Edgar Borges (Especial para ARGENPRESS CULTURAL)
Mucho se dice que el sistema capitalista está en crisis; los más optimistas (desde la otra acera ideológica) ya celebran la caída de la "estructura consumista". Sin embargo, si analizamos el asunto a fondo, podríamos pensar que el capitalismo simula estar en terapia intensiva cuando en realidad se prepara para mutar hacia un estado de dominio peligrosamente superior.
Desde que surgió la repentina crisis económica global he creído que se trata de una mentira dirigida. No puede ser de gratis semejante invocación al caos. Es sencillo suponer que la promoción de la crisis sólo la compran (y padecen) los pueblos; ingenuo sería creer que los grandes inversionistas no tomaron las precauciones a tiempo, mucho antes de que la crisis fuese noticia (las 24 horas de todos los días).
Sospecho que el capitalismo derrumbará su funcionamiento global tal y como lo conocemos. Y luego, ante nuestra memoria dormida, surgirá convertido en una red de consumo virtual. Sí, suena a novela de ciencia ficción. Incluso, se parece mucho a la trama que George Orwell describe en su novela "1984". Es la sociedad vigilada por el omnipresente Gran Hermano. Se trata de la autentica dictadura planetaria; el triunfo del pensamiento único sobre la particular voluntad de cada individuo. Y todo hecho por obra y gracia de la legalidad democrática.
Algunos estudiosos han asociado la historia de Orwell con cualquier dictadura clásica (casi siempre señalando al rojo como el monstruo que viene); no obstante, como suele ocurrir con las obras artísticas, su trascendencia permite múltiples interpretaciones. Como por ejemplo la que relaciona el contenido de la novela con el tiempo presente que atravesamos. El control mental de los individuos (aniquilación de la memoria y del libre pensamiento); la educación totalitaria (sistematización a conveniencia del mercado) y erradicación de la intimidad (la vida privada como espectáculo). Estos temas circulan por "1984", pero también rondan por estos días.
No hace falta mucha imaginación para suponer que se está tramando la instauración definitiva de un mundo virtual. La crisis podría ser simplemente una oportuna excusa para dar el gran salto. Cada vez más nuestra vida la vivimos desde internet. Sólo falta que las estructuras del poder global se muden radicalmente del espacio exterior y operen exclusivamente desde la Madre Red (señores a simular la vida a través del ordenador o del móvil: pero no se olviden de pagar, a pagar, quién no pague está fuera de la red). Para entonces, cuando se concrete el juego del sistema (o la vida que no era vida), los trabajadores cumplirán las funciones desde la "privacidad" del "hogar"; incluyendo el cobro de salario mínimo, el pago de todos los alquileres, los "círculos afectivos" y las "diversiones intelectuales" o de "aventuras".
Quizá terminen coexistiendo dos mundos en paralelo. Las funciones de las mayorías serán ordenadas y obedecidas en el virtual, mientras, en el real (el de la calle), los grandes recursos quedarán bajo el implacable cuidado de unos pocos.
Que nadie se confunda. No es la sinopsis de una nueva novela. El capitalismo no está en agonía, sólo prepara su gran mutación.
Edgar Borges es venezolano residente en España.
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ser como el clavo, que aun oxidado, sigue siendo clavo
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