martes, 2 de diciembre de 2008

operacion limpieza a discrecion del jelipe

tomado de la cronica
 
Operación Limpieza a discreción
Aurelio Ramos Méndez | Opinión
Sábado 29 de Nov., 2008 | Hora de creación: 00:00| Ultima modificación: 00:32

¿Tolerancia cero?

Le asiste por entero la razón al presidente Felipe Calderón al afirmar –como hizo ayer durante la sesión del Consejo Nacional de Seguridad Pública— que para frenar a la delincuencia primero hay que sacarla de nuestra casa. Eso es exactamente lo que del gobierno espera la población, de cara a la rebosante corrupción que desde sus instancias más elevadas presentan las instituciones policíacas, de seguridad pública y procuración de justicia.

Para expulsar de casa a la delincuencia, sin embargo, se requiere empezar por aplicar en ese ámbito el concepto cero tolerancia, mismo que el propio mandatario y el procurador Eduardo Medina-Mora le exigen a la sociedad observar en forma valerosa. Induciéndola así a meterse en la boca del lobo, porque a eso, y no a otra cosa, equivale la petición de delatar delincuentes ante organismos de seguridad infiltrados hasta la cocina por los más desalmados criminales.

A estas alturas del partido está claro que el jefe del Ejecutivo tiene predilección por la metáfora según la cual en nuestro país se ve polvo y se oye ruido –es decir, se observa un reguero de cadáveres y se escucha el traquetear de las metralletas—, debido a que "estamos limpiando la casa".

Esta figura literaria banaliza la realidad y despoja de dramatismo el baño de sangre que en realidad está ocurriendo. En todo caso, nunca tuvo mejor aplicación, a la luz de la indignante aparición de cómplices de peligrosos delincuentes entre los más altos funcionarios de la Secretaría de Seguridad Pública federal, la PFP, la SIEDO y en general el aparato que en teoría existe para proteger a los ciudadanos.

En este ejercicio de limpiar la casa del Ejecutivo y pasar el trapo húmedo por todos los rincones, se vio pésimo y suscitó toda clase de sospechas el que Calderón se olvidara de la cero tolerancia, para atravesarse con todo el peso de su investidura cuando la lumbre empezaba a chamuscar a Genaro García Luna. Porque sobre este funcionario existen fundadas sospechas, si no de complicidad, sí al menos de incompetencia.

Aún para el menos avezado de los observadores, está claro que si ya suman por lo menos cinco los personajes del entorno más cercano al titular de la SSP-F que han sido arrestados o están prófugos, o en el mejor de los casos han sido nada más citados a rendir declaración ministerial, señalados de corrupción; el jefe de todos ellos algo debe saber del asunto.

Un enorme signo de interrogación flota, sin embargo, sobre los motivos que Calderón tuvo para meter las manos en las brasas y rescatar a su secretario de Seguridad Pública. Cualesquiera que hayan sido, está claro que en esta cartera se desempeña un funcionario desprevenido, a quien lo menos que se le puede reprochar es la estulticia de haber estado rodeado —supuestamente sin saberlo— de presuntos delincuentes.

En lugar de alentar la investigación que recomendaba incluso el sentido común, el Presidente de la República pretendió con su ardorosa defensa que los mexicanos nos adscribiéramos a la advocación de San Genaro, adoptando como un acto de fe la convicción de que este servidor público se halla sorprendentemente inmaculado en medio de un lodazal.

La defensa presidencial, apoyada en malas lecturas de titulares de prensa y aderezada con críticas a medios de comunicación supuestamente interesados por cuenta propia o ajena en tumbar al secretario de Seguridad, naturalmente tuvo el efecto de dividir al respetable.

Se conformaron así varios bloques. Uno integrado por quienes sin más lo consideran involucrado con la delincuencia; otro —el gobierno y sus corifeos— por quienes suponen que toda crítica a García Luna está atizada por mafiosos que aspiran a quitarlo de su camino porque no conviene a sus intereses; otro más, por quienes honradamente creen que hay que ser bobo para presumir inocencia en alguien cuyos más conspicuos colaboradores tienen líos con la justicia; y uno más por quienes creen que una investigación a fondo debe poner las cosas en orden.

El apuntalamiento presidencial tuvo el efecto de anular la discusión sobre el caso y dejó a García Luna en aptitud de presidir ayer la sesión del Consejo Nacional de Seguridad Pública. Reunión que, por cierto, resultó lamentable ejercicio de autocomplacencia, precariamente disfrazado con tenue autocrítica y calculadas frases desdeñosas del triunfalismo.

En esa reunión, que llevó a la dirigente de México Unido contra la Delincuencia, María Elena Morera, a decir que las cosas no están mejor que como estaban la última vez, y señalar que la voluntad no basta, sino los hechos son los que cuentan, se dieron optimistas cifras de cumplimiento de compromisos tendientes a reducir la inseguridad. Datos frente a los cuales no queda más que arquear la ceja, si uno repara en la violencia inaudita que sacude a Chihuahua, Baja California, Sinaloa, Michoacán... o en el niño Rubén Emir Serrano Maldonado, de sólo seis años, a quien una bala perdida le provocó la muerte cerebral mientras jugaba en el patio de su escuela, en Morelos.

No queda más que arquear la ceja e indignarse si uno piensa en la niña a quien también una bala perdida, que penetró las paredes de su casa, le perforó los intestinos mientras dormía en su cama. O en la niña cuya familia fue baleada por error por policías de Nuevo León y a ella le incrustaron una bala en el pulmón…

Al encuentro en Palacio Nacional, no concurrió el presidente de la Suprema Corte de Justicia, Guillermo Ortiz Mayagoitia, y el procurador Medina-Mora estuvo en el mismo como convidado de piedra. Se trata de dos hechos elocuentes en una película en que no hay buenos.

No es improbable que la ausencia de Ortiz Mayagoitia haya sido reacción a la demanda presidencial de que la pomposa Operación Limpieza alcance también a ministros, magistrados y jueces. Y que el bajo perfil del procurador sea producto del ascenso a la cúspide, con apuntalamiento presidencial, del titular de la SSP, con quien no tiene eso que suele llamarse cordialidad y ni siquiera buena química.

Todo lo cual agrega preocupación al estado de cosas en el campo de la seguridad. Porque la limpia de la casa ha derivado en la captura no sólo de personajes tales como Eduardo Arellano Félix, El Doctor; Reynaldo Zambada, El Rey; Antonio Galarza Coronado, El Amarillo; Jaime González, El Hummer, personajes abiertamente dedicados a delinquir, sino también de Noé Ramírez Mandujano, Rodolfo de la Guardia y decenas más de afis y pefepos, teóricamente encargados de cuidar a la sociedad.

Y al tiempo que todo esto sucede, los mexicanos estamos sin saber a ciencia cierta que tan alto llega la corrupción dentro de las entidades de gobierno. Y sin posibilidad siquiera de llegar a saberlo, mientras desde la cúspide del poder del Estado se ejerza un concepto discrecional de la tolerancia cero, equivalente a desear que se haga la voluntad de Dios, no en las reses propias, sino solamente en los bueyes del compadre.

aureramos@cronica.com.mx



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ser como el clavo, que aun oxidado, sigue siendo clavo.

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