jueves, 25 de marzo de 2010

el semaforo en rojo el zancudo

El Zancudo

(No mata, pero hace roncha)

 

Arturo Soto Munguía

 

¿El semáforo está en rojo?

 

En Hermosillo, Sonora, México, están matando gente a balazos, a media mañana, muy cerca de las oficinas del gobernador, el alcalde, los diputados, los jueces…

La ejecución pública de Antonio Contreras Domínguez, alias El Tony Paquetes, en el corazón del Centro Histórico de Hermosillo, justo donde se erigen los edificios que albergan los poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial, es una estampa escalofriante de lo que sucede en Hermosillo. Como en casi todo el país, suele decirse a manera de consuelo.

El desgobierno.

La derrota en una guerra donde el gobierno dispara balas y spot, y los narcos, balas y narcomantas.

Donde el ejército y la policía están en las calles, demasiado nerviosos y con el dedo en el gatillo. Donde las cifras diarias de ejecuciones, robos, secuestros, decomisos de armas o drogas sólo sirven para imaginar lo que no se decomisa, lo que no se informa.

Las políticas públicas en materia de seguridad son un desastre, entre otras cosas por la desafortunada diferencia entre la realidad virtual en que viven los gobernantes, y la cruda realidad real que está viviendo cada vez más gente.

Así, es natural que por ejemplo en Ciudad Juárez un comando acribille a 15 jóvenes estudiantes y el presidente Felipe Calderón, desde el continente asiático donde se encontraba de gira, se apresure a ligarlos con el narco.

O que en Hermosillo, el alcalde Javier Gándara Magaña declare que la ejecución de dos ex agentes judiciales, la semana pasada, era un "hecho aislado" y que el semáforo delictivo en Hermosillo, aún estaba en 'verde' y luego entonces, no había motivos para distraerlo de su obsesivo empeño por convertirse en una municipal estrella más, del municipal canal de las estrellas.

O que el gobernador Guillermo Padrés Elías aparezca como el abanderado de una propuesta en materia de seguridad, casi al mismo tiempo en que otra ejecución pública se registraba en Hermosillo, a dos cuadras de su oficina.

 

II

 

La percepción de que las balas están pasando demasiado cerca, es más poderosa que el discurso oficial sobre la guerra contra el narcotráfico y la Gran Cruzada por la Seguridad.

Para darse cuenta de esto, sólo hay que ver el escarnio que la gente de Hermosillo hace del "semáforo delictivo", ese fantástico aparatito con luces verde, naranja y roja, que determina el grado de peligrosidad de la ciudad o del estado.

Es decir, cuándo se puede salir a la calle con las debidas precauciones y cuándo, de plano, hay que encerrarse a piedra y lodo.

El asesinato a sangre fría y en la vía pública, frente a vecinos azorados por las diez detonaciones, a tan solo un par de cuadras de las oficinas donde despachan el gobernador del estado, el alcalde; los diputados, los jueces, debería alertar a todos.

Pero la agenda de los gobernantes anda por otro lado. Son otras sus prioridades.

¿Qué anda haciendo, por ejemplo, el gobernador Guillermo Padrés en el arranque de campaña de la candidata a la alcaldía de Mérida, Beatriz Zavala Peniche?

Pues ejerciendo su legítimo derecho a acudir en horas inhábiles, a un acto político de su partido en Yucatán, donde apareció levantando los brazos junto a Gustavo Madero y César Nava, apoyando con todo a la señora Zavala Penichi.

Y está bien que lo haga. Tiene con qué. Para eso y más, por lo visto.

El único problemilla es que, aprovechando que él viajaba de un mitin electoral en Yucatán, a una reunión con gobernadores en Michoacán, donde expondría su propuesta de combate al crimen, en el patio trasero de su oficina le dejaron el cadáver de un ex agente de la Policía Judicial, asesinado salvajemente a plena luz del día.

Minucias, si se quiere. Pero la distancia que ha tomado la agenda gubernamental, respecto a la agenda ciudadana, parece demasiada.

El caso de los diputados es un ejemplo.

En medio de un debate legislativo donde hasta ahora, lo más relevante ha sido el viaje del diputado Oscar Manuel Madero Valencia a la Serie del Caribe en Isla Margarita, Venezuela, y mientras ayer, en el Salón de Plenos deliberaban los diputados de la Comisión Permanente sobre exhortos y cosas de esas, a sus espaldas asesinaban a un hombre a balazos.

Sus ejecutores desaparecieron sorprendentemente rápido, a bordo de un vehículo en el que salieron en cuestión de segundos de una zona de congestionamientos viales permanentes.

Ni que fuera un helicóptero, dijo una testigo, en la escena del crimen.

Mientras el alcalde  alardea, campechano y televisivamente simpático, su vocación por convertirse en una municipal estrella más del municipal canal de las estrellas, alguien le dejó muy cerca de su oficina, la póstuma imagen de un hombre tirado en el pavimento, cubierto con una cobija amarilla y en un charco de  sangre.

También la imagen de una señora al borde de un ataque de nervios, que se paseaba de una banqueta a otra, teléfono en mano, relatando a quien quisiera oírla, los detalles de la ejecución, llorando porque ya ni en su casa se puede estar segura.

'Yo quise ayudar', decía, presumiendo sus conocimientos en materia de primeros auxilios, 'pero no me dejaron, porque tenía un disparo en la cabeza… a ver, ¿cuánta gente con un disparo en la cabeza se ha salvado con la atención oportuna?', se preguntaba en voz alta y entrecortada.

 

 

III

 

Toc-toc. O sea, helloooowwwwwwww.

En Sonora la violencia criminal está tocando las puertas de los palacios, de los congresos, de los tribunales.

Qué nuevas, pensarán algunos.

Pero lo cierto es que los únicos 'cuetazos' que se oían antes en la colonia Centenario, estruendosos, eran los del 16 de Septiembre y últimamente, las veces en que algún candidato ganaba algo.

Una diputación, una senaduría, una gubernatura y cosas de esas.

Pero ahora en la Centenario los 'cuetazos' tronaron a dos cuadras de la iglesia a donde acuden, ora sí que religiosamente, quienes están a cargo de la seguridad pública en Sonora, a recibir consejos para gobernar mejor a sus cada vez más desobedientes rebaños.

¿El semáforo aún está en verde, o ya pasó al rojo?

Porque de ser así, cualquiera pensaría que el Nuevo Sonora no tiene nada qué ofrecer, y menos el Nuevo Hermosillo, en materia de certeza a esas millonarias inversiones que salvarían del piojo total a más de cuatro 'exitosos empresarios', que nada serían sin el cobijo de sus amigos en el gobierno.



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soy como el clavo, que aun viejo y oxidado, sigue siendo clavo

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