sábado, 11 de septiembre de 2010

ULTIMO DISCURSO DE SALVADOR ALLENDE DESDE LA MONEDA

Compatriotas: es posible que silencien las radios, y me despido de
ustedes. En estos momentos pasan los aviones. Es posible que nos
acribillen. Pero que sepan que aquí estamos, por lo menos con este
ejemplo, para señalar que en este país hay hombres que saben cumplir
con las obligaciones que tienen. Yo lo haré por mandato del pueblo y
por la voluntad consciente de un presidente que tiene la dignidad del
cargo...


Quizás sea ésta la última oportunidad en que me pueda dirigir a
ustedes. La Fuerza Aérea ha bombardeado las torres de Radio Portales y
Radio Corporación. Mis palabras no tienen amargura, sino decepción, y
serán ellas el castigo moral para los que han traicionado el juramento
que hicieron.

Soldados de Chile, comandantes en jefe y titulares... al almirante
Merino... ... El general Mendoza,
general rastrero que sólo ayer manifestara su solidaridad y lealtad al
gobierno, también se ha denominado director general de Carabineros.

Ante estos hechos sólo me cabe decirle a los trabajadores: yo no voy a
renunciar. Colocado en un tránsito histórico, pagaré con mi vida la
lealtad del pueblo. Y les digo que tengo la certeza que la semilla que
entregáramos a la conciencia digna de miles y miles de chilenos, no
podrá ser segada definitivamente. Tienen la fuerza, podrán
avasallarnos, pero no se detienen los procesos sociales ni con el
crimen, ni con la fuerza. La historia es nuestra y la hacen los
pueblos.

Trabajadores de mi patria: quiero agradecerles la lealtad que siempre
tuvieron, la confianza que depositaron en un hombre que sólo fue
intérprete de grandes anhelos de justicia, que empeñó su palabra en
que respetaría la Constitución y la ley, y así lo hizo. Es este
momento definitivo, el último en que yo pueda dirigirme a ustedes,
espero que aprovechen la lección. El capital foráneo, el imperialismo,
unido a la reacción, creó el clima para que las Fuerzas Armadas
rompieran su tradición: la que les señaló Schneider y que reafirmara
el comandante Araya, víctima del mismo sector social que hoy estará en
sus casas esperando con mano ajena conquistar el poder para seguir
defendiendo sus granujerías y sus privilegios. Me dirijo, sobre todo,
a la modesta mujer de nuestra tierra: a la campesina que creyó en
nosotros, a la obrera que trabajó más, a la madre que supo de su
preocupación por los niños. Me dirijo a los profesionales de la
patria, a los profesionales patriotas, a los que hace días están
trabajando contra la sedición auspiciada por los colegios
profesionales, colegios de clase para defender también las ventajas de
sociedad capitalista.

Me dirijo a la juventud a aquellos que cantaron y entregaron su
alegría y su espíritu de lucha; me dirijo al hombre de Chile, al
obrero, al campesino, al intelectual, a aquellos que serán perseguidos
porque en nuestro país el fascismo ya estuvo hace muchas horas
presente en los atentados terroristas, volando puentes, cortando las
vías férreas, destruyendo los oleoductos y los gasoductos frente al
silencio de los tenían la obligación proceder... La historia juzgará.

Seguramente Radio Magallanes será acallada y el metal tranquilo de mi
voz no llegará a ustedes. No importa me seguirán oyendo. Siempre
estaré junto a ustedes, por lo menos mi recuerdo será el de un hombre
digno que fue leal con la patria. El pueblo debe defenderse, pero no
sacrificarse. El pueblo no debe dejarse arrasar ni acribillar, pero
tampoco puede humillarse.

Trabajadores de mi patria: tengo fe en Chile y su destino. Superarán
otros hombres el momento gris y amargo, donde la traición pretende
imponerse. Sigan ustedes sabiendo que, mucho más temprano que tarde,
se abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre, para
construir una sociedad mejor.

¡Viva Chile, viva el pueblo, vivan los trabajadores!

Estas son mis últimas palabras, teniendo la certeza de que el
sacrificio no será en vano. Tengo la certeza de que, por lo menos,
habrá una sanción moral que castigará la felonía, la cobardía y la
traición.

SALVADOR ALLENDE Santiago de Chile11 de septiembre de 1973


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soy como el clavo, que aun viejo y oxidado, sigue siendo clavo

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