jueves, 25 de junio de 2009

POR UNA ETICA ECOSOCIALISTA

Michael Lowy

El capital es una formidable máquina de reificación. Después de la Gran transformación de la que habla Karl Polanyi, es decir, después de que la economía capitalista de mercado se ha autonomizado, de que se ha –por decirlo así– "desatorado", ésta funciona únicamente según sus propias leyes, las leyes impersonales de la ganancia y de la acumulación. Ésta supone, subraya Polanyi, "la transformación de la sustancia natural y humana de la sociedad en mercancías", gracias a un dispositivo, el mercado autorregulador, que tiende inevitablemente a "romper las relaciones humanas y... aniquilar el hábitat natural del hombre".

Se trata de un sistema impiadoso, que avienta a los individuos de los estratos desfavorecidos "bajo las ruedas mortíferas del progreso, ese carro de Jagannâth".
Max Weber ya había detectado en forma notable la lógica "cosificada" del capital en su gran obra Economía y Sociedad: "La reificación (Versachlichung) de la economía fundada sobre la base de la socialización del mercado sigue absolutamente su propia legalidad objetiva (sachlichen)... El universo reificado (versachlichte Kosmos) del capitalismo no deja ningún lugar a la orientación caritativa..." Weber deduce de esto que la economía capitalista es estructuralmente incompatible con los criterios éticos: "en contraste con las otras formas de dominación, la dominación económica del capital, por el hecho de su carácter impersonal, no podría ser regulada éticamente... La competencia, el mercado, el mercado de trabajo, el mercado monetario, es decir consideraciones objetivas, ni éticas, ni antiéticas, simplemente no-éticas... comandan el comportamiento en el punto decisivo e introducen instancias impersonales entre los seres humanos involucrados" . En su estilo neutral y no comprometido, Weber indica lo esencial: el capital es, por su esencia, "no-ético".

El ecosocialismo se desarrolló –a partir de las investigaciones de algunos pioneros rusos de final del siglo XIX e inicio del XX (Serge Podolinsky, Vladimir Vernadsky)– sobretodo en el curso de los últimos 25 años, gracias a los trabajos de pensadores de la talla de Manuel Sacristán, Raymond Williams, André Gorz (en sus primeros escritos), así como las importantes contribuciones de James O'Connor, Barry Commoner, Juan Martinez Allier, Francisco Fernández Buey, Jean-Paul Déléage, Elmar Altvater, Frieder Otto Wolf, Joel Kovel y muchos otros.

la mayor parte de sus representantes comparte ciertos temas comunes. En ruptura con la ideología productivista del progreso –en su forma capitalista y/o burocrática (léase "socialista real")– y opuesta a la expansión al infinito de un modo de producción y de consumo destructor del medio ambiente, representa en el movimiento ecológico la tendencia más avanzada, más sensible a los intereses de los trabajadores y los pueblos del sur, la que entendió la imposibilidad de un "desarrollo sostenible" en el marco de la economía capitalista de mercado.
¿Cuáles podrían ser los principales elementos de una ética ecosocialista, que se oponga radicalmente a la lógica destructora y "no-ética" (Weber) de la rentabilidad capitalista y del mercado total, este sistema de "venalidad universal" (Marx)?

Es importante que los individuos sean educados en el respeto del medio ambiente y el rechazo del desperdicio; sin embargo, el verdadero nudo está en otra parte: el cambio de las estructuras económicas y sociales capitalistas-mercantiles, el establecimiento de un nuevo paradigma de la producción y la distribución, fundado, como lo hemos visto más arriba, en la consideración de las necesidades sociales, –en particular, la necesidad esencial de vivir en un medio natural no degradado. Un cambio que exige a actores sociales, movimientos sociales, organizaciones ecológicas, partidos políticos y no solamente individuos de buena voluntad.
Esta ética es una ética humanista.

La crisis ecológica, amenazando el equilibrio natural del medio ambiente, pone en peligro no solamente la fauna y la flora, sino también y sobretodo la salud, las condiciones de vida, la supervivencia misma de nuestra especie. Ninguna necesidad entonces de hacer la guerra al humanismo o al "antropocentrismo" para ver en la defensa de la biodiversidad o de las especies animales en vía de desaparición, una exigencia ética y política El combate para salvar el medio ambiente, que es necesariamente el combate para un cambio de civilización, es un imperativo humanista, relativo no solamente a tal o cual clase social, sino al conjunto de los individuos.
Este imperativo está relacionado con las futuras generaciones, amenazadas con recibir en herencia un planeta inhabitable a causa de la acumulación siempre más incontrolable de los daños al medio ambiente. Pero, el discurso que centraba la ética ecológica fundamentalmente en este peligro, está hoy ampliamente superado. Se trata de una cuestión mucho más urgente relacionada directamente con las generaciones presentes: los individuos que viven al principio del siglo XXI conocen ya las consecuencias dramáticas de la destrucción y el envenenamiento capitalista de la biosfera, y arriesgan encontrarse –en todo caso los jóvenes– dentro de veinte o treinta años con verdaderas catástrofes.

Se trata también de una ética igualitaria: el modo de producción y de consumo actual de los países capitalistas avanzados, fundado en una lógica de acumulación ilimitada (de capital, de ganancias, de mercancías), de desperdicio de recursos, de consumo ostentoso y de destrucción acelerada del medio ambiente, no puede de ninguna manera ser extendido al conjunto del planeta, bajo el riesgo de una crisis ecológica mayor. Este sistema está entonces necesariamente fundado en el mantenimiento y la agravación de la desigualdad estridente entre norte y sur. El proyecto ecosocialista apunta a una redistribución planetaria de la riqueza y a un desarrollo en común de los recursos, gracias a un nuevo paradigma productivo.

La exigencia ético-social de la satisfacción de las necesidades sociales no tiene sentido sino al interior de un espíritu de justicia social, de igualdad –lo cual no quiere decir homogenización– y de solidaridad. Implica, en última instancia, la apropiación colectiva de los medios de producción y la distribución de bienes y servicios "a cada uno según sus necesidades". No tiene nada que ver con la pretendida "equidad" liberal que quiere justificar las desigualdades sociales en la medida en que estarían "ligadas a funciones abiertas a todos en condiciones de igualdad equitativa de oportunidades" (Rawls) ; argumento clásico de los defensores de la "libre competencia" económica y social.

El ecosocialismo implica, de igual manera, una ética democrática: mientras que las decisiones económicas y las elecciones productivas queden en manos de una oligarquía de capitalistas, banqueros y tecnócratas, o en el desaparecido sistema de las economías estatalizadas, de una burocracia que escape a todo control democrático, no saldremos del ciclo infernal del productivismo, de la explotación de los trabajadores y de la destrucción del medio ambiente. La democratización económica –que implica la socialización de las fuerzas productivas– significa que las grandes decisiones sobre la producción y la distribución no serán tomadas por "los mercados" o por un politburó, sino por la sociedad misma después de un debate democrático y pluralista en el cual se opongan las propuestas y las opciones distintas. Es la condición necesaria para la introducción de otra lógica socioeconómica y de otra relación con la naturaleza.

Por último, el ecosocialismo es una ética radical, en el sentido etimológico de la palabra: una ética que se propone ir a la raíz del mal. Las medias medidas, las semirreformas, las conferencias de Río, los mercados de derecho de contaminación son incapaces de aportar una solución. Se requiere de un cambio radical de paradigma, un nuevo modelo de civilización, una transformación revolucionaria.

Esta revolución toca a las relaciones sociales de producción –la propiedad privada, la división del trabajo– pero también a las fuerzas productivas. Contra cierto marxismo vulgar –que puede apoyarse sobre algunos textos del fundador– que concibe el cambio únicamente como supresión –en el sentido del Aufhebung hegeliano– de las relaciones sociales capitalistas, "obstáculos al libre desarrollo de las fuerzas productivas", hay que poner en cuestión la estructura misma del proceso de producción.

Para parafrasear la célebre fórmula de Marx sobre el Estado después de la Comuna de Paris: los trabajadores, el pueblo, no pueden apropiarse del aparato productivo y hacerlo simplemente funcionar en su provecho: tienen que "romperlo" y sustituirlo con otro. Lo que quiere decir una transformación profunda de la estructura técnica de la producción y de las fuentes de energía –esencialmente fósiles o nucleares– que le dan forma. Una tecnología que respecte el medio ambiente, y las energías renovables –en particular la solar– está en el corazón del proyecto ecosocialista .

La utopía del socialismo ecológico, de un "comunismo solar" no significa que no haya que combatir desde hoy para objetivos inmediatos que prefiguran el porvenir y están inspirados en estos mismos valores:
- Privilegiar a los transportes públicos contra la proliferación monstruosa de los automóviles individuales y el transporte por carretera.
- Salir de la trampa nuclear y desarrollar fuentes energéticas renovables.
- Exigir el respeto de los acuerdos de Kyoto sobre el efecto invernadero, rechazando la mitificación del "mercado de los derechos de contaminación".
- Luchar por una agricultura biológica, combatiendo las multinacionales de las semillas y sus OGM.
Son solamente algunos ejemplos, se podría fácilmente extender el listado. Encontramos estas demandas, y otras similares, entre las reivindicaciones del movimiento internacional contra la globalización capitalista y el neoliberalismo, que ha surgido de la conferencia "intergaláctica" contra el neoliberalismo y por la humanidad, organizada por los zapatistas en las montañas de Chiapas, y que reveló su fuerza de protesta en las manifestaciones en las calles de Seattle (1999), Praga, Québec, Niza (2000) y Génova (2001). Un movimiento que no es solamente crítico de las monstruosas injusticias sociales producidas por el sistema, sino que es también capaz de proponer alternativas concretas, como por ejemplo en el Foro Social Mundial de Porto Alegre (enero de 2001).
Ese movimiento, que rechaza la mercantilización del mundo, encuentra la inspiración moral de su rebelión y de sus propuestas en una ética de la solidaridad inspirada en valores sociales y ecológicos cercanos a los enunciados aquí.

Traducción: Massimo Modonesi


--
soy como el clavo, que aun viejo y oxidado, sigue siendo clavo

No hay comentarios.: