Randall Wray (SINPERMISO)
La burbuja de los
precios de las materias primas, su origen y sus consecuencias.
Entrevístale Dr. Randall Wray, respetado economista de la Universidad de
Missouri, Kansas City, fue comisionado por el Congreso en 2008 para
hacer un seguimiento de los mercados de materias primas cuando los
precios batían récords a comienzos del verano, para desplomarse en
julio. Ahora ha hablado con nosotros en Bezinga Radio planteando muchas
hipótesis interesantes sobre la dinámica de evolución de los mercados de
materias primas y el significado estadístico del cambio de los precios a
que estamos asistiendo estos últimos años.
¿Qué despertó su interés por “el asunto de las materias primas” desde una perspectiva estadística?
Bueno,
ni que decir tiene que puede haber una escasez de oferta de cualquier
materia prima o de cualquier mercancía. Eso ocurre. Frente a una demanda
creciente, el precio puede subir de modo muy significativo, y eso causa
un uso más conservador de la misma, la substitución por otra materia
prima, lo que induce a quienes la ofrecen a ofrecer más. De modo que
alguna variabilidad en el precio de las materias primas no es una cosa
infrecuente. Hay 33 materias primas básicas e índices que incluyen a las
25 más importantes, y si usted mira el conjunto de ellas, lo raro es
que en todas ellas se estén disparando los precios al mismo tiempo.
A
primera vista, eso resulta harto improbable. ¿Por qué deberíamos tener
escasez de oferta en todo el abanico de materias primas y una demanda
disparada de todas y cada una de ellas? Eso te fuerza a mirar con más
cuidado, y a comparar los aumentos de precios de cada una de las
materias primas con, digamos, la experiencia del siglo pasado en cada
una de ellas. Y con lo que te encuentras es con que, tomadas una a una,
los aumentos de precio son extremadamente improbables. En el caso de la
mena de hierro, la probabilidad es de uno cada dos millones de años.
Entonces,
cuando consideras la cesta entera de materias primas, y piensas en la
probabilidad de cada una y multiplicas los factores, lo que está
ocurriendo es algo simple y llanamente imposible.
¿Tenemos, pues, que llamar a eso “burbuja”?
Es
algo sin ejemplo histórico: el simultáneo aumento de precio de tantas
materias primas, todas a la vez. Eso te hace sospechar que algo de fondo
está pasando. Entonces, si miras, digamos, al modo en que han cambiado
los mercados financieros, al modo en que han cambiado las leyes que
permiten a los [jugadores] financieros entrar en las materias primas, te
encuentras con que hay una correlación extremadamente estricta en los
ritmos: cuando los mercados financieros fueron liberalizados, pudieron
empezar a especular con materias primas.
Lo
constatas con el flujo de fondos hacia los mercados de materias primas, y
lo que ves es que la correlación es del 100%. Cuadra de modo
absolutamente perfecto con los flujos del sector financiero a las
materias primas. Así empezó este boom de precios completamente
histórico, y siguió hasta otoño de 2008. Y luego, los flujos empezaron
de nuevo. Aquí están otra vez, y lo que tenemos es otro boom de los
precios de las materias primas.
¿Cómo empezó todo esto?
Todos recordamos que tuvimos la burbuja de alta tecnología, seguida de
su colapso. Los gestores del dinero comenzaron a buscar una clase de
activos que no estuviera altamente correlacionada con los precios de las
acciones en los mercados de valores. No quieres “poner todos los huevos
en la misma cesta”, en las bolsas, o en cosas correlacionadas con el
mercado de valores. Quieres diversificar y poner dinero en algo que no
esté correlacionado con los valores de las bolsas. Los CFTC [reguladores
de mercados de futuros de materias primas, por sus siglas en inglés] y
la propia industria hicieron estudios empíricos que mostraban que hasta
ese momento no había correlación entre los precios de las materias
primas y los de los mercados de valores. Recorrieron todo el país y
dijeron a los gestores de dinero –la gente que gestiona los fondos de
pensiones—: “¡Eh, oigan!. Miren lo que hemos constatado: los precios de
las materias primas no están correlacionados con el mercado de valores.
Tienen ustedes que diversificar”.
Entonces, el
Congreso, en su infinita sabiduría, desreguló los fondos de pensiones.
Hicieron leyes de modo tal, que prácticamente forzaba a los gestores de
los fondos de pensiones a diversificar invirtiendo en materias primas.
Los fondos de pensiones empezaron a fluir a comienzos de la década de
2000 hacia las materias primas. Eso empezó a llamarme la atención a
mediados de la década. Comencé a observar, y empiezas a ver esa extraña
cosa que son los participantes en los mercados financiaron comprando, o
alquilando, silos de grano para almacenar el trigo que habían estado
comprando. Estaban diversificando con las cosas físicas. El problema es
que eso cuesta dinero para almacenar las materias primas físicas. Los
costes de almacén llegaron un pico sin parangón, así que tuvieron que
pensárselo. ¿Cómo podían comprar materias primas sin almacenarlas?
Bueno, eso lo haces en los mercados de futuros.
Esto
es lo que los fondos de pensiones decidieron entonces: “Vamos a
diversificar, tal como se supone que debemos hacer, con las materias
primas. Vamos a comprar piezas de papel, en vez de materias primas Lo
que haremos será asignar, digamos, un 5% del total de nuestros activos a
las materias primas”. Todo esto suena bien, pero debería recordarse que
los fondos de pensiones son enormes. Los fondos de pensiones tienen
activos equivalentes al 75% del PIB. De modo que, aun tratándose sólo
del 5% del total de sus activos, se trata de cantidades ciclópeas de
dinero, y además, puedes llegar a hacer apuestas en dólares cinco veces
mayores que las existencias reales de una materia prima física. En la
medida en que los fondos de pensiones están asignando continuamente cada
vez más dinero a las materias primas, presionan al alza su precio. Es
una profecía que se cumple a sí misma, porque los flujos financieros
empujan los precios al alza.
El principal
contraargumento que se objeta a esta explicación es que los mercados
emergentes están generando una demanda extraordinaria de estos activos
duros a medida que crecen sus economías.
Hice
observaciones detalladas de eso en 2008, porque la de las presiones de
la demanda era la explicación favorita de casi todos los economistas.
Los asistentes de un Senador me buscaron para decirme que no podían
encontrar un solo economista que no contara esta historia de la oferta y
la demanda. Y aún es así.
Les dije que lo
miraría. El problema era que esa historia no cuadraba con la verdad. En
aquel momento, el petróleo había llegado a los 150 dólares por barril.
Observé el uso real del petróleo: había descendido, porque nuestra
economía estaba ya cayendo en otoño de 2008. Simplemente, no era verdad.
Es verdad que la demanda china había aumentado, pero la demanda
estadounidense había estado cayendo, lo que anulaba los efectos de la
demanda china. No había habido aumento en el consumo de petróleo,
mientras que los precios se habían prácticamente triplicado.
Hubo
una investigación en el Congreso. Escribí un informe, un tipo llamado
Mike Masters testificaba en el Congreso. Era un experto en el mercado de
materias primas que estaba diciendo: “Simplemente, no es verdad. No es
la oferta y la demanda. Es el flujo de los fondos de pensiones y otros
hacia los contratos de futuros lo que está disparando el precio”.
Lo
divertido es que, tras esos informes y esos testimonios en el Congreso,
¿qué pasó con el precio del petróleo? Pues que cayó unos 27• –por
debajo de los 50 dólares el barril— inmediatamente. Si vuelves a mirar
los flujos financieros, la correlación es perfecta. Los fondos de
pensiones sacaron 1/3 de su dinero de las materias primas, porque temían
que [los congresistas] Lieberman y Stupack fueran a impulsar leyes en
el Congreso para limitar las posibilidades de compra de materias primas
por parte de los fondos de pensiones. También estaban preocupados por la
pérdida de imagen entre sus propios clientes si se descubría que los
fondos de pensiones disparaban el precio de la gasolina en la estación
de servicio. Así que sacaron dinero.
Claro que
entonces teníamos otros problemas económicos de los que preocuparnos. El
Congreso pasó a ocuparse de otras cosas, no se aprobaron leyes
limitadoras de la especulación con las materias primas. Estallaron los
mercados de bienes raíces, y los fondos de pensiones no tenían donde
colocar sus dineros, salvo en las materias primas y en los mercados de
valores, de modo que volvieron a empezar a invertir dinero, y los
precios volvieron a subir.
¿Y el contraargumento que culpa a la Reserva Federal y a su política de dinero fácil?
Sí,
está este argumento, ya sabe, del “helicóptero de Ben [Bernanke]
arrojando todo el dinero efectivo posible en la economía. Tendremos
hiperinflación tarde o temprano, y sabemos que las materias primas son
una buena cobertura contra la inflación”. Esto es falso. Las materias
primas son una pésima cobertura contra la inflación: mire, si no, el
precio del oro. Incluso con ese tremendo boom especulativo del precio
del oro, en términos de inflación ajustada, su precio sigue estando por
debajo del de 1980.
¿Y cuando esta burbuja estalle, será otra catástrofe?
Supongamos
que un fondo de pensiones tiene un 5% de sus activos en materias
primas. Supongamos que el precio de las materias primas cae un 50%.
Resultan poco perjudicados por eso, pero no es una catástrofe. ¿Cómo
podría llevar eso a una catástrofe financiera? Además, a los
consumidores les va mejor cuando los precios de las materias primas
caen. A fin de cuentas, experimentamos cierto alivio cuando vamos a la
gasolinera, etc. ¿No sería estu pendo?
Aquí
está el problema. Hay muchas vías por las que eso podría afectar a la
economía. Primero, sí señor, los fondos de pensiones sufren un golpe.
Segundo, otros tipos de instituciones financieras que están en los
mercados de materias primas, en la medida en que eso golpea a los bancos
(bueno, los bancos ya se han visto golpeados por todo tipo de cuitas). A
todo lo largo del espectro de activos, están en problemas.
Probablemente son insolventes. Y eso no haría sino agravar sus
problemas. Tercero, daña a los productores. En 2008, cuando colapsaron
los precios de las materias primas, los granjeros estadounidenses
sufrieron grandes daños Ya están sufriendo ahora. Así que aumentarán su
dificultades. No podrán devolver sus deudas. Eso perjudicará a sus
bancos, etc.
Cuarto: sabemos que hay un elevado
apalancamiento y acodamiento en todo el sector financiero, de modo que
una institución financiera debe a otra institución financiera. Si nos
remontamos a los años 80 del siglo pasado, alguno recordará que los
hermanos Hunt habían arrinconado el mercado de la plata. Se creían
realmente brillantes. Tomaban dinero a préstamo para comprar plata, y se
figuraban que, una vez hubieran arrinconado el mercado, tendrían el
control total de la plata y podrían fijar el precio de la misma a su
antojo.
Tuvieron exigencias de colateral que
tenían que honrar. Para hacerlo, tuvieron que vender algunos activos.
Vendieron plata, pero también vendieron otros activos. Resulta que los
hermanos Hunt era ganaderos. Comenzaron vendiendo ganado. El precio del
ganado colapsó. Ahora, nadie podía pensar que plata y ganado están
altamente correlacionados, pero lo cierto es que lo están. Lo mismo va a
ocurrir. Cualquiera que tenga materias primas va a vender materias
primas, y cuando eso no baste para cubrir sus empréstitos, tendrán que
empezar a vender otras cosas. Debido a los vínculos existentes, hay
correlaciones muy extrañas. Otros mercados van a verse dañados también, a
medida que caigan los precios de la materias primas, y la gente se verá
obligada a vender materias primas, primero, y luego otros activos.
Díganos
algo sobre el “capitalismo de los gestores de dinero”, una locución de
la que se ha servido usted para hablar de todo esto.
El problema es que hay mucho dinero, demasiado, para tan pocos activos
buenos. El monto total de las apuestas financieras en el mundo rebasa
los 600 billones de dólares. No hay inversiones suficientemente buenas a
la vista para absorber tal volumen de dinero. Lo que ocurre entonces es
que van hinchando activos, uno tras otro. E inevitablemente, se
desploman.
La única razón por la que salimos
del desplome de 2008 es Washington: porque Washington rescató al sector
financiero por un monto rayano en los 39 billones de dólares. La
legislación Dodd-Frank hace muy difícil repetir esa proeza. No estoy
diciendo que no encentre la forma de sortear las leyes, o que no
encuentran la forma de volver a hacerlo. Podría ser, pero sería
políticamente muy impopular. No estoy nada seguro de que sea capaces de
volver a hacerlo.
Una vez que los precios
comienzan a caer, todos los mercados de activos se conectan realmente.
Aun si eso no resulta obvio, es realmente así. Los precios se
desplomarán en todos esos mercados. Y no está nada claro que seamos
capaz de frenar esto de nuevo otra vez. O al menos, no tan fácilmente
como la última vez.
Randall Wray es uno de los
analistas económicos más respetados de Estados Unidos. Colabora con el
proyecto newdeal 2.0 y escribe regularmente en New Economic
Perspectives. Profesor de economía en la University of Missouri-Kansas
City e investigador en el “Center for Full Employment and Price
Stability”. Ha sido presidente de la Association for Institutionalist
Thought (AFIT) y ha formado parte del comité de dirección de la
Association for Evolutionary Economics (AFEE). Randall Wray ha trabajado
durante mucho tiempo en el análisis de problemas de política monetaria,
macroeconomía y políticas de pleno empleo. Es autor de Understanding
Modern Money: The Key to Full Employment and Price Stability (Elgar,
1998) y Money and Credit in Capitalist Economies (Elgar 1990).
Traducción: Casiopea Altisench
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