¿LLEGARÁN A EL SALVADOR LOS VIENTOS DE CAMBIO?
por Mark Engler
El candidato del FMLN, Mauricio Funes alcanzó la victoria en las elecciones presidenciales de El Salvador celebradas ayer, con un 51.3 % de los votos escrutados, contra un 48.7% del candidato de Arena.
Entorno les ofrece este trabajo de Mark Engler, escritor residente en la Ciudad de Nueva York y analista principal de Foreign Policy In Focus, elaborado días antes de la celebración de los comicios, el cual aborda de forma amplia los antecedentes de esta victoria, la situación del país y la influencia que ha tenido la política de los Estados Unidos en el desenlace de los anteriores comicios en esa nación centroamericana.
El deseo de cambio no es un sentimiento exclusivo de los electores de Estados Unidos, y no es algo que nuestro país deba temer cuando sea buscado por nuestros vecinos del Sur. El Salvador, un país que celebrará elecciones presidenciales el 15 de marzo, es un buen ejemplo. Es un lugar donde un solo partido ha estado en el poder durante dos décadas. Durante mucho tiempo la nación ha estado agobiada por la pobreza, el crimen y la corrupción. Y los émulos de Cheney y Rumsfeld siguen en el poder. Una victoria por parte del progresista que va al frente en la contienda electoral --las primeras elecciones latinoamericanas desde la toma de posesión del Presidente Barack Obama-- brindaría a la Casa Blanca una oportunidad de rechazar los temores acerca de la ascensión de un gobierno que se inclina a la izquierda en Latinoamérica y en su lugar debiera alabar la ola regional de transformación democrática.
En meses recientes Mauricio Funes, del progresista Partido FMLN (Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional) ha estado al frente en los resultados de las encuestas. Una encuesta del 20 de febrero demostró que Funes tiene una ventaja de 11 por ciento sobre Rodrigo Ávila, un magnate de la seguridad privada, ex director de la Policía Civil Nacional y nominado por el derechista Partido ARENA (Alianza Republicana Nacionalista). Funes es bien conocido en El Salvador como un periodista de TV que conducía uno de los pocos programas que criticaba abiertamente al gobierno. Él ha capitalizado el apoyo público por sus nuevos enfoques a una epidemia de crímenes y una economía que ha brindado muy pocas alternativas a la miseria o a la emigración hacia el Norte. ARENA ha estado en la presidencia en El Salvador durante los últimos 20 años, incluyendo los 17 transcurridos desde la firma en 1992 de los Acuerdos de Ponce que pusieron fin a la guerra civil del país.
Una táctica de la derecha salvadoreña ha sido la de presentar a Funes y su partido como títeres del presidente venezolano Hugo Chávez. Muchos comentaristas norteamericanos han reflejado esta posición al caricaturizar a la izquierda latinoamericana como ingenuamente obediente a Chávez y han alentado a Obama para que dé una respuesta más dura. En el contexto de El Salvador, la acusación contra Funes carece de base; en Estados Unidos, esta lectura simplista de la política latinoamericana invita a adoptar un enfoque contra productivo a la región.
La política de la administración Obama hacia Latinoamérica debiera basarse en una comprensión más sofisticada de la política regional, respeto por los procesos democráticos y reconocimiento del profundo fracaso de las intervenciones anteriores de EEUU. El Salvador es un claro ejemplo de un país en el que tanto la política militar como la económica promovidas por Washington bajo las administraciones anteriores han tenido resultados desastrosos --y ahora brinda una oportunidad para que Estados Unidos exprese una nueva comprensión del interés nacional salvadoreño.
La sombra de la guerra
La guerra civil de El Salvador aún ocupa un lugar preponderante en la política interna del país y en sus relaciones con Estados Unidos. Desafortunadamente, el historial de la involucración de EEUU fue distorsionado sistemáticamente por la administración Bush, creando una continua necesidad para los norteamericanos de enfrentar una historia difícil.
En la década de 1980, El Salvador fue escenario de una de las intervenciones de la Guerra Fría más largas de EEUU. Trágicamente, Washington envió $6 mil millones en ayuda a un gobierno salvadoreño cuyo ejército y escuadrones paramilitares de la muerte fueron responsables de horrendos crímenes. Unas 75 000 personas murieron en la guerra civil durante esa década. En 1993, una Comisión de la Verdad apoyada por Naciones Unidas determinó que el gobierno había sido responsable del 85 por ciento de los abusos contra los derechos humanos y que las fuerzas rebeldes eran responsables del 5 por ciento, con un 10 por ciento indeterminado. Entre los actos más notorios de la contrainsurgencia derechista se incluía la masacre de al menos 1 000 personas en la aldea de El Mozote en 1981 --una atrocidad que la administración Reagan trató de negar y ocultar por todos los medios-- y el asesinato del Arzobispo Oscar Romero en 1980.
El conservador partido ARENA fue creado en la década de 1980 por un tristemente célebre jefe de escuadrones de la muerte, el Mayor Roberto D'Aubuisson, una de las figures responsables del asesinato de Romero. No obstante, como partido conservador favorable a los hombres de negocios, ARENA ha tenido en sus manos el poder ejecutivo desde 1989 y ha ganado tres elecciones presidenciales consecutivas en el período posterior a la guerra.
Si ocho años de gobierno de la administración Bush fueron suficientes para los electores en Estados Unidos, es fácil comprender por qué los salvadoreños están también listos para un cambio. ARENA estaba ansioso por unirse a la "coalición de los dispuestos", lo que hizo de El Salvador el único país latinoamericano con tropas en Irak. La medida hizo que los neoconservadores de Washington alabaran a El Salvador. En 2004 el Secretario de Defensa Donald Rumsfeld elogió "la lucha humana (de El Salvador) en pro de la libertad y la democracia", y el Vicepresidente Dick Cheney puso la contrainsurgencia de El Salvador en la década de 1980 como un modelo de la "Guerra al Terror". Ambos ignoraron el crítico informe de la Comisión de la Verdad que mencionaba a las fueras apoyadas por Estados Unidos como los principales responsables de aterrorizar a la población del país. En una deformación similar de la historia, al aceptar la nominación por su partido el actual candidato presidencial de ARENA, Ávila, expresó su admiración por la defensa de la libertad hecha por D'Aubuisson.
Romper con la tradición
El FMLN también surge de la guerra civil, conformado por ex guerrilleros que combatieron para arrancar el control de manos de la oligarquía tradicional del país. El FMLN se convirtió en un partido político de izquierda después de los Acuerdos de Paz. Desde entonces ha sido el principal partido de la oposición en El Salvador. Su membresía comprende desde los socialistas más tradicionales (representados por el candidato vicepresidencial Salvador Sánchez Cerén), hasta social demócratas moderados (representados por Funes). Durante años, el partido ha ido obteniendo victorias a nivel de alcaldías y de diputados a la Asamblea Nacional. En las elecciones municipales y legislativas que se realizaron en enero, el FMLN se convirtió en el partido predominante en la Asamblea. Sus representantes superan ahora a los de ARENA 35 a 32. El FMLN también incrementó en más de 50 por ciento el número de pueblos y ciudades que gobernará, hasta un total de 90 municipalidades.
El partido considera que estos resultados son señales de aliento. Sin embargo, también ha concurrido con esperanzas similares e impulso electoral a anteriores contiendas presidenciales, solo para ver cómo su candidato no triunfaba. Como demostración de que encabezar las encuestas no siempre se traduce en una victoria en las urnas, la alcaldesa de San Salvador Violeta Menjíbar, perteneciente al FMLN, perdió en enero a pesar de que las encuestas la daban como ganadora.
Dicho esto, hay varias razones de por qué los resultados de la próxima elección presidencial pudieran ser diferentes de las anteriores. Esas razones incluyen los méritos del propio Funes, la disminución del atractivo de las políticas de ARENA de "ley y orden", una exigencia en toda la región de una nueva visión económica, y la esperanza de que la Casa Blanca de Obama no repita la interferencia de la administración Bush en el proceso electoral salvadoreño.
Funes, que ahora tiene 49 años, fue uno de los muchos ciudadanos que experimentaron una pérdida personal durante la guerra civil. Su hermano mayor, un líder estudiantil, fue secuestrado y asesinado por fuerzas de la policía en 1980. Funes también estudió en la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas (UCA) de los jesuitas, en San Salvador, donde seis sacerdotes, algunos de ellos mentores de Funes fueron asesinados en 1989. Sin embargo, en una ruptura con la tradición, Funes es el primer candidato presidencial del FMLN que no combatió en el conflicto. Esto y su popularidad como un comentarista bien conocido ha hecho que suenen falsas las acusaciones derechistas de que una victoria del FMLN "colocaría a nuestra nación en manos manchadas de sangre".
ARENA también ha perdido la ventaja de una percepción pública positiva de sus políticas contra el crimen. Ante alarmantes y persistentes tasas de homicidio y robo, ambos candidatos presidenciales han prometido que el combate contra el delito será una prioridad de sus respectivas administraciones. Sin embargo, solo Funes ha prometido limpiar a la fuerza policiaca de elementos corruptos vinculados al crimen organizado. En encuestas publicadas el 20 de febrero, 43,9 por ciento de los salvadoreños entrevistados creían que Funes podría ser mejor para solucionar el problema de la falta de seguridad, en comparación con 26,3 que confiaban en Ávila. Cifras similares creían que el FMLN sería más eficaz en el enfrentamiento a la corrupción.
Antecedentes del ALCCA
Nos queda la economía. Por primera vez en los recientes ciclos electorales, la economía desplazó al delito como el tema identificado por los salvadoreños como su mayor preocupación para las elecciones. Pocos en el país parecen satisfechos con la situación. El manejo por ARENA de la economía ha fracasado en gran medida para acabar con la pobreza y ha mantenido dramáticos niveles de desigualdad en el país. Desde la guerra, el partido ha seguido un agresivo programa de políticas económicas del Consenso de Washington y ha trabajado para privatizar los servicios sociales y las empresas públicas como electricidad y agua. El gobierno saliente de Antonio Saca llevó a El Salvador al Acuerdo de Libre Comercio de Centroamérica (ALCCA), prometiendo empleos, inversiones e importaciones baratas.
Los resultados han sido poco impresionantes, en particular para el 37 por ciento de los salvadoreños que aún viven en la pobreza, según datos del Banco Mundial de septiembre de 2008. El crecimiento real del PIB languideció por debajo del 3 por ciento anual, durante la mayor parte de la pasada década. En los últimos dos años, la economía en su conjunto se ha beneficiado de altos precios de materias primas, y las tasas de crecimiento han sido saludables (nada característico). Pero los altos precios han demostrado ser una espada de doble filo para los pobres, los cuales han sido forzados a confrontar la triste realidad de la crisis alimentaria. El Programa Mundial de Alimentos reportó en febrero de 2008 que los "estimados iniciales son que como resultado del reciente súbito incremento de los precios del mercado, la verdadera ingestión de calorías de una comida promedio en El Salvador rural es hoy aproximadamente 60 por ciento menor de lo que era en mayo de 2006".
En el área del comercio, el ALCCA no ha cumplido las promesas de sus promotores. Desde que se implementó el acuerdo, el déficit comercial de El Salvador con Estados Unidos ha subido en flecha, así como las tasas de desempleo rural. Esto ha alimentado problemas como el delito y ha convertido a la emigración hacia el Norte como la única opción económica viable para muchos salvadoreños. Como resultado, el país aumenta su dependencia del dinero enviado a casa por los emigrantes en Estados Unidos, Tales remesas significaron el 18 por ciento del PIB de El Salvador en 2007.
Esta dependencia, además de la subordinación de El Salvador a EEUU para consumir más de la mitad de sus importaciones y la decisión del gobierno en 2001 de adoptar el dólar de EEUU como moneda nacional, ha dejado al país expuesto a la crisis financiera internacional. Más que para cualquier otro país, la decadencia de la súper potencia económica del mundo tendrá serias consecuencias para el Salvador. La amenazante crisis pudiera ser crucial en estas elecciones, al igual que en otras partes del hemisferio las desgracias económicas han llevado al poder a gobiernos progresistas.
NOTA: lo resaltado es una observación de lectura de rodrigo y no responde al artículo original.
--
ser como el clavo, que aun oxidado, sigue siendo clavo
No hay comentarios.:
Publicar un comentario