jueves, 20 de marzo de 2008

Politicas contraciclicas

ROGELIO RAMIREZ DE LA O

 

cada vez las noticias económicas de Estados Unidos son peores, el gobierno en México acepta con cada vez menor resistencia que debería hacer algo para contrarrestar esa debilidad, en parte para dar respuestas positivas a los empresarios y también para mantener la aprobación del electorado. De ahí que haya ganado terreno la noción de aplicar una política contra el ciclo económico, es decir, manteniendo el crecimiento del producto y del empleo cuando el ciclo apunta a la baja.

Esta política contracíclica, cuando la economía estadounidense se desacelera y nos compra menores volúmenes de exportaciones, significa que mediante políticas públicas nuevas o un cambio de énfasis la demanda interna aumente por encima de su tendencia normal y compense el debilitamiento de la demanda externa.

Esto se podría lograr de tres maneras. Una, mejorando la competitividad y ganando así mercado para productos que antes tenían costos excesivos. La segunda es abaratando el crédito, dando cauce a mayor gasto e inversión. La tercera, si tenemos un ingreso no esperado y éste se gasta sin tener que endeudarnos.

México no ha intentado estas políticas contracíclicas desde José López Portillo, entre otras cosas por la mala experiencia al haber aumentado la demanda interna vía gasto público basado en altos precios del petróleo y no en la competitividad externa. Esa experiencia llevó a un alto déficit externo seguido de una gran devaluación.

De ahí que la típica respuesta de todos los gobiernos hasta Fox haya sido que cuando EU se desacelera, México lo hace igual o aún más. El último episodio fue en 2001, cuando crecimos menos que EU hasta 2003, pero el déficit externo no aumentó significativamente.

Hoy el gobierno intenta o por lo menos así ha hecho creer a los empresarios que en 2008 aplicará una política contracíclica. Sin embargo, el sector privado estará retrayéndose de invertir más, sobre todo porque la banca comercial mundial tiene la estrategia de exponerse menos a riesgos. Con un mayor precio del riesgo y menor crédito disponible, la infraestructura y la vivienda realizadas serán muy menores a lo hoy esperado.

También las expectativas del productor manufacturero, según el INEGI, se han mantenido bajas, estando en febrero 4% por debajo del promedio en 2007. Y el subíndice que mide que hoy es un buen momento para invertir está 9.3% por debajo.

Será así el gobierno quien cubra la falta de inversión y gasto privados. Infortunadamente no está intentando hacerlo con más competitividad o con crédito más barato, sino sólo con más gasto basado en el ingreso petrolero. Aunque no habrá un mayor déficit fiscal, si los precios del petróleo aportan el ingreso adicional, de todas maneras es una mala estrategia.

Los ingresos petroleros ya han aportado excedentes presupuestales. En 2007 el gasto se presupuestó en 205 mil millones de dólares y el realizado fue de 226 mil millones. En 2008 el presupuesto es de 220 mil millones, pero con los precios del petróleo actuales podría llegar a 240 mil millones.

El problema es que la mayor parte se ha dedicado al gasto corriente y en la mayoría de los casos se desperdicia por falta de planeación y malos controles, especialmente el gasto de los gobiernos estatales. Así, el gasto corriente aumentó en casi 30 mil millones de dólares entre 2005 y 2007, y aumentará aún más en 2008.

Aparte de que el gasto corriente es el peor uso que se puede dar a la venta de un activo como son las reservas de petróleo, otro problema de esta estrategia es que sin mayor competitividad de la economía y de la industria, dicho gasto se reflejará más en importaciones que en producción nacional.

Sería mejor invertir esos excedentes en más exploración de petróleo y refinación para dejar de importar 40% de la gasolina que consumimos, al igual que invertir en apoyo de la competitividad de la economía. Repartir el ingreso petrolero como hoy se está haciendo no es una política contracíclica sostenible.

TOMADO DEL UNIVERSAL
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Fernando V. Ochoa
cel 6621 50-83-33
ser como el clavo, que aun oxidado, sigue siendo clavo.

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