por Alejandro Encinas
(publicado en El Universal el 11 de octubre de 2008)
"La crisis de Wall Street es para el fundamentalismo del mercado lo que la caída del muro de Berlín para el comunismo... Observamos que las instituciones de la economía basadas en el mercado se vienen abajo y corren a pedir la ayuda del Estado". Lo dice Joseph Stiglitz, economista de la Universidad de Columbia, y le sobra razón.
La crisis hipotecaria en EU —que desestimó el gobierno federal— terminó arrastrando al sistema financiero global, causando una profunda recesión que no sólo ha colapsado a las bolsas generando especulación, inflación e incertidumbre en el empleo, sino que ha evidenciado que el modelo neoliberal no funciona y que es necesario rediseñar el sistema regulador de la economía desde el Estado.
El primer paso lo ha dado la administración Bush al impulsar la Ley de Estabilización Económica de Emergencia, que busca fortalecer los mercados financieros y promover el flujo de crédito a la economía de EU al proporcionar hasta 700 mil millones de dólares al sistema financiero mediante la compra o aseguramiento de activos para evitar el riesgo o el fracaso de las instituciones. El propio Bush ha reconocido la intervención estatal "para ayudar a evitar que la crisis en Wall Street se convierta en una crisis en las comunidades de todo el país".
Sin embargo, como sostiene Nouriel Roubini, economista de la Universidad de Nueva York: "Wall Street en su forma tradicional ha dejado de existir y se ha transformado en algo nuevo que irá tomando forma... El plan de rescate recuperará cierta confianza en el sistema, pero las cosas nunca volverán a ser iguales... El plan de rescate no le saldrá gratis, el Estado recuperará mayor control de la economía, porque si algo ha demostrado la crisis es que el capitalismo es demasiado importante para dejarlo sólo en manos de los capitalistas".
El replanteamiento de la intervención del Estado ha alcanzado a las economías capitalistas desarrolladas, como demuestra la nacionalización del grupo belgo-holandés Fortis y del cuarto banco británico Bradford & Bingley.
México no escapa a esta situación, como lo prueba la intervención del banco central al subastar 2 mil 500 millones de dólares para frenar la especulación cambiaria que llevó al dólar a la cifra de 14 pesos por unidad, así como las medidas anunciadas para impulsar el crecimiento y el empleo, basadas en la inversión pública.
Si bien estas medidas (insuficientes al no reducir el gasto superfluo gubernamental) reiteran acciones antes divulgadas como la ampliación del gasto en infraestructura, anunciada desde el inicio del sexenio sin que se haya ejecutado, o el apoyo a pymes que desde gobiernos anteriores ha realizado Nafin, dos medidas obligarían a retirar las iniciativas que promueven la privatización del sector energético del país: la virtual autonomía de gestión que se da a Pemex, al eliminar los Pidiregas para convertirlos en deuda pública de la empresa, y el anuncio de la construcción de una refinería, que demuestra lo que por meses hemos sostenido: que existe capacidad económica suficiente para construir la infraestructura y modernizar a la empresa sin privatizarla.
Lo cierto es que el modelo económico neoliberal no sólo ha colapsado al sistema financiero internacional, sino que además ha ampliado la brecha de pobreza y desigualdad, y frente a un escenario nada alentador en el futuro inmediato, hay un hecho incuestionable: el Estado está de regreso y es necesario redefinir su papel y sus responsabilidades sociales como parte de los desafíos de la democracia.
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ser como el clavo, que aun oxidado, sigue siendo clavo.
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