Jorge Zavaleta Balarezo (Desde Pittsburgh, Estados Unidos. Especial para ARGENPRESS CULTURAL)
Michael Mann, el hacedor de la célebre serie de televisión de los 80 "Miami Vice" sobre la cual realizó una película, y autor de otras efectivas cintas como "El informante", "Heat" y "Colateral", vuelve a sus predios y nos entrega en "Enemigos públicos" la historia de John Dillinger y Babe Face Nelson, los temidos mafiosos y asaltantes de bancos en los años de la Gran Depresión americana, la de los años 20, valga, por ahora, la aclaración.
A ellos se enfrenta un equipo comandado por el policía Melvin Purvis, encarnado por un serio y algo desmotivado Christian Bale, quien sin embargo sí se muestra desalmado y crudo sobre todo en una escena de ejecución instantánea de uno de esos reyezuelos del hampa.
Como suele suceder en las películas americanas de gran presupuesto, el guión, esta vez firmado por el mismo Michael Mann, Ronan Bennett y Ann Biderman, permite encadenar y problematizar una historia que de otro modo no pasaría de tres o cuatro pinceladas. Mas la actuación de Johnny Depp, como Dillinger, mucho más sostenida y veraz que la de Bale, se ofrece como uno de los atractivos de esta historia en la que concurren los intereses de quienes manejan sucios negocios e ingentes cantidades de dinero, y forman una ilícita asociación que preocupaba al propio gobierno de Estados Unidos.
Este, por otra parte, es un choque de personalidades, una vasta como la de Dillinger, y otra contenida, como la del policía Purvis, y que remite a aquel duelo urbano y frenético que sostenían en el asfalto de Los Angeles Robert de Niro y Al Pacino en "Heat". Incluso reminiscencias de aquel tiroteo que se convirtió en una memorable escena de dicha película, se sienten aquí, menos espectaculares, es cierto, pero aportando su propia intensidad.
Es conocido el interés de Michael Mann por trabajar con una estética visual deudora del vídeoclip, que hace que la iluminación y los fondos desenfocados actúen casi como expresiones autónomas en sus películas. Dicho de otra manera, toda la carga visual, la intensidad cromática, el regodeo en los planos largos, en las escenas en la calle, en la multitud, o la fijación en los rostros, nerviosos o entusiastas, críticos o trágicos, de los personajes, convierten a "Enemigos públicos" en una obra virtuosa desde el punto de vista fílmico, literalmente hablando. Y es que esas escenas que se encabalgan unas a otras, que aportan lógica a la secuencialidad, que no buscan necesariamente juicios morales pero sí demostraciones de afecto o emoción, así estos sean tardíos, convierten a la película en un esmerado trabajo artístico. Por ejemplo, los asaltos a los bancos se representan en la pantalla casi de manera geométrica, matemática, dibujando casi una coreografía, mientras siguen, siempre, la constante de la salvación de los delincuentes y la tardía llegada de la policía.
Marion Cotillard, quien debe su fama a su rol de Edith Piaf en "La vida en rosa", se convierte aquí en el indesligable objeto del deseo de un Dillinger que muestra sus propios traumas, su timidez, su casi incapacidad inicial de convencerla y enamorarla. Personaje rico y aún así esquemático el Dillinger de Johnny Depp se da tiempo para burlarse de sí mismo y para idear sus propias evasiones.
Esta es una película sobre gangsters en la que reconocemos, sin duda, la influencia de "Los intocables" de Brian de Palma y "De paseo a la muerte" de los hermanos Coen, ambas rodadas en los años 80. Como en ellas, que mostraban a su modo un virtuosismo de imaginación y acción, aquí la mafia tiene un plan y no se va a rendir tan fácilmente. Y sin embargo, Michael Mann prefiere una digresión y prefiere también perderse entre las persecuciones nocturnas entre los bosques, entre las palabras de los amantes que más son como sobreentendidos, o en la vocación taxativamente moralista del oficial Purvis, para quien el éxito de su cacería final no será necesariamente un triunfo definitivo ni celebratorio.
Sentido del deber, moral, lógica y pragmatismo -expresiones teóricas de la legalidad en la sociedad americana que combate el crimen- marcan ideológicamente a los "buenos" de "Enemigos públicos", en contraposición a esa aventura casi salvaje en que se convierte la vida de los delincuentes y que convoca, con entusiasmo, a una prensa siempre ávida de novedades y escándalos. Estamos ante una película que tal vez hubiese sido más redonda y eficaz si despegara más temprano y con más entusiasmo. Con todo, hay escenas a destacar, como el tiroteo casi agónico en la casa donde se refugia Dillinger, o la propia escena final que resume la angustia y el desasosiego que todos -defensores de la ley y villanos- sufren en esta obra.
Michael Mann, el hacedor de la célebre serie de televisión de los 80 "Miami Vice" sobre la cual realizó una película, y autor de otras efectivas cintas como "El informante", "Heat" y "Colateral", vuelve a sus predios y nos entrega en "Enemigos públicos" la historia de John Dillinger y Babe Face Nelson, los temidos mafiosos y asaltantes de bancos en los años de la Gran Depresión americana, la de los años 20, valga, por ahora, la aclaración.
A ellos se enfrenta un equipo comandado por el policía Melvin Purvis, encarnado por un serio y algo desmotivado Christian Bale, quien sin embargo sí se muestra desalmado y crudo sobre todo en una escena de ejecución instantánea de uno de esos reyezuelos del hampa.
Como suele suceder en las películas americanas de gran presupuesto, el guión, esta vez firmado por el mismo Michael Mann, Ronan Bennett y Ann Biderman, permite encadenar y problematizar una historia que de otro modo no pasaría de tres o cuatro pinceladas. Mas la actuación de Johnny Depp, como Dillinger, mucho más sostenida y veraz que la de Bale, se ofrece como uno de los atractivos de esta historia en la que concurren los intereses de quienes manejan sucios negocios e ingentes cantidades de dinero, y forman una ilícita asociación que preocupaba al propio gobierno de Estados Unidos.
Este, por otra parte, es un choque de personalidades, una vasta como la de Dillinger, y otra contenida, como la del policía Purvis, y que remite a aquel duelo urbano y frenético que sostenían en el asfalto de Los Angeles Robert de Niro y Al Pacino en "Heat". Incluso reminiscencias de aquel tiroteo que se convirtió en una memorable escena de dicha película, se sienten aquí, menos espectaculares, es cierto, pero aportando su propia intensidad.
Es conocido el interés de Michael Mann por trabajar con una estética visual deudora del vídeoclip, que hace que la iluminación y los fondos desenfocados actúen casi como expresiones autónomas en sus películas. Dicho de otra manera, toda la carga visual, la intensidad cromática, el regodeo en los planos largos, en las escenas en la calle, en la multitud, o la fijación en los rostros, nerviosos o entusiastas, críticos o trágicos, de los personajes, convierten a "Enemigos públicos" en una obra virtuosa desde el punto de vista fílmico, literalmente hablando. Y es que esas escenas que se encabalgan unas a otras, que aportan lógica a la secuencialidad, que no buscan necesariamente juicios morales pero sí demostraciones de afecto o emoción, así estos sean tardíos, convierten a la película en un esmerado trabajo artístico. Por ejemplo, los asaltos a los bancos se representan en la pantalla casi de manera geométrica, matemática, dibujando casi una coreografía, mientras siguen, siempre, la constante de la salvación de los delincuentes y la tardía llegada de la policía.
Marion Cotillard, quien debe su fama a su rol de Edith Piaf en "La vida en rosa", se convierte aquí en el indesligable objeto del deseo de un Dillinger que muestra sus propios traumas, su timidez, su casi incapacidad inicial de convencerla y enamorarla. Personaje rico y aún así esquemático el Dillinger de Johnny Depp se da tiempo para burlarse de sí mismo y para idear sus propias evasiones.
Esta es una película sobre gangsters en la que reconocemos, sin duda, la influencia de "Los intocables" de Brian de Palma y "De paseo a la muerte" de los hermanos Coen, ambas rodadas en los años 80. Como en ellas, que mostraban a su modo un virtuosismo de imaginación y acción, aquí la mafia tiene un plan y no se va a rendir tan fácilmente. Y sin embargo, Michael Mann prefiere una digresión y prefiere también perderse entre las persecuciones nocturnas entre los bosques, entre las palabras de los amantes que más son como sobreentendidos, o en la vocación taxativamente moralista del oficial Purvis, para quien el éxito de su cacería final no será necesariamente un triunfo definitivo ni celebratorio.
Sentido del deber, moral, lógica y pragmatismo -expresiones teóricas de la legalidad en la sociedad americana que combate el crimen- marcan ideológicamente a los "buenos" de "Enemigos públicos", en contraposición a esa aventura casi salvaje en que se convierte la vida de los delincuentes y que convoca, con entusiasmo, a una prensa siempre ávida de novedades y escándalos. Estamos ante una película que tal vez hubiese sido más redonda y eficaz si despegara más temprano y con más entusiasmo. Con todo, hay escenas a destacar, como el tiroteo casi agónico en la casa donde se refugia Dillinger, o la propia escena final que resume la angustia y el desasosiego que todos -defensores de la ley y villanos- sufren en esta obra.
--
soy como el clavo, que aun viejo y oxidado, sigue siendo clavo
No hay comentarios.:
Publicar un comentario