martes, 18 de agosto de 2009

CINE :SALIR DEL ARMARIO (2001)

Jesús Dapena Botero (Especial para ARGENPRESS CULTURAL)

DIRECTOR: Francis Veber
PRODUCCIÓN: Alain Poiré
PROTAGONISTAS Daniel Auteuil como François Pignon
Gerard Depardieu como Félix Santini, el jefe de personal
Tierry Lhermitte como Gillaume, otro directivo
Anna Michèle Laroque como Melle Bertrand, la jefe de Pignon
Michel Aumont como Belone, el vecino
Jean Rochefort como Kopel, el director
Alexandra Vandernoot como Christine, la exmujer de Pignon
GUIÓN: Francis Veber
FOTOGRAFÍA: Luciano Tovoli
MONTAJE: Georges Klotz
SONIDO: Dolby Digital 5.1
MÚSICA: Vladimir Cosma
VESTUARIO: Jacqueline Bouchard
DECORADO: Hughes Tissandler
PRODUCTORA: Gaumont/EFVE Films/ TF1 Films Production
DISTRIBUCIÓN: Manga Films
DURACIÓN: 84 minutos

A mi primo Benjamín Botero, bb, un acérrimo crítico de lo políticamente correcto.

Francis Veber, el director de cine francés de origen judío, nacido en 1937, se considera hoy en día, el Rey de la Comedia Francesa, por su agradable manejo de la farsa, ya que a él, el hacer reír a la gente le produce una satisfacción formidable, con un humor sin secretos mágicos ni elementos sofisticados, ya que el suyo arranca de la observación de la vida cotidiana, al no poder mirar sino el lado cómico de las cosas, por trágicas que sean.

Y realmente estamos ante una farsa ya que Pignon, el protagonista, se comporta de una manera extravagante, para desde su posición de antihéroe ,al inicio de la novela, y gracias a una genial ocurrencia de su vecino psicólogo, se convierte en un héroe de la vida cotidiana, en una pacata sociedad de consumo, pero sin dejar de mantener, en todo momento, una cuota de credibilidad, con una impensable sutileza, en un filme sin mayores sofisticaciones, que puede llegar al público corriente, de tal forma que el autor se inscribe en la gran tradición de la Comédie Française, con una comedia llena de gracia, que no cae en la vulgaridad, pero eso sí, con una marcada intencionalidad, no destinada simplemente a producir chistes visuales, gags, sino con el propósito de lanzar un mensaje al mundo, para pensar con lucidez, sobre la falsedad de las posturas llamadas políticamente correctas, cosa que hace con un tono parco y elegante, con un estilo ágil, con un buen comienzo, con un desarrollo lento del conflicto y un brillante final, que satirizan la hipocresía social, la doble moral, la discriminación sexual, la inestabilidad en el empleo y el acoso laboral, pero sin el recurso a chistes prefabricados, a la vez que acude a las grandes actuaciones de actores de la talla de Daniel Auteuil, Gerard Depardieu y Jean Rochefort, el simpático marido de la peluquera de Patrice Leconte.

Pignon (Daniel Auteuil) es un hombre desesperado, abandonado por su mujer y desconocido por su hijo, quien además se siente acosado en la vida laboral ya que encuentran en él a una persona depresiva, gris, apocada, ineficiente, indecisa, torpe y pasiva, en fin un ser lamentable y obtuso del que además sospechan, con una actitud homofóbica, que es un homosexual, al que piensan echar de la empresa, al aducir un despido masivo. Todo ello, lleva al pobre hombre a pensar en el suicidio, al que se interpone un vecino psicólogo, que le sugiere que se haga pasar por homosexual, para que no puedan echarlo, temerosos de que se los juzgue por discriminación contra alguien que tiene una orientación sexual distinta.

Poignon acepta el reto. Algunos de sus compañeros intentan hacerle la vida más imposible aún mientras su malévolo jefe de personal, que humillaba al empleado con su hostilidad y su sarcasmo, comienza a acercarse a él para hacer lo políticamente correcto y no correr el riesgo de él mismo perder el empleo como acosador laboral, y en el acercamiento, empieza a darse todo un encuentro, que lo lleva a regalarle al supuesto homosexual, un sweter rosado, que la mujer del donante piensa que es para otra mujer, y empieza a generarse todo un conflicto conyugal en el hogar de Felix Sandini (Gerard Depardieu).

Entre tanto, dos compañeros de trabajo deciden darle una paliza a Pignon, por su condición homosexual, hasta fracturarle la clavícula, lo que hace que el trabajador tenga que ser atendido médicamente pero Sandini ha ido cambiando realmente su actitud hacia la homosexualidad y considera aquel ataque como algo repugnante, por lo que decide llevarle a su subalterno unos chocolates y, cuando Pignon se reintegra al trabajo, se encuentra conque la Administación espera que él, los represente en el desfile del Orgullo Gay.

Pero como la relación conyugal del jefe es cada vez peor y su esposa lo ha abandonado, Sandini hace una depresión, por lo que ha de ser hospitalizado, lo cual inspira alguna compasión en Pignon quien va a visitarlo, a la vez que participa en la Marcha homosexual, lo cual lo convierte en alguien respetable y representativo, con la buena suerte que su hijo lo ve por la televisión y, en la noche, cuando cenan juntos, el muchacho le confiesa que le ha parecido genial su acción, así el chico no sea homosexual.

Ésto hace feliz a Pignon, quien cuenta a su vecino, de la alegría que siente de volverse a sentir reconocido por su hijo.

La participación en el desfile homosexual hace que la empresa lo ascienda de puesto y con el sweter rosado, que no se había puesto nunca, desde que se lo regalara Sandini, va a visitarlo a la clínica psiquiátrica donde está recluido, para regalarle un llavero, con forma de balón de rugby.

Al recuperarse de su crisis emocional, Sandini regresa a la empresa, en compañía de Pignon, donde se le ha organizado una fiesta de bienvenida pero ambos entran cogidos de la mano mientras son recibidos con todo el afecto de sus compañeros.

En medio del jolgorio, se da un encuentro entre la gran jefe de Pignon y éste, quienes terminan haciendo el amor en un lugar de la planta industrial, sin percatarse que el director de la empresa está mostrando la fábrica de condones a unos japoneses, lo cual obliga al industrial a disimular su desconcierto diciendo que lo que les está mostrando la sala de pruebas.

Pero Pignon tiene una cita con su exmujer, quien lo recrimina por su supuesta homosexualidad, a lo que él aduce que fue una manera de defenderse ante su desamor, para luego sincerarse y aclararle que todo ha sido una treta, que se ha hecho pasar por homosexual para no perder el empleo y poderle pasar la pensión y acuerdan no decirle nada al chico hasta que pase su adolescencia, ya que el hecho de que su padre se comporte como un gay, alguien que desafía la cultura imperante, ha hecho que el padre haya sido reivindicado ante sus ojos. Lo que sí sabe Pignon es que ahora ya no es el mismo hombre que era antes, que ha sufrido toda una transformación.

Ahora aunque diga la verdad, no perderá su empleo pues ya Pignon está enfocado como debe ser.

Y ahí termina la comedia, con la superación de las dificultades de nuestro personaje, acendradas por el vicio humano de juzgar y devaluar al diferente, con un relato en el que todos se transforman y tan contentos, pero que no deja de tener el contenido crítico que ha caracterizado a la comedia en Occidente, desde Grecia hasta nuestros días.

Ahí tenemos la historia de un hombre anodino, un hombre del común, que deviene en un especie de arquetipo, que logra probar su inocencia, a pesar de todas sus inconsistencias, en el ámbito de la empresa y de su mundo familiar.

Los vicios de la discriminación de la persona que se comporta distinto a los demás, de los homosexuales, el mundo del acoso y la inseguridad laborales, quedan cuestionados profundamente, pues no se trata de una simple comedia light, con una sucesión inconexa de gags sino de una que contiene todo un mensaje moralizador, que pone en ridículo a quienes transgreden los más nobles ideales, para llegar a un final feliz para todos y cada uno de los personajes, con excepción de los agresores que quebraran la clavícula de Pignon, que al menos no pasan de un slapstick, que los tira al suelo de una manera casi inofensiva.

No es una comedia sofisticada a la manera de las de Woody Allen, ni tampoco una parodia, ya que su temática es absolutamente original; tal vez podríamos considerarla una comedia de enredo, medio alternativa que cuestiona al mundo establecido y conservador, pero que acude a un equívoco consciente, ya que Pignon y su vecino son unívocos en lo que quieren, para hacer un uso instrumental de la ambigüedad, en la que se va dando todo un encadenamiento de acontecimientos que llevan al final feliz, en una construcción dramática, donde el humor resulta ser lo más sano para todos, como si Veber supiera a ciencia cierta que la risa es un remedio infalible.

Jesús Dapena Botero es colombiano residente en España.

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