Es un secreto a voces: entre el inquilino de Los Pinos y el titular de la SHCP privan las escaramuzas, a veces profundas, por el curso de la política económica. ¿Resistirá la cuerda?
Sí, hay malestar en la estructura de la SHCP por las medidas que está empujando el Presidente de la República y que, orgánicamente, están reflejando un evidente choque de concepciones entre los dos personajes clave para el curso económico de este país. Felipe Calderón ha invadido las facultades de Agustín Carstens y, a través de un tono eminentemente político, ha pateado la disciplina al interior de su propio gabinete.
En la SHCP, aunque no se reconozca públicamente, confiesan que su cuerpo técnico está sorprendido por las declaraciones presidenciales que han sugerido un viraje en la política monetaria, una defensa férrea a los subsidios, el congelamiento de precios; en suma, medidas que son indefendibles por los Chicago Boys que residen en esta cartera.
La raíz de este conflicto viene de muy atrás, incluso, desde la confección del gabinete. Según fuentes bien enteradas, todo comenzó cuando iniciaron las presiones de los grupos de interés para evitar que ciertos personajes no ocuparan determinados espacios. Eso provocó que algunos aliados del Presidente despacharan en secretarías que no necesariamente correspondían con su historial profesional, lo que se tradujo en una batalla silenciosa al interior del gobierno en donde algunos funcionarios se sentían más identificados con posiciones que estaban alejadas a las que tenían asignadas. Fue entonces que empezó el fuego cruzado entre calderonistas.
La SHCP no escapa a esta inercia y podría decirse que desde el primero de diciembre de 2006 ha estado atada a los designios presidenciales. A diferencia del sexenio anterior, cuando Francisco Gil controlaba todos los hilos de esta cartera, Carstens tuvo que aceptar la compañía de Ernesto Cordero, amigo fiel de Calderón, en la Subsecretaría de Ingresos. Conforme ha pasado el tiempo, los ajustes en esta secretaría han estado acompañados, invariablemente, de la mano del mandatario, quien después colocó a otro de sus colaboradores más cercanos, Dionisio Pérez Jácome, en la Subsecretaría de Egresos. Recientemente, se generó un nuevo movimiento con José Manuel Minjares, viejo conocido de la familia Calderón, como coordinador de asesores de la SHCP.
Mientras el ojo presidencial ha estado permanentemente metido en las entretelas de la SHCP, el señor secretario y su grupo —en el que se encuentran José Antonio Meade y Alejandro Werner— han tenido que someterse, según la lectura de las fuentes consultadas, a los dictados de su jefe. "Carstens se ha tenido que callar, aunque es evidente que tiene diferencias muy profundas y algunas con cierto matiz con Calderón", sostienen.
Estas circunstancias han provocado algo inevitable: una relación que empieza a descomponerse entre Felipe Calderón y Agustín Carstens. De hecho, se comenta que el Presidente ni siquiera ha consultado a su secretario de Hacienda para tocar temas sensibles, hecho que ha provocado una avalancha de críticas en su contra; hay quien dice que tampoco lo atiende ante llamados urgentes.
¿Qué hay detrás de estos episodios? La obsesión presidencial que, en su afán de amarrar simpatías rumbo a las elecciones de 2009, está haciendo a un lado los preceptos económicos que domina Agustín Carstens. Lo que está quedando claro, entonces, es que Felipe Calderón pondrá en el camino todos los recursos que tenga a la mano para contar con una Presidencia con mayoría en el Congreso, y para ello recurrirá también a la política económica.
Es cierto, a diferencia de las viejas doctrinas de los gobiernos priístas de los años setenta, el gobierno federal, hasta ahora, no ha puesto en riesgo el manejo de la deuda pública y el déficit en cuenta corriente, sin embargo, hará uso de algunas variantes de la política económica y del desarrollo social para fines clientelares. Ése será el caso de los subsidios, por ejemplo, que desde la perspectiva de los Chicago Boys sólo se deben aplicar de forma focalizada, de manera sumamente racional en políticas asistencialistas para clases desprotegidas y nunca, jamás, como una herramienta política.
Al respecto, Rodrigo Brand, vocero de la SHCP, presume que la escuadra tripulada por Agustín Carstens no sufre de grietas y, mucho menos, de divisiones internas. "Participamos en el debate de la Reforma de Pemex. Estamos unidos, todos somos un equipo."
Como sea, Agustín Carstens está atrapado. El dilema en el que hoy está envuelto es: renunciar al cargo o aguantar los equívocos del Presidente. En su mente todavía pervive su deseo por saltar al Banco de México, que registrará la renovación de su gobernador (Guillermo Ortiz) en 2010. El tiempo (y los arrebatos calderonistas) corren en su contra.
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