jueves, 1 de septiembre de 2011

UN FANTASMA RECORRE EL MUNDO: EL MERCADO

Fuente : CEPRID
Por Jesús Sánchez Rodríguez
El 15 de septiembre de 2008 tuvo lugar el hundimiento del banco Lheman Brothers, con ello se inició la fase aguda de la actual crisis económica. Tres años después, los acontecimientos recientes en Europa (la negociación del segundo plan de salvamento de Grecia y los intentos por salvar el euro de los ataques de los mercados) y EEUU (acuerdo de mínimos para evitar la suspensión de pagos del gobierno norteamericano) han estado a punto de repetir el escenario, pero con unas consecuencias aún mucho más graves que las desencadenadas entonces.
El hecho que durante los meses de julio y agosto en ambas zonas se haya estado a punto de repetir la situación de tres años atrás, pero amplificada, y que solamente el pánico de los dirigentes de la UE y EEUU ante esa perspectiva, ejemplarizada en el hundimiento de Lheman Brothers, haya permitido los acuerdos de mínimos alcanzados, es una demostración clara de que la situación de caos sistémico iniciada hace tres años se profundiza.
Pero ésta última es una constatación general aceptada ampliamente a izquierdas y derechas y de la que se han desprendido profundas consecuencias políticas, sociales y económicas. En este artículo se intentará hacer un balance de las mismas aprovechando las distintas hipótesis que he ido estableciendo en los artículos en los que desde hace tres años he venido ocupándome de la crisis.
La evolución económica de la crisis
En diciembre de 2008 el epicentro de la crisis se encontraba en EEUU y su onda expansiva estaba empezando a afectar a Europa a través del impacto en sus instituciones financieras, frente a lo cual los Estados europeos no dudaron ni un instante en salir en su ayuda con multimillonarias inyecciones de dinero. Era el momento de una de esas frases huecas que han ido sonando durante la crisis, en este caso fue Sarkozy quién se refirió a la necesidad de refundar el capitalismo. Con ello parecía expresar el deseo de la clase política europea y norteamericana de rectificar las malas prácticas financieras derivadas de la desregularización y el neoliberalismo, lo que se ha comparado al funcionamiento de un casino sin reglas. Parecía indicar un regreso a algún tipo de keynesianismo.
¿Se ha cumplido esta hipótesis? Podríamos decir que, efectivamente, se está aplicando una política keynesiana, pero a la inversa. El Estado de Bienestar levantado al final de la segunda guerra mundial se basaba en el gasto público, necesario para reemplazar el insuficiente gasto privado en consumo e inversión, lo que presuponía un Estado intervencionista. Hoy justamente se asiste a un Estado intervencionista, pero con el objetivo de reducir los déficits públicos, en medio de una situación de contracción del gasto privado, y desmantelar el Estado de Bienestar en Europa, cuna y núcleo fundamental del mismo.
Éste era uno de los objetivos de los poderes financieros internacionales, desmantelar las conquistas del Estado de Bienestar levantado en los tiempos en que el capitalismo se vio obligado a realizar concesiones. Y para ello era necesario que se cumpliese una premisa política, desalojar del poder a los gobiernos socialdemócratas o progresistas, más comprometidos con el Estado de Bienestar, o hacerlos cómplices de dicho desmantelamiento. Esta premisa se está cumpliendo perfectamente, la socialdemocracia ha sido barrida de los gobiernos de Europa casi totalmente o se ha comprometido en dicho desmantelamiento como en España, Portugal o Grecia.
Las multimillonarias ayudas de los primeros meses de la crisis, primero al sector financiero y luego también al industrial, no consiguieron la reactivación económica, tampoco las cumbres del G20 consiguieron imponer medidas de regulación financiera, aunque en noviembre de 2009 dio vía libre a la nueva ola de incentivos públicos.
Se empezaba a especular sobre a qué tipo de figura correspondía esta crisis, V, U, W o L, según el tipo de recuperación que la seguiría. Al final del invierno de 2009 el rebote de las bolsas internacionales llevó a muchos analistas a asegurar que lo peor de la crisis ya había quedado atrás y apostaban por una V (recuperación rápida), pero fue otra de las muchas ilusiones que se han venido vendiendo en estos tres años. Unos meses más tarde esta ilusión se expresó con la frase de la existencia de brotes verdes. Nuestra hipótesis en junio de 2009v era la de que se trataba de una crisis en forma de L, es decir, qué tras el hundimiento económico se mantendría una situación de estancamiento o recesión durante un tiempo prolongado. Pero la evolución de la crisis desde entonces parece indicar que no solo se mantiene el estancamiento, sino que la grave recaída que se está produciendo en Europa de manera clara, pero también en EEUU de manera más retardada, expresa una especie de encadenamiento de dos L en forma de escalera, porque es difícil encontrar en estos tres años una recuperación que explique la clásica figura de la W. En cualquier caso, sea cual fuere la expresión que la puedan dar los especialistas económicos, lo cierto es que en la primavera y verano de 2011 la crisis ha sufrido un agravamiento importante cuyas consecuencias son difíciles de prever.
Y todo ello, a pesar a las inmensas ayudas destinadas a conseguir salvar el sector financiero y provocar la reactivación. En el G20 de Londres en abril de 2009 se autorizó otro millón más de dólares orientado a multiplicar la capacidad de préstamo del FMI. En esos momentos eran ya 6 billones de euros los destinados a evitar el colapso del sistema financiero internacional.
Las cifras completas en estos momentos no se conocen, pero recientemente la auditoría de la Oficina Gubernamental de Rendición de Cuentas a la Reserva Federal arrojaba un dato pasmoso, “en un plazo de poco más de dos años y medio, entre el 1º de Diciembre del 2007 y el 21 de Julio de 2010, la Fed otorgó préstamos secretos a grandes corporaciones y empresas del sector financiero por valor de 16 billones de dólares”.
En la primavera de 2010 el desencadenamiento de la crisis de la deuda griega abrió una segunda etapa en la crisis, el problema se desplazaba del sector financiero privado a la deuda soberana y de EEUU a Europa. Para ser más precisos habría que matizar que tras una posible suspensión de pagos del Estado griego la crisis estaría planteada a los bancos alemanes y franceses especialmente, y que si EEUU se mantuvo al margen fue de manera provisional como acaba de demostrarse en este mes de agosto. El problema de la deuda soberana no era más que una consecuencia de las inmensas ayudas desembolsadas por los Estados al sector financiero y luego por la caída de la actividad económica. En el caso griego el problema se agravaba por la corrupción del anterior gobierno derechista de Nueva Democracia ayudado a maquillar las cuentas por la banca norteamericana Goldman Sachs. En ese segundo momento crítico para el capitalismo en crisis actual se volvió a repetir dos pautas similares de comportamiento, presentes también en este tercer momento crítico del verano de 2011. Por un lado, casi se deja hundir a Grecia como en su momento se dejó hundir el Lheman, su recate solo se produjo cuando los responsables políticos tomaron en cuenta las graves consecuencias de un año y medio antes.
Por otro lado, se trataba solamente de un parche a la situación, como ocurrió con los más generosos salvamentos del sector financiero. Las medidas verdaderamente necesarias para encauzar definitivamente la situación sobrepasaban la voluntad política de los dirigentes mundiales. Como señalábamos ya en ese momento “No ha existido nunca una voluntad real de cambiar las normas, voluntad política ante todo. Las fuerzas políticas que dominan la escena internacional en sus centros fundamentales son claramente de derechas, y ni siquiera la elección de Obama ha podido modificar este hecho. Y tampoco se ha producido un trauma colectivo de la naturaleza del que representó la segunda guerra mundial que obligase a cambiar las normas de comportamiento del capitalismo. Recordemos que solo tras la grave crisis de los años treinta y su corolario, la guerra mundial desatada en 1939, acompañada por la expansión de las fuerzas de izquierda, el capitalismo accedió al pacto social que se plasmó en la creación del Estado de Bienestar en los países más desarrollados del momento.”
La prueba más clara de que se estaban aplicando parches a una situación que empezaba a ser tan grave o más que la de los años 30 del siglo XX, es el tercer momento crítico que se vive en este verano del 2011. En Europa se había asistido a dos rescates más, el de Irlanda y Portugal, y se enfrentaba a la necesidad de un segundo rescate en Grecia sin que ello evitase algún tipo de suspensión de pagos en ese país. La gravedad de esa situación no era más que un síntoma de algo más profundo, el resquebrajamiento de la Unión Europea y el peligro cada vez más cercano de la rearticulación o desaparición de la eurozona. El agarrotamiento de las instancias europeas para tomar decisiones expresa las enormes diferencias en su seno y el ascenso del sentimiento chovinista, del sálvese el que pueda, que empieza a manifestarse entre sus gobiernos. En el momento de finalizar este artículo aparece un parche más para ir sorteando temporalmente la situación, después de la rebaja de la calificación de la deuda de EEUU y de una semana negra como fue la primera de agosto, con intensos ataques a los bonos españoles e italianos, un fin de semana de intensos contactos ha llevado a la compra de bonos de esos dos países por el BCE para evitar un lunes negro. El ataque de los mercados descansa esperando el agotamiento de esta intervención.
El fantasma que recorre el mundo en estos momentos, los mercados, han apostado claramente por explotar las debilidades europeas en aras de la obtención de grandes ganancias, y la apuesta es de tal calibre que es comprensible el temor por la continuidad de la eurozona e incluso de la Unión Europea, tal como está configurada hoy día. Los dos países en el punto de mira de los mercados son la tercera y cuarta economía de la eurozona (Italia y España) y se haría imposible su rescate por los costos económicos y políticos que acarrearía.
Si una gran parte de la responsabilidad de la tormenta europea corresponde a la ausencia de cohesión en la Unión Europea, a la falta de integración política y económica (solo se ha producido la integración monetaria) que hace reverdecer el chovinismo en las épocas de crisis; la tormenta estadounidense es agravada en el ámbito político por la presencia de la extrema derecha del Tea Party en las filas republicanas, que en sus objetivos extremistas no toma en cuenta las consecuencias que puede provocar en el capitalismo norteamericano. El problema real es el gigantesco déficit de EEUU, y el comportamiento del Tea Party solo ha servido para agravarle, en una batalla que, como en Europa, gira en torno a quién debe cargar con el peso de las consecuencias de la crisis. En el retroceso que viene haciendo Obama desde su victoria electoral, ésta ha sido una derrota más de las infligidas por los republicanos durante su mandato (Guantánamo, reforma sanitaria, etc.).
El capitalismo es un sistema en el que, basado en el libre mercado, los actores económicos privados no son responsables más que de buscar sus propios intereses, sin tener en cuenta en absoluto los intereses colectivos. Si en la consecución de su interés inmediato provocan consecuencias que perjudica su interés a largo plazo, es algo que no entra en los cálculos de los actores privados. Dotados de una concepción eterna sobre el sistema, estos intereses asumen que ha habido y habrá crisis, pero no desaparición del capitalismo, y que dichas crisis pueden ser una oportunidad para avanzar a costa de otros actores de la competencia. Por tanto, a los mercados actuales, es decir, a cada uno de sus componentes, no les preocupa si la Unión Europea desaparece o si EEUU provoca un tsunami económico mundial, quizás, piensan, puedan obtener beneficios de ello. Piensan en corto y en sí mismos. Es la naturaleza del capitalismo. Los efectos políticos los veremos más adelante.
La evolución social de la crisis
En un informe difundido por Naciones Unidas el 23/06/2010 se indicaba que los esfuerzos para reducir el hambre mundial se habían visto minados por la crisis económica global; en concreto se afirmaba que el progreso contra el hambre ha sido impactado más severamente (que otras metas) por los problemas económicos. Debido a la crisis económica, decenas de millones de personas en el África subsahariana y partes del sudeste y este de Asia que podrían haber salido de la pobreza seguirán en la misma situación
En 2009 la OIT estimaba entre 20 y 50 millones los puestos de trabajo que podrían ser destruidos en el mundo, pasando de 190 a 210-40 millones, dependiendo del escenario que se considere. Por su parte, el Banco Mundial estimaba que como consecuencia de la crisis habrá 400 millones de pobres más en el mundo.
Por su parte la OCDE publicó ese mismo año un informe en el que se recogía que el 60% de los trabajadores del mundo, unos 1800 millones, no están protegidos por ningún marco legal. Pronosticando un agravamiento de esta situación hasta alcanzar el trabajo informal en 2020 a los dos tercios de los empleos existentes. Aunque esta situación afecta a todos los países, sectores y grupos sociales, su impacto se centra especialmente en los países en vías de desarrollo, mujeres, jóvenes y trabajadores de mayor edad.
Estos son algunos de los datos con previsiones realizadas a partir de la crisis desatada en 2008 que pueden situarnos sobre las consecuencias que pueden producirse debido a la nueva, y más grave, recaída que se inicia en el verano de 2011.
En Europa, en un primer tiempo, el aumento del paro y la caída de la actividad económica impactó de manera diferente a los distintos países, y las instituciones del Estado de Bienestar amortiguaron el impacto social. Ésta es la explicación posible a la calma social inicial, pero ya entonces señalábamos que “los déficits en que han incurrido los diferentes gobiernos por las enormes ayudas aportadas al sistema financiero y luego al resto de los sectores económicos van a lastrar las cuentas públicas por largo tiempo. En esta situación el pulso social va a continuar para dirimir que sectores sociales van a cargar con la mayor parte del sacrificio de esta crisis.”
Efectivamente la situación se decantó pronto mediante una ofensiva de la burguesía a través de los Estados, con una batería de medidas contra las clases populares: reformas laborales que empeoraron las condiciones de trabajo y aumentaron el poder patronal; reforma del sistema de pensiones retrasando la edad de retiro, dificultando las condiciones de acceso a la pensión y rebajando su cuantía; congelación o reducción de los salarios de funcionarios y pensionistas; aumento de los impuestos indirectos; reducción de los gastos en servicios y prestaciones sociales, etc.
El Estado de Bienestar, la conquista más importante de la clase obrera europea, conseguida en las condiciones especiales que se dieron después de la segunda guerra mundial, comenzaba a ser desmantelado en Europa aprovechando la crisis económica. Pero aunque fuese esta coyuntura la que permitiese la ofensiva para derribarlo, sus fundamentos se encontraban en dos acontecimientos anteriores, el hundimiento del socialismo real, y la deslocalización de la actividad económica hacia los países emergentes que acompañaba al proyecto globalizador del neoliberalismo. La crisis proporcionó las condiciones políticas y sociales para que la burguesía europea lanzase su ofensiva. Pero no será únicamente la burguesía europea la beneficiada, también lo serán las burguesías de los países emergentes que ven como se priva a sus respectivos proletariados de un referente por el que luchar. La crisis cambió de manera espectacular la situación de los derechos sociales en los países desarrollados. Si, en su inicio, las promesas de la elección de Obama parecían apuntar a una extensión del Estado de Bienestar a EEUU, tres años después, no solamente esa promesa está frustrada, sino que el Estado de Bienestar se está desmantelando en Europa.
La cuestión crucial es ¿Cómo ha sido posible esta regresión tan rápida? En enero de 2009 se planteaba un interrogante en torno a la respuesta social a la crisis: “hay una calma social extraña descontados algunos episodios puntuales y el estallido de protestas en Grecia, que no está claro si puede contemplarse como el punto inicial de futuras movilizaciones en otras partes del mundo o un caso localizado y aislado”.
Juan Torres Pérez hizo un pronóstico acertado en el inicio de la crisis cuando señaló que, “No cabe duda de que aumentará la movilización social, por desgracia de una forma espontaneista y descoordinada, sin una dirección orgánica. Por eso lo central es la construcción de una fuerza política capaz de disputar el Estado a la nueva clase financiera.” La movilización aumentó, es cierto, pero durante un cierto período y lo hizo impulsada la mayor parte de las veces por las organizaciones sindicales, con algún brote espontaneista, pero acertó en cuanto a que lo hizo de manera descoordinada. Con la excepción de alguna jornada de movilizaciones convocada por la CES sin gran importancia, las luchas sindicales se llevaron a cabo aisladamente en cada país miembro en función de su propia problemática. Si la burguesía esta huérfana de una dirección a nivel europeo para defender sus intereses a nivel regional, ocurre lo mismo con el movimiento obrero. El chovinismo es una enfermedad que no respeta clases, pero termina beneficiando a la burguesía.
Las movilizaciones europeas han sido muy diferentes según países, desde su completa ausencia en Alemania, un país que se ha mantenido al margen de la crisis, hasta la situación de insurrección social continua de Grecia, debido a la dureza de las medidas contra las clases populares tomadas por el gobierno del PASOK. Entre ambos extremos se ha producido una variedad de movilizaciones cuyo balance fue realizado en un artículo en enero de 2011.
Hoy podemos ver que las movilizaciones iniciaron su ascenso en la primavera de 2009 y siguieron una dinámica de crecimiento hasta alcanzar su cénit en el otoño de 2010, cuando los sindicatos franceses mantuvieron un duro enfrentamiento con el gobierno Sarkozy contra el proyecto de reforma de las pensiones. Ya apuntábamos entonces que en el resultado de dicho enfrentamiento se jugaba el desarrollo social de la crisis en Europa. Una victoria sindical francesa habría inyectado moral al resto de los sindicatos europeos y quizás habría obligado a los gobiernos europeos a moderar sus medidas y negociarlas con los sindicatos.
La percepción de lo que estaba en juego llevó a los niveles de intransigencia de Sarkozy que, finalmente, consiguió derrotar a los sindicatos. Se abría con ello un interrogante sobre el desarrollo de la resistencia a oponer a las medidas antipopulares. Las movilizaciones fueron bajando paulatinamente de tono y volvieron a hacerse puntuales, discontinuas y descoordinadas, con la excepción de Grecia que, como hemos dicho se trata de un caso especial. Una huelga general en Portugal, manifestaciones en Irlanda, una huelga general de sindicatos regionales en España, manifestaciones de estudiantes en Italia, una gran manifestación en Londres, una huelga general en Italia y el movimiento de indignados en España. Mientras, las medidas de austeridad se fueron profundizando, como en Portugal después de la victoria electoral de la derecha, o en Italia.
Este último caso puede indicar la pista de por dónde pueden ir orientadas las siguientes medidas de desmantelamiento del Estado de Bienestar europeo. Si la reforma de las pensiones (aumentando la edad, recortando la prestación, etc) fue iniciada en Alemania y se extendió al resto de Europa, ahora el ataque contra la sanidad en Italia puede indicar el nuevo objetivo de la burguesía europea.
Aunque puntual y desordenada, en Europa se ha dado una resistencia sindical y popular a la crisis que no ha conseguido revertir o frenar la escalada de medidas antipopulares. Pero en EEUU la resistencia ha sido puramente testimonial, destacando las protestas contra la ley antisindical del gobernador de Wisconsin en febrero de 2011.
La evolución política de la crisis.
Algunos de los principales efectos políticos de la crisis han sido: el hundimiento de la socialdemocracia, que ha sido desalojada del poder en Europa; el ascenso de los partidos conservadores en Europa; el ascenso de la ultraderecha en Europa y EEUU; y la puesta en cuestión de las instituciones de gobernanza mundial y regional (G20 y UE).
El hundimiento de la socialdemocracia
En diversos artículos de estos tres años anteriores me he ocupado del inexorable desalojo de la socialdemocracia de los gobiernos europeos. Utilizando la frase de Marx, que viene tan a cuento en multitud de ocasiones, el papel de la socialdemocracia ha sido, en clave de comedia, una repetición de aquel triste papel que jugó, en clave de tragedia, al inicio de la primera guerra mundial. De nada la ha servido plegarse a los dictados de los mercados o de las instituciones internacionales del capital y aplicar las duras recetas antipopulares que la han encargado en sus responsabilidades de gobierno. Progresivamente han ido perdiendo elecciones a favor de los partidos conservadores hasta llegar a una situación en que en la Unión Europea solo se mantienen en Eslovenia y Grecia (en España, ni el PSOE tiene esperanzas de su permanencia en el poder en las elecciones a celebrar el próximo mes de noviembre).
Pero a pesar de ello, lo más importante a retener son otros dos comportamientos. El primero es su participación (alegando responsabilidad nacional) en el desmantelamiento del Estado de Bienestar, al que venía presentando como el logro histórico que la hacía vincularse a la clase obrera y las capas populares. Había renunciado a la superación del capitalismo, pero a cambio de ofrecer a aquellas una integración cómoda en éste. ¿Cómo queda ese vínculo después de su contribución al desmantelamiento del Estado de Bienestar? ¿Cuál será el perfil de la socialdemocracia en una hipotética estabilización futura del capitalismo con un Estado de Bienestar reducido al mínimo o simplemente desaparecido? El segundo de los comportamientos es la persistencia de la fidelidad de una importante parte de su electorado de extracción popular, caso de España o Portugal, o la retirada de ese electorado a la abstención, caso de Grecia, sin que se haya dado un trasvase importante a otras opciones políticas a la izquierda de la socialdemocracia. El problema ¿reside en esas opciones políticas o en el electorado? Todos los escenarios están abiertos, y uno de ellos podría ser similar al norteamericano, apoliticismo y alta abstención de las clases populares y socialdemocracia similar al partido demócrata.
El ascenso de los partidos conservadores en Europa
La extensión del poder conservador en Europa puede entenderse en dos sentidos. El primero claramente como el acceso de los partidos de esa orientación a los gobiernos europeos tras desalojar a los socialdemócratas, tal como lo acabamos de describir. La tendencia se verificó en las elecciones al Parlamento europeo de 2009 y se fue confirmando en las elecciones nacionales posteriores. Pero en otro sentido puede entenderse como la profundización de los valores conservadores acompañando a las consecuencias de la crisis. Como muestra tres ejemplos. La corrupción es aceptada por capas cada vez más amplias del electorado que sostienen a partidos o candidatos que practican este comportamiento. La intolerancia o la xenofobia ganan terreno trasmitida a partir de los discursos de la extrema derecha que asumen como propios los partidos conservadores. El chovinismo se instala de muchas maneras en el comportamiento o discurso político, los países más ricos del norte de Europa rechazan la ayuda a los países del sur, todos culpan a China u otros países emergentes de los males de sus propios países.
El ascenso de la ultraderecha en Europa y EEUU
El ascenso de la extrema derecha al calor de la crisis ha sido denunciado desde diferentes tribunas, pero no solamente no había muestras de preocupación por tal hecho, sino que, como decíamos anteriormente, partes de su discurso era adoptado por la derecha con objetivos populistas para ganar electorado y desviar la atención de los verdaderos responsables de la crisis. Después de las últimas elecciones al Parlamento europeo, el heterogéneo grupo de formaciones que se pueden situar en la extrema derecha representan el 20% del mismo, unos 120 eurodiputados. Los partidos de la extrema derecha han sido los grandes ganadores en las últimas elecciones legislativas en Holanda, Finlandia, Austria y Suecia. Y el Tea Party se ha conformado en un poderoso factor dentro del Partido Republicano de Estados Unidos. Pero ha sido en julio de 2011 cuando la opinión pública mundial y los dirigentes políticos se despertaron de repente cara a cara con esta pesadilla. Primero por la matanza perpetrada en Noruega por un extremista de derechas y después por la actitud del Tea Party en las negociaciones para elevar el techo de endeudamiento del gobierno norteamericano y evitar la suspensión de pagos por parte de éste. Si no están claras las consecuencias de la matanza en Europa (¿perderán audiencia los partidos de extrema derecha?, ¿renunciarán los conservadores a utilizar los argumentos de la extrema derecha en su discurso?), si empiezan a vislumbrarse las consecuencias del fundamentalismo del Tea Party, Obama ha sido humillado de manera más clara que en ocasiones anteriores, se ha dejado abierta la incertidumbre sobre las negociaciones que deben suceder al acuerdo de mínimos alcanzado, y se ha trasmitido la sensación de ingobernabilidad en la primera potencia mundial, lo que llevado a la primera vez que se rebaja en la historia la calificación de la deuda estadounidense, originándose una onda de choque en toda la economía mundial cuyas consecuencias están por mostrarse en las próximas semanas.
La puesta en cuestión de las instituciones de gobernanza mundial y regional
Una última consecuencia política originada por la actual crisis a la que queremos referirnos ahora es la puesta en cuestión de las instituciones de gobernanza mundial y regional. Para ello nos referiremos a dos casos paradigmáticos, el G20 y la UE. El primero representa el más ambicioso intento de coordinación a nivel mundial para hacer frente a la crisis económica. Fundado en 1999 como respuesta a las crisis financieras de los 90 en diversas partes del mundo y a partir del original G7 de los países más ricos del mundo, ampliaba su participación a los nuevos países emergentes, reconociendo de esta manera un hecho que se imponía cada vez más sólidamente, y a la Unión Europea como bloque regional. Los países miembros representan alrededor del 90% del PIB mundial y el 80% del comercio internacional.
Su carácter antidemocrático y su ensayo como consejo de administración mundial de los intereses de la burguesía viene dado por el hecho que a sus reuniones asisten además de los titulares de Finanzas de cada país, los respectivos presidentes de los bancos centrales, el presidente del Banco Central Europeo (BCE), el director gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI), el presidente del Banco Mundial y representantes de otros organismos multilaterales. Pero el que exista este consejo de administración no significa que sea capaz de gobernar la economía mundial en interés de la burguesía, pues los intereses contrapuestos en el seno de ésta han llevado a su inoperancia a lo largo de esta crisis. Especialmente visibles han sido, de un lado, las contradicciones entre los principios económicos que rigen el funcionamiento capitalista a nivel mundial (desregulación financiera), que benefician a los grandes capitales que recorren libremente el mundo en busca de beneficios rápidos, y los intereses de los Estados y burguesías nacionales; y de otro lado, entre las viejas potencias económicas mundiales de EEUU y Europa y los nuevos países emergentes que ven como la crisis en las primeras realzan su papel en la economía mundial. Por lo tanto este nivel de gobernanza mundial de la burguesía está siendo inoperante para controlar la crisis e iniciar la recuperación económica.
En el mundo se han construidos diferentes tipos de coordinación regional, como el ALCA, el ALBA, y el Mercosur en América, la CEAP en el pacífico asiático, la CEEAO en África. De mayor alcance son otras organizaciones como la OUA, la OEA y la ANSEA. Pero el ejemplo más acabado de gobernanza multinivel no cabe duda que lo representa la UE. La base de su desarrollo ha sido económico, desde la CECA a la UE pasando por la CEE y su mayor integración ha sido la monetaria, estando a mucha distancia de alcanzarse la económica y financiera, y aún más la política y social. Su sistema institucional de distancia del clásico equilibrios de poder propia de los Estados liberales, y su especificidad es conocida como método comunitario. Esta construcción es criticada por su déficit democrático debido al peso de la tecnoburocracia, el escaso poder del Parlamento Europeo y los amplios poderes acumulados por el Consejo de la Unión.
Construida sobre los objetivos económicos de la burguesía europea, que buscaba contrapesar en su momento a los otros dos poderes de la triada capitalista mundial, EEUU y Japón, el ascenso de los postulados neoliberales en el mundo fueron recogidos en el Tratado de Maastricht, a costa de la pérdida de derechos sociales de los ciudadanos comunitarios.
La construcción al margen de los pueblos de Europa, el déficit democrático y las políticas neoliberales llevaron a un alejamiento progresivo de los ciudadanos como ha quedado claramente demostrado tanto en la cada vez más baja participación en las elecciones al Parlamento Europeo, como en el rechazo a la Constitución Europea en 2005.
Esa debilidad, fruto del modelo escogido por la burguesía para llevar a cabo la unión europea, está siendo amplificada por la actual crisis económica. Los dirigentes europeos se atascan en interminables discusiones con acuerdos alcanzados in extremis para evitar el desastre, como ha ocurrido en las decisiones sobre los rescates, sobretodo de Grecia, escenificando la ausencia de un proyecto e intereses comunes. El BCE es mostrado claramente como un poder enorme de carácter antidemocrático, no sometido al control de ningún organismo comunitario. Todas las decisiones adoptadas en la presente crisis lo han sido o para salvar el sistema financiero, responsable de la crisis, o para recortar el Estado de Bienestar e imponer sacrificios a los pueblos europeos. El resultado no puede ser otro que un mayor alejamiento de los ciudadanos respecto de este tipo de construcción europea y un ahondamiento de la división entre los países rescatados y los rescatadores.

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