viernes, 9 de mayo de 2008

PSICOLOGIA DEL PODER, POR QUE SE TRASTORNAN LOS POLITICOS

Jonathán Torres

¿Qué pasa por la cabeza de los hombres del sistema cuando acumulan influencia? El poder, descrito por los estudiosos de la mente humana, es como un afrodisíaco que desata los deseos por cortar cabezas, pervierte la política y alborota la ambición

La conclusión de esta historia alimentará la zozobra: México cosecha a políticos diestros para hacer y decir barbaridades. Un día, AMLO, líder del PRD, presume su fervor por imponer su verdad en las filas de un partido que hoy está hecho trizas. Poco después, Emilio González, gobernador de Jalisco, suelta su furia (y su lengua) contra quienes le recuerdan que el Estado es laico. Más tarde, Carlos Salinas, poder fáctico de la política nacional, reparte culpas por el desastre político que también él forjó. Y, al paso de los días, la lista de ejemplos se multiplicará por generación espontánea.

¿En dónde está el virus? De acuerdo con el ojo clínico, el poder despierta pasiones en aquellos seres que el sistema político coloca en posiciones trascendentes, lo que los orilla, literalmente, a defender el castillo que los cobija, y que inhibe las libertades y la promoción del bien común. Ante este comportamiento, el diagnóstico sentencia que lo que hoy padece México es la presencia, casi generalizada, de politiquillos, no estadistas, cuya meta sólo está en sobrevivir, no moverse para aparecer en la foto y en amarrar oportunidades futuras.

Éste es el perfil que retrata de pies a cabeza a muchos de los hombres y mujeres que, al margen de lo que opinan millones de ciudadanos de a pie, tienen a este país atrapado y sometido a una cultura que dicta que el poder tiene que disfrutarse para servicios personales, mediante reglas no escritas y bajo reserva.

"Hay varios factores individuales, culturales y sociales, que impulsan el mal comportamiento de los políticos", expone Jorge Molina, doctor de la Facultad de Psicología de la UNAM. "Uno de ellos se llama Motivo de poder, y tiene que ver con la motivación que dirige y energetiza a cualquier persona. El poder, en este caso, es un motivo que está al alcance de unas cuantas manos y que, en la mayor parte de las ocasiones, se ejerce de manera perversa."

Sin embargo, más allá de interpretaciones clínicas, los miembros de esta comunidad en estudio sostienen que el origen de este mal responde a las tendencias generales del sistema político. Ésta es la tesis que domina en la mayor parte de los líderes partidistas que actualmente hacen de las suyas en México: el poder es un instrumento fugaz producto de la investidura de un cargo público que, cuando se deja de tener, convierte a los políticos en simples mortales y, a veces, en seres miserables.

"El poder tiene su lógica, dispone de demandas y exigencias. Los políticos creen que asumen el poder, cuando en realidad el poder los asume a ellos. Por eso pierden el piso. El poder es altamente destructivo", dice Federico Berrueto, ex militante del PRI y director de Gabinete de Comunicación Estratégica, una firma de cabildeo.

Los expertos, no obstante, aseguran que sí hay vacunas contra este mal, aunque consideran que los síntomas de cambio empezarían a sentirse luego de varios años, pues es necesario modificar los paradigmas que insisten en perpetuar la sumisión ciudadana, la permanencia de los poderes fácticos y la idea de que la democracia se ejerce sólo con el voto.

EN SUS ENTRAÑAS

¿Felipe Calderón escucha a su círculo más íntimo? ¿Manlio Fabio es el orquestador de este sexenio? ¿AMLO es el monstruo que todos pintan? Muchos políticos que salieron de las macetas y permanecerán bajo la sombra de una figura. Otros, en cambio, son animales políticos, que no pueden ser calificados de advenedizos, sino como personajes que saben cómo y cuándo aprovechar el timing.

Sin embargo, al paso del tiempo, han cambiado las reglas que los políticos siguen para mantener un cachito de influencia. Antes, cuando el Presidente de la República era el amo y señor, el resto de la clase política se sometía a las formas y vivía en la simulación. La máxima era ser un político obediente. Ahora, el código es distinto pues existen mayores márgenes de libertad, lo que ha hecho que muden de hábitos y, en la práctica, busquen ser más comprensivos (aunque no lo sean) frente a la opinión pública y, para ello, recurren a nuevos métodos de poder como es la exposición en medios.

Esto los ha llevado a cuidar el poder que detentan y, en ese camino, blindan los criterios que siempre han existido en el sistema, como son la relación con los grupos de interés, la permanencia del modelo económico y la institucionalidad para administrar las crisis. En pocas palabras: desde siempre ha existido una red que condiciona la eficacia del poder. "El poder no sólo es capacidad de operación. Es capacidad para entender la realidad y hacer buen uso de la información", señala Federico Berrueto.

Así, todo apunta a que los políticos son, simplemente, piezas del ajedrez. Al respecto, Jorge Molina, psicólogo de la UNAM, considera que los políticos que muestran duros semblantes y una postura aparentemente poderosa son, en realidad, personas a las que les tiemblan las rodillas. "Mucha gente prepotente, curiosamente, oculta su sentido de inferioridad. Una persona insegura se esconde en una aparente superioridad. Usan el poder para avasallar y no para discutir de igual a igual."

De esta manera, la radiografía de esta especie es contundente: los políticos, sin excepción, siguen los mismos patrones para ejercer su autoridad y van por la vida aplicando la tesis de "yo sé lo que México necesita, el pueblo no sabe y para qué lo consulto". Y, en ese trance, sobre todo cuando registran la avalancha de críticas en su contra, suelen distorsionar la realidad.

Algo curioso: algunos políticos consultados, que por obvias razones se resisten a ser exhibidos, se ven en este espejo y citan como sus fuentes de inspiración a Elías Canetti, quien escribió el libro "Masa y Poder", y a un extravagante autor llamado Wilhelm Reich, quien publicó la obra titulada "¡Escucha, pequeño hombrecito!", que no es otra cosa que un material muy agrio sobre el comportamiento político.

En éste, por ejemplo, se dice que el "pequeño hombrecito" (en clara alusión al político) cubre su debilidad con fantasías de fuerza, está orgulloso de sus grandes generales, pero no de sí mismo, admira las ideas que no tuvo y no las que sí pensó. Al mismo tiempo, critica que éste siempre piense a corto plazo, del desayuno al almuerzo, y le recomienda pensar hacia atrás en términos de centurias y hacia delante en términos de miles de años.

A pesar de estas tendencias, no todo está perdido. El poder político, manifiestan los expertos en la administración de crisis, tiene espacios para ser bien canalizado. Y como ejemplos pueden ponerse sobre la mesa dos personalidades: Felipe González, ex Presidente de España, quien fue sublimado por el poder, exhibió sus cualidades y ayudó a forjar el futuro de su pueblo; así como Heberto Castillo, líder indiscutible de la izquierda en México, quien se entregó a la causa en la que creía, sufrió insultos, cárcel y hasta sacrificó su salud por sentar la raíz de la competencia política.

Al respecto, José Fernández Santillán, director del Centro de Investigaciones en Humanidades del ITESM, considera que el tiempo apremia ya que, en su opinión, lejos de pasar por un proceso de transición, México está sufriendo la perversión de sus políticos y ello, consecuentemente, está formulando soluciones decadentes. Por esa razón, se pronuncia por formar cuadros políticos educados, que al menos dispongan de una cultura medianamente aceptable y que sobrepongan la calidad por las ambiciones.

Por su parte, José Alberto Aguilar Iñárritu, quien hasta hace poco tiempo se desempeñara como uno de los colaboradores cercanos a Manlio Fabio Beltrones, recomienda otra receta: sustituir el pacto de poder vigente, que fortalece el statuquo y que promueve las fantasías y las inercias que se respiran en Los Pinos, el Congreso y las oficinas partidistas. El reto, dice, es asumir riesgos, promover que las elecciones traspasen el poder dominante y que los ciudadanos tomen en sus manos la democracia porque ningún partido cambiará por sí solo.

Las reglas de la psicología, en tanto, sugieren explorar las entrañas del comportamiento humano y fomentar una cultura de valores. Por ejemplo, no está en contra de establecer los candados de vigilancia y rendición de cuentas de funcionarios y representantes populares (algo que hoy está de moda). Sin embargo, expone que esta práctica no va al fondo del problema porque podrán existir los mecanismos para evitar el robo de recursos públicos pero no hay quién cuide al cuidador de estos fondos. De esta manera, el intento de vigilancia se quedará a medias, porque será posible detener el primer intento de corrupción, pero después nadie podrá detectar quién es el que finalmente cierra la caja fuerte.

Ante eso, se requiere cambiar el chip de la cultura política en México, mediante un profundo proceso de educación en las escuelas, en donde se ejerza la autoridad de manera más horizontal. La enseñanza que a grandes rasgos tiene que predominar en las mentes de las futuras generaciones es: "La disponibilidad de una fuerza de trabajo cualificada como un factor crucial para la posibilidad de un desarrollo político en las zonas subdesarrolladas".

LÍDERES, AL DIVÁN

Éste es el perfil de los hombres del momento en el acontecer político, descrito por psicólogos y expertos en marketing político:

AMLO

Vive acosado por un sentido de traición. Eso lo hace verse públicamente como un tipo errático, frente a posiciones que debieron procesarse de una manera más inteligente. Se trata de un personaje que si no fuera por su empecinamiento quizá ya hubiera pasado a mejor vida, políticamente hablando. A pesar de todo, se mantiene vigente, con un amplio rechazo en las percepciones ciudadanas, pero con simpatías que rondan los 20 puntos, su capital político que, en tiempos de elecciones, puede movilizarse y poner en aprietos a cualquier adversario. 

FELIPE CALDERÓN

Es un político que sorprende e intriga. Por un lado, es muy obsequioso con el PRI, y específicamente, con Manlio Fabio Beltrones. Con los suyos, diseminados en las filas del PAN, mantiene otro trato, de hecho, los ha excluido del mapa. En los recientes cambios en su partido, desterró a quienes no compartían su filosofía y, en cambio, se manejó como si estuviera organizando a su familia, ya que colocó a sus aliados cercanísimos. En este caso, personalizó la política. Algo que, ni siquiera en los mejores tiempos del PRI, había ocurrido.

MANLIO FABIO BELTRONES

Es un accidente de las circunstancias, un retoño de Roberto Madrazo. Muchos dicen que es un político hábil, sin embargo, el resultado de sus acciones (la aprobación de ciertas reformas) deja mucho qué desear, sobre todo, si se pretende aspirar a una democracia moderna. En todo caso, tiene la habilidad de leer el momento y la capacidad para detectar la debilidad de sus oponentes. De allí saca provecho. Fungir como un factor de decisión dentro del Congreso no es un rasgo de inteligencia política, sino de astucia pura.




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Fernando V. Ochoa
cel 6621 50-83-33
ser como el clavo, que aun oxidado, sigue siendo clavo.
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