viernes, 2 de octubre de 2009

¡VIVA MECSICOU, CAWRONES!

 

Phil Greeen, californiano y Adam Burke, australiano, socios de la empresa productora de espectáculos Autonomy, con sede en Los Ángeles, California, tendrán millones de motivos para gritar eufóricos las tradicionales vivas mexicanas, durante la noche gritona del 15 de septiembre de 2010.

 

El sr. Felipe Calderón, quien despacha como presidente de la república, está negociando con ellos un contrato por 60 millones de dólares (822 millones de pesos, al tipo de cambio actual). La materia de tal contrato es el montaje del espectáculo, a desarrollarse en la noche climática de los festejos del bicentenario de la patria mexicana y centenario de la revolución de 2010.

 

No deja de ser contradictorio que celebremos los doscientos años de nuestra independencia mediante un espectáculo que hace patente nuestra dependencia. Ahora hasta para hacer un pachangón necesitamos que vengan los hombres blancos y barbados, a decirnos cómo; precisamente a nosotros, tan orgullosos de nuestro espíritu bullanguero. Como si la comunidad artística mexicana no reuniera el talento suficiente para organizar dignamente nuestros festejos.

 

No deja de ser paradójico que, en el año en el que se incrementan los impuestos, que se aumentan los precios de la luz, la gasolina, el gas; que se reducen los recursos destinados a la educación, el gobierno esté empeñado en gastar, solo en una noche y solo en una parte, 60 millones de dólares (no están incluidos los gastos de difusión que serán mucho mayores, pues televisa y tv-azteca no aceptarán quedarse con una parte menor del pastel bicentenario).

 

Sin embargo, puestos ante lo inevitable, disfrutemos resignados el montaje de nuestra historia desde una perspectiva disneylandiana. No es remoto que veamos a Homero Simpson caracterizando a Morelos; Bart Simpson pudiera ser Narciso Mendoza, el niño artillero. Exijamos al menos que se incluya algún personaje mexicano. El Dr. Simi pudiera ser el padre Hidalgo.

 

Martín Vélez


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soy como el clavo, que aun viejo y oxidado, sigue siendo clavo

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