Costo para el PRD, no para el caudillo; él iría a Los Pinos por cualquier vía
Ante la reversa anunciada ayer por los jefes senatoriales del PAN y PRI a lo que se veía como una inminente liberación de las cámaras del Congreso, cuesta trabajo aceptar —como se ha propuesto— que todo ahora resulta una expresión de derrota de Andrés Manuel López Obrador, por los costos políticos que le habría acarreado la ocupación.
Claro que la condena abrumadora de los medios y de la opinión pública es un factor para el cálculo que habría conducido al caudillo a ponerle fin al "secuestro". Pero habría que reparar en que ha sido precisamente el cálculo de AMLO el que originó y en todo momento ha conducido esta crisis que ha definido la agenda del debate público tras dos semanas del asalto a las cámaras.
Y aquí el saldo favorable a López Obrador no se limita a haber roto el calendario legislativo de la mayoría (o a evitar el "albazo legislativo" para privatizar el petróleo, según su propio discurso). Habría que agregar a sus ganancias el refrendo del sometimiento de los legisladores de su partido opuestos al golpe y el "cierre de filas frente al enemigo" cada vez que las acciones de AMLO han sido condenadas, rechazadas o "ridiculizadas", ya sea por la derecha, los medios o el presidente Felipe Calderón, como ocurrió todavía el martes. Y gracias a la crisis y la polarización generadas por el mismo López Obrador, en las horas en que se escriben estas notas se puede estar consumando el golpe final en su partido, una vez que sometió su proceso electoral interno a la degradación y a sus participantes a la indignidad.
Y aún habría que agregar en el haber del caudillo la capacidad mostrada el pasado fin de semana para generar la percepción de un desplazamiento de la mediación del PRI entre el gobierno y el PRD, lo que hizo aparecer al PAN acudiendo presuroso y agradecido a la mesa de los enviados de López Obrador. Con ello, el gobierno y su partido aparecieron como la sardina que salta de la sartén a las brasas: abandonando los costosos servicios de mediación del PRI, sólo para otorgarle directamente a AMLO —sin intermediario— concesiones, privilegios y cartas de impunidad, a cambio de que devolviera el Congreso.
Los reflejos del líder del PRI en el Senado, Manlio Fabio Beltrones, le permitieron recobrar el balón unos segundos, en los que apareció como el símbolo de la firmeza contra la pretensión de AMLO de estirar la liga llevando al PAN y al gobierno a comprometerse a no convocar a un periodo extraordinario para procesar la reforma petrolera, lo que equivaldría a pasar del secuestro físico al secuestro virtual del Congreso. Pero aún así, El Peje siguió siendo el eje del debate.
Para leer al 'Peje' Andrés
Porque, proactivamente, continuó en el centro de la atención de los medios y del público, mientras las presencias del gobierno, del PAN y del PRI no pasaban de ser reactivas ante cada paso del caudillo, como ocurrió con las mencionadas salidas de Beltrones y Calderón, así se hayan dado éstas entre grandes despliegues mediáticos y buena aceptación del público.
Falta un balance más a fondo de los movimientos a que ha dado lugar la crisis parlamentaria provocada por AMLO. Pero por lo pronto se vislumbran nuevos escenarios críticos. Sin la capacidad de construir alianzas estables, Calderón se ha visto a merced del regateo cotidiano con el PRI a lo largo de su gobierno y el fin de semana pareció percibirse merced del PRD, con quien difícilmente podría acordar algo más que una retirada triunfal de los ocupantes del Congreso tras haber cumplido sus metas con creces. Y ya el martes AMLO había convertido al presidente —en los medios— en el responsable de polarizar y perpetuar la crisis por contar en Nueva Orleans lo que aquí todo mundo repite sobre los responsables del ataque al Congreso y de la destrucción del PRD.
En este sentido, festinar los costos de opinión pública del golpe al Congreso como derrota de AMLO, equivale a tratar de descifrar los códigos del caudillo —los que comparte con sus seguidores— con los códigos de los valores democráticos enmarcados en las preguntas de los encuestadores. Y descifrar unos códigos con los valores de otros actualiza el concepto de Umberto Eco de "decodificación aberrante" y conduce a malos cálculos de política y comunicación.
Porque López Obrador parte de que esos costos no los asume él, sino las instituciones partidistas bajo su control y la institución misma del Congreso, en la lógica de los caudillos que medran de la degradación de las instituciones como una de sus vías para la toma y el control personal del poder. Pero incluso para avanzar, si fuera el caso, por la vía electoral, AMLO cuenta también con la volatilidad de la opinión pública: el corto plazo de los efectos reflejados en las encuestas. Y cuenta además con el 'blindaje' obtenido en las reformas electorales del año pasado, gracias a las cuales ningún competidor, ningún actor social, ni ningún ciudadano podrán hacer publicidad para recordar el golpe al Congreso y cobrarle los supuestos costos al caudillo. Porque, de acuerdo con esas reformas, cualquier descalificación del asalto al Congreso en los tiempos de los partidos en los medios podrá ser desechada por resultar "denigrante" para los actores políticos involucrados en el asalto, mientras que los particulares han quedado impedidos para contratar tiempos en los que se puedan afectar a los partidos o a sus dueños.
La crisis como ensayo general
En un extremo, gracias a las celebradas reformas del año pasado, los partidos de AMLO podrán incluso enaltecer en su publicidad el secuestro del Congreso como una acción de defensa de la patria, sin denigrar a nadie, pero nadie podrá señalarlos como responsables de la toma ilegal y la parálisis del Congreso, por resultar denigrante para los transgresores.
Y hay, por último, otro gran saldo favorable a AMLO de la crisis parlamentaria que provocó: pudo comprobar sus fortalezas y las debilidades —junto a las de sus competidores— en su ya larga marcha al poder nacional.
Ha sido éste una suerte de ensayo general en el que AMLO combinó con eficacia estrategia e instinto políticos con estrategia e instintos de comunicación. Desde hace meses impuso la agenda de los medios y la agenda del público al grado de cumplir la máxima de hacerse el 'dueño del mañana'. Esto es, mostró destreza para dirigir el día a día y controlar todo lo que podía pasar, aún lo más imprevisto, en los términos propuestos para las estrategias de comunicación por la experta María José Canel en su libro más reciente, Comunicación de las instituciones públicas (Tecnos, 2007).
Hacerse dueño del mañana significa prever lo que ocurrirá y se publicará los días y los meses siguientes, pero que en este caso puede tratarse del proyecto de AMLO de hacerse dueño del mañana de los mexicanos, como visión de un futuro nacional no improbable para los años siguientes, a juzgar por estos saldos incómodos de la crisis.
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Fernando V. Ochoa
cel 6621 50-83-33
ser como el clavo, que aun oxidado, sigue siendo clavo.
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