Sam Pizzigat, en Too Much
Una familia media de EEUU debería trabajar miles de años para conseguir mil millones de dólares. Los archirricos de EEUU, como dejan claro los nuevos datos sobre los 400 más ricos de este país, pueden perder mil millones y apenas notarlo.
Los tsunamis, como hemos aprendido la pasada semana, vienen a ser como los destructores de la igualdad de oportunidades. Contra una ola de 20 pies, una opulenta mansión no ofrece más seguridad que una casita de campo. Pero una recesión, y más una gran recesión, no funciona de la misma manera.
En una recesión, como documenta la revistaForbes, en su reciente último reportaje sobre los 400 más ricos, la mayoría de los archirricos ven un descenso en la abstracción financiera conocida como "valor neto". Pero, por lo demás, la vida sigue tan confortablemente como siempre. Los ricos emergen ilesos de los restos del naufragio que una recesión comporta.
Por contraste, como el economista John Irons nos recuerda la última semana en un nuevo informe de gran envergadura sobre la mayoría de los estadounidenses con el bolsillo magro, la recesión puede dejar a las familias trabajadoras medias con secuelas permanentes.
Déjenme mostrar algunos contrastes. Empecemos con Steve Wynn, el "rey de Las Vegas" de la industria del juego. Wynn, juntamente con otros 314 mil millonarios de la lista de los 400 estadounidenses más ricos que Forbes soltó el pasado miércoles (30 de septiembre), han perdido realmente "valor neto" a lo largo de los últimos 12 meses.
De hecho, Wynn ha perdido bastante de su valor neto desde la crisis del sector financiero de hace un año. Su fortuna ascendió a 3′4 mil millones y ahora suma solamente 2′3 mil millones, unos 900 millones de dólares se han desvanecido. Es una buena cantidad. Una familia estadounidense típica, de acuerdo con los nuevos datos de la Oficina de Censos, debería trabajar cerca de 18.000 años para amasar esos 900 millones de dólares.
Pero Wynn, a pesar de esta importante pérdida, no ha visto perturbado su tren de vida en los 12 últimos meses. Tocó las campanadas del año nuevo deslizándose por el Caribe con el megayate de 183 pies que compró el anterior verano, siguiendo después con unos bonitos días de invierno evitando a la los columnistas de cotilleos en la Costa Azul y en los Alpes.
Wynn ha hecho, por cierto, algunos ahorros durante el pasado año, especialmente sobre los salarios y beneficios de los trabajadores de su imperio corporativo. Cercenó los sueldos de Wynn Resorts un 10 por ciento el pasado invierno y, entre otros recortes, suspendió a los empleados partidas del 401(k)s [un plan de ahorro y jubilación de EEUU. NT].
En general, la riqueza total de Steve Wynn y sus 400 compadres ricachones de Forbes perdieron 300 mil millones de dólares o lo que equivale a un 19 por ciento, entre septiembre de 2008 y el mismo mes de 2009, la quinta vez que el valor neto de los 400 más ricos ha registrado un descenso desde que Forbesempezó a llevar la cuenta en 1982.
Después de los cuatros descensos previos, los 400 más ricos rápidamente recuperaron el terreno perdido y reanudaron su marcha hacia las cada vez mayores concentraciones de riqueza personal. En 1982, los 400 más ricos juntos disponían solamente de 91′8 mil millones. Hoy su valor neto combinado es de 1′27 billones de dólares.
Desde 1982, la riqueza de los 400 más ricos se ha disparado de forma alucinante 12 veces más rápido que la inflación.
Algunos de los estadounidenses archirricos están aún disparándose, incluso en medio de nuestra desagradable situación económica. La Gran Recesión ha sido, para ellos, una oportunidad para recoger algunas oportunidades de negocio que no podían dejarse perder.
El banquero de Dallas Andrew Beal, por ejemplo, ha triplicado su fortuna personal, a 4′5 mil millones, desde la crisis del pasado septiembre. Se zampó "préstamos y activos en el barato otoño anterior".
Otros mil millonarios, esperando pacientemente que su valor neto personal se recupere, están engullendo grandes lujos. Pieles de marta de Rusia, como apunta Forbes, fueron vendidas al 30 por ciento de su precio en el otoño anterior. Zapatos londinenses para hombres de piel de ternero negra hechos a medida, a 5.075 dólares hace un año, pueden ahora ser adquiridos por solamente 4.686 dólares.
Los 400 ricos de Forbes, corto y breve, lo están haciendo bastante bien.
"De alguna manera", bromeó el analista de la riqueza del Wall Street Journal Robert Frank, "pienso que estarán bien".
Muchos de los formadores de opinión de EEUU creen que la media de los estadounidenses estarán bien, también, tan pronto como la recesión finalice y los que están sin empleo vuelvan a disponer de uno.
No apuesten a eso, dice John Irons del Economic Policy Institute (EPI). El EPI publicó la semana pasada su sobrio nuevo informe, Cicatrices económicas: los impactos a largo plazo de la recesión.
Los expertos y los políticos, como señala Irons, a menudo presentan las recesiones "como eventos a corto plazo". Pero en la vida económica real, como su nuevo estudio muestra, "el alto desempleo, las menguas de rentas y la actividad económica mermada pueden tener consecuencias duraderas."
El estudio de Irons resume la enorme investigación económica que detalla estas consecuencias diversas: los estudiantes universitarios que han de abandonar los estudios cuando un padre o madre pierde el puesto de trabajo, los trabajadores cuyos salarios nunca recuperarán los niveles anteriores a los despidos, los niños que harán mal la escolarización porque una caída en la pobreza los ha dejado mal nutridos y van como una pelota de una comunidad a otra.
Para las familias medias, resume Irons, las recesiones pueden causar daños enormes "en los próximos años". Pero algunos observadores ven el caos arriba y abajo de nuestra escalera económica.
"Los 400 estadounidenses más ricos, como todos nosotros, han perdido mucho dinero en los últimos 12 meses," afirmó Duncan Greenberg, el coeditor de la lista de los 400 de Forbes, la semana pasada.
"¿Como todos nosotros?" No exactamente.
*Sam Pizzigati dirige Too Much, publicación semanal digital sobre excesos y desigualdades.
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soy como el clavo, que aun viejo y oxidado, sigue siendo clavo
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