Francisco Vélez Nieto (Desde España. Especial para ARGENPRESS CULTURAL)
Traducción de Esperanza López Mateos
Acantilado. Páginas 343
¿Qué libro me llevaría a una isla desierta? Cualquiera, con tal que sea de B. Traven.
Albert Einstein
La extraña y enigmática vida de B. Traven, por lo que se puede conocer, fue una apasionante novela real envuelta en un laberinto de misterios e incógnitas. Pues, reunió tal número de inquietudes mezclando aventuras desafíos, tejiendo una misteriosa estela que ha continuado después de la muerte de tan portentoso narrador (1890-1969), donde vida y obra forman un todo indivisible, un aura de misterio nada fácil de desentrañar. Embriagador.
En 1924, tras un intenso vivir y luchar por aquella Europa palpitante de revoluciones, se trasladó a México huyendo de posibles venganzas. Y en ese alucinante país lleno de contrastes permaneció el resto de su vida. Un una existencia especial dentro del mundo de la literatura, hasta tal punto que cabe preguntarse si en verdad existió. Mas al dejar una serie de títulos de gran calidad publicados, no existe ninguna duda de que el personaje oculto detrás de un seudónimo es el auténtico propietario de ese legado literario de indiscutible y embriagador valor.
Cuando una buena obra literaria es llevada al cine, sin género de duda su solidez y riqueza literaria corre siempre el riesgo de no lograr ese grado de conocimiento para que la propia historia aumente en resonancia despertando interés en ese lector medio. En el caso de El tesoro de la Sierra Madre, trasladada a la pantalla por John Huston con Humphrey Bogart como protagonista, se convirtió en una obra magistral cuya fama saltó todo tipo de barreras por la fuerza y fidelidad de la trama y contenido literario.
Esto la elevó a cuotas de gran altura en una sociedad tan manipulada, logrando mantenerla más viva fuera de las minorías condicionales. Sin embargo, pese a esta magistral adaptación la novela es mucho más conmovedora en contenido y forma que la película. Aunque la que se considera la mejor novela de B Traven es El barco de la muerte, que por fortuna también se ha publicado en la misma editorial.
La historia de El tesoro de la Sierra Madre transcurre en México, donde las carambolas de la vida unen a tres personajes de nacionalidad Norteamérica, los cuales cansados de los trabajos ocasionales y mal pagados en los campos petrolíferos, deciden, según la historia que nos va contado el más viejo y veterano de ellos, correr la aventura de escalar la Sierra Madre en busca del codiciado oro dorado y maldito.
Ese oro que provoca la fiebre más cruel que puede contagiar al ser humano, porque "el oro es algo endemoniado, creedme muchachos. En primer lugar suele cambiar totalmente de carácter de los hombres. Cuando se ha conseguido, el alma no es la misma que antes de obtenerlo, y nadie escapa a esto" Así habla el viejo Howard a sus recientes compañeros sedientos de aventuras, pero carentes de experiencias como mineros, ignorando que sus sueños y ambiciones estarían llenos de durezas y peligros. Aunque el viejo les advierte porque ha vivido cruelmente varias experiencias. Por eso explica con claridad el papel que juegan en la sociedad los poderes establecidos, la rapiña de los bancos y la obsesión totalitaria por el poder absoluto del oro.
Y esta manera va transcurriendo la historia de la Sierra Madre en el primer tercio del siglo XX en plena catástrofe de aquella inolvidable y terrorífica crisis que, en la actualidad se recuerda insistentemente, a veces, como si fuera un invisible fantasma culpable y no quienes en verdad la provocaron. Esos que tarde o temprano, de nuevo, están intentando salvar y dejar que los de abajo en verdad la padezcan e intenten siempre la herida, la miseria y la cicatriz, hasta que vuelva a repetirse el idéntico juego especulativo y salvaje. Porque el tiempo cubre las cosas y ellos saben esconder esa suciedad y latrocinio, como peritos de oficio en su ministerio y guarida. Cruel y fría manera de entender la vida y el reparto de virtudes caigan quienes caigan.
Y la historia se repite con la misma canción, repite el viejo: "Uno de los bancos se evaporó cantando la eterna canción, es decir, haciéndome saber que de mis dólares no quedaba ni un centavo" ¿Nos suena a algo esta cantinela? Pues es el centro, el meollo de esta magnifica novela recuperada de nuevo para gloria de la literatura y los buenos lectores Y como en todas las excelentes historias no puede faltar los juicios sobre la "Iglesia Católica Apostólica y Romana" que allá en ese México rico y exuberante fue el mayor poder existente y que por lo tanto preocupada con insistencia por la adquisición de bienes materiales "para llenar los cofres de Roma, sin importarle la educación de sus súbditos dentro del verdadero espíritu cristiano"
Y los severos juicios de Howard van entretejiendo la historia principal con otras más cortas, como Cervantes en su Don Quijote de la Mancha, aquel loco solitario que todavía cabalga ente la multitud congestionada por el consumo y las ambiciones."No hay prueba mejor de que la Iglesia católica en estos países que el hecho de que los bandidos, en nombre de Cristo Rey, asesinen y roben a hombres mujeres y niños a quienes saben miembros de la misma Iglesia" Pero qué importa para las alturas pertenecer a la misma "familia" para que las ambiciones de banqueros y religión no formen parte de la codicia humana, el hambre y la sed de justicia y gloria, Mas no es cuestión de contar el final de la novela. Pues pese a todas estas luchas y tragedias, el factor humano también ocupa su espacio y presencia en la narración elevándose por encima de las mezquindades de la carne.
Luego ¿quién es B. Traven? Su personalidad como creador literario es tan inmensa que no importa cuál fue su verdadero nombre y patria. Puede que su patria fuera el mundo, pues era de origen judío y huyó de Europa donde tomó parte jugándose el pellejo en las primeras revoluciones, contadas en sus grandes nove las escritas en alemán, para luego refugiarse en México posiblemente por miedo a represalias. Pero no especulemos más sobre el personaje. Eso sí, hasta sostuvo un pulso con John Huston al que pese a la calidad de la película que dirigió, no tuvo reparos en considerarlo en unas declaraciones a The Times como "un mal observador". Pobre Huston. En esto último pudo más lo subjetivo que lo objetivo en el juicio de B. Traven.
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soy como el clavo, que aun viejo y oxidado, sigue siendo clavo
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