martes, 7 de julio de 2009

LA CAPITAL: VERDE OLIVO AMENAZANTE

SARA LOVERA


MEXICO, D.F., 2 de julio (apro).- En vísperas de las elecciones de este domingo, las más deslavadas y confusas que haya vivido, dos incursiones militares en menos de 24 horas y sin justificación de peso, han sucedido en el Distrito Federal, un espacio hasta ahora libre del verde olivo.

         Lo que vi, captado por las cámaras, a pesar de la desinformación televisiva, fue a un grupo de personajes citadinos atemorizados, tremendamente pobres, vestidos con andrajos, espantados, sacados de una vecindad de la colonia Obrera.

           El reporte oficial habla de la detención de cinco presuntos "narcomenudistas",  tres mujeres y dos hombres. Se trata de José Ángel Ocampo Zavala, Daniel Colorado Ocampo, Rosalía Gastón Iglesias, Angélica Ocampo Gastón y Mariana Gastón Iglesias, sin mayor dato que su nombre, sin una dirección cabal, sin arsenal que se reporte, vaya, sin una pistola ni de juguete.

         La incursión de 50 elementos de la Policía Federal (PF) y del Ejército, todos fuertemente armados, actuaron sorprendiéndonos. Hubo bloqueo en las calles. Hasta ahí la información. Nada más.

         Era el 25 de junio por la tarde. El día 26 se informó de otra incursión, igualmente nebulosa en la colonia Nueva Santa María, en el que participaron cerca de 200 elementos del Ejército y de la PF.

          Casi instantáneamente, diversas organizaciones de Derechos Humanos, incluida la Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal reaccionaron calificando la acción como un "exceso" sólo atribuible a "la construcción cotidiana del autoritarismo de Felipe Calderón", según reportó el diario La Jornada como declaración del diputado Alfonso Suárez del Real, integrante de la Comisión de la Defensa Nacional de la Cámara de Diputados.

          Lo preocupante es que, por enésima y desesperante que parezca, los defensores de derechos humanos ratifican: "Los operativos militares no son la solución", y en cambio han tenido que recordar que en la capital del país sólo se admite a los militares en las calles "el 16 de septiembre", cuando desfilan para conmemorar la guerra de Independencia.

         Estos hechos son sumamente graves. Hasta ahora, Felipe Calderón no ha podido instalar en las calles de la ciudad al Ejército que ha distribuido en todo el país, sembrando el temor de los civiles, realizando labores policíacas anticonstitucionales. La presencia del Ejército, desordenada, ha dejado una estela de atropellos a los derechos humanos. Los abusos contra el cuerpo de muchas mujeres, hechos hasta ahora impunes, laceran, sin lugar a dudas, la vida democrática.

          En el Distrito Federal  y de acuerdo con las informaciones de reporteros y periodistas, estos operativos no fueron informados a las autoridades de la ciudad.  Manuel Mondragón y Kalb, secretario de Seguridad Pública, dijo no haber sido consultado.

         Es decir, estamos en presencia de lo que tanto hemos temido. Que la locura por demostración autoritaria y patriarcal del señor que se instaló en Los Pinos, el que piensa que los jóvenes son un peligro, el que viola la ley invocando a Dios en sus discursos, en un país laico; el mismo que "abrió" una caja de Pandora irrefrenable y sin resultados satisfactorios, quiere ahora también que el Distrito Federal sea gobernado por el Ejército sobre o por encima de los mandos civiles.

           ¿Cuál casa de seguridad pretende argumentarse? ¿En una vecindad? Donde puede ser probable que haya ladronzuelos, presuntos "nercomenudistas", "malvivientes", "muertos de hambre", mismos que, en el absurdo, se pretenda decir que no puedan ser detenidos por la policía de Mondragón y Kalb.

          Lo más grave es que un sector del partido que gobierna la capital avala estas acciones. Mientras era cateada la vecindad y se llenaba con militares encapuchados la calle de Juan Lucas Lassaga en la colonia Obrera, a tres calles del Viaducto, en el canal de las estrellas, Jesús Ortega, presidente del PRD, declaraba: "Estamos con la lucha contra el crimen organizado, donde ha tenido que participar el Ejército", y se justificaba como "de izquierda moderna".

         Ortega, al discutir el problema de "la inseguridad", nunca pudo hablar de la relación entre la delincuencia y el desempleo, la delincuencia y la pobreza, la delincuencia y la desazón juvenil por los y las políticas, la falta de credibilidad en los partidos políticos y la ausencia de eficacia en la justicia. Menos se le ocurrió diagnosticar cómo hay ingobernabilidad fuera del Distrito Federal.

         No habló de cómo se ha perdido el horizonte y la idea de  desarrollo. No pudo articular lo que dicen los documentos básicos de su partido respecto del uso de la fuerza, ni recordó lo que su partido defendió y denunció durante años: la urgencia de verdaderos sistemas de inteligencia, la articulación de los grandes criminales con la banca y los negocios; la ausencia de políticas públicas para prevenir la delincuencia sin las armas de por medio.

         Pero ante estos hechos, las voces de los defensores y defensoras de derechos humanos, que saben, han contado, han documentado cómo el uso autoritario de la fuerza en los operativos ahora sustentados en las recientes modificaciones legales, atentan contra las libertades fundamentales de los y las ciudadanas.

         Eso, dijo el presidente de la Liga Mexicana de Defensa de los Derechos Humanos, Adrián Ramírez, "sólo acrecentará el clima de terror entre los ciudadanos".

         Para mi, es inadmisible colocar a  nuestra ciudad en un vaso de sangre como sucede en otras latitudes. Es inaceptable callarnos.

          Edgar Cortez, de la Red Todos los Derechos Para Todos y Todas, fue más allá al decir que es falso que el Ejército en las calles sea la única manera de combatir la delincuencia organizada. Y si es verdad que no se ha combatido a fondo el "narcomenudeo",  para enfrentarlo, en vecindades como la retratada el 25 de junio, no es necesario el Ejército. 

         El documental de lo que ha significado la estrategia militar contra el crimen es enorme: decenas de casos de violaciones sexuales; muerte de civiles sin deberla ni temerla; niños y niñas que han presenciado cómo apresan a sus familiares, los balean o matan, ello en todo el país,  pero, en la capital, como dijo el diputado Suárez del Real, los camiones militares, las tanquetas, el verde olivo, sólo nos remite a México 68. ¡No pasarán!



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soy como el clavo, que aun viejo y oxidado, sigue siendo clavo

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