viernes, 10 de septiembre de 2010

EL ZANCUDO DEL CHAPO: BALAS POR TODOS LADOS

Arturo Soto Munguía

Qué bueno que Obama dijo que no se podía comparar a México con Colombia; eso nos llevaría a pensar, por simple deducción lógica, que Hermosillo tampoco se parece a Ciudad Juárez, ni Sonora se parece a Tamaulipas, por decir algo.

Por alguna razón, eso que debería llenarnos de paz y tranquilidad, lo único que provoca es un escepticismo fundado en el hecho de que en esta desértica región del noroeste de México, los balazos están pasando cada vez más cerca de la gente.

Apenas ayer nos acostamos con la noticia del tiroteo en Cananea donde, me comenta una señora oriunda de la minera población, la posesión de armas entre los ciudadanos es asunto común y, en un dado caso que las cosas se pongan más feas (siempre se puede empeorar, sobre todo cuando no hay caminos abiertos a la negociación política), la tracatera podría ponerse de padre y señor mío.

Nos acostamos con la noticia de esa balacera, decíamos, y horas después nos levantamos con el ruido de otra balacera en el sur de Hermosillo, donde agentes de la policía estatal y de la municipal se enfrentaron a tiros con presuntos sicarios al servicio del narcotráfico que, al parecer son responsables de haber ejecutado a una persona en la colonia Urbi Villas del Rey.

En estos hechos, hubo persecución peliculesca, disparos de carro a carro y toda la cosa; un sicario muerto y otro herido, así como un agente que resultó con un balazo en la mano, el saldo.

Hace un par de semanas, tres sujetos que al parecer se dedicaban al lucrativo pero peligrosísimo negocio de las drogas, fueron acribillados con ráfagas de metralla, también por el sector sur de la ciudad.

Suponiendo, sin conceder, que Hermosillo o Sonora no alcancen los niveles de violencia derivados de la guerra entre cárteles y la de éstos con el gobierno, que se registra en otras entidades del país, eso no necesariamente significa que no puedan llegar a presentarse.

A como se están viendo las cosas, la escalada violenta va en ascenso; si las autoridades han logrado bajar un poco los índices delincuenciales en la región fronteriza, donde en meses pasados las balaceras eran cosa de todos los días, señaladamente en Nogales y la zona del desierto de Altar, todo parece indicar que la oleada criminal se ha trasladado a otras ciudades, como Hermosillo y Cajeme.

En contraparte, no hay muchas razones para respirar tranquilo, porque en la guerra contra el narcotráfico, desde hace rato que se sabe bien quién va perdiendo. No es el gobierno federal, porque estos bárbaros perdiendo, ganan.

Los verdaderos perdedores en esta guerra somos los ciudadanos que mal que bien, transitamos por estas calles de Dios, con cierto sentimiento de desazón, procurando no mirar feo a nadie, mucho menos a ciertos tipos que se trasladan a bordo de lujosas camionetas de modelo reciente, con las características de las utilizadas por mañosos, diputados, funcionarios de gobierno y/o prósperos empresarios.

La vida diaria en la ciudad se ve afectada, en mayor o menor medida, por la escalada de violencia. En el día a día, no importa mucho si nuestras ciudades se parecen o no a otras mucho más violentas. No es consuelo saber que Hermosillo no es Monterrey, ni México es Colombia.

Lo que trae a todos con el Jesús en la boca es la posibilidad de que en cualquier esquina se suelte una balacera que deje a los que vayan pasando por ahí, en la estadística de 'daños colaterales', ese eufemismo con que el gobierno federal alude a los ciudadanos caídos por las balas de policías, soldados o narcotraficantes.

Por eso, es irrelevante que la secretaria de Estado norteamericana, Hillary Clinton sostenga que México es comparable con Colombia, y que al día siguiente salga su jefe, el señor Obama, a desmentirla y a asegurar que su vecino del sur es un país con una economía creciente y que ni por equivocación puede compararse con aquél país sudamericano donde por cierto, hace varios años que la violencia del crimen organizado no alcanza dimensiones como la que registra México.

Cualquiera podría pensar incluso que, tras la declaración de Hillary Clinton, los más enojados deberían ser los colombianos.
Sobre todo cuando se enteran, como acabamos de enterarnos también nosotros, que en el caso de la captura de La Barbie, lo que quiso ser vendido por el gobierno mexicano como un espectacular golpe al narcotráfico, producto de un trabajo de inteligencia, investigación y coordinación interinstitucional, en realidad fue una chiripada.

Ahora resulta que al peligrosísimo jefe de sicarios y a sus ayudantes, los capturaron después de que éstos rebasaran sin precaución a un par de patrullas policiacas, que los detuvieron para infraccionarlos por exceso de velocidad, y ahí mismo aprovecharon para apañarlos.

Los primeros que saltaron a defender el trabajo de inteligencia de las autoridades, fueron por supuesto, los dirigentes del Partido Acción Nacional, que están obligados a hacerlo, para no quedar mal con su jefe, el presidente de la República.

Lo cierto es que en el caso de La Barbie, como en muchos otros, el gobierno no da una. Su credibilidad está por los suelos y con justificada razón.

Los narcos aparecen sonriendo ante las cámaras de televisión, mientras los ciudadanos aparecen con rostros sombríos y sin esperanza. Eso es lo más feo.

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soy como el clavo, que aun viejo y oxidado, sigue siendo clavo

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