CON LA DESAPARICIÓN DEL S.M.E. DESAPARECERÍA BUENA PARTE DE LA
HISTORIA DE MÉXICO Y DEL PAÍS MISMO.
Por: Salvador Castañeda O'Connor.
Director de la revista Unidad Comunista y miembro de la Dirección
Colectiva del CC del Partido de los Comunistas.
El 27 de Septiembre de 1960, día en que se nacionalizó la industria
eléctrica, yo era un joven de 28 años; Secretario de Asuntos Jurídicos
del Comité Nacional de la histórica U.G.O.C.M. que dirigía Jacinto
López, el líder campesino más importante de este país después de
Emiliano Zapata. Con ese carácter estuve en el mitin que organizó el
Sindicato Mexicano de Electricistas, en el zócalo de la Ciudad de
México.
"Muchos días de éstos, Señor Presidente", dijo, al empezar su
discurso, el compañero Palomino, Secretario General del S.M.E.,
refiriéndose también al hecho de que en ese día el Presidente López
Mateos celebraba su cumpleaños.
Han pasado cerca de 50 años y aquellos "Buenos Días" en la vida del
sindicato más combativo por los derechos de sus agremiados y de la
Nación, están a punto de concluir definitivamente.
No era López Mateos el representante de una burguesía nacional en
ascenso revolucionario, como lo fue el General Lázaro Cárdenas, pero
sí de aquélla que todavía resistía al imperialismo con actos como la
nacionalización de la industria eléctrica, la expropiación del
latifundio de Cananea y el apoyo político a la Gran Revolución Cubana.
Como todos sabemos, el gobierno que presidió Miguel de la Madrid
modificó la Constitución General de la República para crear un marco
jurídico apropiado y dar marcha atrás a las políticas nacionalistas,
progresistas y democráticas que de alguna manera se impulsaron en el
pasado e inaugurar la actual etapa del neoliberalismo, que privó al
Estado Mexicano de gran parte de sus atribuciones en materia
económica, cediéndole a la iniciativa privada y al imperialismo la
llamada rectoría del desarrollo.
Creadas las bases materiales y jurídicas para el desarrollo de esta
etapa del capitalismo decadente, depredador, apátrida y genocida, los
presidentes Salinas de Gortari, Ernesto Zedillo, Vicente Fox y el
actual, se empeñaron con entusiasmo, digno de mejor causa, en
privatizar los ejidos y con ellos buena parte del territorio nacional,
las minas, la banca, teléfonos, líneas aéreas, la industria
siderúrgica, los ferrocarriles y más de mil empresas correspondientes
al sector público, dejando esos enormes espacios, incluyendo áreas
estratégicas y prioritarias en manos de los monopolios extranjeros,
aunque algunos se disfracen de nacionales.
Particularmente los presidentes Zedillo y Fox se mostraron
verdaderamente interesados y resueltos en privatizar en su totalidad
tanto la industria eléctrica como la petrolera, donde de manera
tramposa e ilegal ya participa la iniciativa privada, pretendiendo
despojar a la Nación mexicana de su patrimonio material e histórico en
materia de energía, a pesar de que nuestra Constitución declara que
esos bienes y servicios son de la propiedad exclusiva de la Nación.
Tal vez estos presidentes hubieran logrado su objetivo siniestro si no
hubiera sido por la defensa intransigente del Sindicato Mexicano de
Electricistas de los derechos políticos, históricos y patrimoniales de
la Nación mexicana.
Bajo la bandera de que "la Patria no se vende, se defiende" el
Sindicato Mexicano de Electricistas movilizó a sus agremiados y a
todas las fuerzas progresistas y patrióticas del país que se
manifestaron en todas las formas posibles para que el Congreso de la
Unión mandara a las profundidades del archivo las iniciativas
privatizadoras de Zedillo, primero, y de Fox después.
Como lo he repetido muchas veces, de no ser por el Sindicato Mexicano
de Electricistas, la Nación ya hubiera perdido en beneficio del
imperialismo el sector energético de nuestra economía.
Esa es la razón fundamental de los ataques rencorosos y revanchistas
de este soldado de miniatura que dice presidir los destinos del país,
en contra del Sindicato Mexicano de Electricistas.
En el decreto de extinción de la Compañía Luz y Fuerza del Centro,
Calderón invoca un sin número de facultades legales, pero ninguna de
ellas lo autoriza, como patrón que es, a liquidar una empresa sin
antes promover ante la Junta Federal de Conciliación y Arbitraje, un
conflicto colectivo de naturaleza económica. Tampoco lo autoriza a
indemnizar a sus trabajadores, cuando éstos tienen el derecho de optar
por su reinstalación en el trabajo del que fueron injustificadamente
despedidos.
En la feroz campaña mediática que se ha desplegado en contra del SME
se afirma reiteradamente que los electricistas son trabajadores
privilegiados que gozan de sueldos y prestaciones exageradas. Esta
acusación, además de falsa, esconde el coraje de la clase gobernante
en contra de un sindicato que se mantiene independiente del poder
público y emprende con vigor la lucha por los derechos sociales y
económicos de sus agremiados. Para el gobierno, los líderes del SME
son corruptos, cuando no han hecho otra cosa que responder con lealtad
a las demandas de su base sindical. Mientras que según el gobierno,
los líderes de los sindicatos charros practican una alta moralidad por
negociar con la clase patronal y con el gobierno las demandas de sus
trabajadores que reclaman una mejora permanentemente de sus
condiciones de trabajo y de vida. Para el gobierno, la lealtad de los
lideres hacia su base sindical es corrupción, en tanto que la traición
de los dirigentes sindicales para con sus agremiados corresponde a los
más altos valores éticos.
Lo que han acreditado suficientemente los compañeros del Sindicato
Mexicano de Electricistas es que se puede defender a la Patria sin
renunciar en ningún momento a las legítimas demandas de los
trabajadores, porque nunca en la historia de este país, los intereses
de la clase obrera han sido incompatibles con los de la Nación
Mexicana.
Hemos dicho y lo sostenemos que es fascista el golpe que el gobierno
ha dado al Sindicato Mexicano de Electricistas, decretando formalmente
la desaparición de la compañía de Luz y Fuerza del Centro, empresa con
la cual tiene celebrado un contrato colectivo de trabajo, cuya
consecuencia directa es la desaparición del propio SME, porque el
fascismo no es otra cosa que la desaparición, impuesta por el
gobierno, de cualquier organización independiente que luche por los
intereses de la clase obrera y del pueblo.
No queremos decir que los mexicanos estemos ya sometidos de una manera
general y completa al fascismo, pero sí que la burguesía reaccionaria
y vende patrias que nos gobierna emplea en contra de nuestro pueblo
formas fascistas de represión. De ninguna manera queremos invocar al
fascismo ni al diablo.
Estamos si en una época donde el sistema capitalista, lejos de
resolver los problemas ancestrales de nuestro pueblo, se ha convertido
en el obstáculo fundamental de toda solución posible. El capitalismo
devino en capitalismo salvaje para explotar inmisericordemente a los
trabajadores, condenándolos a la miseria y la marginación, al tiempo
que destruye los valores materiales y espirituales de la Nación
mexicana.
Frente a estas formas fascistas de gobernar, nuestro Partido debe
aliarse con todas las fuerzas que se reclamen democráticas,
progresistas y patrióticas, es decir con todos aquellos que se
interesen por la verdadera independencia de la Nación Mexicana, por la
verdadera democracia y el progreso social.
Pero al mismo tiempo, nuestro partido debe recordar que se está
planteando ante nosotros la disyuntiva de "Socialismo o barbarie" y
como organización política de la clase obrera debe aliarse
fundamentalmente con todas aquellas fuerzas progresistas que se
propongan combatir hasta su extinción al sistema capitalista y
construir un nuevo orden económico, político y social en nuestro país,
donde los trabajadores sean los dueños de los medios e instrumentos de
la producción económica, de la riqueza y el poder, que no es otra cosa
que el Socialismo.
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soy como el clavo, que aun viejo y oxidado, sigue siendo clavo