Miguel Ángel Avilés
LA LEGALIZACIÓN DE LA DROGA…
Para Don Braulio Zavala, amigo
a distancia.
A estas alturas de mi vida no he consumido más drogas que no sean de las consideradas legales o que no hayan sido ordenadas por un médico.
Soy adicto, eso sí, al café, a un par sólo un par, cuando mucho otro par de cervezas bien frías, a un caballito de un buen tequila validado por el CRT, a los tacos al pastor que venden cerca de mi casa y a una infinita variedad gastronómica, a las siestas, al fútbol, a cualquier tipo de música sobre todo de antaño, a un buen libro, a los viajes cuando se puede, a escribir tonterías, a la lucha libre, a la charla con los amigos que son muchos y párale de contar.
Soy, además, un irremediable admirador de la belleza femenina.
De ahí en fuera, que yo recuerde, no tengo otros vicios.
Con estas irrepetibles confesiones, trato de dejar constancia desde ahorita que lo que voy a decir enseguida no tiene ningún interés o beneficio personal:
Estoy a favor de la legalización de la droga.
Las razones para estarlo son infinitas y no voy a inventar ninguna. Mejor me remito a estas que en la revista Forum puntualiza Juan Carlos Hidalgo y que si no quieren leerlas, tienen la opción de saltarse hasta donde mas adelante retomo el tema:
La legalización pondría fin a la parte exageradamente lucrativa del negocio del narcotráfico, al traer a la superficie el mercado negro existente.
La legalización reduciría dramáticamente el precio de las drogas, al acabar con los altísimos costos de producción e intermediación que implica la prohibición.
Legalizar las drogas haría que la fabricación de dichas sustancias se encuentre dentro del alcance de las regulaciones propias de un mercado legal. Bajo la prohibición, no existen controles de calidad ni venta de dosis estandarizadas.
El narcotráfico ha extendido sus tentáculos en la vida política de los países. Importantes figuras políticas a lo largo de Latinoamérica han sido ligadas con personalidades y dineros relacionados con el tráfico de drogas.
Legalizar las drogas acabaría con un foco importante de corrupción.Los gobiernos dejarían de malgastar miles de millones de dólares en el combate de las drogas, recursos que serían destinados a combatir a los verdaderos criminales: los que le violan los derechos a los demás (asesinos, estafadores, violadores, ladrones, grupos terroristas).
Con la legalización se acaba el pretexto del Estado de socavar nuestras libertades con el fin de llevar a cabo esta guerra contra las drogas.
Legalizar las drogas desactivará la bomba de tiempo en la que se ha convertido Latinoamérica, especialmente países como Ecuador, México, Bolivia y Colombia.
En una sociedad en donde las drogas son legales, el número de víctimas inocentes producto del consumo y la venta de estupefacientes se vería reducido substancialmente.
La legalización conducirá a que la sociedad aprenda a convivir con las drogas, tal y como lo ha hecho con otras sustancias como el alcohol y el tabaco.
Es apreciable también la reciente propuesta de la Comisión Latinoamericana sobre Drogas y Democracia, presidida por Fernando Henrique Cardoso, Ernesto Zedillo y César Gaviria, tres ex presidentes que han tenido que lidiar con el problema, a revisar las políticas de prohibición del consumo individual y a considerar otros enfoques "que traten el problema de las drogas más como un asunto de salud pública que como una guerra".
Y es que la estrategia que se ha seguido hasta ahora ha sido un fracaso. A pesar de la lucha frontal que según se dado en contra del narcontráfico tenemos que en Estados Unidos, por ejemplo, el número de personas mayores de 12 años que consumieron alguna droga en el 2007 ronda los 20 millones, una cifra que ha permanecido estable por lo menos desde el 2002, según los datos del Departamento de Salud y Servicios Humanos federal. Peor aún, según las autoridades estadounidenses, hoy los cárteles mexicanos controlan el tráfico de drogas en por lo menos 230 ciudades norteamericanas y el año pasado hubo más de 370 secuestros, en su mayoría ligados al narcotráfico, en la ciudad fronteriza de Phoenix, Arizona.
En México, se calcula que el año pasado la violencia ligada al narcotráfico causó la muerte de unas 6.000 personas, más del doble de los muertos del año anterior. El negocio de las organizaciones criminales en varias partes de la república se ha ampliado y ahora incluye la extorsión de impuestos a negocios legítimos. El armamento de los carteles mexicanos es mayor y mejor que el del gobierno mejor armado de la república. Y hoy, México no sólo es un país por el que transita la droga hacia Estados Unidos, sino que se ha convertido también en un país de consumidores de ilícitos.
Con esos momios en contra, lo que pueda opinar Felipe Calderón y sus subalternos en la materia y el optimismo que muestra el Ingeniero Eduardo Bours como encargado de la Conago en este rubro de la Seguridad Pública o es mera demagogia o no es más que la dañina consecuencia de haberse zampado todo el material bibliográfico de Miguel Ángel Cornejo y Leonardo Stemberg.
Esto, claro, bajo la premisa de que en realidad quieren combatirlo.
Porque quienes no quieren hacerlo, son justamente los primeros que se oponen a su legalización.
Su resistencia es entendible. Ya lo dijo la semana pasada el hombre de Georgia, Estados Unidos David T. Johnson, director de la oficina de narcotráfico internacional del Departamento de Estado: En el negocio de las drogas en México participan directamente unas 150.000 personas que mueven capitales hasta por 25.000 millones de dólares. Adicionalmente, unas 300.000 personas participan en el cultivo de marihuana y opio, declaró David T. Johnson en una audiencia ante el subcomité de operaciones extranjeras de la Cámara de Representantes. Esa cantidad de protagonistas produjo unas 18 toneladas de heroína en 2008 y casi 16.000 toneladas de marihuana, orientados directamente al mercado estadounidense.
Estas son algunas de las cifras del mercado negro a las que se refiere Juan Carlos Hidalgo y es precisamente con su legalización como se pondría fin a la parte exageradamente lucrativa del negocio del narcotráfico.
Aquí se arremolina toda la razón por la cual hay toda una avalancha publicitaría para vendernos la idea de que traer el manejo de las drogas al terreno de la ilicitud, sería un caos.
Lo otra, no menos importante, es la desinformación y la valida ignorancia de mucha gente que cree que la legalización de la droga será un cheque al portador para que esta circule sin restricciones de salud y jurídicas alguna por el libre mercado.
Así es, como no saben que esto implicaría un riguroso control en su consumo tanto en el ámbito legal como en el de salud pública , algunos han llegado a pensar que será tanta la libertad en su uso, que la Cocaína, la Marihuana, las Anfetaminas, las Meta-anfetaminas, el Éxtasis, el Ritalin, el Herbal Ecstasy/Efredina, el Crack, la Heroína, el PCP, LSD, los Hongos, los Inhalantes, los Esteroides y , en fin , todo lo metible, al siguiente día de su legalización estarán formando parte de la canasta básica.
Pues figúrese que no es así. Para quien estaba con el alma en un hilo o, en todo caso, para quienes ya se les estaba haciendo agua la boca, mi obligación es decirle que esto no es cierto.
Se que esta precisión no será suficiente. Se también que, en cuanto el crimen organizado mundial lea esta columna, lanzarán una cruzada para restarle toda credibilidad y contrarrestarán estos irrebatibles argumentos con un reforzamiento mediático para que la gente siga creyendo que el legalizar la droga sería la perdición total sobre todo de nuestros jóvenes.
Mientras eso sucede y antes que un comando de sicarios me descabeche o un francotirador me ejecute desde lo alto de un mezquite cuando yo vaya a comprar mi dotación de tacos al pastor, me mantendré estoico en este teclado para insistir en que el asunto de la legalización no traerá consigo el resultado catastrófico que han logrado venderle a la creencia ciudadana.
Muchos piensan debido a esta idea que, liberada la droga, usted la podrá encontrar en cualquier punto, incluyendo en el changarro de la esquina.
Entonces surge una paranoia colectiva y agarra vuelo al grado tal que todo mundo está a la expectativa de lo que pasará una vez que se logre su despenalización.
Se cree así equivocadamente que un adicto contumaz podrá ir al OXXO, o a Ley o a Soriana y que, con toda displicencia, podrá adquirir en el departamento instalado para ello, su bolsa de coca, su paquete de marihuana o su cajita de cristal como si adquiriera maizoro, o canela o un quintal de harina.
Ya veo a los adictos de mi barrio esperando a que yo pase a su lado con gran indiferencia rumbo al Wal-Mart para tirarme con un billete a fin de que les traiga, por favor, medio kilo de cristal, una cajetilla de cigarros de marihuana y, lo que sobre, de mocochango.
Hacia allá va la creencia.
Otros suponen que se establecerán cadenas o franquicias de todos estos productos y se anunciarán en la tele y promocionarán, como gancho, el día de la Coca y la verdura.
Tampoco.
Se cree incluso que estas novedosas empresas darán facilidades de pago y venderán la droga a crédito como lo hace Coppel o la mueblería de su preferencia.
No. Para nada. Pero no falta el que se deje sorprender que crea que de pronto llegará una motocicleta a su casa y, desde la puerta, el conductor le gritará:
-Señora: ¡el abono de la mota!
Se que esto es difícil de entender. El narco esta haciendo su parte y el gobierno, por mas que nos digan otra cosa, no esta haciendo totalmente la suya.
Por eso, recalco, el pueblo se cree el cuento de que no tardará una semana a partir de su legalización para que encontremos muchachos por aquí, adolescentes por allá, todos muertos y con una jeringa en el abrazo, mientras que en la tienda departamental de enfrente se anuncia, con edecanes y toda la cosa, gran remate de heroína, LSD, peyote y colitas de borrego de finísima calidad.
Es cierto que la impunidad en el país va en ascenso pero, bendito seas dios, todavía no llegamos a tanto. Eso no mas falta: que el Mayo Zambada apadrinara una generación del Tec. de Monterrey, por ejemplo, y que al Chapo Guzmán, ya renqueado en la lista de Forbes, le fuera entregada por el Congreso de la Unión la medalla Belisario Domínguez .
Entonces sí: este columnista se tendría que ir, como Jaime López y el Piporro, por cigarros a Hong Kong.
O a lo mejor no. Quizá aquí también vale explorar y quien quite que con la legalización logremos meter al terreno de lo derecho hasta a los propios narcotraficantes.
Se vale soñar. Con el fin de abatir este flagelo de las drogas, se le puede proponer al gobierno mexicano que convenga con estos malosos y a cambio de reducirles sus condenas, ellos pudieran colgar los guantes y así como lo hicieron en su momento los grupos guerrilleros que andaban en la clandestinidad, meterse al redil de lo público y competir como cualquier honorable empresario de esos que tantos hay en nuestro país.
De este modo, en un tiempo no muy lejano el Congreso de la Unión en mancuerna con las Secretaria de Gobernación, pudieran organizar por primera vez, digamos en el Estadio Azteca o en el Auditorio Nacional, si el coloso de San Ursula les parece muy incómodo, El Primer Congreso Nacional de Narcotraficantes radicados en México.
A fuerza de proponer, se me ocurre que lo pudiera patrocinar Televisa, TV Azteca y, claro, la cocacola para que no falten los chescos.
De igual manera, así como lo hace la FIL, se pudiera tener cada año a un país invitado para que nos hablara de su experiencia en esta lucha. A mi me parece bien que el primero sea Colombia, el cual, desde luego, quedaría registrado en la historia como el padrino de este gran proyecto.
También se pudiera tener mesas de trabajo o conferencias magistrales que estuvieran encabezas por un sicario, un tirador, un burrero o un narcomenudista.
A mi todo esto, la verdad, se me hace maravilloso. No se a ustedes….
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ser como el clavo, que aun oxidado, sigue siendo clavo
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