La mafia nos robó la presidencia. "Sólo le han quitado una pluma a nuestro gallo"
Raúl Monge
"Sé rectificar…" (Proceso 1600/1 de julio de 2007)
"Nunca he tenido duda: nosotros ganamos la elección presidencial. Las pruebas están en los propios documentos. Como pocos, el fraude electoral de 2006 está plenamente documentado". Así escribe Andrés Manuel López Obrador en su libro La mafia nos robó la presidencia. "Sólo le han quitado una pluma a nuestro gallo", puesto en circulación a un año de los comicios en los que, dice, le escamotearon el triunfo. En su repaso, el excandidato de la coalición Por el Bien de Todos señala a quienes, según él, orquestaron la campaña en su contra: empresarios, intelectuales y, detrás de ellos, el dúo Fox-Salinas…
Inopinadamente, el martes 26 de junio, cuatro días antes de la fecha concertada con el autor para su lanzamiento, editorial Grijalbo distribuyó el libro La mafia nos robó la presidencia. "Sólo le han quitado una pluma a nuestro gallo", escrito por Andrés Manuel López Obrador, a quien sus seguidores proclaman "presidente legítimo de México".
En su texto, de 301 páginas, el tabasqueño documenta lo que él considera un "despojo" electoral. Escarba en la memoria y puntualiza sobre algunos sucesos que, en su opinión, han marcado hasta ahora su trayectoria como dirigente social y político, primero en el PRI, después en el PRD.
Aborda los mitos que, según él, se han creado sobre su persona: "Actuar con base en mi criterio me ha valido la imagen de terquedad. Me acusan de que soy inflexible, que resuelvo solo, incluso que soy intolerante. Pero no es así. En realidad no soy como me pintan, sé rectificar y no soy autocomplaciente.
"A quienes incluso de manera simplista, quieren saber si estoy más cerca de Chávez o de Lula. De una vez aprovecho para decirles que me considero de izquierda y pelliceriano porque este maestro (Carlos Pellicer, uno de sus padres políticos) protestó por la injusticia social y escribió poemas en voz alta, siempre llenos de esperanza…".
Dividido en cuatro capítulos y escrito en primera persona, López Obrador ofrece en la segunda parte del libro, aunque no con el rigor ni con la precisión que reclama cada caso, destellos de la presunta participación de actores políticos, empresariales y hasta de intelectuales que se aliaron para ponerle piedras en el camino antes, durante y después de las elecciones presidenciales del 2 de julio de 2006.
En algunos pasajes, por ejemplo, aporta datos que se conocen poco o sólo a medias, pero que, ya entrelazados cronológicamente, muestran, según el autor, la confabulación de intereses que se conjugaron tanto para bloquear su candidatura como para escamotearle el triunfo.
Según López Obrador, la embestida del gobierno de Vicente Fox en su contra se desató a mediados de 2003, en las elecciones intermedias, cuando el PRD ganó en el Distrito Federal 13 de las 16 delegaciones y la mayoría en la Asamblea Legislativa del Distrito Federal.
Cuenta una anécdota. Dice que cuando despachaba en el viejo Ayuntamiento de la ciudad recibió la visita de un empresario –del que se reserva su nombre--, quien le confió que Fox le había dicho que por ningún motivo permitiría que López Obrador fuera presidente de la República.
Fox adujo en ese entonces que temía que López Obrador lo metiera a la cárcel en caso de llegar a Los Pinos.
El binomio Fox-Salinas
López Obrador escribe que de esa animadversión se desprendió "una serie de ataques". Recuerda, por ejemplo, que a finales de 2003 le brincó el asunto del paraje San Juan, por el que un juez pretendía obligarlo a pagar a Fernando Arcipreste del Ábrego una indemnización de mil 810 millones de pesos.
El asunto fue resuelto satisfactoriamente, refiere, pero asegura que su relación con el Poder Judicial quedó dañada.
Con días de diferencia, sobrevino después el escándalo de su ayudante de toda la vida, Nicolás Mollinedo, a raíz de la publicación de una nota que revelaba el elevado sueldo que éste cobraba. En este ataque, López Obrador vio la mano de su mayor adversario político, el expresidente Carlos Salinas de Gortari, quien con ayuda de Fox –asegura– regresó del exilio a principios de 2003 con la "idea de recuperar sus fueros". Y afirma que Salinas reagrupó a empresarios, políticos y comunicadores con los cuales había establecido, durante su mandato, relaciones de complicidad y que le guardaban obediencia por amistad o miedo.
Cuenta: "En mayo de 2003, Salinas se reunió con los directivos y los principales conductores de programas de Televisa. Ahí expresó, por primera vez, su opinión sobre la posibilidad de que yo llegase a ser candidato a la Presidencia. Como es natural, pensaba que yo no le convenía al país y dejó de manifiesto que el mejor candidato de la izquierda era el ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas".
López Obrador recuerda también la cena que él y los entonces gobernadores perredistas tuvieron con Fox en Los Pinos, en el segundo semestre de 2003, donde luego de fijar su postura en relación con la propuesta presidencial de cobrar el IVA a medicinas y alimentos, le recriminó al presidente sus vínculos con Salinas de Gortari. Fox, dice, se quedó callado.
En la reconstrucción de hechos, el binomio Fox-Salinas aparece, a los ojos del tabasqueño, precisamente detrás de los videoescándalos, uno de los episodios que, admite, más lo dañaron, pero del que logró salir airoso, asegura, gracias a su intuición política y a un golpe de suerte.
Pero la embestida del dúo Fox-Salinas en su contra no paró ahí. De acuerdo con él, en el camino buscaron más aliados.
Relata: "Al no poder destruirme políticamente con el escándalo de los videos, Fox y Salinas, con la complicidad de Mariano Azuela, presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, emprendieron toda una campaña para desaforarme como jefe de Gobierno, por haber intentado abrir una calle de acceso a un hospital y haber violado, supuestamente, el auto de suspensión provisional de un amparo."
López Obrador se refiere al caso del predio El Encino, ubicado en Santa Fe, por el que, el 7 de abril de 2005, la Cámara de Diputados, erigida en Sección Instructora, lo destituyó como jefe de Gobierno y autorizó a la Procuraduría General de la República (PGR) que procediera penalmente en su contra. El autor resume así el desenlace de este capítulo:
"El 6 de mayo de 2005 me entrevisté con Fox. Había pedido una audiencia con el ánimo de conciliar y contribuir a crear un ambiente de distensión que permitiera, mediante el diálogo y el apego a la auténtica legalidad, el fortalecimiento de las instituciones y de la democracia mexicana. Pero todo fue en vano. Fox sólo tenía una idea: evitar a toda costa que yo fuera presidente de México.
"A esa cita a Los Pinos llegué puntual. Me recibió el vocero Rubén Aguilar, quien se había encargado de atacarme en los tiempos del desafuero. También estaba Felipe González (entonces subsecretario de Gobernación) porque Fox no aceptó reunirse a solas conmigo ni quiso tampoco que hubiese medios de comunicación… Yo iba tranquilo, relajado. Cuando nos sentamos expresó: 'Dígame'. Yo llevaba un acordeón, un guioncito, de los asuntos que quería tratar."
El paquetito de dólares
López Obrador menciona que durante su primer recorrido por el país, cuando aún era precandidato a la Presidencia de la República, varios de los hombres más ricos de México le ofrecieron dinero para financiar su campaña. Y las muestras de apoyo crecieron durante la misma, según explica:
"Durante la campaña, un importante hombre de negocios me ofreció cinco millones de dólares. Como me apenó decirle en el momento y de manera rotunda que no, más tarde, por medio de otra persona me insistió en que me daba el dinero. Siempre pensé que eran cinco millones de pesos, pero llegó el momento en que el enviado me aclaró que eran cinco millones de dólares. Por curiosidad, se me ocurrió peguntarle: '¿Y cómo me los darían?'. Me contestó: 'En efectivo". 'Pero cómo, ¿en maletas?. 'No –me respondió–, es un paquetito; son billetes de mil dólares'. Nunca he visto un billete de mil dólares, ni siquiera sabía que existían. Mi respuesta fue: 'Gracias, no lo necesito.
"Meses después, después de que nos hicieron el fraude, leí una declaración de ese personaje influyente, que pedía la privatización de Pemex. Si hubiese aceptado el dinero, ante ese pronunciamiento tendría que haber permanecido callado".
Según López Obrador, los empresarios, empujados por Fox y Salinas, orquestaron la campaña que desembocó en el fraude electoral, particularmente Gastón Azcárraga, Claudio X. González y Roberto Hernández.
De este último, a quien califica como uno de los traficantes de influencias más beneficiados de la política económica neoliberal, reproduce una anécdota: "Durante la campaña, me encontré con él en una reunión del Consejo de Administración de Televisa. Me invitaron y acepté participar en un encuentro llevado a cabo en Valle de Bravo (…) expliqué por qué debía cambiar la actual política económica, y argumenté sobre la necesidad de una renovación tajante de la vida pública. Les hablé con franqueza. Roberto Hernández tomó la palabra para reclamarme sobre mis cuestionamientos por el asunto de la venta de Banamex. Sostuvo que todo se había hecho de manera legal. Yo le contesté que había sido una inmoralidad no pagar los impuestos por la venta del banco".
Así mismo, López Obrador exhibe a los empresarios regiomontanos. Cuenta, por ejemplo, que en plena campaña presidencial el ministro Genaro Góngora Pimentel fue a Monterrey a impartir una conferencia. Al terminar, un grupo de empresarios lo invitó a cenar. Durante la sobremesa, Góngora les preguntó si verdaderamente creían que López Obrador era una amenaza para sus negocios.
Según la versión reproducida en su libro, uno de los empresarios respondió así al representante del Poder Judicial: "Por supuesto que nosotros no creemos en las leyendas negras. Las fabricamos y alimentamos con dinero en los periódicos, en la televisión, con los correos electrónicos, donde podemos".
En vísperas de los comicios, cuando llevaba de tres a cinco puntos porcentuales de ventaja sobre Felipe Calderón, Fox intensificó la embestida contra él, asegura el excandidato la alianza Por el Bien de Todos. Y expone que la inmoralidad de Fox llegó a tal punto que, en una reunión en el club de Industriales, el entonces presidente le pidió a Carlos Slim, al cardenal Norberto Rivera, a Olegario Vázquez Raña y a Juan Francisco Ealy Ortiz, entre otros, que ayudaran a Calderón.
Luego, Fox apartó del grupo al director del periódico El Universal para pedirle que modificara la encuesta cuyos resultados difundía ese periódico. Ealy se negó y Fox le ofreció entonces la concesión de un banco. López Obrador subraya que esas concesiones se repartieron 10 días antes de que Fox dejara la Presidencia.
La llamada de Bernardo Gómez
Dos días antes de la elección, sucedió otro hecho que demuestra, según el autor del libro La mafia nos robó la presidencia, el tamaño de la guerra sucia que él enfrentó:
"El viernes 30 de junio, asistí a una comida a la que me habían invitado los principales directivos de Televisa. Este encuentro se llevó a cabo en la casa de Bernardo Gómez y estaban presentes Emilio Azcárraga, Alfonso de Angoitia Noriega y José Antonio Bastón Patiño… Emilio Azcárraga me interrogó con mucha seriedad: 'Tengo información de que… vas a expropiar Televisa'. Al principio, hasta sorprendido, le respondí que no era cierto.
"(…) No estoy de acuerdo con la república de la televisión. Sin embargo, nunca he pensado que el camino para democratizar a los medios de comunicación y garantizar el derecho a la información sea expropiar Televisa.
"Inmediatamente después de la pregunta de Azcárraga y de mi respuesta, me entregó el texto de un decreto expropiatorio que supuestamente yo presentaría al Congreso el 2 de diciembre de 2006, es decir, al día siguiente de mi toma de protesta como presidente de la República. El documento, que por cierto quedó en mi poder, está bastante bien hecho porque se redactó precisamente para ser creíble… Es importante saber quién elaboró este documento. Creo que corresponde a Emilio Azcárraga aclarar cómo llegó a sus manos, pero casi podría asegurar que pudo haber sido fabricado por el Cisen o por el equipo cercano a Calderón o Fox…"
Del día de la jornada electoral, López Obrador rescata declaraciones, aporta pruebas de supuestas irregularidades, acomoda piezas sueltas y conjunta hechos para fundamentar su tesis de que sí hubo fraude. Incluso, confirma que ese día, en la tarde, recibió una llamada de Bernardo Gómez, ejecutivo de Televisa, quien le dijo que ellos tenían información de que había ganado las elecciones.
Sin embargo, denuncia que las autoridades electorales actuaron en concertación con Los Pinos para revertir las tendencias y favorecer al candidato de la derecha, Felipe Calderón. Así, el 5 de julio, los números ya no le favorecían y entonces, subraya, el consejero presidente del IFE, Luis Carlos Ugalde, proclamó el triunfo de Calderón, con una diferencia de 0.58 puntos porcentuales; esto es, 243 mil 934 votos.
López Obrador apunta al respecto: "Nunca he tenido duda: nosotros ganamos la elección presidencial. Las pruebas están en los propios documentos. Como pocos, el fraude electoral de 2006 está plenamente documentado".
Ese día, añade, "la manipulación y el engaño lastimaron la dignidad de millones de mexicanos".
Además, establece que los que ordenaron y operaron el fraude electoral contaron con el apoyo de algunos intelectuales, quienes, dice, en artículos y desplegados argumentaron que todo había sido legal y legítimo. El autor se refiere, particularmente, al historiador Enrique Krauze, a quien llama "tenaz defensor de la derecha" por haberse dedicado a atacarlo.
"Me tachó de mesiánico porque expresé que México necesitaba una renovación tajante, una verdadera purificación de la vida pública", recuerda López Obrador, y aclara que la cita no era suya, sino de don Daniel Cosío Villegas, maestro de Krauze en El Colegio de México.
Sin embargo, menciona que a pesar de eso, Krauze, "con mucha deshonestidad intelectual", al poco tiempo escribió un artículo diciendo que al releer el ensayo no encontró las frases exactas.
Lo que pasa, dice López Obrador, "es que Krauze es simpatizante de la derecha y un intelectual orgánico del PAN. Por ejemplo, recientemente escribió el prólogo de una biografía de Luis Terrazas, el hombre más rico de Chihuahua durante el porfiriato que, con abuso de poder y métodos ilegales e inmorales, llegó a ser dueño de 2.6 millones de hectáreas. Sin embargo, Krauze trata de limpiar la imagen de Terrazas...
"Esa biografía la promovió Santiago Creel, que era secretario de Gobernación y bisnieto de Luis Terrazas. No obstante, la actitud de Krauze es entendible: cada quien analiza la realidad en función de su pensamiento o de sus intereses".
En la parte final del libro, elaborado a partir de una serie de entrevistas que le hizo el cineasta Luis Madoki para una película que se estrenará en septiembre, López Obrador da cuenta del surgimiento del movimiento social que encabeza a la fecha, de las peripecias que vivieron durante el plantón y, a manera de reflexión, afirma que está convencido de que el remedio a los males que aquejan y atormentan a la nación no vendrá de la élite que detenta el
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ser como el clavo, que aun oxidado, sigue siendo clavo.
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