nuestra  fue  y  ha sido describir de un modo objetivo y general lo que está pasando  política,  económica  y  militarmente  en  Oaxaca.  

Hay  crónicas  más  literarias  y  mejor  escritas,  con  ese lenguaje  pulido  que  tiene  y  suele presumir  deliberadamente el "científico social", el "intelectual", el "filósofo", el "analista político", el "politólogo", el "coordinador de opinión"  o  el  "director  de  la  línea  editorial";  sin  embargo, nosotros  pensamos  que,  con  nuestro  lenguaje  a veces    no  tan  elevado,  hemos  cumplido  con    nuestro cometido: explicarle al pueblo distante de Oaxaca lo que ahí realmente ha estado pasando.

En  su  momento,  las  FARP  abordamos  con  la  seriedad debida  el  análisis  de  los  sectores  gubernamentales  que internamente  se  encontraban  en  pugna  durante  el  conflicto oaxaqueño,  y  que  por  supuesto  tenían  y  tienen una  influencia  indirecta  importante  en  todo  el  "caso Oaxaca".  Supimos  divisar cómo  los  ulisistas  no  sólo  se enfrentaban a la APPO, sino también a los carrasquistas y  muratistas.  Y  cómo  el  gobierno  federal  intentaba concretar  una  agenda  propia  en  Oaxaca,  la  que  al  final negociaron  y  sincronizaron  con  los  intereses  ulisistas.  

También  advertimos  y  denunciamos  sobre  el  peligro que  entrañaba  para  la  APPO  el apoyar  a  diversas  corrientes camaleónicas  infiltradas  en  la  misma. Supimos dilucidar  cuál  fue  el  papel  jugado  por  los  dos  PRD  de Oaxaca, el de sus militantes históricos y el de los expriístas pasados  de  la  noche  a  la mañana  a  supuestos "renovadores

democráticos".

Después  vino  la  agudización  de  la  crisis  en  Oaxaca  y entonces  optamos  por  participar  en  ella,  en  orientar  a nuestras  bases  de  apoyo,  en  ayudarlas  en  lo que  podíamos, en luchar contra el oportunismo, en pugnar, junto con  otras  fuerzas,  por  llevar  a  un  buen  cauce  al  movimiento popular en su conjunto.

El  devenir  de  los  acontecimientos nos obligó a la insuficiencia de escribir. Fueron  semanas,  meses  de  ajetreos, por  los  muchos  compromisos cumplidos,  y  en  algunos  casos,  los menos,  pospuestos  para  próximas fechas.  Cursos  político-militares, ediciones  del  Verde   Olivo,  etcétera, se pospusieron  con  la  finalidad  de estar  lo  más  cerca  posible  de  nuestra gente,  de  quienes  estaban  en  el fragor de  la lucha… porque era más

agradable  y  provechoso  vivir  el proceso  oaxaqueño  que  hablar  o escribir acerca de él.

En la práctica hemos corroborado la objetividad  de  los  planteamientos revolucionarios  del  marxismo-leninismo. Se  necesita  una  revolución. La  brutal  represión  en  contra de  un  pueblo  indefenso,  heroico pero  indefenso,  como  el  de  Oaxaca no  deja  lugar  a  dudas  de  que  el último  pilar  de  la  burguesía  es  su amplio  conjunto de  fuerzas  represivas. El Estado mexicano no ha dudado en  seguir  cerrando  más  y  más cauces  legales  y  pacíficos.  Hemos comprobado  que  es  un  error  hablar del  "no  nos  han  dejado  otro  camino" en  tiempo  pasado,  pues  Oaxaca le da más vida a esa idea de "no  nos han  dejado  otro  camino,  y  está  bien que  así  sea".  El  "no  nos  han  dejado otro  camino"  es  presente  y  futuro, nos queda muy claro y grabado.

En  Oaxaca  también  vimos  lo  que siempre  hemos  sospechado:  la  falta de  formación  teórica  revolucionaria. Hay  sentido  común,  claro  está,  pero también  hay  mucha  confusión  y engaño  y  auto  engaño.  Pero  son parte  de  las  ideas obstáculo  que    los revolucionarios  deben  superar  en  la práctica,  con  la  confrontación  de  la realidad,  para  adoptar  las  ideas verdaderamente  revolucionarias,  de clase,  marxistas-leninistas.  Esos discursos  del  civilismo,  del  pacifismo, de la horizontalidad, han hecho mucho daño al proceso revolucionario.

Decir,  por  ejemplo,  que  el  caso Oaxaca  es  una  Comuna  es  una  verdadera  falsedad  histórica.  Un  solo dato  lo  demuestra:  la  Comuna  de París  fue  un  movimiento  armado

que  procuró  destruir  el  estado  burgués de  modo  completo,  el  de  la APPO  no  se  atrevió  a  retener  y  a enjuiciar a todos los espías, paramilitares, policías  y  militares  que  tuvo en  sus  manos.  La  APPO  se  portó bien  y  los  entregó  a  la  "Comisión Institucional  de  Incidentes  para  el caso  Oaxaca",  dependiente  de  la Secretaría de Gobernación.

Ahora  bien,  digamos  nuestra  opinión sobre  Oaxaca.  Cada  quien  saca del  movimiento  oaxaqueño  conclusiones interesadas. La diferencia con nuestro  decir  es  que  nosotros  no pretendemos ocultarlo; en todo caso lo exponemos así: nuestro interés es intentar  hacer una  lectura  marxista del  movimiento  oaxaqueño  y  esa lectura  nos  obliga  a  no  ser "condescendientes",  a  no  andarse con  contemplaciones  para  quedar bien  ni  con  el  pueblo  de  Oaxaca  ni con  sus  dirigentes  —que  por  cierto existen  y son  evidentes,  y  quien  no los quiere ver es porque no lo quiere hacer,  seguramente  para  ajustar  los hechos a sus teorías que no son otra cosa más que una reductio ad absurdum.

Es  justo  decir  que  el  movimiento social  oaxaqueño  ha  sido  el  más amplio  e  importante  que  ha  tenido lugar  desde  1968.  Es,  además,  una síntesis parcial de muchas experiencias sociales  anteriores.  Y  es  muy cierto  que  en  este  movimiento  hay

revolucionarios  probados:  los  que defendieron y recuperaron el Zócalo oaxaqueño  el  14  de  junio  de  2006; los  que  defendieron  la  ciudad  de Oaxaca  el  27  de  octubre;  los  que replegaron  a  la  PFP  de  todos  los alrededores  de  Cinco  Señores  el  ya histórico  2  de  noviembre;  la  gente honesta  y  abnegada  que  luchó  contra la  PFP,  los  policías  municipales y ministeriales, los porros  y paramilitares, en gran parte de la ciudad de

Oaxaca  el  25  de  noviembre.  Y, primordialmente, los que murieron.

También  es  justo  decir  que  los  grupos guerrilleros    nada  teníamos que hacer  para  "defender"  a  esos  valientes, a  no  ser  que  actuáramos  de manera  unilateral,  separados  del movimiento  oaxaqueño,  y  les  complicáramos aún  más  la  lucha  contra la  tiranía,  justificando  con  nuestras acciones  la  entrada  de  más  fuerzas represivas federales.  Los  grupos guerrilleros  teníamos  y  tenemos  la obligación  de  ayudar  a  nuestros compañeros  de  lucha,  pero  no  tenemos derecho  a  suplantar  su  lucha. La  guerrilla    podía  y  puede  hacer muchas  cosas.  Podía  y  puede,  por ejemplo,  emboscar  a  las  patrullas combinadas de la PFP y de las policías ministerial  y  municipal,  pero  con eso  sólo  se  propiciaría aún  más  la militarización  de Oaxaca,  y  eso  es ahora  una  irresponsabilidad.  La guerrilla    podía  y  puede  atacar,  con más o menos éxito, a la PFP encerrada en el Zócalo oaxaqueño. Pero eso le  permitirá  al  gobierno  federal acudir  al  discurso  antisubversivo  y de  la  recuperación  de  la  estabilidad política  por  medio  del  ejército  federal.  

En  resumen,  los  compañeros oaxaqueños  no  necesitaban  ni  necesitan ese  tipo  de  "ayuda"  de  la  guerrilla. Además,  debemos  recordar  lo que  muchos  jóvenes  de  la  APPO decían:  ¡¿cuál  guerrilla?!,  ¡nosotros somos  guerrilla!,  ¡no  nos  vengan  a decir  qué  es  ser  guerrillero!  E  hicieron innumerables acciones que ni la guerrilla  más  preparada  y  mejor organizada  ha  podido  hacer  en años.  Un  pueblo  más  o  menos  organizado siempre sabrá darle respuesta contundente a un gobierno tirano, aunque  eso,  como  también  ha  que-dado demostrado  en  estos  días, nunca lo entenderán los militaristas, los que  desprecian en los hechos el trabajo  político  del  pueblo.  Era  y aún  es  hora  del  pueblo  desarmado, o  armado  sólo  con flores,  leyes, resorteras, piedras, machetes, garrotes, tubos,  bombas  molotov  y  coyotas y  cohetones…  y  groserías  y  discursos desgarradores  y  el  himno nacional  y  hermosas  canciones  y unas  pocas  palabras  que  dicen  muchas miles  de  cosas  justas.  A  ese insuficiente arsenal prerrevolucionario, se  sumarán  después  otras  armas,  cuando  llegue la  revolución,  la terriblemente  inevitable,  hasta  para los deseosos honestos de paz.

Dialécticamente  hablando,  el  movimiento oaxaqueño  muestra  en  su riqueza sus carencias. El movimiento oaxaqueño  está  lleno  de  contradicciones. Comprende elementos  de valor  y  heroísmo,  pero  también  de cobardía.  De  honestidad,  pero  también de  oportunismo.  De  democracia, pero  también  de  autoritarismo.

De  veracidad,  pero  también  de  demagogia. De  claridad  ideológica, pero  también  de  confusión.  De  agudeza política,  pero  también  de  ingenuidad.

El  movimiento  oaxaqueño  es  mucho más rico que pobre, más heroico que cobarde;  más  honesto  que  oportunista; más democrático que autoritario; más  veraz que demagógico; más claro  que  confuso;  más  audaz  que ingenuo. En la balanza general prima lo  mejor  sobre  lo  peor.  Pero  Oaxaca no  es  una  Revolución,  no  es  una Comuna,  mucho  menos  es  "la  van-guardia de  los  movimientos  sociales en  América  Latina".  Esta  última afirmación  fue quizá  la más  retórica y  demagógica  que  se  dijo  sobre Oaxaca  en  Radio  UAB O. Producto de,  al  parecer,  una  demagogia hereditaria, quien  la  repitió  una  y  otra vez  olvida  o  ignora,  por  ejemplo, que el pueblo boliviano no ha tirado sólo  a  gobernadores  departamentales, sino a varios presidentes bolivianos.  

El movimiento oaxaqueño no ha podido tirar a su propio gobernador. Duele decirlo, pero es la verdad. Y la sencillez,  de  algún  modo  sinónimo de  grandeza  política,  choca  con  la

absurda  soberbia,  con  la  presunción y con el discurso demagógico.

Lo  mejor  es  mirar  con  objetividad los  aciertos  y  errores,  los  adelantos y  posibles  atrasos  que  el  movimiento tiene  para  que  con  el  devenir  del tiempo  sea  parte  importante  de  un movimiento, ahora sí, revolucionario y de amplitud nacional.

En  Oaxaca  no  hubo  ni  hay  esa  farsa de  la  "horizontalidad".  Eso  lo  saben muy bien todos los que negociaban a espaldas  de  los  barricaderos.  Lo saben muy bien quienes tras bambalinas le  pidieron  a  algunos  locutores de  Radio  UAB O  hacer  un  llamado  a través  de  los  micrófonos  de  esa radio  para  que  fuera  retirada  de manera  voluntaria  la  barricada  de Cinco  Señores,  sólo  unos  días  después del  2  de  noviembre.  Lo  saben muy  bien  los  que  "coordinaban"  en el  Congreso  de Constitución  de  la APPO  a  sus "cuadros",  y  no  es honesto ocultarle eso al pueblo para hablar  de  "horizontalidad".  Lo  saben, también,  quienes  desde  las primeras  jornadas  a  favor  de  la salida  de  Ulises  Ruiz  ya  planeaban convertir  la  APPO  en  un  partido político  e  impulsar  un  candidato  al que  ya  también  tenían  previamente seleccionado.  Lo  saben  muy  bien esos  mismos  dirigentes  de  una  corriente específica  al  interior  de  la APPO  que  creían  generar  un  verdadero huracán  revolucionario  al  vociferar en  el  Zócalo  de  la  Ciudad  de México,  con  ese  orgullo  mezquino del que dicta la línea política con filo de cuchillo,  que  eran  parte  de  un movimiento  que  supuestamente reivindica  formas  claras  y  abiertas de  hacer  política.  Que no  hubo "horizontalidad"  lo  saben  muy  bien las  fuerzas  mayoritarias  en  el  interior de  la  APPO  que  la  pregonaron  y presumieron  hasta  la  náusea  en  la Ciudad  de  México  a  pesar  de  querer homogeneizar  el  movimiento magisterial-popular,  a  pesar  de  tratar  de tener el control político absoluto, sin respetar acuerdos previos, sin respetar otras  opiniones, promoviendo  el linchamiento político de los adversarios, hasta hacer que la unidad organizativa se perdiera definitivamente.

Por  otro  lado,  a  muchos  les  incomodará que elogiemos la disciplina y el centralismo-democrático  que  la APPO  tuvo  en  diversos  momentos, pero  de  eso  mismo  se  han asustado siempre  los  seres  más  individualistas que esgrimiendo la "libertad más absoluta  o amplia"  siempre  han antepuesto sus pequeños intereses a los  de  las  grandes colectividades. Lenin  decía  que  «…para  todo  filisteo,  el  centralismo  es  algo  que  sólo puede  venir  de  arriba,  que  sólo  puede ser  impuesto  y  mantenido  por  la burocracia  y  el militarismo…»  Y,  en efecto, los que ven en la disciplina y el  centralismo  la  "mano  negra"  de "los  de  arriba"  jamás  podrán  entender ni  concebir  que  la  disciplina consciente,  resumida  en  el  centralismo-democrático,  le  dio  mayor  cohesión y  fuerza  a  la  APPO  precisamente en  los  momentos  más  brillantes de la lucha popular oaxaqueña.

Así,  pues, el movimiento de la APPO tuvo  su  auge  cuando  logró  articular

una estructura, un cuerpo, una organización como  tal,  con  un  mínimo de disciplina consciente y una dirección centralizada  —que  aunque fuera  colectiva  y  rotativa,  y  elegida democráticamente ,  no  dejaba  de  ser centralizada—.  O  sea,  cuando  el centralismo-democrático  funcionó, la  APPO  funcionó  bien.  El  día  2  de noviembre,  Radio  UAB O,  convertida ya  en  una  especie  de  centro  de transmisiones,  hacía  llegar  a  las barricadas  la  "orientación"  de  la dirigencia de la APPO. Y no sólo eso, cada barricada, mientras  pudo hacerlo,  pidió  la  "orientación"  directa de  sus  dirigentes.  De  manera inversa, cada barricada hacía llegar a través de la misma radio la información instantánea  de  lo  que  ocurría en  su  ubicación  específica.  Las  grabaciones radiales  así  lo  demuestran. Cuando  hubo  disciplina  y  organización la  APPO  fue  fuerte  y  hasta  se puede  decir  que  indestructible.  El "caos"  y  la  debilidad  tuvieron  lugar cuando  el  pueblo  oaxaqueño  salió golpeado  y  cuando  perdió  su  arma más fuerte: la unidad organizativa.

¿Que  hubo  espontaneidad?  Por  supuesto que  hubo.  Pero  que  no  se olvide  que  Radio  UAB O  hizo  un obvio y permanente trabajo de agitación y  propaganda  a  favor  de  la APPO. Y el tamaño de la espontaneidad es directamente  proporcional  a ese  trabajo.  En  la  política  nada  es casual.  ¿Que  el  pueblo  superaba  a sus  dirigentes?  Por  supuesto,  no puede  ser  de  otro  modo.  En  cada barricada  había cosas  concretas  que hacer  y  que  no  permitían  espera  o consulta  alguna.  Entonces  el  pueblo tomaba  las  decisiones  que  consideraba pertinentes.  Y  cuando  le  pareció injusto  lo  que  planteaba  un dirigente,  se enfrentó  a  éste  y  no  le hizo  caso.  Cuando  la  torpeza  y  la falta  de  sensibilidad  políticas  del secretario general de la Sección XXII, Enrique Rueda Pacheco, lo llevaron y lo  han  seguido  llevando  a  casi  parecer un  traidor  al  movimiento  el pueblo no se lo ha perdonado. Pero, por  cierto,  sólo  un  ingenuo  o  un desinformado  o  mal  intencionado puede  pasar  por  alto  que  ese  dirigente no es  un  traidor  y  que mucho de lo malo que se dijo de él provino de sus adversarios en la lucha interna que  existe  en  la  misma  sección XXII,  y  a  partir  de  que  desde  hace tiempo  ya  se  ha  desatado  la  pugna por  el cambio  de  la  directiva  seccional; por  eso    mucho  de  lo  dicho  en contra  de  ese dirigente  se  repitió incesantemente  como  "orientación" en las diversas radiodifusoras que la APPO  todavía  mantuvo  bajo  su  control por  aquellos  aciagos  días.  Lo sucedido  fue  políticamente  obvio, pues  quienes  mantenían  la  locución en  las  radios  tomadas  por  la  APPO pertenecían  a  corrientes  adversas  a la de Rueda Pacheco.

La  lucha  oaxaqueña  se  declaró "anticapitalista",  pero  no  socialista.

Esa  amplia  ambigüedad  del "anticapitalismo"  no  permite  lograr una  definición  y  resolución  clara para  la  lucha  concreta  en  contra  del capital.  Económicamente  hablando, el  movimiento  oaxaqueño  a  lo  más que llegó fue a paralizar parcialmente el sector turístico  y a  veces el del transporte público (privado). La gran burguesía  comercial  salió  casi  ilesa de  esa  lucha  "anticapitalista".  Una paradoja  completamente  explicable. Chedraui,  por  ejemplo,  a  pesar  de estar  muy  cerca  de  la  barricada  de Cinco  Señores,  La  Barricada  de   La Muerte ,  permaneció  trabajando  casi

en  completa  normalidad.  Fábricas de  Francia,  Sears,  Gigante,  corrieron la  misma  buena  suerte.  Las  grandes constructoras,  la  industria  automotriz, etcétera,  fueron  sólo  afectados de manera muy reducida. La Central de  Abastos,  lugar  donde  miles  de minoristas  y  unos cuantos  grandes mayoristas dan lugar a movimientos de  dinero  exorbitantes  tuvo  la  fuerza necesaria  para  mantenerse  en condiciones  normales  y  aun  para oponerse a ser cerrada por  la APPO. La  banca  comercial  recuperó  pronto lo  "perdido":  con  largas  filas  de usuarios amarrados del cuello por el sistema  financiero  internacional sólo tuvo que soportar un exceso de trabajo  en  ventanillas  por  varios días. Entonces  vale  la  pena  reflexionar acerca  de esa  consigna  de  Todo el poder al pueblo.  Un  poder  que  no se  comprende,  un  poder  al  que  no se atacará con certeza.

¡Y qué parecido eso de Todo  el poder al  pueblo  con  eso  otro  de  Todo  l Poder  a  los  Soviets!  ¡Pero  qué  tan distinto! Porque, en primer lugar, los Soviets  rusos  eran "Consejos"  integrados por  obreros  y soldados  y campesinos.  Y  luego,  eran  Consejos armados, literalmente. Por otro lado, el  pueblo,  así  en  abstracto,  se  oye muy  bonito,  pero  es  algo  casi  tan ambiguo  como  fácil  de  decir  y  pensar es aquello de que  en Oaxaca hay  "agrupaciones  etnopolíticas".  Quien lo  dice  como  tratando  de  inventar una  nueva  categoría  filosófica,  o algo  así,  no  repara,  por  ejemplo,  en que  una  "agrupación  etnopolítica" es  la  punta  de  lanza  de  la  reacción en  Bolivia,  la  que  con  el  fácil  argumento de  la  "autonomía  indígena" está  llevando  a  ese  país  a  la  guerra civil,  de  la  que  considera  saldrá victoriosa  con  el  muy  probable  apoyo del ejército boliviano.

Mientras  la  cuestión  del  Estado  no se  quiera  asumir  con  realismo,  con objetividad,  el  pueblo  seguirá  engañándose con  la omnipotencia  de  la lucha  civil  y  pacífica,  mientras  es detenido  por  la fuerza  en  su  avance por  la  libertad,  por  su  autonomía como  pueblo  que  puede  gobernarse a  sí  mismo.  Asumir  la  cuestión  del Estado  de  manera  objetiva  implica reconocer  el  carácter  de  clase  del Estado,  reconocer  y  entender  qué son  los  capitalistas,  qué  son  los proletarios,  qué  es  la  esclavitud asalariada,  qué  es  la  propiedad privada,  qué  es  el mercado  y  la mercancía,  qué  es  la  división  social del  trabajo,  qué  es  la  dictadura  de una  clase  social, etcétera.  No  asumirla es  dejar  para  luego  la  definición del  anticapitalismo,  es  dejar para  nunca  el  reconocimiento  del socialismo como la única alternativa para  contrarrestar  y  acabar  con  el capitalismo.

Por  último,  que  no  se  diga que  las FARP  no  tenemos  propuestas  y voluntad  de  unidad  nacional.  Nosotros planteamos que Oaxaca no está derrotada.  Y  eso  lo  ha  entendido mejor  el  Estado  mexicano  que  muchos compañeros de otras organizaciones ajenas a nosotros. Pero consideramos necesario  que  la  unidad organizativa  de  la  APPO  sea  fortalecida a través de las siguientes medidas concretas:

1.  Construir  políticamente  entre  el pueblo.  Con  una  clara  visión  acerca de  la  necesaria  estructuración  concreta, real,  del  trabajo organizativo entre  los  sectores  populares  más

diversos.

2. La unidad entre organizaciones se concretará  y  consolidará  resolviendo con sensatez y madurez las diferencias políticas;  eliminando  los protagonismos  excesivos  y  entendiendo claramente el tipo de contra-dicciones existentes entre los distintos proyectos  políticos  y  sus  métodos contrapuestos.

3.  Reforzando  en  los  hechos  y  no únicamente  en  las  palabras  la  concepción democrática  y  revolucionaria que se tiene de la lucha.

4. Haciendo  un  esfuerzo  serio  de parte  de  todas  las  organizaciones para establecer una estrategia  y una táctica  realmente  adecuada  a  la situación actual. No basadas sólo en deseos protagónicos.

Diciembre 21 de 2006.