Todo indica que el mundo ha entrado en una fase pre-revolucionaria. Lo que acaba de ocurrir en Túnez y Egipto, y lo que avanza en Argelia, Yemen, Jordania, y Marruecos, es una alentadora antesala de lo que se avecina en el próximo futuro. Los dictadores y autócratas árabes fueron derrocados más que por la ausencia de democracia política - que esos pueblos nunca han vivido ni conocen -, por el impacto en sus vidas de la crisis sistémica del capitalismo. Esto ocurre así ellos mismos no se den cuenta.
En los países del Norte de África y del Medio Oriente esa crisis ha estallado con mayor fuerza por una serie de circunstancias que (entre otras) es preciso detallar:
La primera, es la situación económica de Europa y EE.UU. que trajo como consecuencia la expulsión de inmigrantes y el cierre de las fronteras para los trabajadores del "tercer mundo". A partir del atentado del 11 de septiembre en New York y de otros hechos similares ocurridos en Madrid, Londres y París, se incrementó la xenofobia contra la población musulmán (árabe, asiática y africana) y aumentaron las limitaciones para vivir o emigrar hacia el mundo "híper-desarrollado". Al cortarse los ingresos provenientes de las remesas provenientes de Europa se estrechó el mercado interno, a lo cual se agregó en cada país, el impacto macro-económico de la crisis financiera en el ámbito global.
La segunda, es la agudización de la crisis interna en cada uno de estos países por efecto de la aplicación de las políticas neoliberales impuestas por el FMI y el Banco Mundial. Las burguesías locales ajustaron la explotación del trabajo. Se aprobaron normas para flexibilizar las relaciones laborales, aumentó el desempleo y el subempleo, la competencia entre los trabajadores generó condiciones para abaratar la mano de obra. Disminuyeron los ingresos de la clase media – pequeños y medianos productores y comerciantes –, en detrimento de toda la economía nacional y regional. Los sectores populares más pobres (vulnerables) fueron convertidos en mendigos clientelares de los gobiernos y, los trabajadores del Estado y el proletariado "formal" - industrial-centralizado -, fueron arrinconados y puestos a la defensiva para proteger sus pequeños privilegios (mínima negociación colectiva).
La tercera, es la constatación por parte de la población de la descomunal desigualdad social. Un pequeño grupo de capitalistas (burguesía compradora) en alianza con burócratas y militares que se apoderaron de los Estados nacionales creados en la década de los años 50 del siglo XX, se enriquecieron en forma desproporcionada mediante su labor corrupta de intermediación y entrega de la renta nacional a los consorcios transnacionales. Las riquezas naturales, los escasos sectores económicos creados durante esa misma época "nacionalista" y los recursos turísticos de esa rica región, hoy están concentrados en manos del capital internacional. La gente ha hecho conciencia de tamaña inequidad y no aguanta más.
La cuarta, es el debilitamiento de las relaciones patriarcales propias del mundo rural. Es creciente la concentración en grandes ciudades de lo que hemos dado en llamar un "nuevo proletariado" (informalizado), con estudios técnicos y profesionales, que sufre las condiciones de la precariedad laboral (inestabilidad, contratos temporales, bajos salarios, nula seguridad social), con alta movilidad territorial, experiencia de trabajo y de vida en Europa y otros países de la región, que está tomando conciencia de su situación de clase y no está dispuesto a dejarse dividir por falsos nacionalismos, diferencias étnicas o religiosas, ni por otras causas similares. En Egipto y Túnez, ese proletariado "informalizado" es la absoluta mayoría de la población, mientras que en otros países el mundo rural todavía tiene un peso significativo.
La quinta, es el surgimiento de una juventud proletaria cada vez más consciente de la realidad del mundo actual. Son jóvenes hijos de trabajadores que se ilusionan con el estudio – como vía de ascenso social -, pero que la crisis económica los aterriza a diario. Si no tienen recursos para pagarse post-grados universitarios, maestrías y doctorados, deberán conformarse con empleos inestables, bajos salarios, nula seguridad social y un futuro incierto. Es la nueva generación del proletariado "post-moderno", jóvenes universitarios, profesionales y técnicos, sometidos a la "informalidad laboral" impuesta por el capitalismo y la globalización neoliberal.
La sumatoria de todas estas causas, complementadas con la opresión política de regímenes dictatoriales, el autoritarismo policivo, la inexistencia de libertad de expresión, la discriminación social, frente a un mundo cada vez más caótico, injusto e inequitativo, en medio de la crisis financiera, energética, climática, alimentaria y espiritual-existencial, hizo estallar la "olla a presión" que tiene su válvula de escape en la búsqueda de "democracia política".
Una vez se abra esa válvula – como ya lo estamos apreciando –, quedará en evidencia ante los ojos de cientos de millones de personas que las causas de estos problemas van más allá del régimen político y que la crisis del capitalismo global es realmente sistémica (profunda). Por ello, la lucha por una democracia plena – así sea burguesa –, en el marco de la crisis actual es una tarea revolucionaria que crea las condiciones para la organización propia y autónoma de millones de trabajadores no sólo en cada país sino a nivel internacional.
Una nueva oportunidad se está cocinando a favor de los pueblos y de los trabajadores. No sabemos cuando estalle la rebelión orbital, pero se respira un ambiente de revolución, de necesidad de cambio, de querer "poner el planeta patas arriba", de "rebeldía sistémica".
Los jóvenes del mundo entero – los que no se suicidan física o mentalmente –, los que desean vivir en un mundo vivible, están buscando, están a la caza de oportunidades y, poco a poco, como ocurre en el Norte de África y Medio Oriente, se van generando las condiciones sociales, económicas, políticas y culturales para un nuevo "asalto al cielo" por parte de los pueblos y trabajadores, ya no de un país sino de ésta tierra globalizada por la súper-explotación capitalista y por la técnica cibernética que ha democratizado la información instantánea de tipo digital.
Para atender, orientar, canalizar e inducir estas fuerzas sociales que insurgen a la vida política global – a la lucha de clases planetaria –, se hace necesario y urgente desarrollar con mayor fuerza y capacidad un pensamiento revolucionario que, con base en las experiencias vividas durante los últimos dos siglos, consiga conectarse con esta realidad soñada por los revolucionarios de todas las épocas de la humanidad.
Los aportes del pensamiento filosófico y científico, del materialismo dialéctico e histórico, de los sistemas complejos, de la teoría cuántica, de las teorías económicas del valor/trabajo, de lo mejor del pensamiento político revolucionario liberal, socialista, comunista, humanista, anarquista y libertario que ha acumulado la humanidad, de las importantes y valiosas contribuciones que nos dejaron las comunidades y pueblos ancestrales en cuanto a cosmovisión holística, integral, mágico-sensitiva y espiritual, y las aplicaciones de este gran legado de conocimiento para entender nuestra naturaleza cósmica y terrestre – frágil y maravillosamente armónica –, que nos obliga a entender la universalidad de la vida con una concepción profundamente ecológica, nos pueden ayudar en esa magnífica y necesaria tarea, sin caer en fanatismos ideológicos y en esquematismos organizativos, que son herencias negativas de un pasado donde la ignorancia nos llevó al sexismo, clasismo, falsos nacionalismos y apasionamientos sectoriales.
De igual forma, si somos capaces de recoger lo mejor que la humanidad ha creado y de organizarnos con una visión amplia y global, deberemos entender que la tarea es larga, que es un proceso. Que no basta con realizar actos heroicos en un momento dado donde derroquemos a los autócratas y expropiemos a los consorcios corporativos que se habían apoderado de la riqueza social, sino que es indispensable – además –, revolucionar nuestra cotidianidad personal y local, nuestra forma de vida, nuestra cultura diaria y familiar.
Ambas cosas se deben hacer. Arañar el cielo y arar la tierra. Ambas tareas deberemos impulsarlas con entera humildad y mucha modestia. Para hacer bien esa tarea es indispensable entender el legado de aquel "moro" alemán que nos indicó con gran sabiduría que… "La emancipación de los trabajadores es obra de los trabajadores mismos", a fin de que evitemos los caudillismos mesiánicos que – sin quererlo – muchas veces se nos transforman en dictaduras autárquicas y sanguinarias.
Popayán 14 de febrero de 2011
NOTA: Lo que más ayuda – en este instante – a la formación masiva de una conciencia humana universal son los impactos y sufrimientos ocasionados por las tragedias ambientales (ciclones, tsunamis, inundaciones, avalanchas, deslaves, sequías, etc.). Debemos competir con quienes explican tales hechos como consecuencia del "castigo de Dios", del apocalipsis punitivo o de las profecías mayas, que es parte de la preparación ideológica que la oligarquía mundial impulsa entre amplios sectores de la población para justificar las guerras fratricidas contra los "malos y pecadores". Es la única salida que tienen. Ya la preparan con millones de personas que a través de cientos de iglesias anuncian la "buena nueva" de la guerra contra el "anticristo".
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soy como el clavo, que aun viejo y oxidado, sigue siendo clavo
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