La alternancia en Sonora está produciendo fenómenos curiosos, que ya comienzan a llamar la atención entre la cada vez más nutrida legión de grillos: unos que no paran de celebrar, otros que no dejan de lamerse las heridas, según sea el caso. Y son un chingo. Son muchos los que por alguna u otra razón, están muy al pendiente de los personajes que esta coyuntura política puso al frente de responsabilidades tan importantes, como administrar el Estado. Porque en el nivel que sea, la conducción del Estado requiere hombres y mujeres de Estado.
Por eso los personajes de la alternancia, por más pinchurrienta que ésta sea, son motivo del escrutinio popular, y ni se diga entre la clase política, donde son vistos con lupa, 'para ir agarrando piedras', como decían en el barrio cuando se avecinaba una bronca gruesa.
Desde el gobernador hasta los 72 alcaldes; de los diputados a los senadores, pasando por uno que otro regidor étnico, inclusive, todos son personajes de una etapa de la transición muy interesante en Sonora, marcada por una alternancia sui géneris.
El Presidente Municipal de Hermosillo, por definición, siempre es uno de los más observados, pero por las condiciones en que llegó a la alcaldía, Javier Gándara Magaña comienza a ser objeto de mucha atención.
Mucha gente, no sólo en Hermosillo, comienza a ver con extrañeza el 'estilo personal' de Javier Gándara Magaña, cada vez más parecido al de Vicente Fox en su gusto por la publicidad en las páginas de 'sociales' y en las revistas del corazón; en su insistente esfuerzo por frivolizar el ejercicio de gobierno, como recurso siempre al alcance de la pantalla chica, para legitimar su condición de ciudadano como tú y como yo.
La transmisión en vivo del programa 'Ayuntamiento en tu colonia' (del que hasta sus creadores se apenan), nos ha permitido observar con detenimiento en el canal 12 local (Televisa), cosas que divierten a algunos y aterrorizan a otros.
Ayer, por ejemplo, don Javier andaba tan contento por su cumpleaños 65, que no esperó a que los vecinos de la San Bosco le corearan la clásica: 'mor-di-da – mor-di-da", y se lanzó, después de cerciorarse de que la cámara estaba ahí, a darle una graciosa tarascada a los pasteles puestos para la ocasión, y que por cierto, al menos uno de ellos era de chocolate, según dijo.
A su lado, doña Marcela Fernández de Gándara, de azul radiante, estuvo presta a limpiar el betún de la cara de su esposo, con un pañuelito blanco y la sonrisa con la que aparece siempre en bodas, bautizos, showers, quinceañeras, obras de caridad y otros eventos sociales.
De ahí para adelante, doña Marcela se llevó el programa. Con frecuencia, las vecinas agradecían a ella, antes que al alcalde, los beneficios llevados a su colonia.
Doña Marcela, por supuesto que encantada. Es lo suyo. Hasta inauguró la sección 'Consejos para ahorrar agua en tiempos de tandeo', en la que recomendó con la convincente voz de una experta, reutilizar el agua de la regadera 'antes de que salga caliente', colectándola en un recipiente y aprovechándola después para lavar los trastes.
Lo cierto es que la voz y el mando de doña Marcela Fernández en las decisiones del gobierno municipal, se están dejando sentir con demasiada frecuencia en casi todas las dependencias del Ayuntamiento, donde la pregunta que más se repite entre los servidores públicos es ¿Quién gobierna en Hermosillo?
Y esa percepción se refuerza en la opinión pública, donde comienza a permear la idea de que el alcalde ha sido relegado a un segundo plano por el activismo de su esposa, que le ha ganado los principales espacios en los medios de comunicación, y los seguirá ganando mientras a ella le toque dar las buenas nuevas, y a su esposo hacerse bolas con asuntos tan áridos como el del agua, los tandeos y las tarifas.
Sería una desmesura sugerir a una dama como doña Marcela, que sólo por tener un cargo público debe abandonar su vocación por ayudar al desvalido.
Pero quizá no sería tan desmesurado sugerir que modere su tendencia a difundirlo.
Doña Marcela jamás ha necesitado un puesto público para ayudar a los pobres, mucho menos para pagar 20, 30 o 40 mil pesos para aparecer en las páginas de El Imparcial o El Expreso, que es más bara, pero más chafita.
La pequeña, casi imperceptible diferencia, es que ahora las está pagando con recursos públicos, pero bueno, eso es otra historia.
El problema más grave no es la referencia inmediata a tiempos no muy lejanos, donde el excesivo protagonismo de la consorte derivó en historias tan terribles como el foxismo.
Lo que sí se vuelve serio, es la posibilidad de que el ejercicio de gobierno recaiga en personas que, teniendo la mejor intención de resolver algún problema, no necesariamente sean las mejor informadas sobre los mismos, ni tengan el tiempo suficiente para ocuparse de ellos, habida cuenta de lo apretado de su agenda.
Pongamos por ejemplo el tema del graffitti y los graffitteros.
La policía capitalina desbarró de fea manera al revelar que sus servicios de inteligencia ya habían integrado una especie de 'lista de los más buscados', que les permitiría ubicar y detener a los más peligrosos jefes de esas bandas de criminales-suicidas, capaces de retar a la muerte y subir a los edificios más escarpados para dejar escrito su nombre, antes de precipitarse al vacío y morir estrellados en el concreto.
Ignorantes de las motivaciones de 'los otros'; llenos de prejuicios, los policías no son los más indicados para dar a conocer las políticas públicas de un Ayuntamiento que se dice respetuoso de la diversidad en la que desde hace mucho, convivimos casi un millón de personas en esta ciudad hirviente.
Por eso tuvo que salir doña Marcela, a corregir la plana: "Ellos (los graffitteros), son seres humanos" (sic) "tan queridos como cualquier otro" (resic) "no andamos tratando de maltratarlos" (recontra sic) "les debemos de dar las herramientas para que se encuentren".
Eso lo dijo en una muy difundida información acerca de unas bardas blancas que había conseguido, para que los muchachos plasmaran en ellas sus inquietudes, siempre y cuando, claro, esas inquietudes no pusieran demasiado inquieto al respetable público, con temas socialmente deplorables, políticamente incorrectos.
Con todo y eso, hay que decirlo y reconocerlo en toda su valía: en el contexto regional, doña Marcela representa una posición de avanzada, respecto a la forma con que otros gobiernos pretenden abordar el tema de los graffiteros.
El de Nogales, por ejemplo, que en voz de su presidente, José Ángel Barajas, propuso avanzar hasta la edad media, y colocar en el pecho y espalda de los graffiteros una letra escarlata que deberán portar obligatoriamente, mientras barren las calles de la pacífica, paradisiaca y bien portada ciudad de Nogales.
Por lo menos en Hermosillo, la instancia municipal que está operando políticas públicas para abordar el tema, además de la Policía, es el DIF.
Como ni el IMCA ni la Dirección de Desarrollo Social parecen tener algún interés en ello, quien salió al quite fue doña Marcela Fernández de Gándara.
No es extraño, pues la señora tiene soluciones para todo, y lo mismo difunde la cultura del agua que libera unas vacas 'remitidas a los corrales de la Unión Ganadera, por andar como 'ganado vago' allá por rumbos de Las Minitas, y ordena que el Ayuntamiento vaya a devolver esas vacas al rancho de su amigo, del que se habían escapado.
En fin, episodios de esta etapa de la transición, a la que nos ha tocado asistir, y que en términos de entretenimiento periodístico, promete mucho.
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soy como el clavo, que aun viejo y oxidado, sigue siendo clavo
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