El Zancudo
(No mata, pero hace roncha)
¿Hasta dónde llegará Alfonso Elías?
Arturo Soto Munguía
Para ser candidato del PRI-Sonora a la gubernatura, Alfonso Elías Serrano validó el proceso electoral más sucio e inequitativo que se recuerde.
Lo aplaudió, lo festejó, lo aceptó y asumió, como 'El Ratón Macías', que todo se lo debía a su manager y a la virgen de Guadalupe.
Hoy muchos comienzan a decir lo que entonces se guardaron. Que Alfonso Elías nunca fue un buen precandidato, ni candidato. Fue un holograma. Una figura decorativa cuya oferta política se reduce a su gusto por los coricos y las semitas.
Sin voluntad, Elías fue manipulado -lo sigue siendo-, por el gobernador y su grupo compacto, con el patibulario "Chino Lam" a la cabeza. El que por cierto admitió ayer, ante el colega y amigo Felipe Larios (ahora sí colega y amigo), que él (El Chino Lam, no El Felipe), como todos los cercanos a Eduardo Bours, andaban con diarrea.
Con esos apoyos llegó 'El Vaquero' a la elección constitucional. Con una larga cauda de heridos, despreciados, desdeñados, odiados, marginados, ofendidos y en muchos casos, obligados a sumarse, bajo presiones y amenazas.
Pero el camino de la exclusión no es el mejor cuando está en juego la legitimidad de un gobierno o de un candidato. Los agraviados del boursismo -por lo que gusten y manden-, parecen sumar miles y se lo hicieron saber, en cuanto pudieron.
II
Siendo como es, hijo del fraude y la inequidad (y la iniquidad) extraña que hoy, Alfonso Elías anuncie que va a demandar la nulidad de la elección para gobernador en Sonora, por inequidades, mapacherías y mal uso de recursos públicos.
Ahí es donde no 'caza' bien la imagen del 'hombre bueno' que con cierto éxito vendieron sus publicistas.
¿Cómo y por qué un hombre bueno, no tiene a su lado a alguien de cuando menos igual bondad, que le diga algo sobre la dimensión política, la proyección pública de los desfiguros que anda haciendo, ya por voluntad propia, ya porque se lo ordenan, como parece ser el consenso popular.
Como antes, Alfonso Elías sigue siendo un holograma. El que verdaderamente está preparando la defensa en tribunales, en la barandilla y en el pleito de callejón, es el gobernador Eduardo Bours. Y para allá quiere llevar a Alfonso Elías.
Habrá que ver cuántos 'abajofirmantes' de desplegados tiernos o beligerantes, le siguen esta vez en su renovada empresa, a la que sigue empeñado en invitar a una mayoría de sonorenses que no lo quieren acompañar.
Y así se lo hicieron saber el 5 de julio. El mensaje ciudadano fue contundente, inobjetablemente de castigo al gobernador Eduardo Bours. Ora sí que como dijo otro de los ex amigos del gobernador, haiga sido como haiga sido.
La cita no es gratuita. El proceso electoral que vivimos ha sido cualquier cosa, menos un ejemplo de vocación por la democracia, como el que dio pie a esa desafortunada frase.
III
Lo que sigue es un fragmento de esta columna, escrita después del 8 de marzo, día en que se proclamó la victoria 'aplastante' de Alfonso Elías sobre Ernesto Gándara.
El 'triunfo' de Alfonso Elías sería una victoria vergonzante, si sus beneficiarios tuvieran vergüenza.
¿A qué sabe una victoria fincada en el uso y abuso de los programas, los recursos humanos, materiales y económicos del gobierno estatal y de algunos municipales?
¿Qué celebran, qué festejan los promotores de una candidatura tan mediocre como la de Alfonso Elías?
Celebran el triunfo del autoritarismo y de la lealtad entendida como sumisión.
Celebran que en todo Sonora, hay una buena cauda de miserables, damnificados de ese autoritario y excluyente ejercicio de gobierno, que son usados para legitimar el 'triunfo' de la misma pandilla que los tiene en esas condiciones, y que se asemeja más a la Mara Salvatrucha que a la Sub 17.
Una 'victoria' basada en el obsceno ejercicio del poder gubernamental, sólo puede ser motivo de orgullo para aquellos que son tan pobres, que no tienen más que dinero.
Hasta ahí la cita.
IV
El domingo 5 de julio por la tarde, con unas cuantas actas electorales que le daban una inapreciable ventaja sobre Guillermo Padrés, Alfonso Elías salió a gritar, de la mano de su familia; al lado de Roberto Ruibal, Pano Salido y otros cercanos, su condición de ganador.
Patético, el así llamado Vaquero se desgañitaba esa tarde-noche ante una concurrencia más escandalosa que nutrida, para decir que los esperaba mañana en la oficina del gobernador. Que Sonora ya iba al siguiente nivel. Que su triunfo era seguro. Y remató sus afirmaciones con una arenga que resume magistralmente su cultura política: "¡Sube Sonora sube! ¡Sube Sonora sube!".
El espíritu de Luis Manuel Pelayo como nutriente ideológico y catalizador del entusiasmo vaquero.
Entusiasmo que se desinfló enseguida, conforme empezaron a llegar los resultados reales.
V
Al día siguiente no había más nada de aquel jubiloso festejo con cohetes, música, templete y el mismo grupo de muchachos y muchachas que refrendan la vigencia de que no siempre, todo tiempo pasado fue mejor.
Antes los traían pegando carteles y haciendo pintas. Ahora les enseñan cómo estar cerca del candidato y agitarse mucho, para que en la tele proyecten la algarabía, el júbilo victorioso que se blande como globo-espada por todo lo alto del mitin, donde el pueblo homenajeó con su presencia al grupo musical de moda, no al candidato.
Así se empieza en la política moderna.
Las porristas de hoy serán las depositarias del cheque verde de mañana.
Los gritones de hoy serán, mínimo, los Directores Generales de mañana.
El caso es que Alfonso Elías, el que nuevamente perdió en su natal Arizpe, el que unas horas antes gritaba a todo pulmón: ¡Sube Sonora sube! ¡Sube Sonora sube! apareció a las cuatro de la tarde del lunes con el rostro desencajado y temeroso; con el peso de la derrota a cuestas,
Y dijo que iba a impugnar la elección en la que perdió, otra vez, como perdió tres años antes, contra el mismo rival.
Leyó con voz temblorosa y mirada huidiza, unas líneas quejumbrosas sobre inequidad y malas artes políticas; sobre la presencia de fuerzas federales que inhibieron la participación electoral y lo llevaron a morder el polvo de nueva cuenta.
Y después, como todo sonorense bien nacido, echado pa'delante, que da la cara y habla de frente, salió corriendo y los únicos que no le vieron ni el polvo fueron los reporteros, que se quedaron con ganas de hacer alguna pregunta.
¿Quién lo mandó a proclamarse triunfador a todo pulmón, a sabiendas de que estaba derrotado? ¿Quién lo mandó a impugnar la contienda por inequidades, a sabiendas de que él mismo es hijo del fraude electoral y el abuso de poder?
Y sobre todo, ¿Hasta dónde va a llegar Alfonso Elías en su empeño de afianzar las certezas cada vez más extendidas, en el sentido de que sólo es una marioneta de Eduardo Bours?
VI
Si bien aún no se conocen los nombres de todos los ganadores en Sonora, lo que sí se sabe desde el 5 de julio, es el nombre del gran perdedor de esta jornada: José Eduardo Robinson Bours Castelo.
Se equivocó al imponer contra viento y marea a Elías Serrano, y eso se lo dijeron muchos, incluyendo a su propio hermano Ricardo Bours. Vas a polarizar el estado, le dijo, palabras más, palabras menos.
Pero el gobernador se puso al frente de la precampaña de Alfonso Elías; cargó en los brazos a su candidato; lo paseó como bandera de continuidad por cada obra que inauguraba, por cada municipio, donde también ejerció su poder para alinear a los alcaldes, en contra de la voluntad de algunos.
Utilizó funcionarios y recursos públicos para promover a su precandidato, y a su contendiente más serio, le echó encima el caballo del aparato estatal y de un partido (el PRI-Sonora), totalmente copado por sus huestes.
El PRI Sonora que el 8 de marzo pasado levantó la mano de Alfonso Elías, y quiso repetir la escena el 5 de julio.
Pero la historia, dicen, se repite primero como tragedia, luego como comedia.
Porque el PRI Sonora acabó siendo un partido mimetizado en la arrogancia, que no sólo pisoteó la voluntad de más de cien mil sonorenses, priistas y no priistas, que veían en Ernesto Gándara al único que podía ganar la gubernatura frente a Guillermo Padrés.
También es el mismo que, tras la 'contundente victoria' sobre el gandarismo, se agandalló de todo. Excluyó a todos los que no eran, por una razón u otra, del agrado de los jefes.
Y por si fuera poco, se amuralló en una idea feudal que acabó distanciándolo de los poderes reales en su partido y en el gobierno. Las consecuencias están a la vista.
VII
Achacar la derrota al 'manejo informativo' que hizo el PAN sobre el caso de la tragedia en la guardería ABC, es apenas una muestra más de la inexistente vocación para la autocrítica.
Claro que influyó. Por supuesto que pesó la tragedia a la hora de votar. Si el PAN 'cachó' los votos de castigo, es algo que merece una mirada aparte.
Pero es innegable que el incendio del 5 de junio también descubrió toda la farsa de progreso, desarrollo, transparencia, honestidad del gobierno boursista.
Y la gente tomó la calle haciendo suya la demanda de justicia, otra de las grandes quimeras del sexenio.
Y se las cobró en las urnas.
El voto por el PAN refleja, entre otras cosas, que la andanada mediática contra ese partido y sus militantes, y más concretamente contra el candidato a gobernador, Guillermo Padrés, no sirvió de nada. Y visto más detenidamente, quizá tuvo un efecto inverso.
Refleja, entre otras cosas, la creencia de que el PAN y sus personeros, son capaces de hacer un mejor gobierno, lo que por supuesto, está por verse.
VIII
Hoy, Eduardo Bours es el hombre más solo. Su proyecto de avanzar a todo galope hacia la presidencia de la República se achicharró el 5 de junio y se convirtió en cenizas un mes después.
Hoy todo el mundo -menos él-, se pregunta qué hubiera pasado, si el capricho de imponer a Alfonso Elías no es llevado hasta las últimas consecuencias, contra todo y contra todos.
Hoy, tanto él como su delfín Alfonso Elías, han salido a impugnar la elección, quejándose de inequidad.
No les gusta comer de las que cocinan.
XIX
Dejo a Gabriel García Márquez el colofón de esta columna, con los párrafos finales de El Coronel no tiene quién le escriba:
-Qué se puede hacer si no se puede vender nada -repitió la mujer.
-Entonces ya será veinte de enero -dijo el coronel, perfectamente consciente-. El veinte por ciento lo pagan esa misma tarde.
-Si el gallo gana -dijo la mujer-. Pero si pierde. No se te ha ocurrido que el gallo puede perder.
-Es un gallo que no puede perder.
-Pero supónte que pierda.
-Todavía faltan cuarenta y cinco días para empezar a pensar en eso -dijo el coronel.
La mujer se desesperó.
-Y mientras tanto qué comemos -preguntó, y agarró al coronel por el cuello de la franela. Lo sacudió con energía-. Dime, qué comemos.
El coronel necesitó setenta y cinco años -los setenta y cinco años de su vida, minuto a minuto- para llegar a ese instante. Se sintió puro, explícito, invencible, en el momento de responder:
-Mierda.
--
soy como el clavo, que aun viejo y oxidado, sigue siendo clavo
No hay comentarios.:
Publicar un comentario