En la madrugada del 12 de marzo de este año murió en La Habana el Comandante Manuel Piñeiro Losada, también conocido como Barbarroja. La revista América Libre, que con honor lo contaba en su Consejo de Redacción, le rinde emocionado homenaje a su vida, dedicada íntegramente a la causa de la revolución latinoamericana, de la soberanía e independencia de nuestros pueblos de la dominación norteamericana, y a los esfuerzos de construcción del socialismo, en los que se forjó como revolucionario y como combatiente internacionalista. Los datos biográficos con que iniciamos este homenaje, fueron extraídos de la Velada Solemne realizada en la ciudad de Buenos Aires, días después de su desaparición física; de la publicación realizada por un conjunto de organizaciones solidarias y amigas de la Revolución Cubana, y del Suplemento Especial editado por la Revista Tricontinental, publicación de la Organización de Solidaridad de los Pueblos de Asia, África y América Latina (OSPAAAL).
Manuel Piñeiro venía de un hogar gallego, en el que la dignidad y el decoro eran palabras de orden. En los primeros años de su juventud, se trasladó a Estados Unidos, para estudiar en la Universidad de Columbia, donde sus inquietudes políticas se desarrollaron, al conocer desde las entrañas del monstruo, las desigualdades sociales, la discriminación y el sometimiento de nuestros pueblos. A su retorno a Cuba, fue fundador del Movimiento 26 de Julio, en su ciudad natal, Matanzas, en plena dictadura militar, y se destacó en los envíos de ayuda a los combatientes encabezados por Fidel, que habían desembarcado el 2 de diciembre de 1956 y se habían internado en la Sierra Maestra. Al agotarse las posibilidades clandestinas, el Movimiento decidió incorporarlo al Ejército Rebelde, integrando como combatiente su Columna Madre bajo las órdenes de Fidel. Allí se destacó por su espíritu entusiasta y solidario, alcanzando sucesivamente los grados de teniente y capitán, y siendo seleccionado para integrar el grupo de combatientes que bajo el mando del comandante Raúl Castro se desplazaron hacia el macizo montañoso de Oriente, formando el Segundo Frente Oriental Frank País; donde ocupó importantes responsabilidades, en logística, personal e inteligencia. Meses antes del derrumbe de la tiranía, fue ascendido a Comandante y tras la victoria del 1ª de enero de 1959, fue designado Jefe de la Plaza Militar de Santiago de Cuba, donde por primera vez, algunos fotógrafos lograron captar su imagen con la legendaria barba roja que desde la Sierra Maestra dio origen a su sobrenombre.
Posteriormente fue trasladado a La Habana, participando en medio de los años más convulsos de la revolución, provocados por la brutal agresión imperialista contra Cuba, en la constitución del Ministerio del Interior y de los órganos de la Seguridad del Estado. Fueron los años duros de guerra de violenta intensidad, atentados contrarrevolucionarios, sabotajes, incendios, bombas, destrucción de fábricas, asesinato de combatientes. Piñeiro tuvo que desarrollar ese tipo de confrontación bajo la dirección del Comandante Ramiro Valdés, conjugando aquellas funciones, con las nuevas tareas de carácter internacionalista que asumió bajo la dirección de Fidel y el Che. Como lo señalara el General de División Samuel Rodiles en su sepelio: "fue un valioso colaborador anónimo de las misiones internacionalistas del Comandante Ernesto Che Guevara en otras tierras del mundo."
Hoy muchos hombres y mujeres en el mundo empiezan a conocer, a partir de los documentos desclasificados por el propio gobierno norteamericano y la CIA, el carácter brutal de aquella agresión, que significó para el pueblo cubano un elevado costo material, humano, de distracción de recursos y que debió involucrar a excelentes compañeros, que en otra condiciones podrían haber entregado toda su capacidad a la construcción de una nueva sociedad. Todavía quedan por escribir nuevas páginas de esa historia heroica, que devinieron en una forja para Piñeiro, quien con modestia, humildad, sencillez y un profundo sentido solidario y humanista, se entregó por completo a la batalla; actuando en condiciones de elevadísima tensión y de desproporcionado y desigual combate, que pudo ser enfrentado exitosamente a partir de los enormes valores morales, políticos, e ideológicos, que sólo una revolución social puede crear y afirmar en los luchadores, cuando se defiende una causa verdadera. Piñeiro y otros compañeros aportaron en esas condiciones la capacidad de reemplazar la ausencia de recursos, con creatividad, ingenio, y su enorme firmeza. Sólo una causa tan profundamente humana, como el socialismo, es capaz de producir gestas como ésta y líderes como éstos, que aprendieron de la historia americana, de Bolívar, de San martín, de Martí, de Fidel, de Camilo, y del Che.
En esos años, Piñeiro fue responsabilizado desde su cargo de Viceministro Primero del Ministerio del Interior, para organizar las Direcciones Generales de Inteligencia y de Liberación Nacional, conjuntamente, como un pilar de la gesta insurreccional victoriosa. Fue miembro del primer Comité Central del nuevo Partido Comunista de Cuba, el cual integró desde su fundación hasta su Vª Congreso, en octubre de 1997, por espacio de 32 años. En 1975 se le encomendó fundar el Departamento América del Comité Central del Partido Comunista de Cuba, desde donde por más de quince años desarrolló los vínculos de la revolución con las fuerzas políticas revolucionarias, democráticas, populares, con los movimientos sociales, con el sentido más amplio, unitario, sin sectarismo, sin dogmatismo, y profundamente respetuoso y cuidadoso de la diversidad de pensamientos y de experiencias que existen en el continente. Se destacó también su fraternidad en la relación con las diversas iglesias, con los grupos juveniles y estudiantiles, movimientos de mujeres, sectores intelectuales, sindicales, sin distinguir diferencias jerárquicas y creando una particular confianza a partir de su modestia, y al mismo tiempo, de su historia y de su imagen legendaria.
En la práctica internacionalista junto a Fidel, ha hecho un aporte invalorable por las estrechas relaciones que supo alcanzar con el conjunto del movimiento emergente en el Tercer Mundo. No hubo prácticamente un patriota, un líder popular en América Latina, África, Asia, que en esos años de la Revolución Cubana no haya recibido el importante influjo de su personalidad. En las gestas independentistas desarrolladas en estos años, junto a los nombres de Fidel y el Che, quedará el suyo para siempre en la historia. En las tareas internacionalistas, respondiendo al mandato de la revolución, le dio también un sello particular a las relaciones humanas con los miles de perseguidos y a sus familiares que llegaron a Cuba, encontrando en él junto a la solidaridad política, el calor humano. Será muy difícil encontrar un exiliado latinoamericano en Cuba, que no haya conocido la sonrisa y el optimismo cargado de empuje de Manuel Piñeiro.
Ante los hombres y mujeres que lo rodeaban, Piñeiro dio ejemplo de austeridad, mostrando de manera cristalina, el nuevo tipo de hombres que es capaz de forjar el socialismo, la Revolución Cubana, hombres y mujeres entregados por completo a la lucha revolucionaria, cuya única recompensa es la materialización de los sueños y de la dignidad plena del hombre. Piñeiro fue marcadamente ajeno a todo gesto de grandilocuencia, alarde, soberbia y otras mediocridades. Por el contrario, ante sus compañeros supo conjugar la exigencia, la disciplina, la firmeza en los principios, el combate a las debilidades, con su carácter jocoso y con su contagioso optimismo. Siempre supo conjugar la extremada consecuencia con la irreverencia.
Empleó sus relaciones profusas con los periodistas nacionales y extranjeros, tanto para enriquecer su información, atesorada por una memoria privilegiada, como para promover una mejor difusión de las luchas y realidades del mundo. Mantuvo silencio sobre todas sus actividades revolucionarias, llevando la reserva a sus máximos límites. Sólo rompió el silencio, en ocasión del 30ª aniversario de la caída del Che, para realizar en algunas pocas entrevistas, la aclaración de determinadas circunstancias históricas que ayudaran a interpretar esos hechos a las nuevas generaciones de revolucionarios. Las dos entrevistas principales realizadas en este período, fueron publicadas íntegramente en los números anteriores de América Libre. Su estatura política e ideológica, se reveló una vez más en aquel combate ideológico. En esa ocasión expresó, entre otros conceptos que hoy queremos rescatar:
"Estamos viviendo en un mundo unipolar, presidido por el hegemonismo yanqui y en esta época, las circunstancias son distintas, las consignas, las tácticas que nos enseñó el Che deben ser ajustadas a la nueva situación. Sin embargo, esto no excluye la necesidad de seguir luchando por las transformaciones revolucionarias; las frustraciones, las derrotas parciales del movimiento revolucionario y popular, no deben hacernos perder las esperanzas."
..."Los revolucionarios tenemos el deber de hacer la revolución, como indicó la Segunda Declaración de La Habana. Mucho más en este mundo globalizado donde el capitalismo demuestra todos los días su incapacidad para solucionar los grandes problemas de la humanidad."
..."La explotación, la pobreza, las discriminaciones sociales, económicas, sociales, étnicas, religiosas, sexuales, los niños de la calles, son el pan nuestro de cada día."
..."Para intentar modificar esta situación, no queda otro camino que continuar luchando contra el imperialismo. No hay fórmula única ni dogmas. La manera de desarrollar esta lucha, debe ser decidida por los movimientos sociales y políticos, por sus dirigentes, por sus organizaciones revolucionarias, según sus circunstancias concretas; pero nada cambiará si no demostramos nuestra voluntad y decisión de modificar el actual status quo."
..."Podrán cambiar las tácticas de lucha, adecuarse al momento y la época en que se vive, pero lo que no debe cambiar jamás para un revolucionario, es su decisión de continuar luchando para tomar el poder político."
Y refiriéndose a la Revolución Cubana expresó
..."Sobrevivimos por la férrea unidad y conciencia de nuestro pueblo, bajo el liderazgo del comandante Fidel. Por la convicción de la mayoría del pueblo cubano, de que sólo el socialismo puede garantizar la independencia de nuestra patria, las conquistas sociales, y la construcción de un ordenamiento democrático, en que nuestros hombres, nuestras mujeres y nuestros jóvenes son protagonistas y participantes de la obra de la revolución. Sobrevivimos porque tenemos un pueblo armado y un ejército revolucionario dispuesto a combatir y a hacer morder el polvo de la derrota a cualquier agresor que intente apoderarse de nuestra patria."
Afirmando finalmente:
"La historia demuestra que sin la unidad de los revolucionarios, sin el apoyo del pueblo y sin el empleo oportuno de las armas, resulta muy difícil, sino imposible, realizar las transformaciones revolucionarias que permitan alcanzar una sociedad más justa, solidaria, sin explotaciones ni discriminaciones de ningún tipo.»
Su muerte es una enorme pérdida para la causa de la revolución. Se ha perdido una página viviente de la historia de Cuba y de la lucha popular de América Latina. Pero su trayectoria, tan rica y ejemplar, nos permite afirmar que este hombre imprescindible vivirá eternamente en las luchas de todos los hombres y mujeres, en Cuba, y fuera de Cuba, junto al Che, junto a Camilo, y junto a tantos centenares de dirigentes ejemplares que ha sabido parir la patria americana.
Comandante amigo: Andarás con nosotros en los nuevos caminos que logremos ir abriendo con nuestra lucha. Nos cuesta recorrerlos. Te imaginamos burlándote con ternura de nuestro desconsuelo. En todo el continente, en Europa, en África, en Asia, allá donde sembraste tus semillas, desde aquel 12 de marzo en que comenzaron a sonar los teléfonos anunciando tu ausencia, se reproducen homenajes, grandes y pequeños a tu memoria. Los compañeros recuerdan las múltiples anécdotas que grabaste en nuestras vidas. Tus consejos siempre fraternales. Tu risa franca. Tu optimismo a prueba de reveses. Supiste borrar mágicamente las barreras que levantan, entre hombres y mujeres que luchan juntos, las diferencias de creencias, de prácticas, de organizaciones, de edades, de sexos, de jerarquías, de experiencias o de intereses aparentemente contradictorios. Quienes te rendimos homenaje desde estas páginas, creemos y sentimos de manera diversa temas tan profundos y complejos como son la vida y la muerte, las formas de vivir y de morir, los caminos para resistir y crear una cultura de liberación verdadera. Compartimos, sin embargo, aquel mandato que nos diera el Che, y que fue también tu máxima enseñanza de vida: "El revolucionario verdadero debe estar guiado por grandes sentimientos de amor". Es precisamente ese amor, en el que nos encontramos, y con el que te recordamos. Es ese amor que desparramado generosamente, hasta el último día de tu vida, ayudó a dar los primeros pasos a miles de jóvenes revolucionarios en el mundo, que a tu lado supieron que el Hombre Nuevo podía encarnarse en un hombre verdadero de este tiempo. Que podía ser una meta a construir en cada uno de nosotros, como lo enseñaba tu ejemplo. El de un compañero que marchaba a nuestro lado, con infinita modestia, atreviéndose a la aventura de continuar la historia.
Consejo de Redacción de la Revista América Libre
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ser como el clavo, que aun oxidado, sigue siendo clavo
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