Martes, 11 de Noviembre de 2008 00:52
|
En toda sociedad en descomposición como la mexicana en la que sen han roto los tejidos más sensibles e indispensables de la convivencia, ya no son posibles los hechos "aislados", "accidentales" y no caben de ninguna manera las "casualidades". Ciertamente el avión de la Secretaría de Gobernación se desplomó y esto le arrebató la vida al más importante tecnócrata-empresario-español del equipo del presidente espurio Felipe Calderón, ¿una falla técnica en una nave estratégica para "EL" tecnócrata-empresario? Se sataniza a Andrés Manuel López Obrador por denunciar los negocios familiares de los Mouriño a expensas de las instituciones públicas, nadie sabía de su fin trágico. En cambio comparten el profundo desprecio por las masas despojadas, "ineficientes" en la lógica del negocio fácil, improductivas en la maquinaria devoradora, dóciles a fuerza de adicción, de dependencia mediática y religión, atrasadas por pobres, divididas, incapaces, despojadas, angustiadas pero sobre las que pesan las deudas de los desfalcos del erario público, el saqueo de los bancos y contra las que se dirigen los grupos represivos institucionales. Las resistencias son brutal y ejemplarmente reprimidas. A Ignacio del Valle, de San Salvador Atenco, le dan cadena perpetua en una cárcel de alta seguridad, tras vejar con toda impunidad a las mujeres del movimiento atenquense de resistencia, lo mismo sucede con la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca (APPO) decenas de muertos, desaparecidos (Edmundo Reyes y Gabriel Cruz del EPR), presos, una sistemática vejación y venganza personal de los tecnócratas ofendidos en nombre la las élites: es la criminalización de la resistencia, de la movilización social porque desestabilizan esta carrera de enriquecimiento con "soluciones populistas" a necesidades indispensables como alimentarse, educarse para la creación y construcción, tener una vivienda digna en un ambiente ecológicamente sano, un empleo bien remunerado y creativo, es el sueño colectivo opuesto al sueño privado individualista del existo neoliberal. Las masas deben acudir a una "bien intencionada clase política" y extraordinariamente bien pagada, que sabe lo que les conviene a todos, encargada de hacer menos difícil su existencia social: no reprimirán si aprenden a morirse de hambre, si se suicidan en las adicciones, si pierden toda imaginación colectiva de su condición humana y aceptan su única posibilidad de consumidores compulsivos despojados de su esencia de su capacidad de disfrutar la vida con todos sus sentidos. Su única posibilidad es sufrir la vida como mártires del progreso del libre mercado monopólico, éstos no son heroicos, son mártires del progreso "soldados desconocidos" que dan su vida por una modernidad de la que no alcanzaran jamás beneficios, sólo hay que echar una mirada a la crisis norteamericana bushoniana con el brutal despojo de sus bienes (12 millones de familias perdieron sus viviendas por hipotecadas impagables), pero también su dignidad, su conciencia, por apoyar la guerra de expansión y conquista interminable por la máxima ganancia. Para Felipe Calderón Juan Camilio Mouriño es "heroico" con ese sentido freudiano del semidiós, del "campeón invencible", del "salvador", con un doble carácter. Uno es religioso, pues es digno de la bienaventuranza por "ser perseguido" por un fantasma de intereses que pugnan por el control del petróleo y la energía eléctrica, pero también del narcotráfico, de los dólares de la remesas de los trabajadores mexicanos indocumentados, de todo negocio de usura y especulación que ha caracterizado a la economía mexicana en los últimos 20 años, una economía que en dos décadas no creció, no cambió la ruta de la acumulación bajo la más perversa corrupción que llega hasta las moléculas de cada vida humana. "El Cid" lo ha denominado Felipe Calderón (El Universal 10-11-08), ya tiene el Reino de los Cielos asegurado, haga lo que haga Dios está con él. Por otro sentido mundano, es un empresario-político-exitoso, glamoroso, como lo explica Peter Sloterdijk, es aquel que ha perdido la utopía colectiva, el sueño colectivo del género humano, los sueños que tienen razón, como irrealidades portadoras de realidades, los que conducen al porvenir colectivo; cambiado por la "utopía individual", tan afanosamente difundida, implantada con ese nombre poco poético de "existo", que es el que escala hasta salir de todo contacto con las masas despreciables, vive en el estuche exclusivo de su soledad victoriosa, bien aderezada con las más inhumanas apariencias e inhumano confort. Juan Camilio Mouriño, el joven operador de la empresa privada presidencial dentro de las instituciones públicas. Su carrera es una mezcla de negocios familiares que lo hacen ocupar puestos públicos estratégicos, pero no es exactamente al revés: desde puestos públicos hace negocios privados, es que la movilidad económica no viene de sus empresas sino de sus posiciones en instituciones públicas, lo que es ya una regla del pensamiento único y la ganancia a toda costa para la tecnocracia, sólo hay que ver la escuela norteamericana de tecnócratas neoliberales que han llevado al pueblo norteamericano a la ruina material y espiritual con el negocio privado en las instituciones públicas hasta dilapidar la nación, asesinar el espíritu de la comunidad imaginada, les han arrebatado la esperanza. El negocio más importante de su vida con tan sólo 37 años de edad fue la enajenación de PEMEX, bajo una estrategia de ir cediendo terreno en la extracción de hidrocarburos a "eficientes empresas privadas, dispuestas a invertir capital" y con las que franca y abiertamente estaba relacionado, había incompatibilidad desde la opinión pública opuesta a la del régimen neoliberal. Las élites hallan una inmaculada coherencia en esta política de negocios a costa de la vida social y la condición humana. Me parece que son estas élites ultraconservadoras y probushonianas las que se han encargado de arrebatarle la vida a este prominente empresario-tecnócrata-español para beneficiarse del proyecto empresarial calderonista, además aprovechan para señalarle su pequeñez, no deja de ser una pieza de una maquinaria operada por exclusivas y únicas élites fácticas, para las que la vida no vale nada. Su fin trágico se suma a la tragedia mexicana con esta ideología neoliberal necrofílica, que disfruta de la muerte y el dolor. En la resistencia no estamos a salvo pero aprendemos a construir otro ser humano, ni mártir ni heroico, somos leales al sueño colectivo de una cultura terriblemente humana y libertaria que se origina con la creación colectiva, cuya gratificación es vivir la vida con los otros. |
ser como el clavo, que aun oxidado, sigue siendo clavo.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario