NO FELICITAR
Celine Armenta
Somos expertos en trivializar cuanto se nos pone delante. Al menos los occidentales de nuestro tiempo, somos antítesis de Midas, pues tocamos lo más valioso: vida, muerte, drama o epopeya, y en un pestañeo lo trastocamos en banalidades. Así logramos que el día internacional de la mujer pasara de ser una jornada de lucha y demandas, para convertirse en fiestecita: ventas especiales, 10% de descuento, y frases melosas. En vez de recitar uno a uno los nombres de los millones de mujeres que han perdido la vida, o trozos de ella, en la conquista de derechos primarios, oímos canciones cursis. Y en vez de exigir a todo pulmón —con justa indignación—, justicia, paz y equidad plena para la mitad femenina de la población, se espera que nosotras, mujeres, regalemos gratitud y sonrisas a derecha e izquierda, en respuesta a una lluvia de felicitaciones paternalistas e ignorantes.
No, por favor no. Yo no puedo sonreír ni aceptar felicitaciones. No tengo suficientes motivos para congratularme, ni tiempo para perder en ceremonias. Tengo urgencia de seguir luchando, y de reclutar aliados. Porque hoy día, en México, en Puebla, las ancianas, las mujeres maduras, las jóvenes, y las niñas, por el puro hecho de ser mujeres, enfrentamos un horizonte sombrío, con muy altas probabilidades de sufrir vejaciones, discriminación y acoso, marginación y abandono; golpes o incluso la muerte.
En México —según INEGI, CONAPRED, y la ONU—, por cada 100 víctimas de violencia doméstica,
96 son mujeres; y dos de cada tres mujeres padecen agresiones de su pareja. Anualmente casi 400 mil adolescentes quedan embarazadas; la mitad de ellas con muy poca o nula escolaridad. Y cada año, medio millón de mexicanas se ve en peligro de muerte por tener que realizar un aborto clandestino. La población de mujeres analfabetas es casi 50% mayor que la de varones analfabetos. En contraste, el porcentaje de varones que gana más de 5 salarios mínimos, es 40% mayor que el de mujeres.
La misoginia criminal, que hace un año escuchamos en las famosas grabaciones telefónicas, no es privativa de un puñado de poderosos;
se la escucha en el púlpito; y en las combis; en el salón de clases, la oficina, y el hogar. Así, uno de cada 6 mexicanos dice que no hay que gastar en la educación de las hijas; y uno de cada tres cree que es normal que las mujeres ganemos menos que los varones. Uno de cada cinco piensa que las mujeres tenemos menos capacidad para ocupar un cargo importante; y uno de cada cuatro piensa que muchas de nosotras somos violadas por provocar a los varones. De modo que nadie me pida que me alegre por el día de la mujer, o por el éxito de una líder sindical, u otra mujer encumbrada en el poder. Prefiero llenarme de ira por la anciana de Zongoliza, que hace una semana murió tras violación tumultuaria, y por las muertas de Juárez, las mujeres golpeadas, y todas las mujeres sin
poder y sin voz. No me feliciten. No ahora.
Dra. Celine Armenta
Departamento de Educación y Psicología
Universidad Iberoamericana Puebla
Colaboración a la Jornada de Oriente
Ma. Lourdes Pérez Oseguera
Marzo de 2007
La promesa de un movimiento en pos
de la justicia es su victoria futura.
John Berger
¿Qué celebramos el 8 de marzo?
Siento decepcionar a las y los lectores. La respuesta es: no celebramos nada!!!. Conmemoramos la lucha que muchas mujeres emprendieron hace más de dos siglos por mejores condiciones de vida, de trabajo, así como, el reconocimiento social de ser vistas y tratadas como seres humanas y
ciudadanas. En la actualidad hay un jaloneo por esta fecha. Entre partidos políticos, comerciantes, personajes de la vida política y medios de comunicación, hay una arrebatinga por hacer del 8 de marzo día Internacional de la Mujer una fiesta, un festejo para "las mujercitas" (así en diminutivo) o con tintes más azules "el viejerío". Quieren hacer de esta fecha un día redituable para las cuotas de partidos políticos, para recomponer la imagen de políticos o gobernantes corruptos y preciosos, para ganancia de los comerciantes "regálele este ocho de marzo un ramillete de flores a su mujer" "obséquiela con una comida o cena en tal lugar…" .
Quienes nos asumimos feministas nos resistimos a hacer de esta fecha una fiesta y mucho menos con tintes comerciales, mediáticos y partidistas. Me pregunto ¿que tenemos que festejar el 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer? ¿la violación y el asesinato, hace a penas unos pocos días, de una mujer de 73 años a manos de de un grupo de militares asignados a la sierra de Zongolica para cuidar "el orden" en ese lugar? ¿el cumplimiento de dobles y triples jornadas de trabajo por parte de las mujeres? ¿el que seamos vistas sólo como máquinas reproductoras de vida y de tareas domésticas? ¿el que un juez, y muchos más hombres, vea la equidad de la mujeres como una amenaza a la
integridad de los varones? ¿qué, aun después de casi 15 años sigan apareciendo mujeres asesinadas por el sólo hecho de ser mujeres, no solo en Ciudad Juárez sino en muchos otros estados de la república? ¿qué las mujeres no tengan derecho a interrumpir un embarazo no deseado? ¿qué la violencia contra las mujeres a manos de sus parejas se vea como algo natural y "normal"? El ocho de marzo, además de ser una fecha para conmemorar la lucha que emprendieron nuestras abuelas y bis-abuelas para ser reconocidas como sujetas, nos demos la oportunidad para reflexionar, analizar, hacer un balance de cuanto hemos caminado, qué hemos logrado, que nos falta por hacer. Es oportuno
que hombres y mujeres reflexionemos juntos. El camino por recorrer para lograr que la equidad entre hombres y mujeres sea natural, sea la norma, sea aceptada por todos y todas parece no ser fácil, ni inmediato, no está a la vuelta de la esquina, es a largo plazo. Nos falta mucho trabajo para lograr cambios de esquemas; nos falta mucho para lograr construir nuevos paradigmas, nuevos referentes identitarios, tanto masculinos como femeninos. No pienso todo esto desde el pesimismo o la pesadumbre sino desde la posibilidad creativa, y al mismo tiempo con la visión de ser urgente y necesario hacerlo. Conmemoremos esta fecha como recordatorio y agradecimiento a las que nos abrieron la brecha pero, con el compromiso de seguir adelante, abriendo camino para nuestras hijas, nietas y bisnietas… Un fuerte abrazo:
Lydia
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ser como el clavo, que que aun oxidado, sigue siendo clavo.
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