Publicamos
aquí la entrevista completa realizada el 28 de junio entre François Chesnais y
Dominique Sicot, periodista en L´Humanité Dimanche.
¿Cómo
definir la situación de las clases populares en Europa en relación con la
cuestión de la deuda?
En mi
libro (1) hablo del “doble castigo” que las burguesías y los gobiernos están
infligiéndoles. A fines de 2008 y durante todo el 2009, los asalariados y
asalariadas han sufrido de lleno el látigo de los efectos de la crisis mundial
bajo la forma de cierres de fábricas, despidos, reducción de horarios y
congelación salarial. Luego, a partir de la primera fase de la crisis de la
deuda griega, en mayo de 2010, y la entrada en escena de las agencias de
calificación como portavoces de las exigencias de los bancos y de los
inversores financieros, los gobiernos europeos han emprendido un ataque a las
clases populares en todos los niveles en nombre de la obligación de pagar la deuda.
Lo que el
gobierno de Papandreu ha aceptado imponer a los ciudadanos griegos en el marco
del nuevo plan de salvamento puesto a punto por la troika -UE, BCE y FMI-
produce escalofríos. Subida de dos puntos del IVA, del 19% al 21%; aumento de
los impuestos sobre el alcohol, el tabaco y los combustibles (0,08 euros sobre
la nafta y 0,03 euros sobre el gasoil); creación de un “derecho de acceso” a la
red eléctrica; reducciones de salarios y de jubilaciones en la función pública
por 1700 millones de euros, es decir, el 0,7 % del PIB; congelación de todas
las jubilaciones públicas y privadas; amputación del programa de inversión
pública; medidas para facilitar los despidos; ola de privatizaciones de una
amplitud sin precedentes (puertos, aeropuertos, ferrocarriles, agua,
telecomunicaciones, el Banco Postal, etc.). En Portugal, las medidas aceptadas
por los dos partidos mayoritarios son de la misma naturaleza. En Irlanda, en el
contexto de un sistema económico y social a la anglosajona, donde la protección
social era ya débil, los estragos del plan de austeridad como consecuencia de
la estatización de la deuda de los bancos son particularmente fuertes en la
salud pública y la enseñanza.
En mi
libro, recuerdo que la decisión del gobierno Sarkozy de acelerar de repente la
“reforma” de las jubilaciones y de imponerla a cualquier precio es la
consecuencia de una exigencia de las agencias de calificación, a fines de mayo
de 2010. Los planes de austeridad están ya en marcha en todas partes. No tienen
aún el grado de intensidad que la UE, el BCE y el FMI están administrando a
Grecia, e incluso a Portugal e Irlanda. Los asalariados y asalariadas y los
jóvenes de la mayor parte de los países europeos deben esperar políticas que
apuntan a imponerles la misma amarga poción. Buen número de los indignados que
han ocupado las ciudades de España lo han comprendido.
Se leen
llamamientos a que el pago de la deuda sea puesto en el centro del debate de la
campaña presidencial de 2012. ¿Qué piensas sobre este tema?
Es
inevitable que ocurra. Lo que está en juego es saber quién toma la iniciativa y
define sus términos. En Le Monde del 28 de junio, Stéphane Boujnah -quien, tras
haber sido una “vedette” del Deutsche Bank, es no solo presidente del think
tankEn Temps Réel sino también delegado general del grupo financiero Santander
en Francia- escribe que la deuda francesa debe ser pagada. Desea la creación de
un “Consejo nacional para la recuperación de las cuentas públicas”, que estaría
inspirado, dice, “en el legendario Consejo Nacional de la Resistencia”. Esto
equivale a decir que la deuda pública francesa es legítima y que una especie de
unión sagrada debe permitir que sea liquidada.
El
movimiento social francés debe oponerse con todas sus fuerzas a este discurso,
que es absolutamente dominante en los medios y, por el momento, en la mayor
parte de los discursos políticos. Si la deuda de Grecia tiene rasgos de deuda
odiosa, todas las deudas públicas europeas son ilegítimas, entre ellas, la de
Francia. Esto es así por las condiciones políticas en las que los países han
caído bajo el dominio de los mercados y por la naturaleza de los préstamos
sobre los que se deben pagar intereses a los bancos y asegurar su devolución.
El
mandato moral de pagar la deuda hecho a los ciudadanos se basa en dos ideas. En
primer lugar, que éstos formarían parte de manera consciente y con
consentimiento de la acumulación de la deuda. En mi libro, reúno un conjunto de
elementos puestos a la luz por sindicatos como el SNUI (Sindicato de las
finanzas públicas) y de Sud Trésor o periodistas meticulosos como los de
Médiapart, que muestran hasta qué punto esto no ha sido así. El escudo fiscal
es solo la punta visible de uniceberg de bajada de los impuestos del capital y
de las altas rentas y de evasión fiscal. La segunda “falsa evidencia”, por
utilizar la expresión de LesÉconomistes Atterrés, es que serían sumas, fruto de
un ahorro amasado por una dura labor, que habrían sido prestadas. No es sino
muy marginalmente así. Cuando los bancos y los fondos de inversión prestan a
los estados, activan mediante el “efecto de palanca” un mecanismo de
apropiación de una parte de los impuestos pagados por quienes no pueden escapar
de él (el IVA en particular). Estos préstamos se basan en un tejido complicado
de transacciones interbancarias en buena parte ocultas (el shadow banking
system o “sistema financiero de la sombra”), cuyas bases son tan frágiles que
toda falta de pago, incluso de un muy pequeño país (Grecia representa el 2% del
PIB de la zona euro), es una amenaza para los bancos.
Defiendo,
igual que lo hace Attac, la necesidad de proceder a una auditoría pública de la
deuda. En Grecia, un comité por la moratoria y la auditoría de la deuda ha sido
creado en enero de 2011. Sus militantes han llevado a cabo ya un trabajo
suficientemente fuerte como para que un sector de los militantes de la plaza
Syntagma lo haya adoptado y que se haya podido oír en un video de Dailymotion,
a una joven portavoz del sindicato de los empleados estatales gritar, al final
de la entrevista, las consignas de la pegatina que llevaba: “¡No debemos nada!
¡No se venderá nada! ¡No se pagará nada!”.
En
España, la actividad de los bancos está en el punto de mira de los indignados.
Subrayo, quizá más fuertemente de lo que lo hace por el momento Attac que,
dadas las tradiciones políticas francesas, la auditoría puede verdaderamente
tomar cuerpo solo bajo la forma de una amplia campaña popular iniciada por las
asociaciones y partidos, de la que la campaña de los comités por el No al
Tratado Constitucional Europeo (TCE) de 2005 proporciona un perfecto ejemplo.
El caso griego muestra el inmenso alcance democrático de una campaña por la
moratoria y la auditoría popular de la deuda. En Francia, quienes han estudiado
las centenares de páginas del TCE serán perfectamente capaces de analizar los
documentos públicos, particularmente los informes parlamentarios, en los que
son detallados una amplia parte de los “regalos al capital”. Tratándose de los
detentadores de los títulos de deuda, la cuestión de la salvaguarda del pequeño
ahorro en caso de anulación es a menudo planteada. Cuando se hacen las
declaraciones de impuestos, los bancos calculan al centavo los importes
relacionados con las diferentes formas de ahorro de los hogares. Y les serán
garantizados, pues no representan sino una minúscula parte de los créditos
sobre el estado reclamados por los bancos y los inversores financieros.
¿Así
pues, no estamos ante una crisis griega, sino ante una crisis propiamente
europea?
Exacto.
Se trata de una crisis europea, porque bancos europeos, alemanes y franceses en
particular están amenazados más o menos seriamente por una suspensión de pagos
del estado debido a su gestión arriesgada y oculta. Mucha gente ha dicho que la
crisis de los bancos estaba acompañada por una crisis de la gobernabilidad
europea. Estamos más bien ante un ensayo de puesta en marcha de lo que Naomi
Klein llama “la estrategia del shock”.
Las
rivalidades entre las élites europeas, la independencia del BCE, la pesadez de
las instituciones de la UE hacen su montaje complicado. Pero, si se toman las
propuestas ya antiguas del luxemburgués Jean-Claude Juncker, presidente del
Eurogrupo, los discursos de Ángela Merkel y de Nicolas Sarkozy y el “Pacto por
el euro” que endurece drásticamente el “Pacto de estabilidad” y, en fin, el
reciente discurso de Jean-Claude Trichet defendiendo un gobierno aún más
centralizado y autoritario de la zona euro, estamos claramente frente a una
tentativa de utilizar la “crisis de la deuda” para someter de nuevo a las
clases populares al “talón de hierro” del capital.
Esta
“estrategia del shock” tiene por contexto, en el plano mundial, el callejón sin
salida en que se encuentran la acumulación financiera y el modelo de crecimiento
por endeudamiento. Los Estados Unidos han sido un elemento de cohesión.
Estuvieron en el epicentro de la caída del Nasdaq en 2001 y de los bancos de
inversión en septiembre de 2008. No conocen otro modelo e intentan, por tanto,
perpetuarlo. Sin embargo, el gobierno americano está casi en suspensión de
pagos. Los países de Europa, entre ellos los de la zona Euro, han copiado los
mecanismos del modelo de crecimiento por endeudamiento en combinaciones
diferentes. Irlanda y España han construido una prosperidad ficticia sobre
booms inmobiliarios insensatos. En todas partes, las empresas han aprovechado
las oportunidades de la liberalización para hacer jugar la competencia entre
asalariados de países de trayectoria histórica y niveles de salario y de protección
social muy diferentes. La demanda interna ha decaído y no ha sido sostenida más
que por el endeudamiento de las familias. En todas partes, los gobiernos, tanto
de izquierdas como de derechas, han bajado los impuestos sobre el capital y
sobre las altas rentas y han compensado la bajada de la fiscalidad mediante un
recurso creciente al préstamo.
La tasa
de endeudamiento de Francia se acerca ahora al 90% del PIB. Pero en el otoño de
2008, antes del rescate de los bancos y de los grupos del automóvil, estaba ya
al 63%. Lo mismo es válido para otros países. Pero Francia es también la sede
de tres de los grupos financieros (se les llama aún bancos, pero el término es
falso) muy implicados en el apoyo al boominmobiliario en España y en la compra
de títulos de la deuda.
Se oye a
los dirigentes europeos repetir que si el pueblo griego lograra impedir el
nuevo plan de austeridad, ello podría desencadenar quiebras bancarias en
cascada.
La
realpolitik de la finanza quiere, efectivamente, que los pueblos acepten
inmolarse para que la dominación del capital perdure. El primer acto de la toma
de posesión de la nueva directora del FMI, Christine Lagarde, ha sido, de forma
completamente natural, hacer un llamamiento al parlamento griego a ser
“responsable” y a votar unánimemente las leyes correspondientes al nuevo “plan
de rescate”.
Volvamos
sobre los bancos. Con la ayuda de la concentración, los bancos se han
transformado en grupos financieros para los que las operaciones de lejos más
provechosas son las de valorización de las carteras de los ricos (la banca
privada) y, sobre todo, las operaciones de especulación sobre los títulos de la
deuda pública y de refinanciación de los préstamos de las sociedades
inmobiliarias y de los bancos hipotecarios. Desde su salvamento en 2008, los
bancos no han depurado todos los activos tóxicos de sus cuentas. Han continuado
haciendo inversiones de alto riesgo en las dos esferas de actividad
mencionadas. Han recuperado los niveles de ganancias de antes de la crisis. Sus
accionistas han recibido dividendos y los dirigentes, stock-options elevados.
Sus títulos (cerca del 20% del CAC40) han aumentado el precio de Bolsa. Hay un
debate incesante en los periódicos especializados para apreciar, se podría
incluso decir adivinar, la situación de su balance y, por tanto, el grado en
que una suspensión de pagos haría temblar verdaderamente el sistema financiero
mundial. En lo que concierne a la deuda griega, la mayor parte de los grupos
financieros han tomado disposiciones. Se pueden interpretar así las
informaciones relativas a las iniciativas tomadas por el BNP Paribas sobre
Grecia. Pero un “efecto dominó” sigue siendo posible. Lo que inquieta
verdaderamente a las finanzas es la situación española, cuarta economía de la
zona euro, donde el marasmo económico es profundo en un momento en que la
juventud y sectores sociales se movilizan.
En tu
libro, privilegias la cuestión de la anulación de la deuda y la puesta de los
bancos bajo control social, ahí donde otros se focalizan en la salida del euro.
Hay
diferentes formas de posicionarse en relación con la crisis del euro. Se puede
ver el euro como un obstáculo (algunos lo han pensado desde el comienzo) y, por
tanto, la crisis actual como la ocasión de volver a una moneda nacional cuyo
gobierno podría relanzar el crecimiento por la devaluación de la tasa de
cambio. Quienes tienen esta posición hablan poco o nada en absoluto de la
deuda. Piensan, quizá, que el aumento de los ingresos fiscales ayudaría a
resolverla en buena parte. Olvidan la experiencia de la devaluación competitiva
de finales de los años 1980, con una deuda bastante menos elevada y una base
industrial bastante más sólida.
Se puede
ver la crisis del euro como algo inscrito en los hechos en razón de la
probabilidad, incluso la ineluctabilidad, de una suspensión de pagos de Grecia.
La deuda griega era del 133% del PIB en 2010. Va a acercarse al 160% en 2011 y
rozar, según algunas proyecciones, el 180% de aquí a dos años. Las medidas
brutales no hacen sino retardar el momento en que habrá que dar “un salto a lo
desconocido”, es decir, reestructurar la deuda, alargar los plazos, borrar una
parte. Es completamente posible que el “efecto dominó” sea entonces tan fuerte
que la zona euro estalle. Ciertos bancos no lo resistirían, de forma que la
cuestión de su puesta bajo control social se plantearía.
No se les
podría, sin embargo, evitar nuevamente la quiebra de forma gratuita. Los
trabajadores se encontrarían más que nunca confrontados a la pregunta: ¿hay que
desangrarse para que el estado asegure un servicio de la deuda pública
aplastante (¡en Francia, donde el estado absorbe hasta 50 mil millones de
euros, la totalidad de lo que es recaudado a título del impuesto sobre la
renta!) de forma que se les permita a los bancos continuar pagando dividendos y
remuneraciones alucinantes a sus dirigentes?
Lo que yo
defiendo es que el movimiento social, ayudado, si es posible, por algunos
partidos, se prepare para no ser tomado por sorpresa en una nueva crisis
bancaria y para poder responder a ella con la ayuda de la consigna de “tomar
los bancos”. Esta consigna tiene un carácter algebraico. El grado de
radicalidad de su puesta en marcha depende del estado de la correlación de
fuerzas políticas, es decir, de la importancia de la preparación política
ciudadana anterior. Es posible que la resistencia de las clases populares y de
la juventud, como en España, sea un factor desencadenante de las quiebras
bancarias. Pero es el propio sistema bancario el que se ha puesto en esa
situación. La creación de una red de comités por la auditoría de la deuda
permitiría al movimiento social prepararse para esa eventualidad. Esta red
estaría dispuesta a movilizarse contra todo nuevo anuncio gubernamental acerca
de la necesidad de “salvar a los bancos”. Este es, obviamente, el primer paso
hacia consignas más radicales. Es lo que muchos militantes esperan de las
asociaciones anti-globalización y de los partidos de izquierda y de extrema
izquierda.
El
combate político por la moratoria y la anulación, tras la auditoría popular, de
la mayor parte de la deuda pública no es de los que pueden ser “delegados”. Lo
que ocurre en Atenas nos concierne en Francia. Si la deuda de Grecia tiene
rasgos de “deuda odiosa”, todas las deudas europeas son ilegítimas.
Traducción:
Faustino Eguberri para VIENTO SUR
Nota:
1) Se
refiere a Les dettes illégitimes. Quand les banques font main
basse sur les politiques publiques. París: Editions Raisons d'Agir, 2011.
Chesnais,
François. Profesor emérito en la Universidad de París 13-Villetaneuse.
Destacado marxista, es parte del Consejo científico de ATTAC-Francia, director
de Carré rouge, y miembro del Consejo asesor de Herramienta, con la que
colabora asiduamente. Es autor de La Mondialisation du capital y coordinador de
La finance mondialisée, racines sociales et politiques, configuration,
conséquences. La finance capitaliste, último libro bajo su dirección, acaba de
ser publicado por Ediciones Herramienta.
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