Virginia Giussani (Desde Buenos Aires, Argentina. Especial para ARGENPRESS CULTURAL)
Cuál es el sutil sendero que nos acerca al otro
al semejante?
¿Cuándo el corazón palpita por si mismo
y no en el pecho del otro
del semejante?
¿Por qué mis ojos están ciegos
si no se ven reflejados en la mirada del otro
del semejante?
¿Por qué mis manos mi boca mis sentidos
mis huesos mis sueños mi nostalgia
se desvanecen como flores marchitas
cuando no se desparraman en el otro
el semejante?
Mis pasos son sus huellas
mi caricia sus manos
mi fracaso sus miedos
quizás vivir sea eso simplemente
encontrar en el otro lo que nos pertenece
ofrecerle al otro aquello que ha perdido
como pájaros huérfanos en la noche
como acróbatas locos en un día de fiesta
como olas rompientes de una misma marea
Nadie en si mismo es nada
si no hay un semejante que lo arrulle
aún la soledad
está habitada por fantasmas semejantes
Será esa el alma entonces
ese cristal efímero que palpita
y se quiebra y se nace eternamente?
¿Será esa el alma?
no la tuya no la mía
sino la nuestra
porque si esa es el alma
entonces sí
nos habremos ganado el infinito
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soy como el clavo, que aun viejo y oxidado, sigue siendo clavo
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