sábado, 27 de marzo de 2010

Fwd: FW: [MTS] AGRESIÓN CONTRA EL DERECHO A LA LIBERTAD SINDICAL

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AGRESIÓN CONTRA EL DERECHO A LA LIBERTAD SINDICAL EN CONTINENTAL SAN LUIS POTOSÍ


Debido a su firme defensa a lo largo de los últimos 8 años del Contrato Ley de la Industria Hulera; a causa de la voluntad de sus integrantes de ejercer la verdadera democracia y ser una organización independiente, libre del control de la CTM o cualquier otra central sometida a los intereses patronales; el Sindicato Nacional de Trabajadores de General Tire de México está siendo objeto de una artera agresión por parte de oscuros intereses que buscan despojar a los trabajadores de su organización y sus conquistas laborales.

Los integrantes del Sindicato Nacional de Trabajadores de General Tire de México (SNTGTM) laboran en la única fábrica de llantas que es propiedad de Continental en nuestro país, ubicada en la zona industrial de San Luis Potosí. En la empresa rige el Contrato Ley de la Industria Hulera, que es uno de los cuatro contratos que rigen para toda una rama industrial en México, aunque otros como el de la industria textil o la industria azucarera, han sido prácticamente desmantelados, mutilando las más importantes conquistas materiales de los trabajadores de esas industrias.

Recientemente, el secretario de Trabajo, Javier Lozano, declaró en un programa de televisión abierta su interés por propiciar lo que llamó la "modernización" del Contrato Ley de la Industria Hulera", término utilizado también para denominar a la mutilación del de la industria azucarera, en contra de los intereses de los trabajadores.

Sin embargo, como advierte en un informe de la Secretaría de Trabajo y Previsión Social, publicado el 22 de octubre de 2007, "las empresas (del ramo hulero) estiman que es indispensable la modificación del Contrato Ley correspondiente." Y reconoce dicha secretaría en el mismo informe que "para el efecto de impulsar las adecuaciones necesarias, una problemática adicional a tener en cuenta es el hecho de que la CTM ha perdido el control que mantenía sobre los sindicatos huleros, lo que dificulta las negociaciones, pues ante la carencia de una clara mayoría, la capacidad de decisión del sector obrero está dividida y las decisiones se orientan por criterios políticos sindicales que dejan de lado la verdadera situación económica de la industria".

Esta es la razón del acoso constante en contra del sindicato, en primer lugar de los propios administradores de la empresa, quienes violentando convenios y torciendo la interpretación de la ley han buscado evadir el cumplimiento del Contrato Ley y hasta desaparecerlo. También ha sido evidente la intención de doblegar la voluntad de los integrantes de la organización, despojándolos de su materia de trabajo, desplazando la producción que se podría realizar en San Luis Potosí, hacia otras plantas en el mundo, para debilitar progresivamente al sindicato despidiendo cientos de trabajadores en los últimos tres años.

Hasta los aumentos salariales que a todos los trabajadores de la industria hulera les han sido concedidos, a los obreros de Continental se les condicionan a cambio de ceder beneficios unilateralmente para la empresa en detrimento de las condiciones de trabajo.

Ahora recurren a uno de los instrumentos más viles de la política antilaboral y antisindical en México, pues pretenden imponer un sindicato como titular de la administración del contrato de los obreros de Continental, con base en el amedrentamiento, la violencia y la intromisión de las autoridades.

El miércoles 10 de febrero, cerca de 40 golpeadores arribaron a la planta en un autobús procedente de la ciudad de México, que portaba una gran manta con las siglas "CTM" al frente; se apersonaron en la entrada de la fábrica, cerca del cambio de turno, hacia las 2 de la tarde, para distribuir un volante en el que acusaban al comité ejecutivo por "impedir una buena relación con la empresa", retirándose minutos después, antes de que la mayoría de los compañeros que laboraban en el primer turno salieran de la planta.

El miércoles 17 de marzo, un nuevo grupo de igual número, se presentó para distribuir un nuevo volante firmado por una "comisión reorganizadora de General", en el que con injurias y calumnias atacan al comité ejecutivo del sindicato y al grupo de 51 trabajadores despedidos en lucha, y anuncian que ya "tenemos quien nos va a liberar de la dictadura comunistoide de nuestro sindicato".

Esta vez, el secretario general del SNTGTM estaba presente en el momento de la llegada de este grupo externo al sindicato, le aseguraron que eran miembros de un "sindicato nacional del hule y latex, cuyo secretario general es Gabriel Cerón", y que habían sido contratados para demandar la titularidad del contrato.

No es casualidad que se trate del mismo sindicato que está demandando la titularidad del contrato colectivo en Tornel, otra empresa llantera que tiene plantas en el DF y el estado de México, donde los trabajadores también decidieron salir de la CTM hace más de dos años y han ratificado esta voluntad en tres recuentos convocados por la autoridad laboral ante otras demandas interpuestas por sindicatos patronales.

El informe de la secretaría del Trabajo lo deja muy claro, se trata de recuperar la mayoría para los sindicatos patronales, los que sí están dispuestos a entregar el Contrato Ley de la Industria Hulera para beneficiar a los patrones y cumplir sus requerimientos de mayor "productividad", "eficiencia" y "calidad" a costa de los trabajadores.

Denunciamos ante las organizaciones sindicales, sociales y defensoras de los derechos humanos y laborales en México y el mundo, la agresión de la cual está siendo objeto nuestro Sindicato. Asimismo, les exhortamos a rodear de solidaridad la lucha de los trabajadores de Continental en San Luis Potosí, que únicamente se limita a defender lo que por justicia corresponde al trabajador, a hacer valer las leyes que consagran los derechos laborales y pugnar por la mejora constante de las condiciones de trabajo y de vida de sus agremiados.

Les solicitamos hacer llegar mensajes de solidaridad a nuestra dirección electrónica sntgtslp@yahoo.com.mx o a nuestro fax (444) 818-65-30, para darlos a conocer a nuestros compañeros y mostrar que en esta lucha en defensa de nuestra organización democrática e independiente, de nuestro derecho a la libertad sindical, de nuestro   Contrato Ley de la Industria Hulera, no estamos solos.

 

Atentamente

"Por el progreso y la autogestión del trabajador" 

Alberto Espinosa Rocha

Secretario General




EL GRITO DEL PUEBLO

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Oscar Rmoero: El paso de dios por nuestras vidas

Carlos Mario Castro*

"Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo"

(Cien años de soledad, Gabriel García Márquez)

Mi abuela y yo, llegamos a las 2 de la tarde a la Catedral de San Salvador. Monseñor Romero iba a celebrar una misa en la cripta de la Catedral en memoria de un sacerdote asesinado por defender los derechos humanos de los pobres. Mi abuela era seguidora de Monseñor Romero, una más de aquellas mujeres maduras que no se perdían casi ninguna de las homilías dominicales del obispo Romero –aunque eso significara venir desde muy lejos para poder escucharlo. No sé cómo lo había conocido, probablemente cuando Monseñor Romero era sencillamente el padre Romero, párroco de la iglesia central de San Miguel, tal vez cuando Óscar Romero fue obispo de la diócesis de Santiago de María… No sé, pero mi abuela quedó atrapada de la manera de predicar de Monseñor Romero, de la claridad y la fuerza con que hablaba, y por eso lo había seguido por cuanta parroquia él pasaba.

Lentamente la se llenaron las bancas de la cripta de la Catedral. Apareció Monseñor Romero con sus ropas sacerdotales; la gente se puso en pie e hizo una valla para recibirlo con un prolongado aplauso. Él caminaba solemnemente, su báculo levantado, repartiendo bendiciones mientras se acercaba al altar. En el momento en que pasaba frente a nosotros, mi abuela me tomó del brazo y alargando mi mano me hizo tocarlo, para luego guiar esa mano por la frente y el pecho, santiguándome. Fue un rito curioso y significativo: curioso porque esa era una costumbre que mi abuela me hacía cumplir solamente con las imágenes de los santos de las iglesias para pedir su bendición, y significativo porque eso quería decir que Monseñor Romero representaba algo más que el simple obispo que en aquel momento pasaba frente a nosotros. Con el tiempo he comprendido que mi abuela me estaba diciendo, con el lenguaje sencillo pero profundo de la fe, lo que más tarde, con otras palabras menos sencillas, diría Ignacio Ellacuría: que en aquellos momentos era Dios mismo pasando delante de nosotros en la persona de Monseñor Romero. O dicho en profano, el paso de Monseñor Romero por nuestras vidas era el paso de un modelo excepcional de ser humano.

Todos los domingos mi familia encendía desde temprano la radio. El aroma de tamales y café flotaba en el ambiente, mezclándose con los tonos de la homilía de Monseñor Romero, que hablaba por la radio con su voz sencilla, valiente y clara. Todavía en el recuerdo puedo escuchar los aplausos de la gente en Catedral cuando Monseñor Romero decía algo con lo que ellos estaban de acuerdo. Aquellos aplausos que más nunca se han vuelto a escuchar fueron el símbolo de la cercanía amistosa entre un obispo singular y su pueblo.

Un domingo mi abuela me llevó a una de esas homilías. La catedral estaba a reventar. Había muchos periodistas, nacionales y extranjeros, gente importante y bien vestida, y mucha gente sencilla y pobre. Me quedé sentado a los pies del púlpito desde donde Monseñor iba a hablar. Allí había otros niños, y alrededor de nosotros algunas grabadoras de periodistas o de gente común que quería grabar la homilía. Monseñor habló de Dios que ama la justicia, habló del proyecto de Jesús de construir una sociedad basada en el amor, la justicia, la paz y la tolerancia. Habló de la conversión cristiana como fruto del encuentro sincero entre Dios y la humanidad. Hubo un momento en la homilía cuando Monseñor hizo una recapitulación de los hechos más sobresalientes sucedidos durante la semana en el país: el ejército había entrado a una aldea campesina y había desaparecido a personas por su vinculación a grupos cristianos o a organizaciones populares; en tal carretera el socorro jurídico del arzobispado había exhumado cadáveres con evidentes y crueles señales de tortura. Monseñor Romero se notaba muy afectado por todos los atropellos que mucha gente sencilla estaba sufriendo en diferentes partes de El Salvador. Por eso buscaba iluminar con la palabra de Dios a una sociedad oscurecida por los odios de clase. Intentaba señalar el camino a todos los que sucumbían ante los espejismos del poder, del dinero, de la violencia, sembrar la semilla de un mañana mejor para las vidas de innumerables salvadoreños, eternas víctimas de la distribución desigual de la riqueza.

Muchos que entonces éramos niños queríamos ser como Monseñor Romero cuando fuéramos adultos. Él se convirtió en un modelo de ser humano y de cristiano; un referente a dónde mirar para encontrar la belleza de valores como la honradez, la solidaridad con las víctimas de la historia, para luchar con perseverancia y convicción por hacer de la compleja aldea humana un lugar fraterno donde el amor fuera la norma y no la excepción. La figura de Monseñor Romero se transformó en un ideal de persona, en alguien cuyos valores humanos teníamos que seguir y cultivar para alcanzar una condición humana más plena y auténtica. De hecho muchos jugábamos a ser Monseñor Romero; nos poníamos unas mantas y dramatizábamos sus homilías dominicales.

Ha pasado el tiempo, han cambiado muchas cosas.  La Catedral y El Salvador ya no son lo que eran cuando nuestras vidas vieron pasar a Monseñor Romero. Nosotros, los de entonces, tampoco somos los mismos. Los niños nos convertimos en adultos, los adultos en viejos, en memoria y polvo. Y mientras tanto, la figura de Monseñor Romero se ha globalizado, llegando hasta los corazones humanos más distantes y diversos, que han encontrado en su vida y en su mensaje una fuente diáfana de inspiración y esperanza. Monseñor Romero representa el convencimiento lúcido de que vale la pena luchar por la humanidad en esta hora de pesimismos y desesperanzas. Su mensaje resulta aún más vital hoy que crece la indiferencia, hoy que los cómplices de los poderosos son más, hoy que la arrogancia del dinero sigue sembrando la semilla del egoísmo, de la intolerancia y  de la injusticia.

Un día murió mi abuela. Su agonía fue larga y silenciosa. Pero estoy seguro de que, en esa inconsciencia que lentamente llega con la muerte; ella, al igual que Aureliano Buendía frente al pelotón de fusilamiento, recordaba aquella remota tarde de mayo de 1979, cuando con ilusión me llevó a la Catedral de San Salvador a conocer a Monseñor Romero.

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*Licenciado en filosofía y candidato a maestro en comunicación por la Universidad Iberoamericana Ciudad de México.

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viernes, 26 de marzo de 2010

“Si hay tercera guerra mundial,…la cuarta será a garrotazos”. Notas sobre las nuevas formas de violencia

Marcelo Colussi (especial para ARGENPRESS.info)

 

La violencia no es un cuerpo extraño en la dinámica humana; bien por el contrario, hace parte fundamental de nuestra condición. No es nueva en nuestra sufrida historia como especie; al contrario también, la historia no es sino una sucesión -interminable- de hechos violentos. "La violencia es partera de la historia", escribió con gran acierto Marx. Obviamente sería mejor vivir sin ella (verdad de Perogrullo, pero verdad al fin); es demasiado el sufrimiento que nos deja. Sin embargo no se ve con real perspectiva de futuro cómo lograrlo. Podrían medirse por cantidades millonarias las apelaciones a la paz y a la no violencia que en el mundo ha habido, en todo tiempo y lugar, desde las más variadas circunstancias y con las mejores intenciones. Pero los resultados están a la vista: la violencia no cede. ¿Crece incluso?

 

Vista a lo largo de la historia, podría decirse -al menos en principio- que la violencia, si bien no desaparece, va teniendo una mayor contención, va siendo aislada, relativamente reducida. En algún sentido ello es cierto: hoy somos menos "brutales" que años atrás. Ya no hay un emperador o faraón sediento de sangre que manda sacrificar unos cuantos esclavos por pura diversión; no se hacen sacrificios humanos, y la diversión de las masas ya ha superado, al menos un poco, el circo romano. Es decir, aunque persiste (ahí están las corridas de toros, las riñas de gallos, los índices de violencia delincuencial desenfrenados de muchos países latinoamericanos, las guerras que no cesan en buena parte del mundo), la violencia brutal está más "regulada". Y aunque parezca un chiste macabro, la guerra se regula por medio de tratados internacionales que fijan hasta dónde puede llegar la brutalidad (tirar bombas atómicas sí, pero sólo algunos Estados; torturar no, pero dadas las circunstancias, puede aceptarse si el enemigo es "demasiado" malo. Se puede matar, pero no con crueldad a un enemigo desarmado). No sabemos si es para reír o llorar, pero esa es nuestra realidad.

 

Aunque la violencia sigue existiendo, tiene cada vez más el estigma de algo "malo", "perverso", que, en todo caso, es mejor ocultar. Entrado el siglo XXI, a nadie se le ocurriría, por ejemplo (no quedaría bien, no sería políticamente correcto), promover esos circos romanos con gladiadores y leones; sería demasiado sangriento. Para eso está hoy -logros de la civilización- el boxeo profesionalizado (con guantes, protectores bucales, reglamentos estrictos, donde el objetivo no es matar al adversario, sino knockearlo).

 

En otros términos: la violencia tiende a hacerse más "refinada". Las guerras no han desaparecido -y, dicho sea de paso, nada hace pensar que vayan a desaparecer en el corto plazo (¿cuántas se están desarrollando en este momento?)- pero, aunque no podamos decir que sean menos violentas que antaño, admiten regulaciones y normativas impensables siglos atrás: ahí están por ejemplo -aunque abran el debate sobre su vigencia e impacto- las convenciones de Ginebra. Es decir: la especie humana ha ido desarrollando legislaciones (hoy día hablamos de derechos humanos como inalienables a nuestra condición de humanos en tanto tales) que van achicando -o intentándolo al menos- el campo a la violencia. Y podemos legislar sobre la eutanasia o el aborto, sin duda: logros civilizatorios.

 

Esto es cierto, definitivamente. Ejemplos al respecto hay por cantidades industriales: existen declaraciones de principios por la paz, a favor de la no violencia y del respeto por doquier y, aunque resta muchísimo por seguir mejorando en todo esto, podría decirse sin temor a la equivocación que el proceso civilizatorio avanza: aunque gocen aún de buena salud, el machismo comienza a reducirse, el racismo está severamente criticado, la tortura está legalmente condenada, los linchamientos son un delito. El mundo moderno ya no tolera un circo romano o sacrificios humanos como en la antigüedad. ¿Progresamos entonces? Estaríamos tentados a decir que sí.

 

De todos modos la realidad cotidiana nos confronta con situaciones que ponen seriamente en entredicho esta apreciación. De nuevo repetimos la pregunta: ¿crece la violencia? Crecen sus formas de expresión, crece la crueldad solapada, el refinamiento con que se presenta. Si bien por un lado hemos avanzado en la defensa por los derechos del ser humano, al mismo tiempo también ha crecido el desprecio por la vida.

 

Considerada como "problema" social, no hay dudas que, en relación a otros momentos de la historia, la violencia aumenta. Las principales desgracias de la humanidad siglos atrás, en las distintas culturas conocidas, estaban ligadas a hambrunas y guerras. Esos problemas hoy día siguen presentes, a los que se le suman nuevas -y quizá más destructivas- formas de violencia. Nunca antes como ahora la violencia había sido un problema de salud pública.

 

Las formas en que la psicología de un pueblo se presenta habla de su proyecto vital en tanto comunidad. Sin ser estrictamente formaciones psicopatológicas, en el medioevo europeo, por ejemplo, buena parte de la construcción psicosocial considerada normal estaba dada por la visión de vírgenes y santos; los pobladores de la Polinesia se aterrorizan si incumplen sus tabúes mirando su animal sagrado; en la moralista época victoriana las conversiones histéricas pasaron a ser la nota distintiva en una sociedad que todo lo prohibía. En esta línea podemos decir que, tal como en los ejemplos anteriores, si algo representa a la cultura dominante actual, a la edificación psicosocial de las masas cada vez más globalizadas de nuestros tiempos, es la violencia. La violencia es la nota distintiva de fines del siglo XX y comienzos del XXI, aunque en ese mismo período haya aparecido la Declaración Universal de los Derechos Humanos y se hayan firmado numerosos convenios para el aseguramiento de la paz.

 

Nuestros tiempos modernos están "enfermos" de violencia. Para graficarlo de un modo patético podríamos decir que si hoy desapareciera nuestra especie producto de, por ejemplo, una hecatombe nuclear -cosa nada imposible, por cierto, con casi 12.000 misiles nucleares dispersos por ahí- la inteligencia (humana o extraterrestre), que estudiara nuestros restos en un futuro tomaría como ícono de nuestra civilización de comienzos del tercer milenio una persona jugando un videojuego violento tanto como la invasión real de cualquier país del Sur pobre por fuerzas del Norte desarrollado. No se encontraría con sacrificios humanos, pero encontraría misiles nucleares y películas (una cada 36 horas saca Hollywood al mercado) donde lo que más se entroniza es la muerte y la violencia extrema. En otros términos: encontraría que la violencia y el desprecio por el otro es una regla casi "normal".

 

No deja de ser curiosa la evolución que va sufriendo la idea sobre la vida, sobre su valor. En las culturas más antiguas -en el Oriente, en los pueblos americanos precolombinos- la vida misma nunca fue tan despreciada como pasó a serlo en el Occidente capitalista. ¿Es ello intrínseco al desarrollo del capitalismo mismo? Todo indicaría que sí. Una sociedad edificada sobre el fetiche del dinero, del mercado, de la cosa material en sí misma, olvida lo humano. La sola constatación empírica nos muestra que la deshumanización crece: las guerras son cada vez más crueles, las torturas más sutiles, la exclusión de enormes masas pasan a ser proyecto político, se planifican con frialdad. Nunca en la historia, al menos hasta ahora, se había considerado "inviable" un ser humano; nunca se había pensado en que alguien "sobra". La lógica del mercado -implacable, atroz- lo corrobora a diario: hay gente que sobra, hay países que sobran…, aunque se escriban pomposas declaraciones sobre el valor de la vida y la inviolabilidad de los derechos primeros de todos los humanos.

 

En esta lógica de desprecio por la vida, tanto el ser humano de carne y hueso como el entorno medioambiental pasan a ser elementos secundarios, prescindibles. Vale el mercado, la mercadería suprema que es el dinero; lo demás no cuenta. El otro, o igualmente la naturaleza, han pasado a ser medios en esa búsqueda desenfrenada de lucro utilitarista. En nombre del dios mercado la naturaleza es vista sólo como instrumento, como cosa a explotar; de ahí el desastre ecológico que vivimos, y que amenaza con seguir empeorando. Desastre, por cierto, que constituye una forma nueva, refinada, sutilmente cruel -la más cruel si se quiere- contra la especie humana en su conjunto. Actitud ésta que ha posibilitado el sistema capitalista, que no se encontró jamás en ninguna sociedad agraria de las que conoció la historia, y mucho menos en las sociedades pre-agrarias, más ¿animalescas? aún.

 

De la misma manera, la percepción del otro que ha abierto el sistema capitalista llevó -quizá inexorablemente; no había otra posibilidad- a un agudo desprecio del ser humano, aunque también se haya desarrollado la doctrina de los derechos humanos. La vida es medible en términos económicos, por lo que interesa más en función de valores cuantificables que como bien intrínseco. Por lo tanto, ante ese desprecio por la vida, el otro es intrascendente, e incluso -el paso es muy sutil- muy fácilmente sospechoso.

 

Nos refinamos cada vez más, hasta estaríamos tentados a decir que nos "civilizamos". El machismo y el racismo, por ejemplo, empiezan a ser vistos como "incorrectos políticamente". Pero el modelo económico-social dominante desprecia cada vez más al otro de carne y hueso. Y ello trae resultados concretos: ahí están los síntomas de un mundo, por un lado más refinado, pero al mismo tiempo, cada vez más inauditamente violento. Para decirlo con un primer ejemplo, quizá el más notorio: en un mundo con una potencialidad productiva casi infinita, la principal causa de muerte es el hambre. El mundo actual tiene capacidad suficiente para proporcionar una dieta de 2.700 calorías diarias a 12 mil millones de seres humanos, es decir que en la actualidad se producen alimentos para nutrir correctamente casi al doble de la población mundial que pisa el planeta, pero no obstante cada 7 segundos muere un semejante porque no tiene qué comer.

 

Si eso es posible, y junto a ello se gastan sumas astronómicas de dinero en comida para mascotas, algo grave está sucediendo en la cosmovisión que nos regula. ¿Vale más un perrito que un ser humano? Dicho sea de paso: un perro de un hogar término medio del Norte come un promedio de carne roja anual superior a un habitante del Sur famélico.

 

La modalidad que ha ido tomando la sociedad capitalista pone más importancia -aunque oficialmente se declare lo contrario, por supuesto- en la máquina que en el individuo. ¿Estaremos por llegar al ejercicio de una sexualidad cibernética? (de hecho ya existe la tecnología pertinente, aunque no sea de consumo masivo aún). Si es posible planteárselo, ello mismo demuestra que la tendencia en juego puede llevar a darle más importancia a la ropa con sensores y anteojos tridimensionales que al tibio cuerpo de carne humana (¿al que se terminará aborreciendo por sospechoso? -es sucio, puede transmitir enfermedades-)

 

En esta cosmovisión que ya se ha instalado, en esta apología del individualismo absoluto donde el otro es, ante todo, un sospechoso (más aún si es pobre, moreno, si no tiene tarjeta de crédito, ¡y no digamos si está en el Norte sin papeles viniendo del Sur!), la violencia, aunque no se manifieste con sacrificios humanos o torturas en la plaza pública, está más presente que nunca. Si no fuera por ese desprecio creciente del ser humano que caracterizó la historia del siglo XX, no se podría haber usado armamento nuclear en dos ocasiones (tragicómicamente, en nombre de la libertad); y menos aún se podría haber seguido desarrollando el potencial bélico hasta los niveles que ahora existe. Si no fuera porque la cosmovisión creada por el capitalismo puede arrasar con recursos naturales y seres humanos con la más absoluta impunidad y sin la menor culpa, no podrían entenderse los íconos de la cultura moderna: el estereotipo de Hollywood, el macho violento triunfador, Rambo, la violencia inaudita de los dibujos animados, de los videojuegos infantiles, la violencia despiadada de una pandilla juvenil, o de las guerras modernas (que como doctrina científica llaman a golpear especialmente población civil y hacer uso de la psicología en tanto mecanismo de control social, todo desde la más absoluta asepsia técnica).

 

La violencia no conmueve, nos vamos acostumbrando cada vez más a ella. La violencia y el desprecio por el otro son connaturales a nuestros tiempos; de ello nos hablan desde las bombas inteligentes hasta las pandillas juveniles, de los movimientos fundamentalistas con acciones terroristas hasta los comics.

 

Ante este panorama podríamos estar tentados a hacer un llamado -uno más, ¿por qué no?, pero ¿cuánto sirven en realidad?- a la paz en el mundo. El Papa, representando a una institución que mató millones de personas y hoy día constituye un azote para muchos niños que caen en sus apetitos sexuales, lo hace. ¿Vale de algo acaso? Suficientes llamados ya se han hecho; llamar, clamar, implorar por la paz y la no violencia no es criticable, en modo alguno. Pero el llamado mismo -la experiencia lo dice- no logra su cometido. Construir una cultura de no violencia debe partir indefectiblemente de un estado de mayor justicia. Sin equidad no puede haber paz. La única manera de, quizá no eliminar pero al menos reducir la violencia, es sentando bases humanas de mayor justicia (léase: distribución más justa de los poderes, equidad económica, equidad de género, no discriminación).

 

Con un profundo pesimismo intelectual Freud habló de una "pulsión de muerte", Thanatos, energía vital de la especie humana que nos llevaría a la autodestrucción; para muestra: las guerras recurrentes, las irracionales limpiezas étnicas, las conductas suicidas que a diario podemos constatar (fumar, drogarse, manejar automóviles irresponsablemente, manipular armas de fuego y un largo etcétera). Probablemente su condición ideológica lo llevó a formular esa mitología conceptual; una visión con mayor tino político puede ver en estas construcciones humanas designios de la historia social, de las relaciones de poder, que asientan -sin ninguna duda- en posibilidades psicológicas. Todos podemos matar dadas las circunstancias, en nombre de lo que sea; pero ello no significa que somos originariamente asesinos. La violencia no es biológica. Al menos, la eliminación del otro en nombre de alguna justificación (política, racial, cultural, etc.), no es biológica. Es contra ello contra lo que debemos luchar; y eso significa una más equitativa repartición de los poderes, empezando por el económico, quizá el principal, pero apuntando a todos los poderes que nos sojuzgan.

 

Lo que está claro es que el sistema de relaciones sociales que se ha generado en este momento de la historia de la especie es altamente injusto y violento, y excluyente como ninguno otro. Pese a la cantidad de comida producida el hambre continúa azotando; las armas solamente pueden producirlas algunos Estados a partir de un supuesto derecho de agresión que otros no tendrían. ¿Por qué los asesinos misiles nucleares de Corea del Norte son una vergüenza para la Humanidad, y no así los 6.000 de que dispone el gobierno de Estados Unidos? Los excluidos no tienen derecho a protestar. Ante esta violencia monumental que invita/exige un consumo que no es posible y que castiga con furiosa rabia todo intento de protesta, las reacciones son -y seguramente serán- cada vez más desesperadas, más violentas, más despiadadas.

 

En modo alguno, absolutamente en modo alguno puede justificarse una acción terrorista que golpea sobre civiles desarmados; pero no hay que dejar de reconocer que es tan terrorista, cruel y brutal un bombazo en un supermercado o en una escuela como el bombardeo de poblaciones civiles (¿daños colaterales?), o una política que, a sabiendas, hambrea y mata poblaciones continentales (¿sobrantes?). Ante un sistema que desprecia la vida humana y fetichiza la cosa material, las respuestas de los oprimidos pueden ser tan locas, violentas y crueles como las que cada vez más se ven por todos lados.

 

¿A dónde conducirá tanta violencia desbocada? Como mínimo pueden apuntarse dos cosas: por un lado, mientras no se promueva un mayor grado de justicia en nuestra especie, las desigualdades seguirán produciendo reacciones tan inhumanas y violentas como el mundo que las provoca: ante el desprecio por la vida no puede haber sino desprecio por la vida (¿cómo y por qué no habría de haberlo? La violencia provoca violencia; la locura provoca locura). Por otro lado, mirando la espiral de violencia que no cesa, podría concluirse que Einstein no estaba equivocado, y es en un todo acertada su frase que el presente escrito lleva por título.



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COMPLICES

Octavio Rodríguez Araujo

Así como Francisco Franco sabía de la matanza de judíos en Auschwitz (El País, 21/3/10), Juan Pablo II y Benedicto XVI sabían de los actos de pederastia perpetrados por curas de diversos rangos y denominaciones. Ni Franco ni Wojtyla ni Ratzinger hicieron nada con la información comprobada que tuvieron. Al contrario, se convirtieron en cómplices del silencio y la omisión de los criminales que asesinaron judíos y abusaron de niños ("crimen atroz", Benedicto XVI dixit), según el caso y aunque no sean comparables.

Una diferencia importante entre Franco y los papas citados es que el primero, si bien se decía el caudillo de España por la gracia de Dios, no era su representante en la Tierra, en tanto que los segundos no sólo se han presentado como tales, sino que han hecho creer a sus seguidores que son infalibles y, además, santos, santísimos padres de la feligresía católica, "sus santidades". Otro dato importante es que Franco fue un dictador seguidor de Hitler, aunque mantuviera a España en una situación política y diplomática con cierta ambigüedad, en tanto que Wojtyla fue antifascista (y también anticomunista) y Ratzinger un vigilante de la fe, mediante su prefectura en la Congregación para la Doctrina de la Fe, que tiene sus antecedentes en la Santa Inquisición de triste memoria.

Benedicto XVI-Ratzinger se dirigió a los católicos irlandeses y de todo el mundo pidiendo perdón por la vergüenza de los actos de pederastia que cometieron muchos ministros del culto católico, y advirtió a los sacerdotes que deberían responder no sólo ante Dios, sino ante los tribunales civiles. Esto es positivo, pero él lo sabía desde antes incluso de que fuera nombrado jefe de su Iglesia, de la misma manera que lo supieron los obispos irlandeses y los de otros muchos países donde el abuso de niños por sacerdotes ha sido denunciado desde hace muchos años.

El investigador Fernando M. González ha señalado recientemente a este diario que Joseph Ratzinger debió conocer el dossier Maciel (formado por 201 documentos de 1948 a 2004) y que sólo "actuó hasta que Juan Pablo II estaba ya muy grave". No deberá olvidarse que Wojtyla y el cardenal Norberto Rivera protegieron a Marcial Maciel, fundador de los legionarios de Cristo, no sólo por las aportaciones y servicios de esta congregación a la Iglesia, sino por la muy antigua estrategia eclesiástica de meter la basura bajo el tapete para proteger a sus sacerdotes o, más bien, a la misma institución.

En su nota especial para La Jornada del 21 de marzo de este año, Sanjuana Martínez cita la respuesta de Ratzinger a una carta de Alberto Athié en relación con las denuncias sobre Maciel: "Lamentablemente, el caso de Marcial Maciel no se puede abrir porque es una persona muy querida del papa Juan Pablo II, y además ha hecho mucho bien a la Iglesia. Lo lamento, no es posible". Y Athié –señala la periodista– se preguntó sorprendido: "¿Cómo es posible que el prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe no vea prudente saber sobre el proceso de un violador de menores como el padre Marcial Maciel?" Fue a partir de estos hechos que Athié suspendió su ministerio sacerdotal y Norberto Rivera lo corrió del episcopado.

Fernando M. González me dijo, recientemente, que la Iglesia católica, como otras muchas instituciones religiosas, practicaban y practican como regla general la omerta. La omerta, conviene recordarlo para quienes no hayan leído a Mario Puzo, quiere decir pacto sagrado de silencio en las mafias sicilianas. Y este pacto de silencio significa, para la Iglesia, ocultar cualquier cosa que pueda manchar su imagen, y se practica desviando la atención pública de quienes la ponen en riesgo: enviándolos a otra diócesis, de preferencia de otro país (como hizo Norberto Rivera con el cura pederasta Nicolás Aguilar), o prohibiéndoles que ejerzan el sacerdocio sin renunciar a él y que dediquen el resto de sus vidas a la expiación y la meditación

Lo que ha hecho Benedicto XVI para el caso de Irlanda es, por lo anterior, importante, pues reconoce que los infractores por pederastia deben ser sometidos también a los tribunales civiles pertinentes. Sin embargo, el obispo de Roma salva a la alta jerarquía de responsabilidad ante los tribunales por haber conocido los casos y actuar como cómplices, cual fue también el caso del cardenal irlandés Sean Brady, quien reconoció haber estado enterado y no haber hecho nada.

En artículo publicado por el presbítero Flores Ramos en el semanario Desde la Fe (órgano de la arquidiócesis mexicana) se soslaya la complicidad del cardenal Rivera al no haber atendido adecuadamente los casos de pederastia en México, denunciados desde hace varios lustros, y se escuda al purpurado diciendo que "esto basta para llenarnos de vergüenza y preocupación". A lo más que llegó este artículo, que obviamente tuvo el visto bueno de Rivera, fue a ponerse a tono con la misiva del Papa a los irlandeses. Y sobre el caso Maciel omite que el hecho de que el Vaticano lo haya cesado de la Iglesia "invitándolo a la oración y penitencia para la salvación de su alma", no fue igual que ponerlo en manos de la justicia terrenal para satisfacción relativa de sus muchas víctimas inocentes a lo largo de cinco décadas. Olvida, igualmente, que cuando Athié defendió a las víctimas de Maciel, el cardenal mexicano lo persiguió, le hizo la vida imposible hasta hacerlo renunciar y se defendió diciendo que tales acusaciones eran producto de un complot contra la Iglesia.

En abril de 1997 Salvador Guerrero Chiprés escribió una memorable serie de tres artículos en La Jornada denunciando a Marcial Maciel Degollado, todavía con vida, y citando los testimonios de varios ex seminaristas de la Legión de Cristo, quienes, según Pérez Olvera (uno de éstos), tenían más de 25 años revelando los abusos del fundador de la congregación y nadie les hacía caso. Resolvieron romper el silencio y le dieron información a Guerrero Chiprés. Se rompió el silencio, pero nadie hizo nada, ni las autoridades eclesiásticas ni las civiles, pues los legionarios, que sólo reclutaban a niños "bonitos y blancos" eran y son todavía muy influyentes entre la gran burguesía y no pocos políticos de la derecha mexicana.

Se ha escrito mucho sobre el tema, hay libros y decenas de artículos, pero nunca podemos decir que sean suficientes hasta que no sean debidamente juzgados y castigados con severidad quienes victimaron a inocentes por sus apetitos pedófilos y quienes han sido sus cómplices, aunque fuera por omisión.



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jueves, 25 de marzo de 2010

EL DIVAN DE MAAC: A LA CAZA DEL GALLO CLAUDIO (...O EL OTRO COMBATE?

      A LA CAZA DEL GALLO CLAUDIO (…O EL OTRO COMBATE)

 

        Le apodan El Gallo Claudio desde su adolescencia, cuando empezó a  cambiar de voz y sus palabras se escuchaban en dos tonos, en dos inflexiones que pa recía que al hablar, alguien, en coro ladino, le estaba haciendo segunda.

    José Roberto Murillo Gastelum, alias El Gallo Claudio, no esta  esa  tarde del 28 de enero cuando el barrio El Jito de la ciudad  de   Hermosillo es sitiado por la tropa. Han llegado al barrio al mando de la superioridad y la ostentación de la fuerza (bruta). Hasta pararse en os chuecos callejones entraron quemando llanta mas de siete unidades de distintas corporaciones policíacas.

    En la retaguardia, cercanas a la casa de la cultura y con las  torretas encendidas, están dos patrullas en media calle impidiendo el paso de los carros que venían del norte. En la calle Revolución, la boca grande que apunta hacia los primeros callejones del Jito, están otras patrullas dos besándose de cofre a cofre e impidiendo que pasen los carros que vienen del sur.

    El corazón del barrio se encuentra atestado de muchas más. Muchas. 

    La zona parece una gran discoteca a cielo abierto: las luces de las torretas destellan por doquier. Los radios sueltan voces etéreas en claves ensalzadas por sus interlocutores que parlan misteriosos entre sí.

    En el corazón del Jito se cruzan gatos y perros espantados. Los vecinos se repliegan en las orillas de las bocacalles y otros, desde de sus casas de agrietado material y de lavaderos a medio caer, ven con asombro morboso a ese  escuadrón vestido de negro y enmascarado que está a la espera de la señala de ataque.

     En el corazón del Jito llora un niño y las mujeres se aconsejan y se van.

     Allá en lo alto, como si de él fueran a descender, sobrevuela un    helicóptero y en su puerta donde les pega el aire fuerte están dos hombres expectantes con arma larga en mano, en franca posición de tiro. 

      La puerta de la casa del Gallo Claudio es abierta con escasa delicadeza y los agentes entran temerariamente aventando todo lo que esté a su paso.

      Es así como inicia la ejecución de la orden de cateo número 52/2010, librada por el Juzgado Sexto Federal Penal Especializado en Cateos, Arraigos e Intervención de Comunicaciones.

      En la casa sólo están los hermanos Héctor Julio y  Martín Murillo Noriega. El primero es el papá del Gallo Claudio, el segundo es su tío. Los agentes van por ellos hasta el patio donde estaban y le preguntan con voz tronante  que si de quien era la casa.

      A los dos los sacaron del domicilio y continuó el operativo. En esa casa vive desde hace muchos años don Héctor Julio. En el fondo, en un cuarto remozado por el mismo, habita El Gallo Claudio con su esposa y sus dos hijas. Esa tarde no esta ninguno de los dos. José Roberto, El Gallo Claudio anda para el centro de la ciudad, su esposa Raquel Mendoza anda en la costa de Hermosillo.

      Los guardianes del orden ya andan empujando cada puerta, ya andan escudriñando cada mueble, ya andan husmeando cada huella. El cuarto del Gallo Claudio y la casa de su papá ya son un desbarajuste. Un cajón quedó allá, un colchón está en el borde la cama y los agentes, prestos, acarrean aparatos hacia fuera de la casa donde vive el Gallo Claudio. 

       La orden de cateo número 52/2010 va perdiendo rumbo. Como si encontraran una veta para su infalible indagatoria, los encapuchados de negro recogen uno, dos, tres, cuatro uniformes militares. Los elementos de la unidad Mixta de Atención al Narcomenudeo no cesan en su afán por dejar ese territorio a salvo del crimen y, por el marcado peligro que, según ellos,  han de representar para la sociedad, acopian, según cuentan los afectados, unas botas, unas fotos del Gallo Claudio y de su hermano, un DVD, un X-Box, un Play station.

      La prensa al día siguiente es parcial en el reporte: "El operativo realizado por efectivos de la Procuraduría General de la República en la colonia El Jito, en Hermosillo, concretó el arresto de tres presuntos distribuidores urbanos de enervantes y droga asegurada además de indumentaria tipo militar."

      El Gallo Claudio no se ve por ninguna parte. Su padre y su tío están ahora a merced de los uniformados. No obstante, nunca se los llevan detenidos. La lógica invita a pensar que nada se ha encontrado que pueda ameritar su aprehensión.

       Además de las botas, un DVD, un X-Box, un Play station y los uniformes militares, nada se llevan que puedan ser materia que acredite esa tan perseguida distribución urbana de enervantes.

       Don Héctor Julio y don Martín no son tomados prisioneros. Por eso la lógica otra vez impera: en esa casa-al momento del operativo-no se encontró ninguna droga (se testifica).

       Pero el boletín refriteado días después en algunos medios, enjuicia diferente, tanto que parecería referirse a otros hechos: "Ahí aseguraron catorce envoltorios con mariguana con un peso total de 99 gramos, 8 envoltorios con cocaína, con un peso de 5 gramos 700 miligramos, una báscula gramera (y) un cartucho."

    "… una maleta con indumentaria tipo militar y documentación diversa a nombre de José Roberto Murillo Gastélum y Héctor Julio Murillo Noriega."

       En estos dos últimos datos, no mienten: en el cuadro del fondo del domicilio de Don Héctor, si había, si encontraron y se llevaron una maleta con indumentaria tipo militar y documentación diversa a nombre de José Roberto Murillo Gastélum y Héctor Julio Murillo Noriega."

       La maleta con indumentaria tipo militar que causó suspicacia en los agentes y una parte de los documentos pertenecen al Gallo Claudio. El resto de papeles pertenecen a su papá, que por vivir ahí, es lógico-como lo hace cualquier ciudadano normal- que los tenga bajo su resguardo.

       El 12 de Enero de este año, José Roberto Murillo Gastelum, alias El Gallo Claudio volvió a Hermosillo, luego de permanecer destacamentado por casi cinco años en la localidad de San Quintín, municipio de Ocosingo, Chiapas como cabo de sanidad. Es decir, El Gallo Claudio acababa de causar baja como militar y nada tiene de extraño que tuviera en su casa esos uniformes los cuales estaba por entregar en esta zona.

       El Gallo Claudio, si el censo está actualizado, era uno de los 1233 habitantes que en promedio pueblan esa región Chiapaneca.

       Pero la sangre llama y hubo de venirse a Hermosillo este año porque ya no quería extrañar más a la familia: la de origen. Aquí pretende ingresar al ISPE pero ha de volver a tramitar eso papeles que ya había correteado porque ahora están en poder de un representante de la ley, como parte de las delicadas evidencias halladas en la casa situada en la casa ubicada en el callejón Mina que reventaron los prácticos agentes.   

       Mientras ese empleo venía, El Gallo Claudio guardaba catorce mil pesos en su cuarto, como parte de la liquidación y fondo de ahorro cuando causó baja del ejército. Con ellos pretendía sobrellevarla él, su esposa, y sus dos hijos: el que venía en camino y otro que apenas tiene ocho meses de nacido. La tarde del 28 de Enero, como le hiere esa fecha, porque ese dinero también desapareció.

         El Gallo Claudio no sabe donde quedó por que él andaba en el centro. Jura que no tiene ningún vínculo con los hechos que motivaron la orden de cateo. "Habla con el bueno", le sugirieron en la Unidad Mixta de Atención al Narcomenudeo como si ese fuera el camino infalible que había que andar para su exoneración.  

         El Gallo Claudio piensa en voz alta y dice ahí mismo que presentará una denuncia. "¿Estás seguro?" lo inquiere su interlocutor, en una encubierta, ambigua advertencia para que la piense bien antes de dar ese paso.   

         Su papá, Don Héctor Julio, optó por otras instancias y fue a interponer una queja ante la CEDH. De la misma, hasta ahora, no se les ha informado ningún avance o si de plano el organismo declinó al respecto por razones de competencia. Piden, eso si, que en este tema su presidente no recurra a la manía de declararse neutral como lo ha venido haciendo hasta ahora con otros temas. 

      El despliegue de un día antes no impide que "El Gallo Claudio" reanude sus ejercicios diarios y, como siempre, tal como lo llegó a hacer antes, tal como lo viene haciendo desde que llegó de Chiapas,  va a correr rumbo a La Sauceda y de regreso es interceptado por unos llamativos agentes que siguen peinando el área. Le palpan todo el cuerpo, le preguntan donde vive, le solicitan con singulares modales, que les de su nombre: José Roberto Murillo Gastélum, responde El Gallo Claudio, sin ambages y les apunta hacia la casa donde vive. Los abordantes no repararan por dichas generales y el Gallo Claudio, sudoroso, sigue al trote su camino.  

      En insuperable coordinación, las autoridades de los tres niveles de gobierno han continuando haciendo su trabajo en pro de ponerle fin a esta enraizada delincuencia, todo con la firme idea regresarnos el sosiego. Los medios haciendo su labor, ponen su granito de arena en esta cruenta  batalla y lo difunden: "Drogas, armas, cartuchos y personas detenidas resultaron en tres cateos realizados el viernes por la Policía Federal Ministerial en un operativo conjunto con agentes estatales y municipales en las colonias El Jito y Piedra Bola de Hermosillo."  

       A la hora de atacar a estos temibles distribuidores urbanos la fuerza pública no escatima en equipo y material humano con tal de brindar seguridad y abatir este flagelo: "Después de casi dos semanas de un primer operativo contra el "narcomenudeo, decenas de policías de los tres niveles de gobierno en alrededor de 30 patrullas regresaron al barrio de El Jito en busca de drogas".

       Los resultados son insuperables. Además de un par de detenidos que, a decir de los lugareños ya andan libres, el arresto de otras dos personas que se encontraban con cigarrillos de marihuana, un arma de fuego, calibre 9x18 mm. con su respectivo cargador, dos pistolas calibre 22 y 16 cartuchos, lo confiscado en estos operativos puede considerarse como histórico:

    Catorce envoltorios con mariguana con un peso total de 99 gramos, 8 envoltorios con cocaína, con un peso de 5 gramos 700 miligramos 3 gramos 900 miligramos de cocaína y 2 gramos 800 miligramos de mariguana. 16 envoltorios con 70 gramos 200 miligramos de cannabis, 28 envoltorios con metanfetamina que arrojó un peso de 2 gramos 300 miligramos y 2  bachas cigarrillos de marihuana que dejaron a medio fumar el par de individuos arrestados.

      Vaya que esta guerra contra la maldad viene fuerte y parece no haber concesiones: el hampa del mundo tiembla y, huidiza ante tan duros golpes, ya piensa seriamente en abandonar este impúdico negocio.



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el semaforo en rojo el zancudo

El Zancudo

(No mata, pero hace roncha)

 

Arturo Soto Munguía

 

¿El semáforo está en rojo?

 

En Hermosillo, Sonora, México, están matando gente a balazos, a media mañana, muy cerca de las oficinas del gobernador, el alcalde, los diputados, los jueces…

La ejecución pública de Antonio Contreras Domínguez, alias El Tony Paquetes, en el corazón del Centro Histórico de Hermosillo, justo donde se erigen los edificios que albergan los poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial, es una estampa escalofriante de lo que sucede en Hermosillo. Como en casi todo el país, suele decirse a manera de consuelo.

El desgobierno.

La derrota en una guerra donde el gobierno dispara balas y spot, y los narcos, balas y narcomantas.

Donde el ejército y la policía están en las calles, demasiado nerviosos y con el dedo en el gatillo. Donde las cifras diarias de ejecuciones, robos, secuestros, decomisos de armas o drogas sólo sirven para imaginar lo que no se decomisa, lo que no se informa.

Las políticas públicas en materia de seguridad son un desastre, entre otras cosas por la desafortunada diferencia entre la realidad virtual en que viven los gobernantes, y la cruda realidad real que está viviendo cada vez más gente.

Así, es natural que por ejemplo en Ciudad Juárez un comando acribille a 15 jóvenes estudiantes y el presidente Felipe Calderón, desde el continente asiático donde se encontraba de gira, se apresure a ligarlos con el narco.

O que en Hermosillo, el alcalde Javier Gándara Magaña declare que la ejecución de dos ex agentes judiciales, la semana pasada, era un "hecho aislado" y que el semáforo delictivo en Hermosillo, aún estaba en 'verde' y luego entonces, no había motivos para distraerlo de su obsesivo empeño por convertirse en una municipal estrella más, del municipal canal de las estrellas.

O que el gobernador Guillermo Padrés Elías aparezca como el abanderado de una propuesta en materia de seguridad, casi al mismo tiempo en que otra ejecución pública se registraba en Hermosillo, a dos cuadras de su oficina.

 

II

 

La percepción de que las balas están pasando demasiado cerca, es más poderosa que el discurso oficial sobre la guerra contra el narcotráfico y la Gran Cruzada por la Seguridad.

Para darse cuenta de esto, sólo hay que ver el escarnio que la gente de Hermosillo hace del "semáforo delictivo", ese fantástico aparatito con luces verde, naranja y roja, que determina el grado de peligrosidad de la ciudad o del estado.

Es decir, cuándo se puede salir a la calle con las debidas precauciones y cuándo, de plano, hay que encerrarse a piedra y lodo.

El asesinato a sangre fría y en la vía pública, frente a vecinos azorados por las diez detonaciones, a tan solo un par de cuadras de las oficinas donde despachan el gobernador del estado, el alcalde; los diputados, los jueces, debería alertar a todos.

Pero la agenda de los gobernantes anda por otro lado. Son otras sus prioridades.

¿Qué anda haciendo, por ejemplo, el gobernador Guillermo Padrés en el arranque de campaña de la candidata a la alcaldía de Mérida, Beatriz Zavala Peniche?

Pues ejerciendo su legítimo derecho a acudir en horas inhábiles, a un acto político de su partido en Yucatán, donde apareció levantando los brazos junto a Gustavo Madero y César Nava, apoyando con todo a la señora Zavala Penichi.

Y está bien que lo haga. Tiene con qué. Para eso y más, por lo visto.

El único problemilla es que, aprovechando que él viajaba de un mitin electoral en Yucatán, a una reunión con gobernadores en Michoacán, donde expondría su propuesta de combate al crimen, en el patio trasero de su oficina le dejaron el cadáver de un ex agente de la Policía Judicial, asesinado salvajemente a plena luz del día.

Minucias, si se quiere. Pero la distancia que ha tomado la agenda gubernamental, respecto a la agenda ciudadana, parece demasiada.

El caso de los diputados es un ejemplo.

En medio de un debate legislativo donde hasta ahora, lo más relevante ha sido el viaje del diputado Oscar Manuel Madero Valencia a la Serie del Caribe en Isla Margarita, Venezuela, y mientras ayer, en el Salón de Plenos deliberaban los diputados de la Comisión Permanente sobre exhortos y cosas de esas, a sus espaldas asesinaban a un hombre a balazos.

Sus ejecutores desaparecieron sorprendentemente rápido, a bordo de un vehículo en el que salieron en cuestión de segundos de una zona de congestionamientos viales permanentes.

Ni que fuera un helicóptero, dijo una testigo, en la escena del crimen.

Mientras el alcalde  alardea, campechano y televisivamente simpático, su vocación por convertirse en una municipal estrella más del municipal canal de las estrellas, alguien le dejó muy cerca de su oficina, la póstuma imagen de un hombre tirado en el pavimento, cubierto con una cobija amarilla y en un charco de  sangre.

También la imagen de una señora al borde de un ataque de nervios, que se paseaba de una banqueta a otra, teléfono en mano, relatando a quien quisiera oírla, los detalles de la ejecución, llorando porque ya ni en su casa se puede estar segura.

'Yo quise ayudar', decía, presumiendo sus conocimientos en materia de primeros auxilios, 'pero no me dejaron, porque tenía un disparo en la cabeza… a ver, ¿cuánta gente con un disparo en la cabeza se ha salvado con la atención oportuna?', se preguntaba en voz alta y entrecortada.

 

 

III

 

Toc-toc. O sea, helloooowwwwwwww.

En Sonora la violencia criminal está tocando las puertas de los palacios, de los congresos, de los tribunales.

Qué nuevas, pensarán algunos.

Pero lo cierto es que los únicos 'cuetazos' que se oían antes en la colonia Centenario, estruendosos, eran los del 16 de Septiembre y últimamente, las veces en que algún candidato ganaba algo.

Una diputación, una senaduría, una gubernatura y cosas de esas.

Pero ahora en la Centenario los 'cuetazos' tronaron a dos cuadras de la iglesia a donde acuden, ora sí que religiosamente, quienes están a cargo de la seguridad pública en Sonora, a recibir consejos para gobernar mejor a sus cada vez más desobedientes rebaños.

¿El semáforo aún está en verde, o ya pasó al rojo?

Porque de ser así, cualquiera pensaría que el Nuevo Sonora no tiene nada qué ofrecer, y menos el Nuevo Hermosillo, en materia de certeza a esas millonarias inversiones que salvarían del piojo total a más de cuatro 'exitosos empresarios', que nada serían sin el cobijo de sus amigos en el gobierno.



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