domingo, 27 de febrero de 2011

La pre-visión del estadista, la altura del Cristo y la chatura del conformismo

Mario H. Di Rienzo (Desde Fiambalá, Catamarca, Argentina. Colaboración para ARGENPRESS CULTURAL)

Un viejo refrán dice que los pueblos tienen los gobiernos que se merecen. Los gobernantes que padecen adicción a la permanencia en el poder suelen conocer bien a su clientela y saben cuando darle un terrón de azúcar y cuando aplicarle las espuelas. Una vez domesticada la masa humana, pueden permanecer largo tiempo con el cetro de mando. No necesitan más que repartir dádivas inteligentemente. Es el eficaz y antiquísimo 'pan y circo' del Imperio Romano. Para que este mecanismo de dominio funcione debe haber una base social dócil, acrítica, de hábitos sumisos y con escasa capacidad de agrupamiento en defensa de sus intereses. Esto se da más fácilmente en provincias donde la mayoría depende en mayor o menor grado, directa o indirectamente, del empleo público. Eso condiciona una menor libertad individual y una escasa capacidad de generar movimientos colectivos desde abajo. Así se genera el "clientelismo político", y la disputa entre los carenciados por apoderarse de las migajas que reparten arbitrariamente los dueños del poder. Paradojalmente elevados a ese lugar de mando por los mismos que después dependen de sus dádivas.

Uno puede escuchar durante años y años las quejas crónicas por la escasez de agua de riego, pero difícilmente observará que esas quejas se transformen en un colectivo, en una organización que presione eficazmente al gobierno para que solucione el problema de fondo, no verá reclamo organizado sino lastimeras y resignadas quejas individuales. El servicio eléctrico padece de ataques epilépticos, de vez en cuando la tensión oscila, puede trepar hasta 270 voltios o bajar a los 150; a veces se arruinan aparatos: alguna heladera, un televisor, una computadora. Si usted trata de que le reconozcan el daño, se convencerá que es más fácil escalar el Piscis en camiseta y descalzo; simplemente usted "se jode". Pasarán los años, continuará deficitario el servicio, pero nunca verá una manifestación, un reclamo colectivo. Y así es con todo. Periódicamente la gente elige a sus representantes en actos eleccionarios, convencidos de que la democracia se reduce solo a eso. Luego el "representante" pasa a ser solo "representante de sí mismo", es decir, se dedica a cuidar su quintita, sus propios intereses, y olvida sus promesas pre-electorales. Lo que no es tan sorprendente pues también la gente las olvida. A los representados, a los votantes, ni se les ocurre exigirle al "representante" que cumpla sus promesas, y en caso de no hacerlo, escracharlo o escarmentarlo. La gente, sufrida, mansa y aguantadora, se banca lo que se sea hasta las próximas elecciones, donde ni siquiera hará falta estimular la imaginación: los nuevos candidatos pueden repetir las mismas promesas incumplidas, pues la mayoría de la gente tiene memoria corta. El sano espíritu de rebeldía popular parece haberse extinguido por estos pagos con la muerte de los últimos montoneros de Felipe Varela, hace siglo y medio, con el genocidio de criollos rebeldes por todo el interior argentino, practicado por las hordas asesinas de Mitre y Sarmiento. El maniqueo dilema sarmientino de Civilización o Barbarie era falsamente manipulador. La verdadera barbarie se ejecutaba desde la política mitrista, estimulada por el Imperio Británico. Como corresponde a una historia falsificada, estos personajes son honrados como próceres en los actos oficiales y escolares. Así que no asombraría que el día de mañana honremos públicamente a Massera y a Videla, y execremos (u olvidemos) a Irigoyen, Perón, Illia y al General Mosconi. Lamentablemente aquí, en plena precordillera catamarqueña, ni las nuevas ni las viejas generaciones tienen idea de quien fue, qué representó y porqué luchó Felipe Varela. Nuestro último defensor del sueño de San Martín y Bolívar, la Unidad Americana (del Sur), es un desaparecido más, un desaparecido histórico. Es el triunfo completo de la política antinacional mitrista pues ha conseguido borrarlo hasta de la memoria popular.

Por ese dominio pleno de los resortes que hacen al poder, uno no puede dejar de reconocer la capacidad de visión lejana, futurística, que posee la mente de un político-estadista como el Intendente de Fiambalá. Estas zonas cercanas a la cordillera están en territorios apetecidos por la voracidad insaciable de la megaminería. Siendo casi todos los gobiernos socios o alcahuetes de las multinacionales (aún los que se cubren con el rótulo de "nacional y popular"), lo único que podría parar el saqueo invasor sería la resistencia popular, masiva. Esa posibilidad parece ser aquí, en Fiambalá, una quimera, una utopía, un verdadero milagro. La cruda realidad es que una golondrina no hace verano. Es imposible hacer fuego con ramas verdes y mojadas. Al puñado de ciudadanos conscientes, de Autoconvocados en Defensa de la Vida, carentes de medios económicos y censurados, sin acceso a los medios que se supone debería facilitar un régimen democrático, le es muy difícil concientizar al gran gallinero humano. El gigantesco Goliat multinacional, invasor y depredador, tiene todo el poder, la máxima capacidad propagandística y de corrupción que brinda el poder económico ilimitado. Todo el aparato estatal, nacional, provincial y municipal, a su favor. El político-estadista lo sabe, y además tiene el don de ver claramente a lo lejos, visualiza el futuro mediato: sabe que cuando ya sea demasiado tarde, cuando lo irreparable haya sucedido y las empresas hayan abandonado estas tierras, ya exhaustas, con sus galeones piratas repletos de riquezas, recién la gente se quejará, por la falta de agua, la contaminación, las enfermedades, el deterioro de la economía regional, en fin, todas esas pavadas, esas pequeñas molestias que dejará tras su saqueo la megaminería. Entonces cumplirá un papel social contenedor muy importante la fe religiosa. La fe convoca multitudes y mueve montañas (aunque las empresas confían más en la dinamita). Entonces será el momento conveniente para canalizar todas las quejas a través de la fe. Por eso es una chispa de genialidad, una visión previsora, destinar regalías mineras no a construir generadores eólicos, o aumentar la capacidad de riego, o mejorar las prestaciones en salud pública, o cualquier otro destino meramente utilitario, sino a erigir un Cristo monumental, gigantesco. Superior a la materia es el espíritu, superior al cuerpo es el alma. Se trata de darle a la gente en el futuro la oportunidad de realizar gigantescas peregrinaciones para pedir por el agua, las cosechas, el trabajo, la salud, etc. y dirigir sus ojos al cielo, al enorme Cristo, para rogarle que arregle milagrosamente las desastrosas consecuencias de lo que no se quiso prevenir. Es, sin duda, la mejor inversión que pueden tener las regalías mineras. Para que la fe colectiva (a falta de rebelión colectiva) tenga a donde ir a clamar (a falta de re-clamar a su debido tiempo). Por otro lado, nadie puede osar oponerse a tal proyecto, bajo riesgo de ser repudiado por ateo, extremista, ambientalista, subversivo, fundamentalista, o ser acusado de "pertenecer a otra religión"; acusaciones graves que en épocas no tan lejanas equivalían a una segura condena a la tortura, muerte y desaparición del cadáver. Épocas recordadas con nostalgia por algún gobernante reciclado en democrático y por un sector obtuso del gallinero humano. Este término de "gallinero humano" no debe considerarse insultante ni agraviante, es meramente descriptivo. Tampoco hace referencia a cobardía o valentía, cualidades significativas para un boxeador o un militar. Todos ansiamos progresar a nivel personal. Ser "aspirante" es bueno. Pero hay una forma de aspirar al progreso individual que no es buena. Algunos intentan mejorar su posición en la escala social a toda costa, de trepar como venga, aunque sea pisoteando la cabeza del vecino. Son seres que no simpatizan con el concepto de una sociedad igualitaria. Igualitaria no significa que todos seamos iguales, ganemos lo mismo y pensemos igual. Debemos tener diversidad pues cada ser humano es diferente, es único, con distintas virtudes y defectos.
Sociedad igualitaria significa que todos tengamos las mismas oportunidades y que fulanito no obtenga un mejor puesto laboral por ser hijo de tal mandamás o por tener tal apellido, o más dinero. Significa que deben cumplirse las resoluciones de la Asamblea del año 13… de 1813, y que en pleno siglo XXI ya no debería haber esclavitud en la Argentina. Significa que no deberían existir talleres clandestinos con trabajo esclavo, como en los talleres textiles que trabajan para la empresa de Juliana Awada, esposa de Macri, Jefe del Gobierno porteño, y para otras muchas empresas de renombre, como Topper, Kosiuko, Akiabara, Claudia Larreta, Adidas, Puma, Gabucci, Tavernitti, Le Coq Sportif, Lecop-Arena y muchas más (81 en total) denunciadas por la UTC y La Alameda. Según la organización La Alameda hay en la Argentina más de medio millón de personas sometidas a trabajo esclavo… ¿Y en esta Argentina hemos festejado los 200 años de Libertad ?... Sociedad igualitaria significa que no debería quedar impune la masacre de los Qom, compatriotas tobas formoseños. "No matarás", dicen los Mandamientos, y menos en nombre del "progreso". Pero para los adoradores del Becerro de Oro existe un solo mandamiento: acumular más y más dinero, aumentar las ganancias, tener cada vez más riquezas, aún a costa del despojo y la muerte de seres humanos. La codicia de los poderosos es insaciable, implacable, inhumana. La apetencia de tierras para la soja está desplazando de sus territorios a los pueblos originarios con violencia: si se resisten, se los asesina. La masacre toba ya no es noticia, se los invisibiliza... ¿Cuántos detenidos hay?... En una sociedad igualitaria no debe haber privilegiados, o mejor dicho, como decía Evita, los únicos privilegiados deben ser los niños. No es cristiano, no es humano, que el niño Ezequiel Ferreyra muera a los 6 años por trabajar con agrotóxicos, para satisfacer la codicia abominable de los poderosos agrogarcas… ¿Cuántos detenidos hay?... En una sociedad igualitaria la Justicia debería hacer justicia: debe haber prisión efectiva para el abusador Grassi. En una sociedad igualitaria no debería haber lugar para pedófilos, esclavistas, explotadores ni funcionarios corruptos. Sin embargo hay quien defiende al execrable cura Grassi, hay quien defiende las jerarquías sociales explotadoras, quien defiende los privilegios. Y a veces sucede que, paradojalmente, los defensores pueden ser 'buena gente', de mediano o escaso poder adquisitivo, pero "con aspiraciones", que prefieren no una sociedad igualitaria, sino una sociedad estratificada, con niveles, con escalones. Hay seres que aceptan que los c… el de más arriba, con tal que ellos puedan c… al de más abajo. ¿No es esa la estructura del gallinero, su Ley? Y allí gobierna el gallo que es capaz de dominar a la mayoría. Les deja comer sus maicitos, pero los tiene zumbando, y guay del que se rebele. Pero la rebelión no es una idea que anide fácilmente en las sumisas cabecitas de los gallináceos, con su maicito se conforman. Sólo pocos temerarios, a veces, osan apoderarse del prometeico fuego sagrado de la rebelión, entonces son aislados y, si embroman mucho, exterminados, para ejemplo y escarmiento del resto. Incluso son aplastados con el aplauso y aprobación entusiasta de los gallináceos conformistas, que esperan conseguir un maicito más con su obsecuencia al poder. Así suele ser, a veces, la historia humana. Por eso, los pueblos tienen los gobiernos que se merecen.



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soy como el clavo, que aun viejo y oxidado, sigue siendo clavo

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