Ésa ha sido la historia reciente del país: las crisis económicas han azotado a los más pobres y han ampliado su número. Ello ocurrió en 1982-83; en 1987 y en 1995-96. Pero las crisis no han sido el único enemigo de los pobres ni, quizá, el mayor. La debilidad sostenida del crecimiento económico en las últimas dos décadas y la pobre creación de empleos explica, fundamentalmente, la pobreza estructural de México.
Para aliviar los efectos de la pobreza los últimos cuatro gobiernos –encabezados por los presidentes Carlos Salinas, Ernesto Zedillo, Vicente Fox y Felipe Calderón– han puesto en marcha programas que con distinto nombre –Solidaridad, Progresa, Oportunidades y Vivir Mejor– intentan ofrecer alternativas en alimentación, salud, educación y vivienda a las familias más pobres del país. Cada uno de estos programas, con mayor o menor éxito en las últimas dos décadas, ha impactado favorablemente la condición de pobreza de un número significativo de familias. Se habla, pues, de éxitos en el combate a la pobreza. Incluso, organismos internacionales como el Banco Mundial o el Banco Interamericano de Desarrollo han promovido en otros países "el modelo mexicano" de combate integral a la pobreza con gran entusiasmo, como lo demostró Robert B. Zoellick, el presidente del Banco Mundial, en su reciente visita a México.
Pero no se debe festejar que los pobres de México siempre caminen con muletas. Los programas de combate a la pobreza que se han lanzado con vítores por parte de los últimos cuatro gobiernos, son sólo muletas ante la incapacidad de los gobiernos para que sus políticas económicas hagan crecer sostenidamente a la economía y para mejorar consistentemente la distribución del ingreso.
Dado que ello no ha ocurrido, entonces los pobres de México requieren muletas para caminar. Es decir, ayuda del gobierno para comer, vestir, para tener agua, para ir a la escuela. Pero esa política social debe tener un carácter temporal y no debe de ser una condición permanente, ni mucho menos "la" política que el gobierno de Felipe Calderón deba presumir.
México –que requiere correr ante el crecimiento de nuestros vecinos y competidores– no puede construirse a base de ofrecer muletas a sus habitantes más vulnerables en el largo plazo. Como política de corto plazo "Vivir Mejor" es aceptable –sobre todo cuando se enfrentan coyunturas internacionales, como la recesión económica estadounidense o el incremento de precios en alimentos, que impactarán desfavorablemente a los más pobres del país (el BID estima que la incidencia de la pobreza alimentaria aumentaría 20% como consecuencia de estos fenómenos)–, pero es una política complementaria que no resolverá estructuralmente el problema de los pobres.
Se requiere dotar de muletas a los pobres del país, pero el peligro es que los gobiernos y sus políticos ya se acostumbraron a ofrecerlas –y a recibir aplausos por ellas–, dejando a un lado su tarea económica fundamental, trabajar en un conjunto de acciones y de políticas deliberadas para impulsar un crecimiento económico elevado y sostenido por largos periodos de tiempo, junto con políticas sociales redistributivas. Los pobres quieren y pueden caminar por sí solos; pero se requiere que el gobierno, los políticos y los líderes del país trabajen en eso.
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Fernando V. Ochoa
cel 6621 50-83-33
ser como el clavo, que aun oxidado, sigue siendo clavo.
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