por Rogelio Ramírez de la O
(publicado en El Universal el 12 de noviembre de 2008)
(publicado en El Universal el 12 de noviembre de 2008)
El mundo ha visto la destrucción más grande de riqueza a raíz del desplome de los mercados globales. En Estados Unidos la pérdida en acciones es de 6 trillones de dólares (42% del PIB) y en bonos de 1.5 trillones más (11% del PIB).
Con tales pérdidas nada puede seguir igual, menos cuando millones de familias han perdido su activo más preciado, la vivienda.
Los gobiernos, queriendo evitar otra gran depresión como la de los años treinta, tienen que intervenir en el mercado de crédito. Al hacerlo rompen los preceptos que parecían inamovibles en la vieja economía, la de Alan Greenspan, quien creyó que los banqueros serían prudentes y por eso no había que regularlos ni preocuparse de las burbujas.
Aquí sólo enumero varios cambios hacia la nueva economía. El primero es que los precios de las acciones tienen que sufrir una corrección mucho mayor, antes de ser atractivos para los inversionistas.
Los promedios históricos con los cuales muchos analistas argumentan que la Bolsa está hoy barata no sirven como referencia porque es una nueva época, en la que los dólares valen mucho más en relación con los bienes. Es un cambio de marea, de los que sólo tienen lugar cada 25 o 30 años.
Casi no habrá empresa que no deba reducir su capacidad, cerrar líneas de producción o venderlas.
Para China esto es una mala noticia, pues creó más capacidad de lo que hoy podrá utilizar. Para los países que le venden minerales o materias primas, como Brasil, Chile o Perú, también es una mala noticia.
Las empresas que se endeudaron para financiar aumento de capacidad o compra de empresas, como lo hizo Cemex, la pasarán muy mal, pues la expansión la hizo en la última etapa del ciclo, por alguna razón ignorando que el precio del riesgo estaba aumentando. Lo mismo las empresas de vivienda.
Las carteras vencidas de la banca van a seguir creciendo, orillando a los bancos a reducir más el crédito.
Los gobiernos harán lo que puedan. El de México tiene muy poco margen de acción. Esto porque nuestro principal cliente (Estados Unidos) está en recesión, los precios del petróleo caen y nunca redujo su gasto burocrático como muchos insistimos que debía hacerlo desde 2007. Por eso no tiene recursos para apoyar a empresas o a sectores de la economía. Lo que haga lo hará con endeudamiento y éste va a causar problemas potencialmente muy grandes cuando rescate a las empresas que le van a solicitar auxilio.
Tanto el gobierno como las cúpulas empresariales harían bien en diagnosticar esto como el cambio de marea que es, hacia una nueva economía global.
James Carville, estratega político del Partido Demócrata, lo puso así un día antes de la elección: "Cuando vaya a votar, observe con cuidado y registre todo a su alrededor, porque cuando despierte el miércoles, todo será muy diferente".
El gobierno será requerido para renegociar el Tratado de Libre Comercio con América del Norte (TLCAN). La meta de inflación de 3% que tiene el Banco de México hace la política monetaria inoperante en la actual situación. No habrá dólares suficientes y los mercados internacionales de crédito estarán cerrados para las empresas mexicanas. Los países con déficit corriente en ascenso, como México, serán mal vistos por los inversionistas.
De ahí que la calificadora Fitch haya cambiado la perspectiva de México de neutral a negativa. Con el actual marco intelectual, basado en la vieja economía y paradigmas que dejaron de ser válidos hace mucho, el gobierno no puede ser efectivo para contrarrestar los efectos de estos cambios.
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ser como el clavo, que aun oxidado, sigue siendo clavo.
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