domingo, 26 de diciembre de 2010

LA LIBERTAD TIENE SU PRECIO

Emilio Romero Ele (Desde Brasil. Especial para ARGENPRESS CULTURAL)

Jean Paul Sartre y otros pensadores existenciales expandieron en el mercado de las ideas una tesis que suscita siempre discusiones, malentendidos y pretensiones: la tesis de que el hombre es ontológicamente libre.

La ontología se refiere al estudio del ser, un tema que parece preocupar apenas a los filósofos. El hombre seria libre de acuerdo con su ser más propio. Inclusive es libre frente a los determinismos biológicos que lo afecta en grado variable, pero que puede encarar mismo si implican deficiencias físicas severas.

Es una idea que ya los griegos antiguos habían colocado en la mesa de sus discusiones, mas sin el énfasis y pretensiones de los filósofos de los siglos siguientes. El ser libre como una características del hombre, un ser siempre abierto a sus posibilidades, no es un tema que ocupe un lugar especial en el mercado de las discusiones. Lo que se discute y se intenta colocar en práctica es la libertad como uno de los objetivos de la política, es decir, del arte de administrar e dirigir la cosa pública y los poderes inherentes a esta propuesta. En el plano social y político la libertad sufre todas las peripecias de las relaciones de fuerza que los grupos humanos mantienen entre sí. La libertad precisa ser conquistada, inclusive sabiendo que puede ser restringida y hasta reducida a casi nada, como está aconteciendo en todos los países del orbe, especialmente en USA, que impone limitaciones a cualquier expresión individual que cuestione el sistema dominante. Las leyes anti-terrorismo tienen ese objetivo.

La libertad adquirió toda su aureola y magia con la revolución francesa cuya bandera de Libertad-fraternidad-igualdad flameó a los cuatro vientos por lo menos en el imaginario colectivo. Fue cuestionada la desigualdad más escandalosa y la ley del más fuerte –la ley darwiniana de sobrevivencia del más feroz, o del más astuto.

La libertad en sentido político ha sido una conquista gradual y oscilante; con avances y retrocesos. En la mayoría de los países del mundo es algo bastante incierto, especialmente en los países pobres, que son los ¾ de la población –4.500 millones de seres humanos viven en la pobreza. En los países de economía estable y con la maquinaria socio-económica funcionando en un buen nivel, como acontece en los países anglo-sajones y europeos, la libertad es más segura y respetada, lo que no impide que la libertad legitimada por la ley sea más generosa con los ejercen el poder, y más dura con los de abajo.

El bienestar parece ser una condición básica para que un país goce de libertad como un derecho de bien común.

La libertad entendida como una característica de la existencia no depende de la ley ni la composición de fuerzas políticas reinantes en un grupo o nación: es una característica inherente al ser humano. Es un bien natural, con andar en dos pies y saber que mañana es otro día. Somos libres porque somos conscientes de sí; sabemos lo que nos acontece, por poco que sea este saber.

La libertad implica cierta autonomía, opción y abertura a las posibilidades. Son tres características de la existencia. Son las tres expresiones palpables de la libertad.
Usted puede asumir su libertad o puede huir de ella, renunciar a su ejercicio, aún así será su elección. Usted puede dejar acorralarse, desistir de buscar una salida: es una posibilidad que lo condena a su propia negación, mas usted es el responsable de esta sentencia. Renunciar a la libertad es cosificarse, encerrarse en una condena.
La vigilia y el cuidado de sí son también características de la existencia humana.
Es necesario saber cuidar de su vida. Esto es inclusive un refrán del saber común; mas mucha gente se descuida demasiado: aliena-se de sí, como que en el fondo no se importase con el curso y dirección de su vida. O centraliza sus preocupaciones en apenas uno o dos aspectos, dejando a los otros negligenciados, como si fuesen de menor o de ninguna importancia.
Es común que sea absorbido apenas por el trabajo. En el caso de los pobres esta centralidad es comprensible. Precisan permanecer 10, 12 horas en el trabajo para ganar el sustento y mantener a su familia. Dejan un par de horas para entretenciones baratas, duermen y al día siguiente es la misma rueda. La familia, la política, los problemas sociales, el cultivo de sí, la intimidad con la pareja la conversa constructiva con los amigos, todo queda de lado o para ocasiones poco frecuentes.

¿Qué sabe un obrero de los acontecimientos sociales? Sí, lo que informa la prensa. Escándalos, crímenes, guerras, perversiones sexuales. Ese es el plato fuerte. Muy raras veces sabe de algún hecho nobilitante, enaltecedor. Ignora que los hechos precisan ser analizados para que adquieran un significado. Ese significado está fuera de su alcance. Puede sospechar de qué se trata, pero nadie comenta el fondo de las cosas. Lo más importante queda oculto, ignorado. Basado en esta tremenda ignorancia de la gran masa se sustenta el establishment, el orden dominante.
Lo peor es que la clase media no está mejor preparada. Para ser estricto: sabe un poco más, pero no se interesa por conocer las razones y la lógica que rigen el sistema social. Son apenas algunos miembros de esta clase los que saben cómo se procesan los fenómenos sociales. Es el llamado sector intelectual, más culto, con algún diploma en ciencias sociales, psicología, periodismo. No obstante, este sector tiene límites muy estrictos de expresión y cuestionamiento. Todos ellos también dependen de un empleo; para mantener su salario precisan decir y enseñar lo que al Sistema interesa y propone, caso contrario, serán colocados en la calle. Algunos se arriesgan. Prefieren denunciar por lo menos los hechos más infames y absurdos. Es lo que acostumbran a hacer los periodistas más osados, los profesores más honestos y los poquísimos políticos que todavía no han vendido su espíritu a las mañas y astucias del Poder.
En el círculo de la inteligencia, pocas voces se hacen oír en un llamado abierto en pro de las libertades cada vez más sofocadas en las llamadas democracias, sofocadas de manera silenciosa, pero no por eso menos efectiva, planificada y siniestra. Entre los poetas que por aquí circulan me permito citar lo que escribe Felipe Galeno:

En todos los tiempos y lugares la libertad tiene su precio.

No intente huir. El regazo materno ya no existe y menos aún la Tierra Prometida de la libertad. El último refugio se lo llevó el tiempo y el tiempo se perdió.

En todo lugar usted es vigilado, no importa si es un señor bien comportado o una señora dedicada a sus deberes domésticos.

Está obligado a andar por determinados caminos, bajar y subir en estaciones programadas conforme pautas: son las reglas del tránsito.

Verde para continuar, el amarillo como advertencia para frenar sus deseos e impulsos que lo compelen a seguir adelante. Acelere para escapar del rojo.

Pero no hay como escapar de ese color sanguíneo.

En todas partes hay semáforos. Sin señales usted se torna imprevisible, algo bastante errático, tal vez peligroso.

Sé que usted no percibe los hilos de la situación; está acostumbrado a repetir los slogans, sigue las sendas de la multitud.

Está tan adiestrado que ya es un animal doméstico, incapaz de sentir el olor de la brisa y el rumor del follaje en la floresta.

Mas le advierto: estamos todos bajo un control de un poder extraño, nada benévolo, contrario a nuestra elemental esencia.

Vivimos en estado de sitio. El enemigo nos asigna la peor condición: es preciso resistir hasta el último suspiro.

Huir es fingir que nada acontece, fingir que vivimos en el mejor de los reinos, aun estando en la calle, sin albergue ni la promesa de un mañana mejor.

Omitirse es huir, justificar la cobardía.



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soy como el clavo, que aun viejo y oxidado, sigue siendo clavo

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