Juan Gaudenzi (Especial para ARGENPRESS CULTURAL)
"Hasta ahora nadie ha anulado el concepto de "traición a la Patria", recordó recientemente el director de la Academia Rusa de Estudios Estratégicos, Leonid Petrovich, refiriéndose al caso del general Andrei Vlasov, quien en plena II Guerra Mundial desertó del ejército soviético para colaborar con los nazis.
Algo que en cualquier momento ocurre teniendo en cuenta que el concepto de Patria se ha venido desvaneciendo y las traiciones, en cambio, están a la orden del día. ¡Hasta a Vlasov quieren hacerle un monumento!; ignorando cuantos rusos aborrecieron a Stalin pero, no por eso, dejaron de combatir denodadamente al invasor.
El término "colaboracionista" (del francés collaborationniste) surgió precisamente en Francia para referirse a quienes cooperaron con los ocupantes nazis, y después se extendió a la ciencia política para describir a los distintos gobiernos, grupos o personas que favorecen y ayudan una ocupación extranjera.
Colaboracionismo es definido por el Larousse como el conjunto de ideas, actitudes y tendencias favorables a la colaboración con un régimen que la mayoría de los ciudadanos de una nación consideran opresivo o nefasto, especialmente si se trata de un régimen de ocupación. En su acepción inglesa, el vocablo significa colaborar traidoramente con el enemigo (The concise Oxford dictionary of current english).
¿Y qué régimen es el que la mayoría de los ciudadanos, no de una nación en particular, sino del mundo, considera actualmente opresivo o nefasto?
Muchos se han llevado y se seguirán llevando a la tumba el secreto de su traición. Otros no se preocupan demasiado por ocultarla. Pero, si algún valor tienen los documentos secretos del Departamento de Estado del Imperio, recientemente difundidos por Wikileaks, es que confirman oficialmente, sin margen de duda, el papel colaboracionista, anti-patriótico, "entreguista", de mandatarios y altos funcionarios de diferentes partes del mundo en favor de ese régimen.
Que, como los héroes, los traidores han sido un ingrediente infaltable en la historia de la humanidad, no es ninguna novedad. Desde Judas, Bruto y Caso -el Dante los ubicó en el último círculo del infierno- hasta el actual vicepresidente de Argentina, Julio Cleto Cobos, pasando por Efialtes, Pausanias, Benedict Arnold, todos los traidores a Simón Bolívar, Carlos María de Alvear, el general Urquiza, el mariscal Pétain, Vidkun Quisling, Francisco Franco, Augusto Pinochet, la lista es interminable.
En la península ibérica los romanos encontraron pueblos dispuestos a cooperar con el invasor como la atestigua "el Padrón de los Pueblos", columna conmemorativa de la construcción del puente de Chaves, en Portugal; sin la traición de los tlaxcaltecas Cortés no hubiese podido apoderarse del imperio azteca; sin Horthy en Hungría o la brutal dictadura de Pavelic en Croacia a Hitler no le hubiese resultado tan fácil someter a esas dos naciones; sin la colaboración del Vaticano tantos criminales de guerra nazis no hubiesen podido refugiarse en América del Sur; sin la traición de Estados musulmanes como los de Egipto y Arabia Saudita el pueblo palestino ya hubiese recuperado sus tierras.
Y sin el apoyo de las clases dominantes, sus partidos, ejércitos y gobernantes, primero Gran Bretaña y después Estados Unidos, no hubiesen podido destruir el proyecto de la Patria Grande y hacer de América Latina un continente sometido.
A escala planetaria una de las principales funciones de la diplomacia norteamericana ha sido y es detectar quienes están dispuestos a colaborar con el mantenimiento y la expansión de la hegemonía imperial, ya sea proporcionando información y opinión en contra de los intereses de sus propios países y las causas progresistas y libertarias de sus pueblos; ya sea en contra de los líderes y movimientos que en sus respectivas regiones o en sus regiones de influencia -caso España en América Latina- cuestionan esa hegemonía.
Los documentos difundidos hasta ahora por Wikileaks identifican claramente quienes son algunos de los principales "seleccionados" por Washington para esa infame tarea.
En España
Desde la época del social-demócrata Felipe González (presidente entre 1982 y 1996) sabido es que España ha sido la principal "punta de lanza" de Washington en América Latina. Y su ministro de Relaciones Exteriores y, posteriormente, secretario general de la OTAN, Javier Solana, uno de los mayores esbirros de la historia contemporánea. Bajo el mandato de semejante mancuerna, España apoyó a los Estados Unidos en la primera Guerra del Golfo (1991) y permitió que desde sus bases operaran los B52 que bombardearon Irak. La OTAN, por su parte, participó en los ataques contra Yugoslavia en 1999 y en la invasión a Afganistán por medio de la "Fuerza Internacional de Asistencia para la Seguridad (ISAF).
José María Aznar (presidente entre 1996 y 2004) no se quedó atrás al apoyar activamente la invasión a Irak del 2003, con la famosa patraña (reunión Bush, Blair, Aznar en las Azores, en marzo de ese año) de las "armas de destrucción masiva", supuestamente en poder de Sadam Husein).
Pero, cinco años después ¿quién tenía más valor como agente de los Estados Unidos: el derechista Aznar, "cerebro" del Partido Popular (PP), pero ya retirado del gobierno, o un joven socialdemócrata malagueño, recién llegado a la Secretaría General de la Presidencia del gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero, llamado Benjamín León?
Tras una reunión con ambos, en Madrid, en abril del 2008, Tom Shannon, el entonces subsecretario de Estado para América Latina (entre el 17 de octubre del 2005 al 5 de noviembre del 2009) del ex presidente George W. Bush, se inclinó por el primero.
"Esta bien informado; conoce a los jugadores (en América Latina); viaja con frecuencia a la región. Todas buenas razones para permanecer en contacto con él", dictaminó.
En esa oportunidad, según uno de los documentos secretos revelados por Wikileaks, Aznar propuso y opinó:
• Aislar al presidente de Venezuela, Hugo Chávez, y poner especial atención a la influencia de musulmanes y chinos en ese país.
• No permitir que Raúl Castro se consolide en el poder.
• Considerar el ex presidente de Colombia, Álvaro Uribe, como el mejor amigo de Estados Unidos.
• El fracaso de un Tratado de Libre Comercio entre Estados Unidos y Colombia sería"catastrófico".
• Colombia y México son los países claves (para la política de EEUU) en América Latina.
• La presidente de Argentina, Cristina Kirchner "es una decepción y un títere de su marido" (el ex presidente recientemente fallecido Néstor Kirchner).
• Los países que "andan bien" son; Chile, Panamá y Perú.
León, por su parte, manifestó su preocupación por la cercanía político-diplomática de Argentina – "un país tan corrupto donde consideran que un político pobre es un pobre político" – con Venezuela; y por la situación en Bolivia y la amenaza a los intereses empresariales españoles en ese país.
Pero lo que más impresionó de León a Shannon fue su insistencia y disposición para colaborar con el gobierno norteamericano. En pocos años quedaría demostrado que no se trataba sólo de palabras, al punto de que actualmente en Washington lo consideran "el niño de oro" del gobierno de Zapatero y una figura ideal para suceder a éste en el 2012.
Uno de los documentos "filtrados" por Wikileaks es un cable de la embajada de Estados Unidos en España que dice: "Es un interlocutor listo y admirable, muy bien relacionado, al que Zapatero escucha. Es el chico de oro del Gobierno y su influencia está en alza. La carrera de León le llevará mucho más lejos de donde está ahora y fácilmente podría convertirse un día en ministro de Exteriores. En estos momentos, León es más importante para Zapatero que el propio Moratinos (hasta hace poco Ministro de Asuntos Exteriores y de Cooperación) o cualquier otro miembro del Gobierno, porque la amplitud de sus cometidos es superior a la de cualquier ministro y, de hecho, no tiene limitaciones".
De qué nivel serán las relaciones de este personaje que es miembro destacado del Club Bilderberg, un foro anual creado en 1954 con el propósito explícito de «hacer un nudo alrededor de una línea política común entre Estados Unidos y Europa en oposición a Rusia y el comunismo", en el que participan algunos de los políticos y empresarios más poderosos de Occidente, en deliberaciones secretas.
Si no queda ninguna duda con respecto al colaboracionismo de los gobiernos españoles, sean de derecha o de centro-izquierda, algunos de los más altos funcionarios de la justicia de ese país pueden ser acusados de traición a sus propios conciudadanos, en beneficio de los Estados Unidos.
Tal los casos del fiscal general del Estado Cándido Conde-Pumpido y del fiscal jefe de la Audiencia Nacional Javier Zaragoza.
En el 2007 el primero se reunió con el embajador estadounidense Eduardo Aguirre para asegurarle que los fiscales "seguirían oponiéndose" a la orden de detención dictada contra los tres militares estadounidenses implicados en la muerte del camarógrafo español José Couso durante el ataque a Bagdad.
El 30 de abril de 2007 la vicepresidenta Fernández de la Vega le aseguró a Aguirre, "estar muy implicada en el seguimiento del caso [Couso], al que prestan atención los más altos cargos del Gobierno español", y señaló que "una de las opciones que se estaba sopesando era la de presentar un recurso".
El 14 de mayo de 2007 Zaragoza anunció al consejero político estadounidense que, por medio de ese recurso, se había opuesto al procesamiento de los tres militares.
Puestos en evidencia el gobierno español y la Justicia de ese país, en lugar de reaccionar de alguna manera contra la ineficiencia o irresponsabilidad de Washington por permitir que su colaboracionismo se hiciese tan evidente, la ministro de Asuntos Exteriores, Trinidad Jiménez, acaba de reconocer ante el Senado que España se opuso a que el comunicado final de la Cumbre Iberoamericana, celebrada en Mar del Plata (Argentina), incluyese una crítica a Estados Unidos por las prácticas de su diplomacia.
En México
Fue durante el gobierno de Carlos Salinas de Gortari (el Menem del Norte), el último del Partido Revolucionario Institucional (PRI) y, especialmente, después de la firma del Tratado de Libre Comercio del Norte (NAFTA, por sus siglas en inglés), en 1993, cuando las históricas contradicciones entre México y Estados Unidos fueron desapareciendo para dar lugar – con los sucesivos gobiernos del Partido de Acción Nacional (PAN) - al más abyecto colaboracionismo.
Episodios como los que revelan algunos documentos del Departamento de Estado, ocurridos durante la actual administración de Felipe Calderón hubiesen sido impensables en los mejores años (durante el gobierno del general Lázaro Cárdenas, por ejemplo) de la llamada "dictadura" priísta.
Efectivamente -como lo sostuvo Aznar- México y Colombia conforman un eje pro-estadounidense, que encuentra en Panamá, la actual Honduras, la Guatemala del "socialdemócrata" Álvaro Colom, Perú y Chile, fieles seguidores.
En esta nueva arquitectura de las relaciones internacionales no es posible olvidar el papel desempeñado por el ex canciller Jorge Castañeda Gutman, hijo de una de los más destacados artífices de la política exterior mexicana, Jorge Castañeda y Álvarez de la Rosa, y prototipo del tránsfuga latinoamericano. Aunque se afirma que desde su juventud trabajó para la Agencia Central de Inteligencia (CIA) de los Estados Unidos, "navegó" con bandera de izquierdista hasta llegar a ser asesor de Chuatemoc Cárdenas, hijo del general y fundador del Partido de la Revolución Mexicana (PRD), en uno de sus varios intentos por llegar a la Presidencia de la República.
Sin embargo, terminó siendo consultor del panista Vicente Fox – tal vez uno de los peores mandatarios mexicanos en la historia contemporánea - y desde la Secretaría de Relaciones Exteriores (2000 -2003) hizo tabla raza no sólo con el legado de su padre sino con toda una tradición de diplomacia independiente y digna.
De hecho fue un representante de los intereses de Washington en México: convocó a la Cumbre de las Américas, proyecto frustrado de los Estados Unidos para imponer un Acuerdo de Libre Comercio a escala continental; y durante sus años al mando de Tlatelolco, México por primera voto contra Cuba en el seno de las Naciones Unidas.
En esa línea ha venido desarrollándose la política exterior mexicana desde entonces.
El gobierno de Estados Unidos, con la complicidad del régimen panista y los grupos de poder económico de México, fue el principal promotor del fraude electoral contra Manuel López Obrador, del PRD, en los comicios del 2 de julio del 2006.
Para sostener en el poder a Felipe Calderón, un presidente ilegítimo y, al mismo tiempo, extender su poderío bélico, logístico, de espionaje e inteligencia, necesitaron crear un clima de confrontación e inseguridad y la militarización del país. El narcotráfico en ascenso les brindó un excelente pretexto para ello.
No sólo en México, el narcotráfico representa el aliado más útil y confiable del poder norteamericano. Por algo, desde la invasión a Afganistán, las plantaciones de amapola, a gran escala, han vuelto a embellecer el paisaje de ese sufrido país y el consumo de heroína en los Estados Unidos ha aumentado de manera exponencial.
Calderón, impulsado por Washington de un lado y asesorado por el ex comandante guerrillero de El Salvador, Joaquín Villalobos (otro tránsfuga de la peor especie), por el otro, se embarcó en una sangrienta guerra perdida de antemano; como lo demuestran algunos de los documentos difundidos por Wikileaks.
Por parte de los Estados Unidos se trata de un juego perverso en el que las más altas autoridades mexicanas participan entusiastamente.
El objetivo estratégico de Washington es controlar las áreas más sensibles del poder mexicano y los mecanismos esenciales de la seguridad nacional de este país.
La embajada norteamericana informa al Departamento de Estado: "México está perdiendo control sobre zonas territoriales como resultado de la guerra contra el narcotráfico". ¿Las principales causas? "Existen altos niveles de corrupción, existe competencia entre las fuerzas federales y el Ejército es incapaz de obtener evidencias que permitan juzgar a los detenidos".
Es decir: todo marcha sobre ruedas; porque si el Estado mexicano, por su cuenta y con sus propios recursos estuviese ganando esta guerra impuesta, Estados Unidos no tendría posibilidades de intervenir en el territorio y en las instituciones de su vecino como lo está haciendo.
¿Y que hacen algunos de los más altos funcionarios del gobierno de Calderón, como el coordinador del Sistema Nacional de Seguridad, Jorge Tello Peón o el subsecretario de Gobernación, Gutiérrez Fernández?
Piden ayuda, casi de manera angustiada, al gobierno estadounidense dado que ya no cuentan con tiempo en la presente administración para mejorar las instituciones. Más cooperación en materia de inteligencia, tecnología, transferencia de conocimientos técnicos y formación; más presencia del FBI, la CIA, etc.
¡Precisamente lo que Washington quiere oír!
"Es necesario "modernizar al Ejército Mexicano" con el apoyo del Grupo de Trabajo Bilateral de Defensa", recomienda el embajador norteamericano Carlos Pascual. Y subraya que "la cercanía del ejército mexicano con las fuerzas armadas de nuestro país "nunca ha sido más próxima y favorable para conseguir su renovación". Entendiéndose por "renovación" un ejército subordinado y dependiente del Pentágono.
En medio de semejante panorama – y pese a la preocupación de Hillary Clinton por el nivel de stress al que está sometido - , el presidente Calderón tiene tiempo para hacer méritos ante el director de Inteligencia de Estados Unidos, Dennis Blair. En una reunión en octubre de 2009, el mandatario le manifestó su preocupación por la cercanía de Chávez con Irán y la actividad del embajador de Teherán en México. Inclusive, opinó, que los EU deberían estar "interesados por el relevo presidencial en Brasil", un país que "sería la llave para contrarrestar la fuerza de Chávez en la región".
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soy como el clavo, que aun viejo y oxidado, sigue siendo clavo
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