Manuel E. Yepe
2008-11-06
Fidel Castro a la salida de la prisión. Encuentro con Haydee Santamaría y Melba Hernández las dos heroínas del Asalto al Cuartel Moncada.
Así me dijo hace cincuenta años, a mediados de noviembre de 1958, en la ciudad de Miami, Haydee Santamaría Cuadrado, una de las dos mujeres participantes en el fallido Asalto al Cuartel Moncada de Santiago de Cuba que dio inicio a la etapa actual de la revolución conducida por Fidel Castro.
Yeyé, como todos llamaban a Haydee, tenía motivos para extremar el odio a la tiranía y el cuidado por que la revolución jamás sufriera la claudicación de sus conductores.
Tras ser hecha prisionera al fracasar el asalto al Moncada, Haydee tuvo que soportar la crueldad de sus sanguinarios captores quienes le mostraron los ojos recién extraídos de su hermano Abel, segundo jefe del contingente revolucionario asaltante aquel 26 de julio de 1953, y los testículos de su novio, Boris Luís Santa Coloma, uno de los jóvenes patriotas atacantes.
La posibilidad de que Fidel Castro nos traicionara jamás me había pasado por la mente y creo que difícilmente podría haber entonces algún combatiente cubano -en la guerrilla o en la lucha clandestina- que temiera algo así. En todo caso, nos preocupaba, en aquellos difíciles tiempos, que alguno de nosotros flaqueara a causa de las torturas en caso de ser capturado o por el temor que pudiera inspirarnos la superioridad de los recursos de guerra de la policía y el ejército de la tiranía frente a nuestros escasos medios materiales de combate.
Cuando Haydee hablaba de la eventualidad de que Fidel nos traicionara, se refería al tipo de felonía cometida por tantos falsos líderes "revolucionarios" que, luego de convocar a la lucha a lo mejor de la juventud de sus países, una vez triunfantes, abandonaban los empeños y promesas a cambio de corruptelas tales como el depósito de gruesas cuentas bancarias en bancos de Estados Unidos o Europa, convirtiendo a sus valientes y confiados seguidores en blanco de violentas represalias por parte de las clases dominantes y el imperio.
El motivo de mi viaje clandestino a Miami y mi encuentro con Yeyé, quien por esos tiempos representaba en el exilio cubano al Comandante en Jefe del Ejército Rebelde y Coordinador Nacional del Movimiento 26 de Julio, Fidel Castro, era hacer las precisiones finales para el traslado a Cuba de un cargamento de armas para los contingentes que luchaban en la provincia de Matanzas, por donde la columna encabezada por el comandante Camilo Cienfuegos habría de pasar hacia el occidente de la isla.
El Movimiento 26 de Julio en la provincia de Matanzas había recaudado para ese fin, mediante donación popular, unos seis mil dólares que, con el apoyo de recursos adicionales aportados por las organizaciones del exilio, propiciaron ejecutar ese envío que, en diciembre, llegó a Cuba oculto en dos vehículos cedidos y conducidos por colaboradores y voluntarios. Los automóviles viajaron en el ferry que entonces rendía viajes de Cayo Hueso a La Habana, de ahí conducidos a Matanzas por combatientes clandestinos y finalmente recibidos por los rebeldes que operaban en zonas rurales de la provincia.
Haydeé Santamaría Cuadrado
Yeyé casó con el doctor Armando Hart, fundador también del Movimiento 26 de Julio y uno de los ideólogos más destacados de la revolución cubana, quien ha ejercido altas responsabilidades de organización y dirección en el Partido Comunista de Cuba, ha sido ministro de Educación y de Cultura, y hoy encabeza la Oficina Nacional del Programa Martiano, encargada de promover y coordinar estudios e investigaciones sobre José Martí y extender la vigencia de su pensamiento en la sociedad cubana.
El doctor Hart y Haydee Santamaría tuvieron dos hijos, Abel y Celia, trágicamente fallecidos en un accidente del tránsito en septiembre de 2008, a las edades de 45 y 48 años, respectivamente. Ellos también defendieron las banderas de la revolución cubana.
Hasta su desaparición física en 1980, Haydee
Fidel junto a Haydeé y Celia Sánchez en la Sierra Maestra
Santamaría entregó a la revolución su infatigable aliento y, como fundadora y alma de la Casa de las Américas de La Habana, prestigió la vocación internacionalista cubana.
A cincuenta años de aquella impresionante muestra de visión y talento que me permito compartir con lectoras y lectores, hago patente mi admiración por esta mujer que, en 1953, después del asalto al cuartel Moncada, al ser internada en la cárcel para mujeres de la tiranía, escribió a su madre:
"Abel no nos faltará jamás. Piensa que Cuba existe y Fidel está vivo para hacer la Cuba que Abel quería. Piensa que Fidel también te quiere, y que, para Abel, Cuba y Fidel eran la misma cosa, y Fidel te necesita mucho".
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ser como el clavo, que aun oxidado, sigue siendo clavo.
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