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17 de noviembre – En 1997, uno de cada 10 litros de gasolina que compraron los automovilistas estadounidenses provenía de la refinería estatal venezolana Citgo Petroleum. Ese año, un estudiante de Oxford escribió una tesis en la que decía que Citgo era injusta con los venezolanos, al invertir demasiado dinero en Estados Unidos y que, en vez de eso, debería enviar más efectivo a Venezuela.
El estudiante, Juan Carlos Boué, apenas llamó la atención hasta hace cuatro años, cuando Hugo Chávez, el presidente de Venezuela, tomó el control del sector petrolero del país. Hoy, Boué es un influyente miembro del consejo de administración de Citgo, que fue adquirida por el gobierno venezolano hace dos décadas para comercializar el petróleo pesado y difícil de refinar del país sudamericano.
Hoy, la empresa tiene otro enfoque: inyectar dinero al programa de Chávez para construir el socialismo en Venezuela.
En los últimos años, al tiempo que otras refinerías estadounidenses invierten grandes sumas para aprovechar las utilidades históricas de la industria petrolera, Citgo está reduciendo sus operaciones y tamaño. La empresa está recortando inversiones y vendiendo activos. Uno de los acuerdos más recientes ocurrió hace unos días cuando se deshizo de una unidad que convierte el petróleo crudo en asfalto.
Para cumplir con la propuesta de Boué, Citgo entregó el dinero adicional al gobierno venezolano, su único accionista. Citgo aumentó los dividendos anuales a más de 2,000 millones de dólares, frente a 225 millones en 2000.
Los cambios en Citgo afectan el panorama energético estadounidense. Citgo controla 5% de la capacidad de refinación de Estados Unidos, un importante porcentaje en un momento en que la demanda de petróleo del país crece con mayor velocidad que la producción local. La producción de Citgo se estancará, lo que aumentará la presión en los precios de la gasolina y las importaciones de petróleo.
El cambio radical de Citgo emula a su casa matriz, Petróleos de Venezuela, más conocida como PDVSA. Chávez llenó la empresa paraestatal con aliados políticos y destina más de 14,000 millones de dólares de sus utilidades anuales a programas sociales. Por desgracia, debido a la falta de inversión, PDVSA ha visto caer en forma drástica su producción de petróleo.
Esta estrategia también contrasta con la de otras petroleras estatales, como las de Arabia Saudita y Brasil, que invierten mucho dinero, tanto en producción como en refinación.
Citgo no quiso responder a preguntas sobre su estrategia. Tampoco lo hicieron PDVSA ni el Ministerio de Energía y Minas de Venezuela. Boué, con 41 años hoy, escribió en un correo electrónico que "por supuesto, uno de los objetivos es elevar al máximo los dividendos, pero nunca a costa de la integridad de las operaciones". Al hablar sobre la propiedad de Venezuela sobre Citgo, dijo, "durante 20 años, invertimos mucho dinero sin recibir nada a cambio".
En el pasado, Citgo dijo que la venta de activos le permitiría concentrarse en sus proyectos más rentables. Los expertos de la industria aseguran que Citgo es rentable.
La empresa no han publicado sus estados financieros desde 2005 cuando liquidó la totalidad de los bonos que se negociaban en bolsa, con lo que terminó la obligación de elaborar reportes para Securities and Exchange Commission, el órgano regulador de los mercados de capitales en Estados Unidos.
Los últimos documentos de Citgo mostraron una utilidad de 419 millones de dólares sobre ingresos de poco menos de 31,000 millones de dólares, en los primeros nueve meses de 2005.
La disminución de las operaciones forma parte de una transformación más amplia en Citgo. Tras invertir en la compañía hace 21 años, Venezuela dejó que durante años fueran los estadounidenses quienes la dirigieran. Pero bajo el régimen de Chávez, Citgo ha tenido en seis años a cuatro directores generales venezolanos, uno de ellos un general del ejército, donde Chávez empezó su carrera.
Citgo cuenta ahora con un consejo de administración que incluye, además de Boué, a un primo del Presidente y a un matemático marxista de origen francés. Este consejo se convirtió en pieza estratégica en la elaboración de las políticas de la empresa, y mantiene en la oscuridad a los ejecutivos estadounidenses en cuanto a los planes a largo plazo, dijeron algunos empleados actuales y antiguos.
En 2004, cuando Venezuela trasladó la sede de Citgo de Tulsa, Oklahoma, a Houston, Texas, casi la mitad de los empleados decidió no mudarse. Desde entonces, casi todos los altos ejecutivos estadounidenses han salido de la empresa. Cuando renuncian, deben firmar un convenio en el que prometen no criticar a Citgo en público, de acuerdo con varios ex ejecutivos. Esto coincide con lo que algunos describen como una cultura corporativa cada vez más hermética.
"Es como un estado policiaco", dijo uno, un venezolano.
A semejanza del modelo de PDVSA, Citgo aumentó su gasto social. El año pasado, aportó combustible de calefacción a precios reducidos a más de 1.2 millones de estadounidenses pobres. El programa, con un costo de 80 millones de dólares, permitió a Chávez aumentar su capital político con base en la persistente pobreza en uno de los países más ricos del mundo.
El estilo de gobernar del político venezolano, conflictivo desde el punto de vista de algunos, se ha convertido en un dolor de cabeza para muchos de quienes dirigen gasolineras de Citgo bajo régimen de franquicias. Luego que Chávez se refiriera a George W. Bush, presidente de Estados Unidos, como "el diablo" durante un discurso en la ONU el año pasado, surgió en internet un movimiento para boicotear las estaciones de servicio de Citgo.
Es difícil calcular el efecto de la protesta, pero en Monroe, Louisiana, Bennie Evans, propietario de 120 gasolineras de Citgo, ya está cambiando a otras marcas. "Los clientes no volvieron y recibimos toneladas de cartas amenazadoras", dijo.
Traducido por Luis Cedillo
Editado por Juan Carlos Jolly
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Fernando V. Ochoa
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ser como el clavo, que aun oxidado, sigue siendo clavo.
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