Forman parte de lo que se podría llamar la clase política de nuestro país. Los puede encontrar en el PRI, en el PAN o en el PRD. Se hacen llamar los moderados, o sea los que actúan acorde a lo que es políticamente correcto. Han sido secuestrados por los medios de comunicación y ya se acostumbraron a vivir del presupuesto. De repente, dan la idea de ser muy combativos pero terminan por acordar lo que la derecha les está exigiendo.
Una parte de ellos, muestran cierta consistencia opositora. Sin embargo, a pesar de que en el discurso son muy bravos, de pronto se acuerdan de que deben ser moderados y hacer lo que es políticamente correcto. Por eso, cuando se aprobó la Ley del ISSSTE, pegaron de grito, pero no se preocuparon por organizar a la gente y encabezar junto con los afectados una movilización nacional. Del mismo modo, sobrevino otra decisión importante en lo referente a la reforma electoral, y terminaron por no encontrar el camino que podría darles cierto respiro y generarles cierto reconocimiento de la ciudadanía. En el caso de Lydia Cacho, se repite la historia, pegar de grito pero dejar pasar el atropello; en otros tiempos, mínimo hubiesen pedido la renuncia de los magistrados, pero hoy, tienen que hacer lo políticamente correcto. Hubo también quién, en el colmo del cinismo, ante estudiantes de una universidad en Guadalajara dijo que el actual sistema no garantiza combatir la desigualdad social. Sí, el mismo que le levantó la mano al presidente espurio y que nada dijo en el periodo de Carlos de Salinas de Gortari que dio inicio a este salvaje sistema de gobierno que es una máquina de producción de pobreza.
Ya lo decía Monsivaís, en nuestro sistema político "el acervo de autoridad moral de un político nunca ha sido un tema en verdad significativo". Por eso, lo que hoy es un escándalo, en pocos días pasará al olvido. Por eso también, la clase política actual, se da el lujo de atropellar a sus mismos correligionarios y no hablar del atropello a quienes supuestamente representan. Pasaron de ser representantes a empleados de quienes los promueven y con quienes acuerdan las posiciones que hoy ostentan. No pueden actuar diferente, son parte del mismo circo. René Delgado se desespera y les pide que distingan entre "los asuntos mayores y menores" y que no continúen con la polarización, parece no darse cuenta que quienes manejan los hilos de la política, no son precisamente los que aparecen en la tele sino los que promueven la polarización a través de los medios de comunicación.
No debe sorprender, pues, que en la última faena, que autoriza a la ultraderecha, a través de la fuerza policiaca, allanar cualquier hogar de cualquier persona sin orden de cateo de por medio; nuestros ilustres representantes quizás requirieron estar en "estado etílico" para aprobar una traición más al pueblo que representan. Podría ser, que en sus cinco sentidos no se atreviesen a dar tal paso que tan funestas consecuencias traerá en muy poco tiempo si es que el Senado aprueba la famosa Reforma Judicial. Si con las leyes que hoy tenemos se presentan una serie de arbitrariedades, ahora con la reforma lo único que se logrará es legalizar los atropellos. Interesante también, la forma en que están utilizando al presidente espurio. Lo obligaron a usar traje militar, y no solo eso, sino que mandaron la misma señal a través de su hijo en el desfile militar. Pero como lo importante es mandar el mensaje de que se "gobierna" con la fuerza pública, el espurio tuvo que portar también el uniforme de la Policía Judicial Federal. Son señales, que presagian un retroceso a etapas que ya creíamos rebasadas.
No es deseable, pero cada vez más, la falta de escrúpulos de los grandes beneficiaros del actual sistema de gobierno, está generando un clima de inestabilidad social de muy bajo perfil que tarde o temprano convertirá lo ocurrido en Chiapas en un estallido nacional.
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Fernando V. Ochoa
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