Julio Herrera (Especial para ARGENPRESS CULTURAL)
El diccionario Larousse define la locura como "Perturbación mental, demencia, alienación de la razón".
Con base en esa definición podríamos entonces concluir que nuestra vida entera es una locura, puesto que en la infancia carecemos de madurez para razonar, en la edad adulta tratamos de perder la razón pretendiendo ignorar la realidad, evadiéndola mediante el hedonismo, el alcohol, las drogas y los alucinógenos, o simplemente "haciéndonos los locos", y en la ancianidad regresamos a la infancia, con el consecuente olvido senil o al abandono voluntario de todo sentido de responsabilidad.
Y puesto que, según lo anterior, el número de locos en esta tierra es (casi) igual al número de terrícolas, (con perdón de quienes creen no estarlo), el atreverse a hablar de locuras en un planeta de locos equivale a cometer la locura de criticar el racismo en pleno congreso del Ku Kux Klan.
A mi juicio, entonces, para no ser enjuiciado por la sociedad se requiere renunciar al juicio personal, es decir, a la razón. Es por eso que hoy, talvez sin razón,(o haciéndome el loco) quiero referirme a las razones y sinrazones que a veces nos inducen a cometer ciertas locuras. (Verbi-gracia: a escribirlas).
Primeramente, de una u otra forma, (o de todas formas) todos los modernos homo sapiens nos obstinamos en poluir o contaminar el planeta que cohabitamos, (con la generosa ayuda de los magnates industriales), olvidando que aún no tenemos otro de repuesto, lo cual equivale a un tácito pacto de suicidio colectivo. Por otra parte, si ésta expresión popular de "hacerse el loco" significa intentar evadir una responsabilidad o un deber personal, se puede entonces afirmar que está loca la humanidad, incluso en fase terminal, (¡ y orgullosa de estarlo!) cuando a escala mundial los industriales y los gobernantes del neoliberalismo intentan evadir su responsabilidad oficial en la preservación de la ecología, de los servicios públicos, -salud, educación, trabajo, etc.,- mientras que por su parte los contribuyentes, en un marasmo de rumiantes, casi neurovegetativo, también pretenden (o pretendemos) evadir el deber de exigir su derecho a ellos, lo cual no es ya "hacerse los locos", sino estar ya locos de remate. Podría decirse incluso que la locura es la única democracia existente, puesto que ella cobija por igual a magnates y proletarios, a gobernantes y gobernados.
Y hablando de evasión de responsabilidades, hay que admitir que a algunos sicópatas, como al general Pinochet, no les faltó razón para perder la razón, (o simular perderla), o a otros, como Ronald Reagan, para perder la memoria, aunque éste, por haber sido tan pésimo actor en Hollywood, no cabe duda que no estaba simulando su Alzheimer. Tampoco cabe duda de que en un hipotético proceso en el Tribunal Penal Internacional, (TPI) contra Bush o contra los ex presidentes americanos y sus asesores como Kissinger, Rumsfeld y Colins todos "perderían" la razón o la memoria, al igual que Pinochet. Y por su parte, el ya olvidado Ben Laden, si fuera algún día capturado, llamaría para su defensa a los abogados de Pinochet.
Lo que sí es por demás sorprendente es que el vaquero religioso, alcohólico y loco George W. Bush, en su paranoia antiterrorista, no hubiera ordenado durante su régimen bombardear a Francia por no haberse aliado al bombardeo yanqui a Irak, o en el colmo del cinismo, bombardear a Suecia por no haberle otorgado el premio Nobel de la paz.
Y por otra parte, los desposeídos de éste manicomio globalizado que llamamos "tierra", (pero que en realidad es un estercolero) -a los que la razón era lo único que les faltaba por perder,- (o quizá fue lo primero que perdieron,) ellos viven desinteresados por el mañana, y ante el actual caos económico, ecológico, moral y político de la humanidad se hacen los locos, alzan los hombros, silban y miran para otro lado, o -como los músicos en el naufragio del Titanic,- permanecen imperturbables, limitándose a afirmar que "el naufragio mundial que se avecina es solo una falsa alarma de agitadores antidemocráticos, de comunistas y promotores de brotes subversivos". Y así viven, (si a ésa subsistencia de zombis se le puede llamar "vivir"), "vivitos y coleando" como pez fuera del agua, es decir en estado convulsivo, (¡pero aún vivos, gracias a Dios!) hasta el último instante de su demencial existencia.
Y es que realmente se requiere ser alienado en fase terminal, (y como los homosexuales, orgullosos de serlo) o desprovisto de la facultad de análisis, (o provisto de una inconsciencia absoluta) para no observar las funestas chifladuras y absurdos en este mundo irreflexivo e insensato, donde es la televisión y no la inteligencia la que forma el raciocinio, donde la dignidad individual y colectiva ha sido sustituida (o alienada) por el "marketing" neoliberal, donde el sueño de Bolívar, de Juárez, de Martí, ha sido sustituido por el "American dream", un mundo paradójico y demencial donde, con razón o sin ella, a los francotiradores escolares y urbanos se les califica de "locos", a la vez que a los genocidas oficiales como en Irak y Afganistán se les glorifica como héroes de la "inteligencia militar", (puesto que nuestra sociedad de consumo premia la producción y el consumo masivos) y en fin, en un mundo inmundo donde la materia gris parece haber sido sustituida por la materia fecal!
Justa razón tenía (¡excepcionalmente!) aquel sensato astrónomo (cuyo nombre ya mi loca memoria olvidó) que afirmaba que la magnitud de la imbecilidad humana era lo único que le había dado una idea aproximada de las dimensiones del infinito.
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ser como el clavo, que aun oxidado, sigue siendo clavo
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