No es Nietzsche, por su ilimitado individualismo, un pensador que me
entusiasme pero, escuchando las cosas que dicen los "escuálidos", tengo que
reconocer la certeza de aquella sentencia suya: "verdad es, esa clase de
error sin el cual no podría vivir una determinada clase de vivientes". Y sin
pretender meterme a filósofo, tarea que me queda grande, no veo tan alejada
esta sentencia de la visión marxista de la verdad que la concibe no como un
asunto del pensamiento, sino como un problema práctico. Decía Marx: "si el
pensamiento está alejado de la práctica es sólo interés de los
escolásticos". Y son precisamente ellos, fundamentalmente griegos y hebreos,
los que han perfilado el asunto de la verdad en Occidente. De esa manera
para los pensadores griegos la verdad es algo que es, mientras que para los
hebreos es algo que hay que sostener para que no caiga, es decir, el amén.
Discúlpenme esta entreverada manera de comenzar a hablar de un asunto tan
cotidiano y necio como es la santurronería "escuálida". Admitan mi
circunloquio para dejar al descubierto la mentira, en la cual, sin poseer el
don del nado los "escuálidos" se han sumergido. Perdonen mi impertinencia
innecesaria al repetir ese lugar común de decir que lo que han aprendido,
los más adelantados de ellos, es a falsificar la realidad. Y le hago todos
estos pedimentos porque juzgo importante decirles, a los angustiados
electorales, que esa actitud escuálida, por su profunda torpeza, más que
embaucar inocentes, ha terminado por hacerles perder el entendimiento a los
que la practican. La falta de concordancia entre el pensamiento y la cosa
convierte en inútil el teológico así es.
Hay muchísimos ejemplos de esto, pero sólo me voy a detener en dos de ellos,
de signos opuestos: uno angustioso, referido a la manera como presentan el
asunto de la violencia y otro, exquisito, referido al asunto de cómo ellos
promueven la cultura. Y tomo estos dos porque, al revisarse el discurso
"escuálido" en el escenario de estas dos representaciones, comprobamos que
siempre terminan, y sin darse cuenta, haciendo un papelucho. Veámoslo.
El tratamiento que los "escuálidos" le dan al asunto de la violencia, como
es mediático, está dedicado a demostrar que la violencia (que ha sido tan
endémica en Venezuela como la miseria), es de origen reciente pues se ha
desarrollado por la irresponsabilidad populista del chavismo, y por lo que
de allí se deduce, su complacencia con los violentos, que son los patas en
el suelo. Así, llevados por esa intención falsificadora de la realidad,
hacen lo indecible para convertir a Caracas en la ciudad más insegura del
mundo.
Y lo hacen sin considerar que de los cinco alcaldes de la ciudad que cuentan
con cuerpos policiales, cuatro son de la oposición. Por el contrario, hemos
visto titulares en la prensa escrita que habla de los grandes logros de esas
autoridades en la lucha contra la delincuencia: "Primero Justicia activa
campaña contra la delincuencia" (El Nacional, 09/01/10), "Primero Justicia
trabaja en ley de soporte para victimas del hampa" (El Nacional,
07/12/2009), "Alcaldía Metropolitana donó 30 motos y 20 patrullas a
PoliHatillo" (2001, 13/12/09), "Carlos Ocariz, asegura que su gestión bajó
en 25% los homicidios durante el 2009" (Globovisión, 23/12/09), en el
Municipio Chacao "el alcalde Grateron y Polichacao… incrementaron en un 36%
la efectividad en la frustración de delitos" (El Universal; 30/12/09),
"Baruta y El Hatillo… se han caracterizado históricamente por ser municipios
modelos y con seguridad…" (El Universal, en varias fechas).
Según esto no hay forma que Caracas pueda ser la ciudad más violenta del
mundo, o en todo caso la violencia debe está concentrada sólo en el oeste de
la ciudad, que para el caso es lo mismo: Caracas, gracias a los alcaldes
opositores, es una ciudad modelo. Eso mismo dijeron de Medellín y hasta
trajeron invitado a su alcalde para aprender de él, un uribista sostenido
por los paramilitares que tienen bajo su asesina voluntad el control de los
barrios.
El otro asunto, el referido a la cultura, se liga con lo delincuencial
gracias a esa manera que tienen los "escuálidos" de sumergirse en el
estercolero. Lo que sucede es que, en este caso, los delincuentes son de
cuello blanco y las víctimas gente sencilla del pueblo que para ellos no
existen. No voy a tratar aquí el asunto de Globovisión con Mezherane y
Zuloaga, dos pillos de postín que están bien lejos de la cultura. Ni
siquiera me voy a referir a los mecenas de Econinvest, que, siendo
estafadores más allá de cualquier duda, son efectivamente mecenas. Me voy a
referir a "cómo tomaron la cosa" aquellos que se beneficiaron del mecenazgo.
La flor y nata de la intelectualidad "escualida", que no los voy a nombrar
para no hacer esto más latoso, recibió, de diversas maneras, dinero de esta
empresa. Tanto que uno de ellos: Joaquín Marta Sosa, no tuvo el menor
empacho de reconocer que Econoinvest no se redujo a cultivar su jardín (…),
decidió invertir en el patrocinio… Y a continuación, más de un centenar de
intelectuales firmaron un documento en defensa de la Fundación de la Cultura
Urbana, que es una empresa creada por Econinvest.
Pudiera escribirse un ensayo sobre como vivir del cuento y parecer honrado
con los argumentos que se esgrimen en ese remitido, dirigidos todos a
descalificar las acusaciones por provenir del gobierno. Sin embargo, no voy
a hacerles perder tiempo con algo tan ramplón, teniendo a la mano el
argumento de un joven músico llamado Petrusco, que hace por Internet una
confesión tan ingenua como penosa: No conozco a los directivos de
Econoinvest, es más, no conozco a nadie de los que trabajan allí. De ninguno
de ellos puedo decir si es buena o mala persona, si es honesto o no (…) Pero
sí conozco a mis amigos músicos, artistas y productores, particularmente de
la Movida Acústica Urbana quienes se han visto apoyados en forma firme y
desinteresada por Econoinvest y por la Fundación de la Cultura Urbana... Es
decir, una cosa es que esos financista de la cosa urbana sean ladrones y
otra es que los beneficiarios, con la parte del dinero que les toca, puedan
editar libros, producir música o hacer el nuevo periodismo iberoamericano.
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soy como el clavo, que aun viejo y oxidado, sigue siendo clavo
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