viernes, 13 de marzo de 2009

EL ZANCUDO... DEL CHAPO SOTO

El Zancudo

(No mata, pero hace roncha)

 

A propósito de valores, para Karla Araiza, por su regalo, invaluable.

 

Arturo Soto Munguía

 

Malos presagios

 

No hay, por más que uno le busque, alguna señal alentadora después de lo ocurrido en la elección interna del PRI.

Por el contrario, desde su inicio, se perfiló el proceso más inequitativo, amañado, tramposo, chapucero y sucio del que se tenga memoria.

La tristemente célebre 'Operación Manitas' de 1988, que impuso efímeramente al priista Carlos Robles Loustaunau 'El Calolo' en la presidencia municipal de Hermosillo, fue un día de campo comparado con lo ocurrido en las 503 casillas instaladas en cada uno de los 72 municipios de Sonora el pasado 8 de marzo.

Después de seis años de observar la apología de los 'valores', esta fecha será recordada como el triunfo de los antivalores.

Festinar un resultado así, remite a una estampa orgiástica, con demonios lascivos y desquiciados bailando frenéticamente sobre una tumba: la tumba de la democracia.

En el sexenio de los 'valores', los únicos que cuentan son los de la Bolsa. Los otros son meramente escenográficos.

Lo que cuenta es el abuso como regla. La amenaza como arma. El chantaje como argumento. El derroche escandaloso del dinero público y privado como signo distintivo; la ilegalidad como dogma, el cinismo como religión y todo junto, como propuesta de gobierno.

Llevar eso al siguiente nivel, es para preocupar incluso a quienes apoyaron voluntaria, pero sobre todo involuntariamente, a imponer a sangre y fuego una candidatura sin consenso.

La principal aportación a la cultura democrática en esta jornada, es el afianzamiento en el ánimo de la mayoría empobrecida, de que valen más quinientos pesos en la mano, que otros seis años de discursos sobre la modernidad, el progreso, las oportunidades.

Malos presagios.

Si algo se había avanzado en la construcción de las instituciones para la democracia; si algo había madurado la cultura política y de participación ciudadana; si algún atisbo de cordura había, el domingo 8 de marzo todo se fue al carajo.

Lo que asomó fueron los colmillos de la intolerancia; la furia rabiosa de los señores de horca y cuchillo; la desvergüenza del tramposo que se sabe impune; la brutalidad del que se ensaña con el indefenso; el cinismo que corrompe a los más pobres entre los pobres; la prepotencia que acosa y acorrala, que amenaza y cumple.

Todo resumido en cuatro palabras: "Voy con todo, Ernesto".

El 'triunfo' de Alfonso Elías sería una victoria vergonzante, si sus beneficiarios tuvieran vergüenza.

¿A qué sabe una victoria fincada en el uso y abuso de los programas, los recursos humanos, materiales y económicos del gobierno estatal y de algunos municipales?

¿Qué celebran, qué festejan los promotores de una candidatura tan mediocre como la de Alfonso Elías?

Celebran el triunfo del autoritarismo y de la lealtad entendida como sumisión.

Celebran que en todo Sonora, hay una buena cauda de miserables, damnificados de ese autoritario y excluyente ejercicio de gobierno, que son usados para legitimar el 'triunfo' de la misma pandilla que los tiene en esas condiciones, y que se asemeja más a la Mara Salvatrucha que a la Sub 17.

Una 'victoria' basada en el obsceno ejercicio del poder gubernamental, sólo puede ser motivo de orgullo para aquellos que son tan pobres, que no tienen más que dinero.

Hay derrotas, por otro lado, que saben a victoria.

Quienes estuvimos cerca de Ernesto Gándara en esta cruzada, estamos heridos, cierto, pero con la dignidad entera.

Quienes desde distintas trincheras participamos desde hace muchos años en la construcción de una sociedad más democrática, menos violenta, más amable para vivir, lo seguiremos haciendo, porque la vida no se acaba en esta elección. En esta porquería de elección, diría.

No tiene sentido bordar sobre las trapacerías con que se busca legitimar la candidatura de Alfonso Elías. En todo caso, corresponde a los tribunales electorales darle curso a las demandas que ya fueron interpuestas, y habrá que estar pendientes de su desenlace.

La posibilidad de anular la elección existe, pero aunque eso suceda, nada será igual después de lo ocurrido.

Hay en Sonora una sensación de miedo y desencanto. Queda la impresión de que el discurso democrático nada tiene que ver con la práctica abusiva del ejercicio de gobierno.

Quien tenga dinero, mucho dinero, puede comprar la franquicia Sonora. Acabarse fajos de billetes en el reparto de beneficios efímeros, bien vale la pena por otros seis años de administrar los grandes negocios que se hacen y deshacen al amparo del gobierno.

Eso fue lo que ocurrió durante toda la precampaña, y señaladamente el día de la jornada electoral. Todos lo vimos.

La legitimidad de la candidatura de Alfonso Elías descansa en ello, y por eso lo que sigue no puede ser bueno.

Quienes estuvimos al lado de Ernesto Gándara, en el ámbito de lo que nos correspondió hacer, debemos estar satisfechos y orgullosos.

En esta intensa jornada, en materia de comunicación, la propuesta estuvo de este lado. Trabajamos sin descanso y lo hicimos bien. Nos ayudó, claro, un candidato muy capaz, inteligente y al que no se le dificulta tender puentes con la sociedad.

Trabajamos con pocos recursos; con un insultante bloqueo en los medios electrónicos, sobre todo radio y televisión; trabajamos contra el pánico que del otro lado llevó a los promotores de Alfonso Elías a situaciones tan ridículas como prohibir a los cronistas deportivos, que llamaran a José Luis Sandoval por su apodo: El Borrego.

Trabajamos contra la censura y la autocensura de muchos colegas que fueron condicionados y amenazados.

Trabajamos a contracorriente y sin embargo, el mensaje de Ernesto Gándara llegó hasta el último rincón de Sonora. Los más de cien mil votos obtenidos así lo prueban.

Y por lo mismo, el valor de esos votos se redimensiona, crece, se multiplica.

Los votos de Alfonso Elías costaron mucho, muchísimo dinero, pero en su mayoría, no valen nada.

 



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ser como el clavo, que aun oxidado, sigue siendo clavo

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